Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



lunes, 18 de junio de 2012

Spiderman

Ya he hablado alguna vez del significado del saludo en la India “Namasté”: La divinidad que hay en mí se inclina y saluda a la divinidad que hay en ti. Lo importante de este saludo es que parte de la premisa de que en todos nosotros habita la divinidad. Es decir, Dios está dentro de todos, todos somos divinos, todos somos Dios… O lo que en otras tradiciones cercanas se entiende como el Buda interior, o lo que yo cuento siempre, y con lo que trabajo, la Paz interior…

Si todos tenemos esto o, mejor dicho, todos lo somos, entonces ¿Qué es lo que mostramos al exterior? ¿Qué es eso que oculta nuestro verdadero ser? Pues lo que creemos que somos, un falso yo originado por la mente y basado en pensamientos, creencias, experiencias… El ego.

Ese ego que realmente es una máscara, con la que estamos completamente identificados. Es decir estamos seguros de que somos nuestro disfraz, como el niño que se cree Spiderman porque va vestido de rojo… Pues realmente somos igual de Spiderman que de lo que creemos que somos.

Si logro separarme un ratito de este personaje, si logro dejar de identificarme con todo ese barullo que tengo en la cabeza y ponerlo a descansar, me encuentro con lo que realmente soy. Conecto con esa divinidad implícita en el Namasté y, durante ese rato, tengo más poderes que el superhéroe.

Porque ahí nada me afecta, es la “casa” de cuando jugábamos a atraparnos de niños, es donde estoy a salvo pase lo que pase en el exterior, es mi verdadero hogar al que reconozco enseguida en cuanto entro, es el lugar desde el que puedo entender el baile de máscaras… Soy Yo.

El reto es, evidentemente, permanecer ahí. La primera herramienta para hacerlo es creer en lo que eres y dejar, poquito a poquito, de identificarte con lo que no eres. Y lo que no eres es tu cuerpo, tu nombre, tus títulos, tus posesiones… No eres nada de lo que no traías y nada de lo que no te puedas llevar cuando salgas de aquí.

Mientras tanto, es bonito pensar que en una discusión, por ejemplo, en realidad tú y yo no discutimos, son nuestras máscaras. Visto desde ahí no puedo enfadarme contigo… Son Batman y Superman los que discuten así que cuando nos quitamos los disfraces no puede haber rencor.

En la India se dice que todos los problemas vienen incluidos en lo que añadimos al “Yo soy”… Hasta ahí todo va bien, el “Yo soy” es tan grande que el universo entero cabe en él, pero cuando le añadimos algo, se acabó.

Aparece Spiderman.


San Agustín del Guadalix. Junio 2012