Llevo mucho
tiempo sin pasar por aquí. Como creo que escribí en alguna de las primeras
historias, este blog es un “tantuario”, o sea que sale cada tanto. Me lo
dijeron en un pueblo del norte argentino sobre su revista local y me encantó la
idea. Es verdad que veces se me van un poco los tantos.
Las
dos últimas historias aquí publicadas pretenden ser parte de otra magna obra (o
magnicidio, los lectores de “Planeta India” saben a qué me refiero) que se
llamará, creo y espero, “Asesinos y Contadores de Historias”. Como habéis visto
no tiene mucho que ver ni con mi libro ni con mi habitual forma de escribir.
Ahora me apetece sumergirme en un estilo que disfruto mucho leyendo.
Eso
sí, reconozco que me cuesta mucho, debido a un coctel de inexperiencia, vaguería,
falta de disciplina, trabajo del que produce ingresos, muchas excusas, vértigo…
Vértigo a crear mundos nuevos.
Dijo García Márquez cuando un amigo le prestó “La metamorfosis” de Kafka:
Yo llegué a la pensión de estudiante en que
entonces vivía, me quité el saco, los zapatos, me acosté en la cama, abrí el
libro, así, y comencé: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño
intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto”. Cerré
el libro y dije: Ahhh carajo, yo no sabía que eso se podía. Si la vaina es así,
yo también puedo. Al día siguiente escribí mi primer cuento.
Porque
la vaina es así. Todo vale.
Es
algo increíble poder decidir lo que personajes piensan, dicen, sienten, incluso
sueñan. Personajes que pueden ser parecidos a la realidad o no tener nada que
ver con ella. Hay quien cuando escribe tiene claro lo que quiere contar, puede
hacerse un esquema con su correspondiente introducción, nudo y desenlace. Yo no
soy capaz, yo escribo como leo. No sé que va a pasar en la siguiente página,
menos todavía en el siguiente capítulo y no puedo ni imaginar como acaba la
historia. Porque en ella puede vivir o morir cualquiera (¡puedo matar a
cualquiera!); no tiene porque vencer el bien (¡puedo decidir lo que es el bien!),
puede ser el sueño de una mariposa o una historia dentro de otra…
¿Cómo
no va a producir vértigo?
Incluso,
no teniendo un objetivo para la historia, como que se convierta en un libro, en
trozos de blog o simplemente en orgullo o vergüenza de lectores conejillos de
indias, ni siquiera hay que cumplir ninguna regla prefijada. Hasta podría
escribirse todo con faltas de ortografía, mezclando idiomas o colores, de atrás
a delante o en papel de váter.
Imagina
lo que quieras. La vaina es así. Todo vale.
¿Así que era eso? Yo soy un Katavachak… soy
un contador de historias. Y todo se despertó sin darme cuenta. Creía que
escribía lo que me salía, lo que pasaba por mi cabeza en el momento y realmente
escribía lo que debía ser escrito en ese momento. Necesitaba tiempo para
asimilarlo, un tiempo que no tenía puesto que había una nueva historia por
escribir y todo un mundo estaba en juego. Toda una humanidad no sé de dónde, ni
de cuándo, ni de qué lugar, pero era tan real como en la que yo estaba. O tan
irreal, vete a saber.