Hari Om es el saludo más sagrado en la India y de los más utilizados en la zona donde me encuentro, pero para fieles lectores es algo mucho más importante. Es el hotel donde continúo alojado.
Por el día las cosas transcurren con normalidad en mi habitación, quiero decir que, como no estoy, no sé lo que pasa. Pero de noche, al acostarme, empiezan a oirse ruidos, como cacofonías…
Lo primero que se oye es el pis del de la habitación de al lado, y se oye tanto que te quedas esperando las últimas gotitas… No hay, es chica (que de todos es sabido que las reabsorben)
Por cierto aprovecho para contaros (viene al caso, es de pis) una anécdota de por aquí, una ocasión en la que estaba en un urinario al aire libre. (Era un urinario de verdad, si no diría la puta calle). En fin, estaba ahí con las manos ocupadas y, de repente, a la altura de mi cara, aparece una víbora mirándome. ¿Qué coño se hace con una víbora en la cara, si tienes la propia agarrada? Pues encomendarte al dios de las víboras, que seguro que aquí lo hay, cerrar los ojos e intentar seguir a lo tuyo…
¿Seguir? Tres días sin mear estuve… Pero hubo suerte, no le interesó aparearse.
Continuando con los extraños ruidos… Después se oyen las toses de la misma u otra habitación de al lado. No sé como explicar mi sensación, una mezcla de pena, asco, curiosidad… Creo que lo mejor lo define es miedo… Susto, pánico, terror. Parecía que iba a darse la vuelta. Que sensación sería verle al día siguiente al revés ¿cómo le reconocería? ¿Se reconocerá a la gente por su pancreas? ¿Servirá para eso el pancreas? ¿Cómo coño es un pancreas?
A esto añadimos perros con afán de notoriedad, monos en continua pelea de a ver quien la tiene más larga, motoristas con la mano pegada a la bocina creo que con la misma pelea que los monos, gente hablando a voces a cualquier hora de la noche, petardos que no se que coño celebran, pero parece que siempre son Fallas y, ahora, además, la suerte de que es la época de las bodas y la música está a tope (canción estrella en toda boda india que se precie: Dame, dame gasolina…, sí, si, en español)… En fin ¿quieres encontrar paz? Vente a India, paraiso del yoga y la meditación…
Última hora del Hari Om
Pasé un par de días sin ver a Shuvam y eso me preocupaba. No porque creyera que le había pasado nada, si no porque me preguntaba qué habría hecho. En el hotel de al lado unas amigas le dieron al “chico para todo” sus tangas (sic) para que se los lavaran. Y fue la última vez que vieron al chico y sus tangas. Supongo que le compensó la pérdida de emplero… y mis amigas ya siempre lavan su propia ropa interior.
Finalmente Shuvam apareció y yo preferí no preguntar, eso sí, confirmé que mis gallumbos Carfur Klein siguen en su sitio, es decir encima de la mesa, al lado del ordenador.
Manish me regañó porque llevaba dos días buscándome para limpiarme la habitación… Todavía flipo, es la primera vez en la India que me ocurre algo así. Y hoy llegó con la blacandequer y, sin pedírselo, me colocó un espejo en el baño (me había olvidado de cómo era, yo, no un espejo), una jabonera y unos colgadores. Además prometió arreglarme las humedades (yo creí que era el Ganges y eran humedades…). Así que, hay que ser justos, al César lo que es del idem y a Manish lo que es suyo.
Además tiene un hijo de un añito que, cuando me ve, salta a mis brazos a que le diga cosas en español, se ríe y se vuelve con su papi…
Así que esto se empieza a parecer a un hogar…
Rishikesh. Noviembre 2010
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
martes, 30 de noviembre de 2010
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Om sweet Om (Planeta India)
Pues ya estoy aquí de nuevo…
Tuve que buscar nuevo alojamiento, pues en mi casa de siempre, se celebra la boda de la hija y está completa durante bastantes días. Porque las bodas indias son largas y de ¿mucha gente?, no, unos seiscientos invitados…
Esto de encontrar donde vivir tiene un lado (del dodecágono) divertido… Probé primero en un hotel donde me dieron a elegir entre sábanas new o sábanas clean. Opté por las clean aunque tuvieran agujeros y también opté por mudarme. A unos amigos, al pedir que se las cambiaran, les preguntaron do you want fresh? y como sí que want fresh, los muy pijos tuvieron que esperar cuatro días… Eso sí, un par de noches si que pasé entre sábanas go you to know.
