Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



miércoles, 2 de noviembre de 2011

Se ha puesto el sol

Titulo esta historia de la misma forma que el precioso email con el que me llegó la noticia. El 23 de octubre por la mañana, nuestro maestro Sri Hans Raj Maharajji murió en su ashram de Risikesh. O como se dice en la India, dejó su cuerpo. Y se dice así porque allí se comprende, se sabe, que el maestro no es el cuerpo. Como muchas veces él nos dijo “estoy en tu corazón”.

Maharajji, como todos le conocíamos, es la principal razón por la que pasamos varios meses al año en la India. Fue en diciembre del 2004 cuando llegamos a ese pequeño pueblo, Laxmanjhula, unos pocos kilómetros río Ganges arriba, de Risikesh. No sabíamos lo que era un ashram, ni un maestro y, además, no nos interesaba lo más mínimo. Tampoco conocíamos nada sobre la espiritualidad y habíamos huido, como tantos otros, de la religión, de todas las religiones.

Y cuatro días después de pisar por allí por primera vez teníamos un maestro, nuevos nombres y… nueva vida.

No soy capaz de explicar con la razón lo que sucedió porque tampoco lo entiendo con ella. Los que me conocéis o leéis de vez en cuando este blog, ya sabéis que en realidad no me importa mucho esto de la razón.

Lo describiría como un encuentro con lo más profundo de mi mismo, una explosión de amor, de felicidad, de paz… Pero una explosión que se produce y que se queda. En palabras de mi maestro “una apertura del corazón”. Eso, que se produjo por dentro, pronto empezó a tener su reflejo fuera. Nada forzado, nada triste, nada doloroso. Cambio de casa, cambio de trabajo, cambio de amigos, cambio de forma de ver la vida, cambio de… Muchos cambios. Y todos en la misma dirección, la de tener cada vez más paz y también la posibilidad de compartirla.

Nunca había escrito en el blog nada de esto, pero ahora conocéis el origen de todo, hasta de las historias del “Planeta India”. En breve estaremos allí de nuevo y no sé como me encontraré, ni siquiera si seguirá siendo el lugar donde pasar parte del año. Tampoco sé que nuevos cambios traerá a mi vida esta situación. Pero no tengo ninguna duda de que lo que venga es lo que tiene que venir, por lo tanto siempre estará bien.

Y la noticia trajo un nuevo aprendizaje. La comprobación de que la tristeza es algo mental, externo, como las lágrimas que se esfuerzan por salir. Por dentro sigue habiendo paz. La misma paz que descubrí en diciembre del 2004.


San Agustín del Guadalix. Noviembre 2011