Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



jueves, 29 de diciembre de 2011

Paseando… (Planeta India)

Os voy a contar un paseo por mi barrio, en el que hay unas cuantas cosas que no varían mucho de un día para otro, ni siquiera de un año para otro.

Hay que ir esquivando grandes boñigas de vaca y otros seres, saltando charcos que vaya usted de donde salen si hace semanas que no llueve (y no, nunca pregunto acerca de ello), evitando resbalar con miles de plásticos que tuvieron diferentes utilidades y ahora sólo tienen la de enguarrar, saltar a gente sentada, gente tumbada, gente muerta… Bueno esto último no pero habéis flipado ¿no?. Algunos realmente lo parecen, pero a la tercera moto que les pasa por encima se mueven un poco (aunque no se quejan).

Si tienes suerte, a ti te van esquivando coches, motos, bicis, vacas… Con los perros hay regateo, te esquivas mutuamente. Los monos te esquivan a veces si llevas un palo, los esquivas tú, si puedes, si llevas fruta o comida u os ignoráis mutuamente si ni una cosa ni la otra.

Al pasear, respirar es necesario, casi obligatorio diría yo, pero no siempre conveniente. Depende de la zona que atravieses. Hay zonas que seguro olerán a mierda (lo siento, busqué sinónimos pero es lo más descriptivo y real) y otras maravillosas con aromas de flores o inciensos. Cada inspiración, y cambia en centímetros de calle, puede ser un maravilloso placer o una maravillosa arcada. Y lo malo son la sorpresas, quiero decir cuando te confías, respiras profundamente y te equivocas. Entonces te quieres morir (también busqué sinónimos, pero es que de verdad prefieres la muerte, ni susto ni nada). ¿Sabes el olor que desprende un cadáver en putrefacción cuando está situado en un vertedero próximo al lugar donde descargan las cloacas de los mataderos de Wisconsin? ¿Sí lo sabes? Joder, ¿dónde vives?. En fin esto debe ser parecido.

Y, como no te lo esperas, resulta que todo el prana (os recuerdo que esto es Planeta India el que no entienda los términos debe repasar historias anteriores o ir a guguel) o energía vital acumulada durante años de meditación fermenta en tu interior y explotas. Sí, yo lo he visto. Algún guiri explotando por la calle y yo pensando ¿para qué respiras ahí?. Si siguiera por aquí la narración, os podría contar como he desarrollado el proceso de fotosíntesis para pasear sin tener que respirar oxígeno durante horas en este Planeta. Pero, como decían en la Historia Interminable, esa es otra historia que ya será contada en otro momento.

Lo que es tremendamente variado es la gente con la que te cruzas. Peregrinos de los más diversos lugares vistiendo unos trajes no típicos (¿qué será eso de típicos...?) sino únicos, porque son los que tienen. Grupos numerosos donde todos los hombres visten igual, así como las mujeres. Provenientes del Punjab, Rajasthan, Gujarat…

Y sadhus, hombres santos errantes, cubiertos algunos exclusivamente de cenizas, los Naga Babas, otros de rojo, de naranja, de negro, con tridentes, con espadas, con bastones, caras pintadas con símbolos extraños, escudillas como única posesión… Y todos con miradas que atraviesan que sientes como leen el más recóndito de tus pensamientos… Y saludas: Hari Om Baba, y devuelven el saludo con una sonrisa, o te ignoran arrogantes porque eres uno de esos que has comido la vaca…

Y también hay tiendas, miles que venden lo mismo. Y una tienda nueva que abre para también ofrecerlo, por si con las otras no había bastante. Desordenadas, revueltas, sucias, sin fondo… E intentas dar unos consejos para cambiar algo a algún amigo y te mira como diciendo “esto lleva miles de años siendo así, ¿me vas a enseñar el rollo del marketing tú ahora?. Es cierto, miles de años siendo así, sólo cambian los productos que se venden, pero todo lo demás continúa igual.

También está el zapatero, que trabaja en el suelo y por el que ha pasado todo lo que ha cubierto mis pies alguna vez en la India. Me puso suelas de botas de montaña en unos zuecos, me cose cada agujerito que ve en mi calzado (por favor, esto no lo cierres que tengo que meter el pie por algún lado…). Limpia, pule y da esplendor, hasta cambiar de color lo que antes era… ¿qué más da como era? Ahora está bien.

El limpiorejas profesional, siempre con gorro de lana rojo aunque haga 45º, algodones sobre sus orejas y un maletín con las herramientas. Es su uniforme. Te ofrece un chequeo gratuito por si tienes dudas. Lo que va sacando con su metálico punzón lo va untando convenientemente en la muñeca de su otra mano, como mostrando lo necesaria que era su intervención. Supongo que el resultado lo comercializará para hacer velas, debido a los múltiples apagones de los que gozamos por estos lares.

Te tomas un zumo de caña de azúcar sin mirar el vaso, mejor con un poquito de sal negra porque, aunque realmente huele a huevos podridos, adereza perfectamente zumos, frutas y comidas variadas. Y compras frutas, ¿serán buenas, no? Igual que decimos en España. Y él frutero responde, igual que en España, no, son muy malas cómpreselas mejor al de al lado… Pero suelen ser buenas y algunas raras, con sabores raros. Y alguna está hasta buena. Esto último es broma, todas suelen estarlo,

Empieza a llover y salen de no sé donde un montón de vendedores de paraguas y de capas de plástico. Éstas últimas son capaces de romperse con solo mirarlas fijamente. Estos personajes creo que son capaces de provocar la lluvia con algún tipo de brujería, si no, no es posible que aparezcan de la nada a la segunda gota.

