Se quedaba una en el tintero digital...
Parece el título de una película o de una canción, pero es el alojamiento al que me trasladé desde el ya mundialmente famoso Hari Om. En Dev Ganga Guest House es donde me llevo alojando los últimos años, aunque me incorporé tarde porque estaban de boda y los dueños andaban liados. Al final sí que la boda fue pequeña pero equivoqué la cifra, fue una fiesta para mil invitados y al día siguiente para cuatrocientos… No quiero ni imaginarme la tarta.
Aunque me han invitado a unas cuantas bodas en la India, a veces el novio, a veces la familia y a veces sin conocer ni al tato, estos que me acogen habitualmente no lo han hecho. Supongo que porque no cabría, no te jode… Así que sí, les guardo rencor. Sólo se me pasará si el primer hijo que tengan es niña, que aquí da mucha rabia. Y, por supuesto, unos días después me dijeron: Pero… ¿cómo no viniste a la boda?
En otra ocasión, cuando murió el padre del dueño de esta casa, estuve en la cremación y me lo agradecieron mucho. La morbosa realidad es que yo iba a la playa y me encontré la chusca (hoguera, para los no castizos). Donde a veces me iba a bañar en el sagrado río Ganges, también queman a los muertos. Lo descubrí ese día. En España en la orilla de los ríos se hacen barbacoas y esto… huele igual. Evidentemente sigo bañándome, pero miro donde piso.
Mi habitación es bastante pequeña, pero el balcón sobre el Ganges lo compensa. Además hay agua caliente casi todos los días y suplen los apagones habituales con un generador que nos ilumina (a eso se viene a la India ¿no?). La verdad es que en esta zona no hay hoteles de lujo, el lujo suele estar relacionado con las condiciones higiénicas del lugar. Creo que entre todos los hoteles de Risikesh si que llegarían a una estrella, en la clasificación habitual (si no entran en el examen los baños, claro). Te peleas un poco para que te cambién las sábanas, a veces te dan toallas y las mantas habitualmente se sujetan de pié. Al estar en la India se les habrá pegado el fakirismo de las cuerdas. Lo de las sábanas es muy curioso, nunca entienden para qué quieres dos. Mil veces he cambiado las sábanas y las mil me traen de entrada, una. Y cualquiera que viera las mantas por un lado y el colchón por el otro, entendería la cuestión… Creo que el mito de la Sábana Santa empezó aquí, yo he visto a Jesucristo en un montón de ellas. Y a Buda, a Mahoma y a un tío de Cuenca…
Esta casa ha cambiado mucho desde la última vez. El “chico para todo” que tienen es el único que debe ser eficiente en todo el país y lo tenemos para nosotros. No se le puede hablar porque siempre va con el pinganillo del móvil en la oreja, pero más o menos nos entendemos. Seguro que un día me traerá dos sábanas. También limpia la habitación, creo.
Aquí queda siempre un baúl lleno de ropa india, con el calentador, los zuecos, un paraguas que da pena pero que no cala, una taza, un platito, unas pinzas y otras cosas que en España serían para reciclar (en el contenedor) pero que aquí son tesoritos que te hacen la vida más fácil. El pasear todo eso por aeropuertos del mundo, no tiene mucho sentido, aunque en el de Londres sería divertido… Salvo que tengas hemorroides.
Tengo justo debajo de la habitación un cibercafé desde el que ilustro al mundo con este blog (no a todo, claro) y enfrente un restaurante que me surte de sopas en las frías noches de invierno. ¿Qué más se puede pedir? Ahhh si, que me paguen por ello.
Aquí vivo, feliz en la casa de huéspedes de la diosa Ganga.
Risikesh. Febrero 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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No pares...
ResponderEliminarQuedan habitaciones libres??
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