Nuestra casita en San Agustín del Guadalix nos recibió con una
sorpresa, no funcionaba la caldera. El termómetro en el salón marcaba 8
graditos al llegar y no arrancó. Pensamos que lo haría más tarde y nos
acostamos equipados como para una expedición al Everest (sin crampones).
Amaneció con un sol radiante y engañoso, termómetro dentro de casa a 7 grados.
En fin, nada grave, pero en media hora en casa ya echábamos de
menos la India. Lo solucionamos y ya estamos instalados y calentitos. Hemos
visitado Mercadona y, como siempre nos pasa el primer día de compras,
disfrutado de la amplia oferta de comidas y resto de cosas. Ya he comentado
alguna vez que la comida en Rishikesh es bastante insípida y hasta una coliflor
o un tomate de un hipermercado (ya ni hablar de ecológico, orgánico o de la
huerta del vecino) sabe más que los de allí. También hemos paseado por un campo
limpito y en las calles las cacas solo son de perro.
El viaje en esta ocasión estuvo dividido entre sur y norte, así
que se pasó más rápido que otras veces aunque estuvimos una semana más.
Disfrutamos el sur, todo más original para nosotros, lugares interesantes para
nuestra práctica y muy pocos compromisos. Disfrutamos el norte, menos original,
con más amigos y con compromisos de proyectos y de relaciones. Lo mejor en
cuanto a nuestra meditación fue coincidir de nuevo con Swami Shatshwat, el
joven sadhu del que alguna vez he comentado que estaba traduciendo su libro
(¡ya está!).
Ya he tenido la ocasión de experimentar el cambio principal entre
un sitio y otro, que es la importancia que se le da a determinadas cosas. Mi
principal aprendizaje este año ha sido, o más bien ha seguido siendo, que todo
es sencillo. A nivel material lo importante es tener un techo y comida, aunque
no hace falta que sea mucha ni de una gran variedad, salud, educación… En fin,
algo que casi todos (sé que casi, que hay quien no) tenemos, aunque a veces
falle la salud y la educación se eche de menos. Y a nivel no material (ponle el
nombre que quieras a este nivel) también es fácil, aunque complicamos todo
mucho. El esfuerzo podría ser quitarse cosas de la mente, no poner más. Mente
complicada, mente ignorante. No es mala, se preocupa mucho por protegernos y
por eso nos hace infelices. Se fija en lo malo, se preocupa, se agobia… Siempre
hacia fuera, casi nunca dirigida hacia dentro.
Como siempre al regresar a España pienso que no me apetece mucho
trabajar en el mundo corporativo aunque creo que es donde más sentido tiene
compartir lo que hago. Ese no me apetece creo que es por tener la cabeza
orientada hacia otro lado, pero también por ser vago (bueno, perezoso). Pero no
hay problema con la vagancia, hace mucho tiempo que sé que yo no decido por
donde tirar, así que voy haciendo lo que tengo que hacer. Retomé las clases en
San Agustín y en Madrid y ya tengo programados sesiones, conferencias,
talleres, etc. Todo ello para tratar de que el mayor número de personas aprenda
“el arte de darse cuenta”. ¿Te apuntas?
Darse cuenta… de lo que pasa con mi mente, de lo que la forma, de
que puedo utilizarla a mi favor e incluso ponerla a descansar. El arte de darse
cuenta de que, aunque habitualmente nos complicamos mucho, realmente todo es
fácil.
San Agustín del Guadalix. Febrero 18