¡Hola Hugo!
Acabas de llegar a este extraño lugar y me apetece contarte un
cuento. Y a cambio sólo te pediría que me contaras de donde vienes…
Lo malo es que ahora que tienes reciente el viaje no me lo puedes
explicar o al menos yo no se entenderte y cuando ya seamos capaces de comunicarnos,
lo habrás olvidado. Eso es lo que nos suele pasar a todos, así que así estamos
siempre, dando vueltas a “de dónde venimos” y a “dónde terminaremos”. ¿A qué
ahora te da igual?
Vamos con el cuento, aprovechando que no puedes defenderte. Cuando
crezcas te será más fácil huir del tío cuentista, ahora apechuga con lo que te
toca. No será peor que lo que te han hecho en estas pocas horas que llevas por
aquí, porque vaya cambio de vida que has tenido. Por cierto, este seguro que es
el cambio más radical que todos hacemos jamás y, aunque ahora no puedas
creerlo, luego hay otros cambios mucho menores que, en ocasiones, nos
paralizan…
Ahora sí que va. Cuando yo era pequeño, no tanto como tú pero
pequeño, jugábamos a un juego que consistía en perseguirnos los unos a los
otros. Había quien lo llamaba “pillla pilla”, pero yo no era de esos que usaban
ese nombre horrible… Bueno lo que quiero contarte es que dentro de ese juego,
había un lugar que se elegía previamente en el que nadie podía hacerte nada, en
el que estabas completamente a salvo. Ese lugar lo llamábamos, aquí si que yo
me incluyo entre los que lo llamaban así, “casa”.
Casa era ese sitio donde descansar, agotado de que te
persiguieran, ese lugar tranquilo desde donde podías ver el juego en el que
otros corrían, los malos y los buenos. Todo sucedía delante de ti y, mientras
lo observabas, podías decidir cuando salir de nuevo y continuar jugando. En
ocasiones, ese ratito en casa te servía para comprender mejor como se
desarrollaba, darte cuenta de quienes eran más rápidos que tú, por donde era
más sencillo moverse… Te permitía tomar mejores decisiones para cuando te
incorporaras de nuevo. Además desde ahí eras más consciente de que sólo era un
juego. ¡Incluso el haber parado te permitía darte cuenta si te apetecía seguir
jugando a eso!
Este rollo te lo cuento como introducción a otro. Y es que yo, ya
de mayor, volví a descubrir “casa”. ¡Existe de verdad!. Y desde ahí he podido
entender mejor el “pilla pilla” en el que vivimos, ese al que acabas de llegar.
Esta historia que te escribo sólo es para decirte que puedes estar tranquilo,
que aunque este nuevo mundo te parezca de locos, siempre vas a tener un lugar
en paz desde donde observar y decidir como quieres continuar jugando. Quiero
que sientas que hasta en las circunstancias más adversas podrás decidir sobre el
cómo afrontarlas y que aunque eso te parezca en ocasiones imposible
exteriormente, dentro de ti hay un sitio desde el que entenderás mejor el juego
y sabrás que hacer.
Comprenderás que puedes tomar decisiones que hagan que el juego se
desarrolle de la manera que te parezca más correcta, que no es tan importante
ganar o perder, incluso que para ganar no es necesario que otros pierdan.
Esto significa que aunque la parte de vida que ahora te toca
tendrá momentos de todo tipo, siempre dependerá de ti el cómo te afecten. Hay
un punto a partir del cual, suceda lo que suceda, ya sólo mandas tú. Claro que
te será algo complicado saber realmente quién es ese tú, porque aunque ahora lo
tienes clarísimo, pronto entre todos te haremos olvidarlo y te tirarás un
montón de tiempo para recordarlo de nuevo… Pero esas son las reglas de este
juego.
En principio ya hemos empezado todos a llamarte Hugo… y te voy
avisando desde ya que, aunque ahora mismo sabes que tú no eres Hugo, que ese
sólo es el nombre que te han puesto, lo olvidarás y terminarás creyendo que sí
que lo eres y que eres un montón de cosas más.
Iba a contarte también la manera de contactar con tu “casa”,
incluso a explicarte que aunque accedas a ella desde ti mismo, en realidad es
la casa de todos… Pero ya tendremos tiempo de hablar de ello. De hecho, tengo
claro que en este momento podría aprender mucho más yo de ti que tú de mí y es
absurdo intentar enseñar a quien podría ser tu maestro.
Pero desgraciadamente ahora no se entenderte…