Meditar es algo tan simple como atender a tu respiración. Sé
consciente de que ella va sola, nada tienes que hacer para respirar. Tu
respiración no te necesita. Fíjate simplemente como el aire entra y el aire
sale. Llega un momento que hasta esa observación te supone un esfuerzo y
decides dejar de hacerlo, entonces la mente se disuelve. Ya estás meditando.
Pero si quieres lo puedes hacer un poco más complicado. Te sientas
con las piernas cruzadas y la espalda recta. Cierras los ojos y haces que la
respiración sea profunda al principio. Inhalando hasta el fondo de tus pulmones
por la nariz, haciendo que salga el estómago por la presión del diafragma. Y
luego exhalando completamente. Este tipo de respiración tranquiliza la mente.
Como sabemos todos los que en alguna ocasión hemos escuchado eso de “antes de
contestar, respira profundo…”
Cuando prestas atención solo a eso, al aire que entra y al aire que
sale, la mente se va calmando y con ella también la respiración. Ambas empiezan
una especie de baile o, mejor aún, es como si tu respiración acunara a tu
mente. Pones la atención a descansar en la respiración. Como el niño que,
acunado por su madre, no se preocupa de nada, no piensa en nada, está tranquilo
y confiado.
Poco a poco ambas, mente y respiración, se ralentizan e incluso
llegan a detenerse. Luego la respiración continúa y, en ocasiones, la mente
sigue detenida. Ya estás meditando.
Incluso puedes complicarlo más todavía utilizando prácticas
diferentes, leyendo libros, usando aplicaciones para el móvil, recitando
mantras, realizando ritos provenientes de diferentes religiones… Claro, todo
puede hacerse más y más difícil. A veces necesitamos complicar las cosas para
creernos más su validez. No pasa nada por hacerlo, en ocasiones hay que tomar
un camino más largo para llegar al destino, pero es bueno saber que todo puede
ser más sencillo.
Puedo meditar simplemente porque me gusta, porque quiero descansar
dentro de mí, porque necesito un espacio que me pertenezca por completo y donde
sentirme a salvo, incluso para explorar
como un aventurero ese gran vacío interior al que la meditación me permite
asomarme.
Pero por si eres de los que necesitas razones más importantes
(quizás también por complicarlo un poco…), te doy un par de ellas, con
diferente nivel de profundidad. La primera, es más superficial y parece que es
la importante. La meditación te ayuda a “convertirte en el señor de tu mente”, a
poder decidir qué hacer con ella. Y está claro la utilidad de controlar la
mente en nuestro mundo material. No nos atrapan las preocupaciones, las
emociones, el estrés, etc. Ponemos el foco donde precisamos, nos concentramos
mejor, podemos tomar decisiones desde un lugar más libre, menos condicionado…
Pues eso no es nada comparado con la otra, que es llegar a
descubrir lo que realmente eres, lo que está oculto detrás de tanta agitación,
aquello a lo que se accede con la desaparición de este “menteando”, aunque sea
por un corto período de tiempo.
¿Y qué es lo que realmente eres?
Cierra los ojos y atiende a tu respiración…
Rishikesh. Enero 18
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