De ahí me mudé, en lo que pensé que sólo sería una nueva escala, al Hari Om Hotel, que cuesta casi 7 € y te dan sábanas sin hablarte de ellas.
El Hari Om Hotel lo veía construir hace unos meses desde el otro lado del río y, viendo como ponían piso sobre piso en los andamios iniciales pensados para una sola planta, pensé “yo no me metería ahí ni de coña”… Y aquí estoy, en el piso más alto. En fin, si llego a colgar esta historia en el blog, es que, por ahora, todo va bien. O que se cayó el edificio sin pillarme a mí ni al ordenador.
Manish es el jefe y Shuvam el “chico para todo”. Estos “chicos para todo” que hay en todos los hoteles indios, son idénticos, creo que se sólo diferencian en el nombre. En realidad yo creo que están para que los jefes tengan a quien chillar, porque su aporte al bien común es absolutamente nulo. Tienen la habilidad para el escaqueo más espectacular que he visto jamás. Si limpian la habitación, tienes que limpiarla tú el doble porque esparcen la porquería como las servilletas de los bares de Madrid; si les pides algo, justo en ese momento, o día, o mes o año, no puede ser, porque tienen mucho lío (o mucha plancha, o un pollo en el horno…); siempre están por ahí, en medio, menos cuando los necesitas, entonces desaparecen, creo que han desarrollado el don de la invisibilidad o que tienen la capa de Harry Potter (aquí todo es posible, quizás Harry Potter trabajó en un hotel indio antes de hacerse famoso). En fin, Shuvam cumple todos estos requisitos con notable alto, aunque en este caso es de gran utilidad, por supuesto sin saberlo o hasta de aquí se escaquearía, porque ha participado como invitado en esta historia.
El primer día en el Hari Om parecía que todo iba bien pero, eso, en el Planeta India, suele ser como cuando en la selva de Tarzán todos los animales enmudecen, algún grave peligro acecha… Al irse el sol, mientras leía tumbado en la cama, noto como los dedos de los pies se me empiezan a criogenizar y se escucha de fondo un viento huracanado... En realidad, no había mucho misterio, el baño tenía un agujero a la calle de más de medio metro, el cual, en mi hábil chequeo de la habitación, había pasado por alto.
Ventilation, me dijo Manish… Ya, ya, contesté yo.
Tras cuatro intentos infructuosos de quedar, vamos, tras cuatro plantones de puta madre que me dio, por fin ahí estábamos Manish y yo, a las 11 de la noche (que aquí es muy tarde), tapando el agujerito con un plástico duro. Él subido en el respaldo de una silla, agarrándose con los deditos de los pies, yo sentado en la misma de contrapeso y pasándole herramientas, mucho más preocupado porque su blacandequer no se les resbalara, por cuarta vez, y me abriera el tercer ojo, que de que él no se matara (ya que aquí, al lado del Ganges, no es tan grave, pues se libra del ciclo de las reencarnaciones).
El cable de la herramienta también era pa verlo. Medía, eso sí, unos 3 km., podía hacer agujeros en la otra orilla del río, pero tenía más remiendos que trozos de cable original. Así que al acojone del descalabre, se unía el de que aquella silla donde me sentaba se convirtiera en la silla de Sing Sing y que el tapar el agujero, hubiera sido mi último deseo y no la típica megacena de las pelis.
Todo fue bien, si la estética no es importante claro. Un nuevo parche para un nuevo hotel. El concepto de belleza que tienen los indios o algunos de ellos al menos, entra dentro de lo que llamaríamos nosotros “Arte moderno”, creo. Vamos que nuestra obra podía exponerse en el MOMA de Nueva York, pero que como pared de baño era una mierda (a la inversa de muchas obras modernas, que como pared de baño quizás queden bien).
