Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



sábado, 16 de enero de 2016

El masaje ayurvédico

Después de más de diez horas de coche tenía necesidad de separar un poco mis vértebras. Las tres, la lumbar, la dorsal y la cervical. No tengo más, pero incluso esas estaban pegadas. Así que empecé con un poco de yoga por la mañana con Dinesh. Dinesh es un profe que prepara a sus alumnos para opositar al Circo del Sol. Estiré la espalda un poco y me duele el resto del cuerpo un mucho. No apruebo las oposiciones.

Y por la tarde... Masaje ayurvédico. El ayurveda es la medicina tradicional india y de sus beneficios podéis leer en la Larousse. Incluso puede que alguno tengáis internet, así que también en Wikipedia. Quiero decir que no me extiendo con ello, son muchas sus cosas buenas y, básicamente, consiste en trabajar con el ser humano holísticamente, que es la forma moderna de decir "con tol" ser humano. Cuerpo, mente y espíritu. Bueno y energías, alma y todo eso.

Entras en la habitación preparada al efecto y en un perchero cuelgas tu ropa, tu dignidad y tu identidad. Lo de la dignidad lo iréis entendiendo a lo largo de la historia, pero va en los calzoncillos, a partir de ahora gallumbos. La identidad la dejas de lado porque te conviertes en un cacho carne para amasar. Iba a decir un cacho carne con ojos, pero no es cierto. Yo los cierro nada más entrar y no vuelvo a abrirlos hasta que me aseguro de estar solo en la sala.

Antes, hace años, estos masajes me los daba una mujer mayor, la más reconocida masajista de esta zona. Ella te retorcía, te pisaba, te magreaba, todo ello bien untadito de un aceite que siempre pensé que era de freidora. Por respeto yo me dejaba la ropa interior puesta. Por respeto a mí mismo, porque a ella le daba exactamente igual tenerme a mí delante o un montón de masa del Domino's Pizza. Se me subía encima de la espalda, me colocaba las vértebras (de su forma, que no tenía porque coincidir con la de una espalda humana), colocaba los brazos, los míos no los suyos, en lugares donde no van los brazos... Una especie de combate de lucha libre, con ambos contendientes engrasados y en el que siempre ganaba la señora mayor. En fin, una maravilla.

Ahora mi masajista es un hombre con bigote y yo me desnudo completamente. Sé que con el nivel de los lectores no es necesario explicar el por qué, pero lo haré porque nunca se sabe donde puede llegar la historia, que a veces acaban en un libro... Un masaje ayurvédico desnudo permite al masajista recorrer el cuerpo entero sin interrupciones textiles, por lo que, al ser también una especie de drenaje, todo fluye mejor. Además, debido a ese aceite de freidora, casi tenía que estrenar gallumbos después de cada masaje y no me compensaba económicamente. Por cierto, el olor dura en el cuerpo hasta el siguiente masaje, así que no se me quita hasta que llevo un par de meses en España.

La camilla consiste en un colchón en el suelo. Los últimos años hemos ganado en calidad puesto que la sabana sobre la que te tumbas es desechable. Antes no era así y el que terminabas desechable eras tú. Siempre pensé que podía haber contribuido en alguno de mis viajes a devolver a Europa alguna vieja enfermedad ya erradicada, como la lepra. Como la mantita con la que te tapan es comunitaria todavía estoy a tiempo.

Me tumbo boca abajo, completamente en bolas y el hombre con bigote entra en la habitación. Uno nunca se acostumbra a eso aunque lo haya hecho muchas veces. Ojos completamente cerrados. Todos. Y empieza la función. En muchos momentos podría decir que sutilmente te roza la bolsa escrotal, pero la verdad es que literalmente te toca los huevos. Y lo otro. Y varias veces... Estar tumbado con las piernas semiabiertas y un hombre con bigote arrodillado entre ellas, masajeando la parte baja de tu espalda y tu culo... No estamos preparados.

La sesión continúa y tú sientes que te tocan en más sitios que manos tiene el masajista. ¿Qué está pasando aquí? ¿Se ha incorporado gente? Nooo, es que otra de las características de este masaje es que el señor con bigote usa sus cuatro extremidades para tocar tus cinco.

Y sigue, y ahora boca arriba. Ya solo queda la tensión en dos ojos, que siguen fuertemente cerrados. Entonces surge una duda y cierta tensión. En una habitación calentita, alguien masajeándote con aceite, música agradable, ¿no podría reaccionar tu cuerpo de una forma no deseada? Todavía no eres un yogui al 100%... Entonces sientes dos piernas peludas tocando tus orejas y te relajas, ese peligro no existe.

Cuando sientes esos pelos rozando tus mejillas y el masaje en la tripita, la tentación de abrir los ojos es muy grande. Una mezcla de curiosidad y rechazo. La voz que te dice ¡mira a ver que hay sobre tu cara! Y la otra, no sé si la del angelito o la del diablillo, contesta ¡no se te ocurra hacerlo!

No despejaré la incógnita sobre lo que hice, poned en funcionamiento vuestra imaginación, pero no mordí.

Al final de todo esto, pagas.

Y, además, vuelves.


Rishikesh. Enero 2016

2 comentarios:

  1. Cómo te lo pasas Alfred!! jajaja muy interesante este masaje!!! debe ser la bomba sobre todo por que me puedo imaginar la tensión/pudor que se debe pasar todo el tiempo, vas.. y repites!!! hay que probar de tot....

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  2. Ja ja ja. Me gustaría saber qué escribiría el señor con bigote. Tal vez era un avatar de Shiva poniéndote a prueba.

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