Estaba sentado, meditando, en la habitación donde está el samadhi de mi maestro. El samadhi es el monumento funerario ubicado en el mismo lugar donde está enterrado. Es el lugar donde ahora meditamos habitualmente.
En ese momento entra un pujari (el encargado de hacer las pujas u ofrendas en el templo) a hacer pranam (saludo respetuoso al maestro). Suena su móvil, a un volumen que creo que sólo es posible en la India y yo pienso que rápidamente lo va a cortar, dado que es una falta de respeto, además de estar prohibido dentro de la habitación. Pues no sólo no lo corta sino que contesta a voz en grito y se engancha en una larga conversación a voces, sin importarle el lugar, los 8 ó 10 que estábamos allí meditando, ni nada de nada.
A mí me viene una ola caliente, oscura, de rabia, que invade mi cuerpo completamente, este hombre estaba haciendo lo más horrible del mundo, le habría hecho tragar el teléfono, le hubiera sacado a patadas de allí, que falta de consideración al sitio y a la gente, ¿cómo era posible aquello?, le odiaba…
E, igual que vino, se fue. Me atravesó la rabia, me tomó por completo y luego me abandonó. ¿De dónde procedía? Él no la trajo, salió de dentro de mí y pude verla. Vino y se fue… Al observarla, desapareció.
Terminó su conversación y se marchó. Mi odio se transformó en gratitud, de corazón.
Que gran aprendizaje gracias a su llamada telefónica.
Rishikesh. Marzo 2012
Precioso, gran aprendizaje gurubaji.
ResponderEliminar(Yo me lo habría cargado ;))
Espectacular reflexión Alfredo, el cuerpo me pide escribir (con tu permiso)una entrada en mi Blog sobre el sentimiento de rabia y como la proyectamos. No tendrá tu profundidad espiritual y no olvidará subrayar la falta de respeto que nos tenemos entre unos y otros. Pero me apetece hacerlo, si no te importa.
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