Hablo,
escribo, desde la seguridad de estar en prisión. En la prisión de mi mente
condicionada, en mis creencias, hábitos, emociones, recuerdos, fantasías,
deseos… Pero también hablo, escribo, desde la seguridad de poder salir de ella de vez
en cuando y respirar aire puro antes de volver a estar atrapado.
Es
decir, también desde la seguridad de que hay algo fuera, o dentro, donde se
puede llegar. Fuera en cuanto a “escapar”, dentro en cuanto hay que “escapar
hacia nuestro interior”. Quizás (y digo quizás porque lo digo desde prisión)
primero con pequeños vislumbres, hasta llegar a ser libre del todo. Destellos
de libertad que sirven para que no solo sea cuestión de fe, si no de propia
experiencia la que fundamenta la creencia, teniendo esta más peso como
“realidad”.
Vislumbres,
como si fueran “verdades reveladas”, no sé por quien ni por que, ya que desde
la cárcel no se puede saber a ciencia cierta, que me dan la seguridad de que
ahora toca estar aquí para quizás, de nuevo quizás, llegar a estar fuera, o
dentro, en algún momento. Y desde prisión contar a otros presos esas
experiencias, para que, otra vez quizás, a ellos les sirvan de algo.
Ya
que cuando estás encerrado el único esfuerzo lógico debería ser salir y ayudar
a otros a que lo hagan. Todo lo demás es, como contaba en otra historia, “mover
piedras”. Todo lo demás.
Dicho
de otro modo, más teológico y en sánscrito, con el mantra del linaje de Saccha
(el de mi Maestro):
Prabhu aap jago, Parmaatma
jago
Mere Sarve jago, Sarvatra jago
Rishikesh. Enero 2015
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