Como
ya alguna vez me habéis leído, en la India dicen algo que comparto, que “las
casualidades no existen”. Este proyecto empezó con un malentendido y gracias a
eso finalmente se realizó.
El
año pasado hicimos un viaje cuatro amigos a Marruecos, con la idea de retomar
un viejo propósito, realizar proyectos solidarios y ofrecer la posibilidad a
empresas y particulares de participar en ellos. Personalmente aproveché para
reencontrarme en persona con Samira Goundafi, la presidenta de la asociación
ANDES, con quien, después de haber trabajado en 2005 en un bonito proyecto
social en un pueblo llamado Imegdal, seguía en contacto, aunque no habíamos
vuelto a vernos.
Samira
nos enseñó Ait Ehla, un pequeño pueblo bereber en la montaña del pre Atlas, y también
nos contó lo que allí hacía falta, entre otras cosas rehabilitar un aula abandonada
y crear un parque de juegos para niños.
Al
regresar a casa nos pasaron desde Marruecos el presupuesto que costaría realizar
este proyecto. Lo pusimos en bonito y decidimos moverlo entre algunas empresas
que conocíamos, para ver si conseguíamos alguna a la que le interesara hacer
una convención o un viaje diferente a lo habitual, solidario en lugar de
exclusivamente lúdico. Incluso lo combinamos con coaching, meditación,
campamento con jaimas, y aventuras variadas para hacerlo más atractivo.
Pasó
el tiempo y finalmente no concretamos nada con ninguna. Como el presupuesto
recibido era asequible, decidimos ponerlo en marcha, ya que incluso no
incorporándose nadie más a la aventura, podríamos pagarlo entre nosotros.
Además, como dicen los Stark de Invernalia, “se acercaba el invierno”, así que
no podíamos demorarlo mucho, cuando en la montaña entra el frío, se hace muy
incómodo trabajar.
Completamente
decididos, con los billetes de avión comprados y empezando con los
preparativos, descubrimos un error, al presupuesto enviado le faltaba un 0, es
decir acababa de multiplicarse por 10…
Si
lo hubiéramos sabido unos días antes, no lo habríamos hecho. No podíamos pagarlo
solo nosotros y no hubiéramos pensado que podríamos conseguir el dinero en tan
poco tiempo. Pero ya habíamos tirado para adelante, siguiendo ese dicho “como
no sabían que era imposible, lo consiguieron”. Empezó gente a colaborar con
dinero e ideas, una fiesta, un bote en internet, blogs, redes sociales, amigos,
familia… y lo conseguimos en ese tiempo record. Justo antes de marcharnos llegamos
al presupuesto real, al multiplicado por 10.
Es
decir, si no hay error, no hay proyecto. Esa fue la casualidad que no existe.
Y
llegamos allí el primer día, siete españolitos con guantes amarillos dispuestos
a ponernos manos a la obra… Mientras quince “currelas” marroquíes nos miraban
como pensando “¿de dónde han salido estos?”. Un camión lleno de piedras, una excavadora
moviendo arena y creando y destruyendo explanadas alrededor de la pequeña aula
que se suponía íbamos a rehabilitar. Una obra en toda regla.
¿Un
pequeño proyecto? Eso iba a ser. Solo íbamos a arreglar la clase y a montar un
parque infantil al ladito. Pero nos encontramos con una nueva sorpresa, esta
muy agradable, de que aquello había crecido en la última semana. Al hablar con
Samira, alma mater de todo esto y nuestra anfitriona en Ait Ehla, me dice que
han decidido hacerlo “bien”. Que nuestro impulso, en parte económico pero mucho
más que eso, había conseguido que esto creciera. Intercambiamos elogios, porque
nuestra idea es que el mérito era suyo y lo dejamos en tablas, entre todos
aquello se había hecho más grande.
La
idea inicial se convirtió en un aula de preescolar que tendrá alumnos todas las
mañanas (hasta los 6-7 años) que actualmente están sin escolarizar. Actualmente
están en casa, en la calle o de oyentes saturando las clases de los mayores. Ya
está contratada la profesora que se encargará de ellos. Por las tardes se darán
cursos a las mujeres y los dos primeros ya están previstos, puesto que los
demandan ellas mismas, serán de alfabetización
y de educación para los hijos. La zona de juegos se mantiene y se complementa
con una cancha de baloncesto y un huerto ecológico.
En
breve también habrá un gabinete dental, algo que, viendo las bocas de los
pequeñajos, es bastante urgente.
El
proyecto ha crecido gracias a que Samira y su asociación (ANDES) ha contribuido
también a la financiación y además ha conseguido que la comunidad de pueblos de
la zona también participe, prestando maquinaria (un camión y una excavadora) y
aportando material, arena y piedras. Finalmente, con estas novedades, el presupuesto
final ha sido casi prácticamente el triple del inicial.
A
esos siete voluntarios iniciales, se incorporaron otros tres amigos, así que
allí estuvimos trabajando diez en total, cada uno estuvo los días que pudo y
aportó lo que supo. Al principio el trabajo más importante era no estorbar a
los profesionales locales, pero pronto nos adaptamos. Movimos piedras, arena y
cemento, lijamos y barnizamos pupitres y puertas, picamos y cavamos, hicimos
talleres para niñas y niños a los que se incorporaron las madres, montamos
juegos y repartimos juguetes…
Un
grupo de diez voluntarios que no nos conocíamos todos pero que después de
dormir en una gran sala común, compartir la comida marroquí y litros de té, hacer
fotos y risas… y trabajar en cosas que no son parte de nuestro día a día, se
convirtió en una familia, que incluyó por unos días a amig@s bereberes y que se
comunicó en el idioma que pudo, francés, inglés… y principalmente el
internacional “sonrisés”.
Así
que GRACIAS, a todos los que habéis participado (más de cien), a los que habéis colaborado con donaciones de
todos los tamaños, a los que lo habéis hecho con buenos deseos, a los que
vendréis a la próxima o a la otra… Gracias de parte de esos cuatro (Carlos,
Gonzalo, Antonio y Alfredo) que fuimos los privilegiados de conocer aquello los
primeros. Gracias también de parte de Samira y de los habitantes de Ait Ehla,
de los más de sesenta niños que por allí estaban y trabajaron, molestaron y
jugaron con nosotros, de sus madres que fueron perdiendo la timidez, de otras
madres de la zona que vendrán a los cursos aunque todavía no lo sepan…
Gracias
a los que vinieron, a Salomé, Sonia, Nuria, Pedro, Alejandra y Gonzalo. Ellos
saben, igual que yo, que ganamos mucho más de lo que aportamos. Que en Ait Ehla
no nos dejamos un trocito de nuestro corazón sino que se hizo mucho más grande.
Pero
como también me habéis leído en otras ocasiones, creo que somos nosotros, los
de este lado del planeta, los que somos muy afortunados por tener la
oportunidad de ayudar a gente que lo precisa. Acciones como esta nos hacen
echar un vistazo a nuestro alrededor y darnos cuenta de nuestra realidad, en la
que tenemos agua, comida, educación y
gente que nos quiere. Acciones que, además, nos permite sentirnos bien utilizando
simplemente dinero. Recupero la frase “hay veces que el dinero si da la
felicidad”, todo depende de para qué se use.
Así
que sobre todo gracias a ellos, a Samira, Laila, Hassan, Mohammed, Said, Somia,
Ismael, Suleiman, Isán, Fatima, Farida y tantos otros, también más de cien que
por allí estaban.
Alhamdulillah
San Agustín del Guadalix. Noviembre 2015