Al acabar la ñapa, ¿tienes una escobita Manish? Su respuesta: échale agua y que se vaya todo por el desagüe… Yo miro los restos, con cachos de pared, trozos de plástico, polvo de ladrillo, media broca… y le digo: ok, ok. ¿Qué coño le voy a decir a un tío que me dice que tire todo eso por el sumidero…? Luego, curiosamente, en muchos sitios pone que no se tire el papel higiénico, porque el sistema de cañerías indios es estrecho y no está preparado… Quizás mejor deberían poner “No tirar escombros por el vater”
Pero el objetivo estaba cumplido, al menos de momento, y dejó de entrar el Katrina cada noche en mi habitación. Otro día ya abordaremos el asunto de la cisterna que inunda el baño entero cada vez que se usa. Manish me dijo today don´t use, y yo, con el sueño que tenía, pensé que ya me preocuparía si me daba el apretón.
El hotel lleva un mes abierto. En mi habitación están las caras de Belmes pero con barba (es espectacular la evolución del moho si se le deja manga ancha), las puertas no abren ni cierran bien (una creo que la he cerrado para siempre), la mesa es fabricada a cachos (la Frankesteinmesa), la cama he preferido no mirarla todavía (sólo he dormido en ella cuatro noches), si cierras el armario luego tienes que tirar la ropa del pestazo que queda, asoman cables por dentro de la habitación y hierros por fuera… Pero bueno, como es invierno no se ven excesivos bichos y además evito la tentación de segarme la cabeza con el ventilador. Eso sí, dicen que va a ser de los más fríos de los últimos tiempos, así que a ver si encuentro el libro “Instrucciones para construir un iglú indoor”.
Resumiendo mi primera semana por aquí: No se a donde, pero se va la luz habitualmente. Las motos siguen volando bajo, pensando que con tocar la bocina tú te desvaneces. Las vacas sagradas se llevan ostias sagadas como panes si se comen lo que no deben. Los monos te quitan lo que pueden, de la mano o de la habitación (pues cierra bien, coño). Y los dioses, millones, continúan por todas partes, vigilando que no te abran la cabeza con una blacandequer.
Risikesh. Noviembre 2010
Tuve que buscar nuevo alojamiento, pues en mi casa de siempre, se celebra la boda de la hija y está completa durante bastantes días. Porque las bodas indias son largas y de ¿mucha gente?, no, unos seiscientos invitados…
Esto de encontrar donde vivir tiene un lado (del dodecágono) divertido… Probé primero en un hotel donde me dieron a elegir entre sábanas new o sábanas clean. Opté por las clean aunque tuvieran agujeros y también opté por mudarme. A unos amigos, al pedir que se las cambiaran, les preguntaron do you want fresh? y como sí que want fresh, los muy pijos tuvieron que esperar cuatro días… Eso sí, un par de noches si que pasé entre sábanas go you to know.
De ahí me mudé, en lo que pensé que sólo sería una nueva escala, al Hari Om Hotel, que cuesta casi 7 € y te dan sábanas sin hablarte de ellas.
El Hari Om Hotel lo veía construir hace unos meses desde el otro lado del río y, viendo como ponían piso sobre piso en los andamios iniciales pensados para una sola planta, pensé “yo no me metería ahí ni de coña”… Y aquí estoy, en el piso más alto. En fin, si llego a colgar esta historia en el blog, es que, por ahora, todo va bien. O que se cayó el edificio sin pillarme a mí ni al ordenador.
Manish es el jefe y Shuvam el “chico para todo”. Estos “chicos para todo” que hay en todos los hoteles indios, son idénticos, creo que se sólo diferencian en el nombre. En realidad yo creo que están para que los jefes tengan a quien chillar, porque su aporte al bien común es absolutamente nulo. Tienen la habilidad para el escaqueo más espectacular que he visto jamás. Si limpian la habitación, tienes que limpiarla tú el doble porque esparcen la porquería como las servilletas de los bares de Madrid; si les pides algo, justo en ese momento, o día, o mes o año, no puede ser, porque tienen mucho lío (o mucha plancha, o un pollo en el horno…); siempre están por ahí, en medio, menos cuando los necesitas, entonces desaparecen, creo que han desarrollado el don de la invisibilidad o que tienen la capa de Harry Potter (aquí todo es posible, quizás Harry Potter trabajó en un hotel indio antes de hacerse famoso). En fin, Shuvam cumple todos estos requisitos con notable alto, aunque en este caso es de gran utilidad, por supuesto sin saberlo o hasta de aquí se escaquearía, porque ha participado como invitado en esta historia.
