Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



martes, 13 de junio de 2023

San José de Batuecas


Salgo de la ermita y la niebla cubre el valle de Batuecas y el monasterio. Como cada mañana agradezco poder estar aquí. Algunas han sido soleadas, otras lluviosas, unas frías y otras menos frías, muchas cubiertas de nubes. Todas con la magia que solo los bosques tienen. Decir que los bosques tienen magia es como decir que tienen árboles o que tienen animales, algo que ya se sabe, por eso se les llama bosques. Llevo 9 días aquí y en este tiempo he debido hablar unas cuatro horas, contando una clase que di online desde el coche, en un aparcamiento fuera del monasterio. Solo salí ese rato de mi burbuja, la ocasión lo merecía.

Esta burbuja en esta ocasión es de paredes muy gruesas, casi no logro atravesarla. En otras estancias, en esta u otras ermitas, he aprovechado para recorrer y explorar el valle, que es una preciosidad. No esta vez, cargué agua potable en el monasterio cuando vine y de nuevo cuando bajé a dar la clase. Ya no he vuelto a salir de esta zona, seguro que de confort. Solo en alguna ocasión trepo unos riscos colina arriba para comunicar que estoy bien. No necesito alejarme de aquí para estar inmerso en la Naturaleza, para ser uno con ella en muchos momentos.

En algunos de esos momentos de solo ser, la mente me dice ¿no deberías estar meditando o escribiendo o estudiando? ¿no deberías aprovechar el tiempo al menos dando un paseo? Aprovechar el tiempo... es lo que nos decimos continuamente, hay que hacer y preferiblemente hacer algo provechoso. No vale no hacer, no vale solo ser. Solo ser es perder el tiempo. Aunque realmente lo único verdadero es que somos, todo lo demás, el hacer, es un añadido que habitualmente tapa el conocimiento del ser que somos. En la India es más fácil solo ser, no hay tanto juicio al respecto, ni de los demás ni, sobre todo, propio.

Mientras escribo ladra un corzo (ladra es lo más parecido que se me ocurre al sonido que hace). Me obliga a parar, a salir y a buscarlo con los prismáticos. Lo encuentro en la ladera de enfrente, no parece que tenga ningún motivo para sus gritos, quizás solo llamar mi atención para recordarme donde estoy. Lo mismo que hace el macho de cabra montés que recorta su silueta con unos espectaculares cuernos sobre la roca de arriba. La niebla los anima a mostrarse más, como si fuera un poco de noche.

Me siento bien, solo, en silencio y en este lugar. Sobre todo en este lugar. Salir y ver el cuadro pintado que varía en cada momento del día según la luz o la falta de ella, es lo que hace que no me quiera marchar. No sé si este disfrute, este bienestar, incluso esta felicidad, es debido a que hay un luego, a que hay un lugar donde me esperan, a que hay un lugar más cómodo de habitar que esta pequeña ermita, fría, sin apenas luz natural, sin agua potable y con poca, y fría, de la no potable. También creo que leo, estudio y escribo porque hay un luego. ¿Si nadie fuera a escucharme o a leerme lo haría? No sé cuanto de mi eterno anhelo por la soledad en la naturaleza está cubierto por ese luego.

Si sé que hoy no he llegado al límite, sé que me quedaría más tiempo, quizás hasta que la incomodidad en forma de calor o de mosquitos o de aburrimiento o de añoranza o de tristeza o de dolor... me echara de aquí. 

Y si los corzos ladran, las cabras me silbaron el primer día, me silbaron muy fuerte, como regañándome por haber llegado a un sitio que llevaba bastante tiempo perteneciéndolas. ¿Toda la vida? Mi presencia las intimida o las molesta directamente. Me lo muestran viniendo a cagar en mi puerta por las noches, y yo qué voy a decir, la Naturaleza también es caca. De hecho debo molestar a más animales que me vistan de noche. 

Ayer me visitó una serpiente que mudó su piel a un metro de mí, sentí su movimiento y al girarme la vi, tranquila, cambiándose de ropa. Cuando estaba ocultándose entre las piedras, dejando atrás su vieja camisa, la toqué un poquito con el dedo, acariciándola. No lo valoró y huyó más rápido. Por hacerme ese feo, me quedé su camisa.

Me asomo de nuevo y el corzo ya no está, siguió su camino.

Relincha un pájaro carpintero y vuelvo a mirar el hormiguero cuyas ocupantes están trasladando huevos a un agujero alejado treinta metros. Un largo camino para una hormiga cargada que tiene que atravesar plantas, piedras, subidas y bajadas, esquivar a otros insectos más grandes, a reptiles y aves y a los torpes pies de humano que no mira por donde va ni a quien pisa ... ¿Por qué lo hacen? Quizás saben que viene, como vino, una fuerte granizada y estaban demasiado expuestas... Quizás los humanos siempre hacemos esto, inventar historias para todo, inventar los porqueses y los paraqueses del resto de seres, incluidos los de otros humanos.

Ahora me chilla un arrendajo y a él si que le entiendo lo que me dice. Dice, grita, que no le de tantas vueltas a las cosas, que no merece la pena, que mire los herrerillos que tengo enfrente, y a los pinzones, y a los verdecillos, y a las currucas, y a los agateadores, que levante la vista para ver planear a los buitres y al halcón entre ellos... Dice, grita, que si quiero comerme la cabeza con algo, que me pregunte si a alguno de ellos lo veo preocupado.

Iba a ponerle comillas a algunas palabras pero hay historias que se ven emborronadas por las comillas, así que en esta historia no las hay. Seguro que las puedes poner mentalmente si crees que hacen falta. O cursivas si prefieres.

Y quizás, siempre quizás, el corzo recordó su cita con la corza, por eso marchó...


Monasterio San José de Batuecas (Salamanca), Junio 23


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