Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



lunes, 4 de marzo de 2013

Aprendizajes de una uña

Todo empezó hace un par de semanas, al poner el dedo en el sitio equivocado y en el momento equivocado. Si sólo una de esas dos cosas hubiera sido equivocada, no se habrían producido los aprendizajes, ni la cicatriz, claro.

Algunos habréis leído la anterior historia, “Pérdidas”, ahí se cuenta el inicio de esta. Así que si alguien no la ha leído, que vaya para allá antes de continuar.

En el momento del impacto sentí, lógicamente, un dolor bastante grande, y un poco más tarde me dí cuenta cómo había empezado mi cerebro a funcionar. El dolor se vio incrementado, hasta llegar a marearme y cubrirme de sudor frío, porque mi mente empezó a aumentarlo con preocupaciones añadidas. Al ver la herida, mi primer miedo fue no saber la gravedad de lo que me había sucedido, luego empecé a temer que se infectara y me tuvieran que hurgar en ella para limpiarla, lo cual me haría mucho daño, también adelanté que sería doloroso durante mucho tiempo, incomodísimo para manejarme con una mano solo, complicado conseguir un sitio medio limpio para que me atendieran en ese momento, además tendría que ir luego a un hospital mejor… Todo eso iba pasando por mi cabeza y de repente pude ver cómo sólo servía para hacerme sufrir más. Había momentos de paz, en los que solamente estaba con el dolor lógico, el del momento, y otros en los que se incrementaba por mi juego mental. Cuando paró eso, nada era tan grave. Había dolor, pero era soportable. Y todo lo demás, todo en lo que había pensado, ya ocuparía otro momento en mi mente, sólo si fuera necesario.

Desde ahí pude escribir la otra historia, de humor, porque me encontraba, paradójicamente, muy bien.

Me ha dolido mucho menos de lo que mi mente adelantó, no se ha infectado, hago vida prácticamente normal (y encima me lavan el plato de la comida…), no he tenido que ir a más médicos porque mis autocuras son suficientes y encontré justo al lado del autobús un sitio para que me atendieran (no, limpio, no). Así que frenar los pensamientos que venían añadidos fue muy bueno, porque nada de lo temido ocurrió.

De hecho, ahora mismo sufro más cuando me acuerdo del momento del portazo que con el propio dedo y vuelvo a poner la misma cara que vosotros al leer la otra historia.

Buda dijo “No hay que añadir sufrimiento al dolor, el dolor es inevitable pero el sufrimiento no”. Yo siempre había pensado en ello más desde el punto de vista emocional y utilizo esa frase en los cursos, con ejemplos como la pérdida de un ser querido, del trabajo o de la pareja. Nunca lo había utilizado para la pérdida de una uña…

En resumen, un bonito aprendizaje y dos historias a cambio de la uña. Eso no quiere decir que a partir de ahora vaya mirando donde vayan a cerrar puertas para poner mis deditos, pero ya que ha sucedido…


Risikesh. Febrero 2013