El primer día en el Hari Om parecía que todo iba bien pero, eso, en el Planeta India, suele ser como cuando en la selva de Tarzán todos los animales enmudecen, algún grave peligro acecha… Al irse el sol, mientras leía tumbado en la cama, noto como los dedos de los pies se me empiezan a criogenizar y se escucha de fondo un viento huracanado... En realidad, no había mucho misterio, el baño tenía un agujero a la calle de más de medio metro, el cual, en mi hábil chequeo de la habitación, había pasado por alto.
Ventilation, me dijo Manish… Ya, ya, contesté yo.
Tras cuatro intentos infructuosos de quedar, vamos, tras cuatro plantones de puta madre que me dio, por fin ahí estábamos Manish y yo, a las 11 de la noche (que aquí es muy tarde), tapando el agujerito con un plástico duro. Él subido en el respaldo de una silla, agarrándose con los deditos de los pies, yo sentado en la misma de contrapeso y pasándole herramientas, mucho más preocupado porque su blacandequer no se les resbalara, por cuarta vez, y me abriera el tercer ojo, que de que él no se matara (ya que aquí, al lado del Ganges, no es tan grave, pues se libra del ciclo de las reencarnaciones).
El cable de la herramienta también era pa verlo. Medía, eso sí, unos 3 km., podía hacer agujeros en la otra orilla del río, pero tenía más remiendos que trozos de cable original. Así que al acojone del descalabre, se unía el de que aquella silla donde me sentaba se convirtiera en la silla de Sing Sing y que el tapar el agujero, hubiera sido mi último deseo y no la típica megacena de las pelis.
Todo fue bien, si la estética no es importante claro. Un nuevo parche para un nuevo hotel. El concepto de belleza que tienen los indios o algunos de ellos al menos, entra dentro de lo que llamaríamos nosotros “Arte moderno”, creo. Vamos que nuestra obra podía exponerse en el MOMA de Nueva York, pero que como pared de baño era una mierda (a la inversa de muchas obras modernas, que como pared de baño quizás queden bien).
Al acabar la ñapa, ¿tienes una escobita Manish? Su respuesta: échale agua y que se vaya todo por el desagüe… Yo miro los restos, con cachos de pared, trozos de plástico, polvo de ladrillo, media broca… y le digo: ok, ok. ¿Qué coño le voy a decir a un tío que me dice que tire todo eso por el sumidero…? Luego, curiosamente, en muchos sitios pone que no se tire el papel higiénico, porque el sistema de cañerías indios es estrecho y no está preparado… Quizás mejor deberían poner “No tirar escombros por el vater”
Pero el objetivo estaba cumplido, al menos de momento, y dejó de entrar el Katrina cada noche en mi habitación. Otro día ya abordaremos el asunto de la cisterna que inunda el baño entero cada vez que se usa. Manish me dijo today don´t use, y yo, con el sueño que tenía, pensé que ya me preocuparía si me daba el apretón.
El hotel lleva un mes abierto. En mi habitación están las caras de Belmes pero con barba (es espectacular la evolución del moho si se le deja manga ancha), las puertas no abren ni cierran bien (una creo que la he cerrado para siempre), la mesa es fabricada a cachos (la Frankesteinmesa), la cama he preferido no mirarla todavía (sólo he dormido en ella cuatro noches), si cierras el armario luego tienes que tirar la ropa del pestazo que queda, asoman cables por dentro de la habitación y hierros por fuera… Pero bueno, como es invierno no se ven excesivos bichos y además evito la tentación de segarme la cabeza con el ventilador. Eso sí, dicen que va a ser de los más fríos de los últimos tiempos, así que a ver si encuentro el libro “Instrucciones para construir un iglú indoor”.
Resumiendo mi primera semana por aquí: No se a donde, pero se va la luz habitualmente. Las motos siguen volando bajo, pensando que con tocar la bocina tú te desvaneces. Las vacas sagradas se llevan ostias sagadas como panes si se comen lo que no deben. Los monos te quitan lo que pueden, de la mano o de la habitación (pues cierra bien, coño). Y los dioses, millones, continúan por todas partes, vigilando que no te abran la cabeza con una blacandequer.
Risikesh. Noviembre 2010
Planeta India
Después del éxito obtenido por “A tigres y en Chancletas”, debo confesar que esas historias son parte de una obra magna, que va ampliándose casi continuamente, esa obra se llama “Planeta India” y es como el país, caótica, atemporal, divertida, incomprensible, mística, inabarcable y, sobre todo, inefable (¿a qué no sabéis que significa?).
