Le comunicaron que podía marcharse, pero pidió quedarse. Ensimismado en su obra, pintaba y sólo pintaba. Le dijeron que era libre, que su encarcelamiento había sido un error y que lo lamentaban. Pero él decidió permanecer en su celda. Estaba pintando. Ante la insistencia en que no debía estar allí, sólo dijo que dejaran abierta la puerta, que ya saldría cuando terminara.
Tres años de cárcel por un delito que no había cometido. Hizo todo lo que pudo por demostrar su inocencia y cuando no pudo hacer más, aceptó la nueva situación. Decidió aprender a pintar y ahora estaba con su primer cuadro. Sólo pintaba.
Terminó de pintar dos meses después, se giró hacia la verja que le separaba de la libertad y salió. Sin mirar atrás, sin ni siquiera echar un vistazo general a la obra que recién terminaba. Se había acabado el momento de pintar y no había apego al resultado.
Ahora tocaba seguir viviendo.
San Agustín del Guadalix. Junio 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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