“La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo que creemos
tenerla, ya la hemos perdido”. San Agustín
Creo que llevo en esa lucha toda la vida, aunque hasta hace unos
pocos años no he sido consciente y cada vez lo soy más. Mi Maestro, del que ya
habéis leído unas cuantas cosas, cada vez que me hace llegar un mensaje, lo
suele acompañar de la recomendación que nunca la olvide.
Hace unos meses, trabajando para una escuela de negocios en una
actividad de liderazgo, propusimos que los alumnos escribieran cuales debían
ser las características del buen líder. Se escribieron muchas, en folios
distintos. El asunto consistía en repartir los papeles por el suelo y que la
gente se fuera agrupando cerca de la cualidad que creía que necesitaba desarrollar
más. La humildad, que había salido como una de esas virtudes necesarias para el
buen liderazgo, estaba allí en el suelo. Yo me acerqué y le comenté a una
compañera: mírala, que solita se ha quedado…
Al final de la jornada, como suelo hacer, ofrecí para los que
quisieran una clase voluntaria de meditación. Fue una alegría porque se
apuntaron prácticamente todos. Hicimos la clase y todo fue muy bien.
Por la noche, en mi camita, supongo que más henchido de orgullo de
lo que me gustaría reconocer por el éxito de convocatoria, apareció mi Maestro
en mi mente y sólo me mostró una imagen. Era yo mismo unas horas antes, sobre el
folio que ponía: Humildad. Esa hoja que yo creía que se había quedado solita y
en realidad había sido escrita para mí…
Y con eso estoy. Entendiendo porque me rechina tanto cuando veo a
alguien que cubre su orgullo y soberbia detrás de una máscara de falsa
modestia. Prefiero a alguien vanidoso y que no lo oculte a quien porta esa
careta, creo que es preferible la falta de humildad que la falsa humildad.
Evidentemente, esas personas me muestran lo que necesito ver, lo que necesito
seguir trabajando. Así que sólo puedo decir gracias.
Hay muchas caras del ego y una de las más peligrosas es la del ego
espiritual. Al tener un Maestro puedes empezar a creerte por encima del bien y
del mal, con sabiduría y poder… Pese a ser, precisamente, lo contrario de lo
que él te enseña. En este caso la careta consistiría en barnizar lo que
realmente piensas, que se note lo importante que eres pero que parezca que no
te lo crees...
Comprender este juego es también parte del camino. Son más de esas
capas de las que suelo hablar cuando hablo de la Paz Interior cubierta. Sólo
queda observar, aceptar y continuar.
Realmente en el Planeta India asumo mucho más fácil mi papel de
eterno aprendiz. Tengo claro que la persona o la situación más inesperada puede
enseñarme, así que estoy bastante relajado y atento a los aprendizajes. A veces
eso me lleva a comerme alguna charla de más o alguna situación aburrida, pero
en general me merece la pena.
Mi mayor maestro en humildad fue Sahidji, al que menciono en otra
historia porque murió el año pasado. Era un maestro sikh muy reconocido y
valorado, pero no tenía ningún problema en agacharse con sus ochenta y tantos
años a tocar los pies en señal de respeto a otros maestros, probablemente mucho
menos sabios. De ellos, los que también eran humildes, solían pararle a mitad
de camino y agacharse ellos. Los que no lo eran, se daban una gran importancia,
dado que alguien como Sahidji tocaba sus pies. Él jamás empezaba a comer o se
sentaba si el resto de gente, sobre todo sus amigos extranjeros, no lo estaban
ya. Sólo al final aceptó alguna consideración especial y era por no herir a los
que tanto le insistíamos.
Más difícil me es lidiar con ello en la vida profesional, en
España. En una sociedad en la que cada vez es más importante la marca personal,
el curriculum, la experiencia… No es lo mismo que alguien anónimo imparta un
curso, a que lo haga un coach ejecutivo, con amplia experiencia profesional,
que vive parte del año en la India, que lleva meditando tanto tiempo, etc. Es
difícil establecer el límite entre lo que es necesario y lo que es superfluo.
Un límite evidente es la mentira, pero dentro de la verdad ¿dónde está esa frontera?
Combinar el “hay que venderse” con el trabajo con la humildad no es tarea sencilla.
Hay una solución, más fácil de escribir que de practicar, que es
el desapego al resultado y actuar con amor. Hacer las cosas lo mejor posible,
sin preocuparnos de lo que suceda después, sin esperar halagos, ni
felicitaciones, ni premios… Sólo por amor.
Esto del amor, que suena tan bien y es tan difícil de seguir,
sirve también para tratar con esas máscaras propias y de otros. Cuando la ves
en otro, solo habría que responder con amor y cuando la sientes en ti, también
responderte de la misma manera.
Cuando vuelva, ya que en la India no tengo mucha vida profesional,
me tocará trabajar con todo esto en España (y será mucho más difícil todavía
porque se publicará mi libro, y venderé miles de ejemplares y me haré famoso…).
Mientras tanto sigo en este Planeta con lo que la vida me va poniendo por
delante, con esos espejos que me hacen saltar aterrorizado o cabreado hasta que
me doy cuenta que soy yo, un poco más feo de lo que creía… O reflejan en lo que
me puedo llegar a convertir si me descuido.
Ahora siento que escribir esta historia con una confesión forma
parte de este trabajo: Soy un simple discípulo al que le falta humildad y que
tiene mucho camino por delante por recorrer.
Risikesh. Febrero 2013