Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



lunes, 9 de noviembre de 2015

Regreso de Ait Ehla

Como ya alguna vez me habéis leído, en la India dicen algo que comparto, que “las casualidades no existen”. Este proyecto empezó con un malentendido y gracias a eso finalmente se realizó.

El año pasado hicimos un viaje cuatro amigos a Marruecos, con la idea de retomar un viejo propósito, realizar proyectos solidarios y ofrecer la posibilidad a empresas y particulares de participar en ellos. Personalmente aproveché para reencontrarme en persona con Samira Goundafi, la presidenta de la asociación ANDES, con quien, después de haber trabajado en 2005 en un bonito proyecto social en un pueblo llamado Imegdal, seguía en contacto, aunque no habíamos vuelto a vernos.

Samira nos enseñó Ait Ehla, un pequeño pueblo bereber en la montaña del pre Atlas, y también nos contó lo que allí hacía falta, entre otras cosas rehabilitar un aula abandonada y crear un parque de juegos para niños.

Al regresar a casa nos pasaron desde Marruecos el presupuesto que costaría realizar este proyecto. Lo pusimos en bonito y decidimos moverlo entre algunas empresas que conocíamos, para ver si conseguíamos alguna a la que le interesara hacer una convención o un viaje diferente a lo habitual, solidario en lugar de exclusivamente lúdico. Incluso lo combinamos con coaching, meditación, campamento con jaimas, y aventuras variadas para hacerlo más atractivo.

Pasó el tiempo y finalmente no concretamos nada con ninguna. Como el presupuesto recibido era asequible, decidimos ponerlo en marcha, ya que incluso no incorporándose nadie más a la aventura, podríamos pagarlo entre nosotros. Además, como dicen los Stark de Invernalia, “se acercaba el invierno”, así que no podíamos demorarlo mucho, cuando en la montaña entra el frío, se hace muy incómodo trabajar.

Completamente decididos, con los billetes de avión comprados y empezando con los preparativos, descubrimos un error, al presupuesto enviado le faltaba un 0, es decir acababa de multiplicarse por 10…

Si lo hubiéramos sabido unos días antes, no lo habríamos hecho. No podíamos pagarlo solo nosotros y no hubiéramos pensado que podríamos conseguir el dinero en tan poco tiempo. Pero ya habíamos tirado para adelante, siguiendo ese dicho “como no sabían que era imposible, lo consiguieron”. Empezó gente a colaborar con dinero e ideas, una fiesta, un bote en internet, blogs, redes sociales, amigos, familia… y lo conseguimos en ese tiempo record. Justo antes de marcharnos llegamos al presupuesto real, al multiplicado por 10.

Es decir, si no hay error, no hay proyecto. Esa fue la casualidad que no existe.

Y llegamos allí el primer día, siete españolitos con guantes amarillos dispuestos a ponernos manos a la obra… Mientras quince “currelas” marroquíes nos miraban como pensando “¿de dónde han salido estos?”. Un camión lleno de piedras, una excavadora moviendo arena y creando y destruyendo explanadas alrededor de la pequeña aula que se suponía íbamos a rehabilitar. Una obra en toda regla.

¿Un pequeño proyecto? Eso iba a ser. Solo íbamos a arreglar la clase y a montar un parque infantil al ladito. Pero nos encontramos con una nueva sorpresa, esta muy agradable, de que aquello había crecido en la última semana. Al hablar con Samira, alma mater de todo esto y nuestra anfitriona en Ait Ehla, me dice que han decidido hacerlo “bien”. Que nuestro impulso, en parte económico pero mucho más que eso, había conseguido que esto creciera. Intercambiamos elogios, porque nuestra idea es que el mérito era suyo y lo dejamos en tablas, entre todos aquello se había hecho más grande.

La idea inicial se convirtió en un aula de preescolar que tendrá alumnos todas las mañanas (hasta los 6-7 años) que actualmente están sin escolarizar. Actualmente están en casa, en la calle o de oyentes saturando las clases de los mayores. Ya está contratada la profesora que se encargará de ellos. Por las tardes se darán cursos a las mujeres y los dos primeros ya están previstos, puesto que los demandan ellas mismas,  serán de alfabetización y de educación para los hijos. La zona de juegos se mantiene y se complementa con una cancha de baloncesto y un huerto ecológico.
En breve también habrá un gabinete dental, algo que, viendo las bocas de los pequeñajos, es bastante urgente.

El proyecto ha crecido gracias a que Samira y su asociación (ANDES) ha contribuido también a la financiación y además ha conseguido que la comunidad de pueblos de la zona también participe, prestando maquinaria (un camión y una excavadora) y aportando material, arena y piedras. Finalmente, con estas novedades, el presupuesto final ha sido casi prácticamente el triple del inicial.

A esos siete voluntarios iniciales, se incorporaron otros tres amigos, así que allí estuvimos trabajando diez en total, cada uno estuvo los días que pudo y aportó lo que supo. Al principio el trabajo más importante era no estorbar a los profesionales locales, pero pronto nos adaptamos. Movimos piedras, arena y cemento, lijamos y barnizamos pupitres y puertas, picamos y cavamos, hicimos talleres para niñas y niños a los que se incorporaron las madres, montamos juegos y repartimos juguetes…

Un grupo de diez voluntarios que no nos conocíamos todos pero que después de dormir en una gran sala común, compartir la comida marroquí y litros de té, hacer fotos y risas… y trabajar en cosas que no son parte de nuestro día a día, se convirtió en una familia, que incluyó por unos días a amig@s bereberes y que se comunicó en el idioma que pudo, francés, inglés… y principalmente el internacional “sonrisés”.

Así que GRACIAS, a todos los que habéis participado (más de cien),  a los que habéis colaborado con donaciones de todos los tamaños, a los que lo habéis hecho con buenos deseos, a los que vendréis a la próxima o a la otra… Gracias de parte de esos cuatro (Carlos, Gonzalo, Antonio y Alfredo) que fuimos los privilegiados de conocer aquello los primeros. Gracias también de parte de Samira y de los habitantes de Ait Ehla, de los más de sesenta niños que por allí estaban y trabajaron, molestaron y jugaron con nosotros, de sus madres que fueron perdiendo la timidez, de otras madres de la zona que vendrán a los cursos aunque todavía no lo sepan…

Gracias a los que vinieron, a Salomé, Sonia, Nuria, Pedro, Alejandra y Gonzalo. Ellos saben, igual que yo, que ganamos mucho más de lo que aportamos. Que en Ait Ehla no nos dejamos un trocito de nuestro corazón sino que se hizo mucho más grande.

Pero como también me habéis leído en otras ocasiones, creo que somos nosotros, los de este lado del planeta, los que somos muy afortunados por tener la oportunidad de ayudar a gente que lo precisa. Acciones como esta nos hacen echar un vistazo a nuestro alrededor y darnos cuenta de nuestra realidad, en la que tenemos agua, comida, educación  y gente que nos quiere. Acciones que, además, nos permite sentirnos bien utilizando simplemente dinero. Recupero la frase “hay veces que el dinero si da la felicidad”, todo depende de para qué se use.

Así que sobre todo gracias a ellos, a Samira, Laila, Hassan, Mohammed, Said, Somia, Ismael, Suleiman, Isán, Fatima, Farida y tantos otros, también más de cien que por allí estaban.

Alhamdulillah


San Agustín del Guadalix. Noviembre 2015

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