Frenazo,
pitido. Pitido, frenazo. Y así más de cien veces. Esa ha sido mi incorporación
a Planeta India. De nuevo recurrimos al coche con conductor para trasladarnos
del aeropuerto a Rishikesh y de nuevo tardamos más de siete horas en hacer unos
240 km. Más de dos solo en cruzar Delhi.
Volamos
vía Doha. El primer vuelo duró tres películas y el segundo dos. Salí del
segundo avión con millones de imágenes en la cabeza y sin haber dormido, porque
justo me tocaba cuando íbamos a aterrizar en Delhi. Creo que tardaré los dos
meses de meditación en este Planeta en quitarme el viaje de la cabeza.
Pensé,
como siempre, que me dormiría en el coche. En realidad no sé si lo hice o me vi
otra película de siete horas en las que el protagonista se jugaba la vida
dentro de un ataúd con ruedas, saltando en baches, acelerando cuando no se
cabía en el hueco y muchos pitidos y frenazos. El momento al que se podía ir a
mayor velocidad era el más interesante, un trozo de autopista en el que los dos
carriles tienen las dos direcciones. Pero todos van mucho más rápido. No
repetiré el mantra porque ya os lo sabéis y el que no se lo sepa es que le
queda mucho por leer (POH).
Una
parada en medio del viaje, para hacer pis, o lo que cada uno quiera, y tomar
algo, también lo que cada uno quiera. No sé si tocaba desayuno, cena o brunch,
porque las horas me seguían bailando. Son esas paradas que siempre se producen
cuando has conseguido interiorizar en tu sueño todo lo que sucede alrededor y
has conseguido, por fin, claparte. Pero no me enfado porque no creo que lo
hagan aposta.
Han
inventado un concepto de restaurante de paradas, en el que habitualmente hay
muchos más camareros que clientes. Supongo que están dimensionados para cuando
llegan los buses llenos, pero como yo nunca he coincidido con ellos siempre me
he sentido como un ratón entrando en un nido de aguiluchos. Todos vienen a por
mí señalándome seis mesas diferentes para sentarme y yo, en mi letargo, nunca
se que hacer. Eliges una y los demás te odian. Luego te ofrecen todo lo que
hay, que nunca te apetece porque sigues zombie y pides agua. Te odian más, así
que optas por pedir algo que cueste más caro. Te terminas tomando lo que
quieren ellos lo que remata tu estado, pero te metes otras cuatro horitas de frenazos
y baches y te arreglas.
Así
que al fin llegamos, una vez más reventados. Es justo cuando nos preguntamos
¿por qué no hemos venido en avión?. Hace unos años inauguraron una línea
Delhi-Dehradun, a una horita de casa, pero siempre se nos olvida. Se nos olvida
el coger ese vuelo y también que nos
vamos haciendo mayores para estos tutes. A la próxima, si Shiva quiere.
Después
del primer chai en el pueblo que nos acoge desde hace tanto tiempo, llegamos a
la ya famosa Casa de Huéspedes de la Diosa Ganga y todo sigue igual. Digo las
sábanas, las mantas, las toallas… todas viejas conocidas. Entonces la pregunta
suele ser ¿por qué no compramos aquí o en España unos juegos de todo eso y
dejamos de dormir con arcadas?. A eso no le he encontrado la respuesta, es un
misterio también para mí. Además las arcadas solo duran unos días.
Después
de soltar las mochilas damos un paseo, para plantearnos, como casi todos los
años, cambiar de residencia. En la que vivimos hace bastante frío porque no da
el sol en todo el día, un buen lugar para verano, pero ya hace seis años que no
venimos en verano. Sabemos que no nos cambiaremos, pero aún así miramos algunos
sitios. Tampoco tengo respuesta.
Así
que desembalamos el calentador que salva nuestras vidas, junto con la bolsita
de agua caliente de las abuelas y empezamos nuestra temporada india. El
calentador cada año hace menos honor a su nombre y no es muy caro, pero debe
ser que le tenemos cariño, porque tampoco lo cambiamos. Ahora es “mantenedor”,
espero que lo sustituyamos antes de que llegue a “enfriador”, su lógica
evolución.
Al
publicar “Planeta India” pensé ¿no me habré pasado con las descripciones de
muchas de las cosas que de aquí cuento?.
Hay quien ha llegado a decir que había cosas que le daban asco… que
gente más rara.
En
fin, en unos días se me ha quitado esa inquietud.
Rishikesh. Diciembre 2014