Como en mi pueblo sólo hay un puente peatonal (aquí las motos son peatones) que comunica las dos partes en las que está dividido por el río Ganges, el día que hay bull fighting se colapsa. Porque aquí es de verdad que los toros se pelean (la fiesta española se llama así en inglés y es mentira, casi siempre es más bull killing) y, como se está fresco, a veces lo hacen en el centro del puente. Entonces quedamos aislados, porque como Murphy acostumbra a decir: “en caso de pelea de toros siempre necesitas ir al otro lado de la ciudad”. Al final suelen firmar tablas y todo vuelve a la normalidad.

También puede suceder que uno de esos toros o una vaca sagrada decida poner a prueba ese torero que todo españolito lleva dentro y saca de ti un arte por chicuelinas que tú mismo no te conocías. Bueno o saca eso o saca el intestino delgado. Sí, yo lo he visto y he pensado, ¿dónde va ese tío sin intestino delgado? Haber esquivado a la vaca. Pero era inglés, si le hubiera atacado un zorro otro gallo cantaría (salvo que le hubieran arrancado la cabeza desde un caballo después de colgarlo boca abajo, claro. Al gallo, no al inglés).

Bueno, como he dicho al principio, esto es un simple paseo por mi barrio, ¿te imaginas recorrer la India?


Risikesh. Diciembre 2011

domingo, 18 de diciembre de 2011

Namasté desde el Planeta India

El significado de Namasté es muy bonito, es algo así como que la divinidad que hay en mí se inclina o saluda a la divinidad que hay en ti. Es decir, ya se parte de que dentro de cada uno de nosotros está la divinidad. Se utiliza como saludo en toda la India y, en la zona donde vivo, siempre se acompaña colocando juntas las palmas de las manos a la altura del pecho o llevando la mano derecha al corazón.

Probablemente para entender esta historia habría que leer la anterior escrita hace ya tanto tiempo… (mis disculpas por ello, a los lectores más fieles)

Ya estoy por este Planeta, desde hace un par de semanas. No sabía como me sentiría hasta que no llegué aquí y confirmé la sensación inicial que tuve en España. Nada más llegar me pregunté ¿estoy triste?, casi daba por hecho que tenía que estarlo… Pero no, no hay tristeza, realmente hay mucha alegría por dentro. Evidentemente las cosas han cambiado en el ashram y todavía hay muchas que deben colocarse, sobre todo para los indios que viven en él.

En la habitación donde vivía Maharajji es donde le han enterrado y ahora ahí está el Mahasamadhi, un monumento en mármol que recuerda donde el maestro descansa en eterna meditación. A los hindúes tradicionalmente se les quema en una pira funeraria y, en esta zona, siempre lo hacen a orillas del Ganges, donde terminan descansando sus cenizas. En cambio, a los grandes maestros, no se les quema, o bien se pone su cuerpo directamente hundido en el río, sujeto con piedras o se les entierra, como se ha hecho en este caso.

Con respecto a mis aprendizajes, como alguna vez he comentado, se producían de forma diferente a los mensajes hablados, así que eso no ha cambiado, incluso se han reforzado. Llegan en forma de meditación, sueños, conversaciones con otras personas, mensajes de otros maestros, repentinos entendimientos… Y es tu intuición la que te indica que eso es para ti, así que sonríes y das las gracias (aunque a veces son verdaderos puñetazos al ego…). Y sí, ya se que no se entiende muy bien, pero de eso se trata, de dejar de tratar de entenderlo todo y de aprender más allá de la razón. Eso es lo que intento hacer comprender desde este blog, con el coaching, los talleres, etc.

Sí que he notado un desapego bastante grande por el lugar. Aunque tengo muchos amigos por aquí, el principal apego era por mi maestro y eso ha quedado también liberado (más aprendizajes...). Así que veremos como evoluciona esta temporada y también en qué se convierten las siguientes.

Fuera del ashram la vida sigue bastante igual. Casi siempre hay más tiendas, más restaurantes, más profes de yoga… pero lo básico, la gente, la forma de estar y de vivir, los ritos y tradiciones, eso no cambia. En realidad muchas veces tengo la sensación de que la vida no cambia, es como la rueda que le ponemos al hamster para que se haga la ilusión de que corre por los campos. Es una sensación habitual al venir aquí, pero más todavía al regresar a mi otra casa, donde la única diferencia que realmente aprecio es que los niños están más altos. Un eterno día de la marmota…

Aquí, como siempre desde hace miles de años, los peregrinos siguen viniendo desde aldeas recónditas del país para bañarse en las aguas del sagrado río, en el mismo lugar donde millones de santos lo han hecho.

Temprano por la mañana, cruzando el puente que comunica la orilla de mi casa con la orilla de mi ashram, congelado, pese a estar envuelto en dos mantas, los veo dentro del agua recitando sus mantras…

Om Namah Shivaya!!


Rishikesh. Diciembre 2011