Es que ya no sé como titular las historias cuando
llego al Planeta India… Bharat es el nombre en sánscrito del país. Así que aquí
estoy de nuevo, en Bharat.
Después de 24 horas justas de puerta a puerta, ya
estoy en casa india. De esas 24, las últimas siete fueron recitando el mantra
del que ya hablé hace una par de años (http://historiasdelnomada.blogspot.in/2011/02/y-vuelta-volver.html) así que no lo repetiré,
pero sigue de plena actualidad.
Podría pensarse después de releer aquella historia
que las carreteras van mejorando dado que siempre están en obras, pero he
llegado a la conclusión de que las obras realmente son para estropearlas, sino
no se explica. Al menos esta carretera, la que va de Delhi a Risikesh, lleva de
obras toda una vida y se siguen tardando más de siete horas en hacer menos de
240 km.
Lo primero que hice al llegar fue pedirme un tali
para cenar. Es un plato indio dividido en secciones, cada una con alguna
verdura que pica mucho y arroz en el centro. Mucho es mucho, se me fundieron
dos empastes… Año tras año sigo intentando encontrarle el gusto al picante y no
lo consigo. En realidad lo sigo intentando porque no tengo más remedio ya que
es bastante ineludible a no ser que te alimentes de fruta del tiempo (y eso, en
España es un postre de restaurante, cutre, pero un postre).
Luego, ya instalado en la suite habitual, comprobé
que todo seguía igual. Las sábanas eran viejas conocidas, las toallas también y
las mantas seguían de pie. Podía pedir que lavaran todo pero pensé que era
mejor acostumbrarse cuanto antes. Es más fácil que yo coja el olor de todo y
deje de extrañar el jabón de Marsella que cambiar un pueblo entero. Uno de los
lujos que tú lector no te das cuenta que tienes a diario, el olor de la ropita
cuando sale de la lavadora. En unos meses se me saltarán las lágrimas al
sentirlo.
Lo más impactante de estos primeros días ha sido el
hablar con algunos amigos y conocidos acerca de la catástrofe que sucedió aquí
a mediados de junio y que en España pasó prácticamente desapercibida. Realmente
no entiendo el criterio para seleccionar que noticias internacionales son
portada o al menos importantes y cuales no los son. De la India lo único que he
leído estos meses han sido casos horribles de violaciones que, desgraciadamente
llevan ocurriendo siempre y ahora se han hecho famosos. Del desastre del que
hablo, que se ha catalogado como el tsunami de los Himalayas, casi no vi nada,
más que lo que busqué en Internet. Parece que entre muertos y desaparecidos ha
habido más de cien mil, los más optimistas dicen cincuenta mil y el gobierno…
siete mil. La explicación me la dieron ayer muy clarita, sólo cuentan a los
ricos, al menos los que tienen a alguien que los reclame o pregunte por ellos.
Las familias, pueblos, comunidades que han desaparecido enteras, no están
contabilizadas. Gente pobre, paupérrima, de las montañas. Es mejor que no se
sepa porque perjudicaría el turismo que está creciendo y creciendo en esta región.
Pero lo que más me ha sorprendido es como se toma la
gente esto que ha sucedido. Imagino una situación similar en España o en
cualquier lugar de Occidente. El país entero estaría de luto durante años y
años, se victimizaría media población, no sé si se superaría jamás… Creo que
arrastramos las desgracias demasiado tiempo, incluso tengo la sensación de que
nos regodeamos en ellas.
En la India se ve diferente, no se da tanta
importancia a la muerte quizás porque tampoco se le da a la vida. Pasan cosas continuamente,
algunas horribles y otras maravillosas y todas se aceptan con bastante
naturalidad. Es cierto que en mi pueblo no ha habido daños personales y no
muchos materiales, pero estuvieron viendo pasar los cadáveres que arrastraba el
río que crecía y crecía. Y no sabían cuando iba a parar.
Por ahora no he oído a nadie hablar de lo injusta
que ha sido la naturaleza o lo pobrecitos que son los que lo han sufrido. He
oído más sobre Shiva que, enfadado por lo que estaba sucediendo en sus lugares
sagrados, ha descargado su furia sobre Kedarnath. Es cierto que curiosamente
allí, donde se originó la catástrofe, sólo ha quedado en pie el templo de
Shiva, todo lo demás desapareció bajo las aguas del Ganges.
Y, mientras tanto, mi culo comienza a aplanarse de
meditar en el suelo, comer en el suelo, leer en el suelo…, la espalda ya ha
empezado a quejarse, los pies ya están un poco negros de ir descalzo (si que me
ducho a diario pero hay un momento en que te rindes), el frío está llegando
antes de tiempo porque parece que hay mucha nieve en las montañas (la que no se
fundió y arrasó con todo, digo yo), el río está precioso (curiosamente nadie le
acusa, sigue siendo la madre Ganga) y casi todo sigue igual o parecido.
Ya ha empezado la época de meditación más intensiva
para beneficio, espero, de mente y espíritu y para perjuicio, constato, del
cuerpo. El lugar es de nuevo el samadhi de mi maestro que nos ayuda a entender
todo lo que aquí he contado desde lo divertido a lo horrible, desde las
carreteras con baches hasta los desastres naturales, ya que en realidad, todo
es parte de lo mismo.
¿Y qué es lo mismo? Buena pregunta, seguiremos
informando…
Risikesh. Noviembre 2013
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