Después de unos cuantos años realizando un trabajo
apasionante, viajando por muchos lugares de España y el mundo, diseñando,
organizando, montando eventos para más de cien empresas, todo empezaba a
tambalearse. Había sido fundador y socio de la compañía, pionera en marketing
experiencial, emocional, incentivos diferentes y un montón de cosas más, pero
todo eso dejaba de tener sentido.
Empezaba a ver el dinero que se gastaban las
empresas, aunque fuera con nosotros, como un gasto superfluo, no como una inversión.
Sentía que era dinero desperdiciado. Además, empezaba a darme igual qué cliente
nos contrataba. Me interesaba que todos los participantes disfrutaran y que
todo saliera según lo previsto, pero que una marca de coches vendiera más que
otra, o una compañía de seguros creciera más, gracias a nuestra ayuda, me tenía
completamente sin cuidado.
Tenía un trabajo envidiable para mucha gente, bien
pagado, con buenos colaboradores, cerca de casa, parking, visa… Pero algo
fallaba.
Y un día llegó la solución. Una empresa nos permitió
presentar una propuesta completamente diferente y, no sólo eso, aceptó la
extraña idea y la llevamos a cabo. Fue la primera experiencia solidaria, que
posteriormente llamaríamos experiencia con alma.
Todo había empezado el año anterior cuando,
colaborando para el mismo cliente que quería hacer hincapié en el trabajo en
equipo, montamos una ciudad medieval dentro del castillo de Trujillo. Troncos,
cuerdas, clavos… que terminaron formando catapultas, torres, puentes levadizos,
etc. gracias a los más de cien participantes. Viendo el resultado desde una
almena del castillo verdadero, el concejal con el que había estado gestionando
todos los permisos me dijo en broma: Ha quedado precioso ¿cuánto me cobras por
no llevártelo?, yo le contesté: ¿Cobrarte? Te pagaría por no tener que
desmontarlo todo y cargarlo en camiones…
Pero se me encendió una bombillita ¿y si montáramos
alguna cosa que no sólo no hubiera que desmontar sino que sirviera a alguien una
vez que nos marcháramos?
Escribí esto en aquella época:
28 de diciembre de 2004. Un pequeño pueblo
bereber, en mitad de la nada, en el desierto, no en ese lleno de dunas como en
las películas, en el verdadero desierto, muchas piedras, poca arena y casi sin
vegetación. Al lado de un oued o río seco, pero que guarda agua en su interior
suficiente para alimentar algunos pozos excavados a mano, una familia se
instaló hace unos 60 años…
Este día de los inocentes de 2004, la fortuna
sonrió a unos cuantos de ellos, darían un pequeño salto en la evolución, en el
tiempo… salto que una gran parte de la humanidad ha dado hace mucho, y que una
parte mucho mayor no dará jamás.
De repente, y por motivos laborales, tuve una
ocasión única, ayudar a un grupo de gente que el destino, la casualidad o lo
que se encargue de ello, había puesto en mi camino. Otro paso más, otra
aventura más, otra oportunidad más…
Pondríamos la luz y el agua en sus casas. Una
sola y corta frase, que resume un radical cambio de vida para un montón de
gente.
El día definitivo fue el 4 de marzo del 2005. Atrás quedaban dos meses de
preparativos, de inconvenientes, de miedos, de alegrías, de emociones… Este día
llegaríamos al pueblo con 100 participantes voluntariosos y trabajaríamos hasta
la puesta de sol, el momento de comprobar que el esfuerzo había valido la pena,
que habíamos cumplido el objetivo.
Esta historia
no es la crónica de un trabajo, sólo pretende ser el reflejo de una emoción.
Todo salió bien. En medio de unos días lluviosos que empañaron el ánimo de los
que buscábamos la perfección para un día tan importante, amaneció un día
totalmente soleado, que cargaba tanto las baterías de los paneles solares que
instalábamos, como las nuestras. Aquí, este día y más que nunca Alhamdulilah…
En Imidar,
precioso nombre que ya quedará grabado para siempre entre los nombres de mi
memoria, todo cambió y para siempre este 4 de marzo. La felicidad de los
habitantes del pueblo sólo era comparable a la de los que acabábamos de hacerla
posible.
Era noche
cerrada y desde las casas del pueblo ya no se veía brillar el cielo, pero los
habitantes estaban contentos. Sólo tenían que separarse
unos metros para continuar viendo el espectáculo más bonito del mundo, el que
sólo se observa en las noches del Sahara…
Sólo complementamos las estrellas…
Esa frase, “sólo complementamos las estrellas” es la
que escribí, dejando asomarse a ese pequeño poeta que todos tenemos dentro, en
el cartel conmemorativo que allí quedó tras nuestro paso por Imidar.
Después de esto, ya supe que quería hacer, todo
cobraba sentido. Podía aprovechar toda mi experiencia de años viajando y
desarrollando experiencias para empresas y, además, hacer algo que permitiría
recuperar el sentido a la parte profesional de mi vida, uniéndolo
definitivamente a la personal.
Ahí nació el “Laboratorio de experiencias con alma”,
dentro de la empresa en la que yo trabajaba. Y desarrollamos el concepto de
“marketing con alma” y lo presentamos en una bonita conferencia en
Expomanagement con ayuda de un precioso cuento y de un mimo y era el futuro de
nuestra compañía en una época en la que amenazaba tormenta ya que nadie hacía
nada parecido y…
Me despidieron y se acabó todo. El laboratorio murió
poco después de su presentación y la empresa a la que quizás hubiera salvado
cerró unos meses después.
Y yo, además de decidir que mi vida pasaría por
vivir parte del año en la India, me formé como coach ejecutivo y empecé a
dedicarme a ello y a la formación. Entré en un mundo desconocido que me fue
atrapando, el de colaborar con la gente en su felicidad, en su aceptación, en
su mirada interior…
Ahora, unos añitos después, uniendo lo que pudo
haber sido el laboratorio de experiencias con alma, con el coaching, la
formación y una gran dosis de meditación y aprendizajes indios nace “El
Laboratorio del Alma”.
Una mirada hacia dentro
para darnos cuenta de lo que realmente somos y una mirada hacia fuera para
saber lo que los demás necesitan.
Si te interesa saber más de la experiencia de
Imidar: http://www.youtube.com/watch?v=l31tHnWAoN8
Si te interesa seguir al laboratorio en twitter:
@labdelalma
Si te interesa conocer aquel cuento de presentación con el mimo, me lo dices
Y pronto la web. www.laboratoriodelalma.com
San Agustín del
Guadalix. Septiembre 2013