Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



miércoles, 10 de agosto de 2011

Diálogos con Pekepo IV

Mi experiencia en el bosque fue un regalo que Pekepo me hizo para que comprendiera, pero todavía no era mi momento de “crear mundos” y no sé si alguna vez lo será. Como bien se encarga de recordarme el pequeñazo:

- ¿¿Poeta?? Tú sigues siendo un aprendiz, así que escribe y escribe. Pero recuerda, hazlo con el corazón.

Y lo malo de haber visto aquello es que nunca vuelves a ser el de antes. De repente, has descubierto que lo que entiendes por realidad no existe, que todo es inventado. Que las mentes de todos los hombres que no saben que existe la poesía, generan continuamente un mundo del que nadie está especialmente orgulloso.

¿Y qué puedes hacer? Cuantas más vueltas le das, más en la mente estás… ¿Y Pekepo? Pekepo se ríe de lo difícil que hacemos nuestra propia vida.

Sólo me dice que escriba y escriba, como si fuera fácil hacerlo ahora… Insiste en que para mí la conexión con el corazón es a través de escribir historias, igual que para otros es la música, la pintura, la danza… Cada uno debe encontrar su camino para conectar con la poesía.

Y para escribir, hay que mirar, oler, tocar, escuchar, degustar, sentir, reír, llorar… De repente, se produce un momento de ¿inspiración? ¿magia? ¿poesía?. Las palabras brotan y se colocan, transmiten paz, serenidad.

Recuerdas como el frío siempre llega cuando los petirrojos empiezan a cantar en los jardines y te das cuenta que es porque traen el invierno enganchado en sus alas. Hasta que llegan las golondrinas con el tiempo inicialmente templado y luego tórrido. Escuchas las discusiones entre flores y espinas en el rosal, unas que quieren ofrecerse como símbolo de amor y las otras empeñadas en protegerlas, aunque con ello sólo consigan que se mustien tristes y solas. Comprendes que el azar sólo es una bonita palabra que perdió el significado en el momento que eres consciente de su inexistencia, como dijo san Agustín sobre la humildad, que la pierdes justo en el momento que crees que la has alcanzado. Y tantas otras cosas que no existen, pero alrededor de las cuales se crean mundos y guerras.

Quizás podría empezar a traer Pekepos a este mundo, para que cada humano tuviera uno cerca. Era tan alucinante lo que había cambiado mi vida desde que en ella apareció el pequeñazo…

- ¿Aparecí, aprendiz? Yo no aparecí. Ni aparezco ni desaparezco. ¿Todavía no has entendido que siempre estoy, que siempre he estado?

Es verdad, tenía razón. Lo que sucedió simplemente es que yo aprendí a mirar. Y seguía aprendiendo cosas, de hecho, mi experiencia de creación de un mundo nuevo fue parte de mi aprendizaje. No era sencillo hacerlo, sólo cuando Pekepo usaba su poder, o lo que fuera que tenía, yo lograba ver claramente con los ojos cerrados.

- Sí podrías traer muchos Pekepos, pero ¿de qué serviría? Continuarían sin verlos. Ya que si pudieran verlos no les haría falta tu ayuda, ellos también habrían aprendido.

- Pero, tiene que haber algo que yo pueda hacer. Ahora que sé que vivimos como dormidos, tengo que ayudar a despertar a los demás. ¿Qué puedo hacer?

- Escribe la historia de Pekepo, aprendiz, quizás eso ayude.



El siguiente paso a creer lo que no comprende la razón es colaborar con la fantasía, inventarse personajes y hacerlos vivir.


Risikesh. Febrero 2011