Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



jueves, 13 de octubre de 2016

La vaina es así

Llevo mucho tiempo sin pasar por aquí. Como creo que escribí en alguna de las primeras historias, este blog es un “tantuario”, o sea que sale cada tanto. Me lo dijeron en un pueblo del norte argentino sobre su revista local y me encantó la idea. Es verdad que veces se me van un poco los tantos.

Las dos últimas historias aquí publicadas pretenden ser parte de otra magna obra (o magnicidio, los lectores de “Planeta India” saben a qué me refiero) que se llamará, creo y espero, “Asesinos y Contadores de Historias”. Como habéis visto no tiene mucho que ver ni con mi libro ni con mi habitual forma de escribir. Ahora me apetece sumergirme en un estilo que disfruto mucho leyendo.

Eso sí, reconozco que me cuesta mucho, debido a un coctel de inexperiencia, vaguería, falta de disciplina, trabajo del que produce ingresos, muchas excusas, vértigo… Vértigo a crear mundos nuevos.

Dijo García Márquez cuando un amigo le prestó “La metamorfosis” de Kafka:
Yo llegué a la pensión de estudiante en que entonces vivía, me quité el saco, los zapatos, me acosté en la cama, abrí el libro, así, y comencé: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto”. Cerré el libro y dije: Ahhh carajo, yo no sabía que eso se podía. Si la vaina es así, yo también puedo. Al día siguiente escribí mi primer cuento. 

Porque la vaina es así. Todo vale.

Es algo increíble poder decidir lo que personajes piensan, dicen, sienten, incluso sueñan. Personajes que pueden ser parecidos a la realidad o no tener nada que ver con ella. Hay quien cuando escribe tiene claro lo que quiere contar, puede hacerse un esquema con su correspondiente introducción, nudo y desenlace. Yo no soy capaz, yo escribo como leo. No sé que va a pasar en la siguiente página, menos todavía en el siguiente capítulo y no puedo ni imaginar como acaba la historia. Porque en ella puede vivir o morir cualquiera (¡puedo matar a cualquiera!); no tiene porque vencer el bien (¡puedo decidir lo que es el bien!), puede ser el sueño de una mariposa o una historia dentro de otra… 

¿Cómo no va a producir vértigo?

Incluso, no teniendo un objetivo para la historia, como que se convierta en un libro, en trozos de blog o simplemente en orgullo o vergüenza de lectores conejillos de indias, ni siquiera hay que cumplir ninguna regla prefijada. Hasta podría escribirse todo con faltas de ortografía, mezclando idiomas o colores, de atrás a delante o en papel de váter.

Imagina lo que quieras. La vaina es así. Todo vale.


¿Así que era eso? Yo soy un Katavachak… soy un contador de historias. Y todo se despertó sin darme cuenta. Creía que escribía lo que me salía, lo que pasaba por mi cabeza en el momento y realmente escribía lo que debía ser escrito en ese momento. Necesitaba tiempo para asimilarlo, un tiempo que no tenía puesto que había una nueva historia por escribir y todo un mundo estaba en juego. Toda una humanidad no sé de dónde, ni de cuándo, ni de qué lugar, pero era tan real como en la que yo estaba. O tan irreal, vete a saber.


San Agustín del Guadalix. Octubre 16

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