Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



domingo, 2 de octubre de 2011

9

Se llamaba 9, o al menos se hacía llamar así desde que había emprendido su nueva vida, y era un vagabundo.

Nadie conocía su vida previa a ser “contador de historias”. Probablemente ni él mismo recordaba bien que antes tuvo una vida de las consideradas normales, trabajo con horarios, familia, casa, novia...

Ahora a lo que se dedicaba era a hacer más felices a los demás, aunque pocos se daban cuenta. Era un moderno renunciante, parecido, quizás sin habérselo planteado, a los sadhus de la India.

En un momento consideró que había acabado un ciclo de su existencia y empezó a viajar por el mundo, como siempre decía “por el camino de la sabiduría...”. Antes había viajado bastante, por trabajo, por vacaciones... Pero decidió viajar como hay que hacerlo, sin tiempo, sin prisa y, sobre todo, sin destino.

Yo le conocí en la taberna que regentaban mis hermanas, en pleno centro de Madrid. Se llamaba, o le llamaban, 9 y siempre firmaba sus escritos con ese número.

Sus escritos... en realidad eso era 9, sus escritos. Ya fueran poesías, cuentos para niños, letras de canciones, historias de amor o desamor, leyendas fantásticas, hechos reales o inventados, viajes y más viajes.

Era lo que daba sentido a su vida, sus historias, como él las llamaba. Y desgraciada o afortunadamente, era lo que empezaba a dar sentido a la mía también.

Rectifiquemos pues, el principio de la historia:

Se llamaba 9, o al menos se hacía llamar así desde que había emprendido su nueva vida, y era un escritor.

Cada vez que se establecía en un sitio, pronto la gente le conocía y le apreciaba porque se dedicaba a hacer regalos... trozos de papel con alguna de sus “historias”. Quizás fueran sólo unas frases que improvisaba en el momento y escribía en cualquier papel, o una larga historia con gran moraleja incluida. Siempre acertaba con lo que necesitabas leer. Era capaz de interpretar como nadie las emociones y los sentimientos de sus interlocutores y sus escritos eran recibidos como bálsamos para la depresión, como fuentes de alegría o como dardos precisos en la conciencia del receptor.

No lo hacía sólo con los conocidos, que tenía pocos, había decidido ayudar a la gente y aunque a veces era confundido con algún indigente, cualquiera que leyera un papel suyo, se daba cuenta de que 9 era alguien especial.

Cuando le vi la primera vez, no le presté atención, es decir, hice lo que siempre hacemos cuando estando con amigos alguien nos interrumpe, sea para vendernos rosas, Cds, o... contarnos historias. Curiosos personajes los que te sorprenden con retazos de arte escritos o pintados en pedazos mugrientos de papel...

Sólo me miró a los ojos, me sonrió y me entrego un pequeño trozo de servilleta de papel escrito. Se marchó antes de darme tiempo a decirle que no quería nada, que no tenía suelto, que no sabía leer...

“Creo que sólo hay dos posibilidades, o se está en el lado de los que sólo se creen lo que ven, lo que puede explicarse científica o racionalmente, o se está abierto a creer cosas que no tienen ninguna lógica ni ninguna explicación.

Dentro de la segunda posibilidad se nos abren muchas puertas, porque ya todo es posible. Aquí están todas las religiones, que exigen un ejercicio de fe, de creer lo imposible, sean milagros, resurrecciones, reencarnaciones....

Pero también están todas las cosas que denominamos fantasía, superstición, invención, magia, brujería, etc.

Si se ha dado este paso, el que va desde el estricto racionalismo hasta la apertura de la mente, ya todo debería ser posible...”

9



Sólo eso y tanto como eso. Probablemente en cualquier otro momento de mi vida hubiera arrugado el papel y lo hubiera tirado, o quizás guardado como tantas cosas que guardo por no tirar nada escrito con cabeza, pero justo ahora...

Encontré escrito lo que yo pensaba. Así de claro. Llevaba muchos años dándome cuenta de algo y no me había parado a pensarlo, a razonarlo. Este tío que no me conocía de nada, me tiraba encima de la mesa de un bar, el resumen de mis pensamientos, algo que me daría que pensar, sufrir y escribir mucho tiempo a partir de ese momento.

Ese era 9, así le conocí y ese fue el principio de nuestra relación.


San Sebastián de los Reyes. Allá por el 2004…

2 comentarios:

  1. 9?
    Juraría que conozco a ese tipo
    Un abrazo muy fuerte, compañero
    Enhorabuena por el blog
    José Luis

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  2. 9 es la voz de los pensamientos. Un fantasma que cobra corporeidad para darte un mensaje y se esfuma cuando lo ha conseguido...

    Bonita historia.

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