No toda la obra está escrita, no toda es publicable… lo haré a trozos, iré desgranando retazos de este planeta que me atrapó hace ya unos cuantos años.
En estas pequeñas historias que conforman la gran obra, podréis conocer a los habitantes de este planeta, sus costumbres, sus miles de dioses, sus sabios que aparecen donde menos lo esperas… Habrá historias divertidas, otras con mensaje, otras sólo con “recao”, pero todas pretenden dar a conocer este otro mundo que existe dentro del nuestro, a tan solo unas horas de avión.
Sí que hay pobreza, enfermedad, suciedad y espiritualidad, alegría, amor… Todo a lo bestia. La India es a lo bestia. Un pequeño puntito en un mapa representa una ciudad de medio millón de habitantes, las montañas tienen 7000 metros, los bosques son infinitos, los elefantes están en la selva y en tu barrio... Hay gente que come poco porque no tiene que comer y gente que no come nada porque no lo necesita. Todo es a lo bestia, hasta lo incomprensible, hasta lo que no se alcanza con la razón. No se entiende nada y, de repente, se empieza a comprender…
Espero que sirva para que empecéis a querer este planeta tanto como lo quiero yo.
Bienvenidos al Planeta India, un mundo gigante que te ayuda a descubrir que tienes dentro un mundo gigante.
Risikesh. Noviembre 2010
No toda la obra está escrita, no toda es publicable… lo haré a trozos, iré desgranando retazos de este planeta que me atrapó hace ya unos cuantos años.
En estas pequeñas historias que conforman la gran obra, podréis conocer a los habitantes de este planeta, sus costumbres, sus miles de dioses, sus sabios que aparecen donde menos lo esperas… Habrá historias divertidas, otras con mensaje, otras sólo con “recao”, pero todas pretenden dar a conocer este otro mundo que existe dentro del nuestro, a tan solo unas horas de avión.
Sí que hay pobreza, enfermedad, suciedad y espiritualidad, alegría, amor… Todo a lo bestia. La India es a lo bestia. Un pequeño puntito en un mapa representa una ciudad de medio millón de habitantes, las montañas tienen 7000 metros, los bosques son infinitos, los elefantes están en la selva y en tu barrio... Hay gente que come poco porque no tiene que comer y gente que no come nada porque no lo necesita. Todo es a lo bestia, hasta lo incomprensible, hasta lo que no se alcanza con la razón. No se entiende nada y, de repente, se empieza a comprender…
Espero que sirva para que empecéis a querer este planeta tanto como lo quiero yo.
Bienvenidos al Planeta India, un mundo gigante que te ayuda a descubrir que tienes dentro un mundo gigante.
Risikesh. Noviembre 2010
domingo, 14 de noviembre de 2010
A tigres y en chancletas III
En la India el camino a recorrer es interior. Cuando uno busca en su interior profundamente, lo que encuentra es una de las palancas que realmente mueve al mundo.
Porque estoy convencido de que, al igual que la fuerza de la gravedad genera movimiento (hacia abajo principalmente), hay otra fuerza mucho mayor, a la que ya hice mención en ATYEC 2ª parte (para los no iniciados, A Tigres Y En Chancletas). Es la fuerza del “no hay huevos…”
La cantidad de jilipolleces, y hablo a nivel mundial, que se han podido hacer debido al poder de esa fuerza.
Y como digo, en la India es todo interior. Es decir es un “no hay huevos…” que encuentras dentro de ti mismo. Eso es lo curioso de esta ley, no necesitas a nadie. Sin ayuda y sin presiones externas. Tú te lo guisas y tú te lo comes. En este caso tú te lo guisas y a ti te comen. En fin, aplicas la ley y terminas en un jardín del que difícilmente saldrás incólume.
En mi caso no fue un jardín, fue la puta selva.
De nuevo “A tigres y en chancletas”. Y en el scutre, claro. Esta vez no había ni para elegir, porque Ram (os recuerdo, el otro colgado, profesor de yoga, piloto de Moto GP y dueño de la “bala roja”) había vendido la otra moto. Aquella cuya velocidad era igual, o quizás incluso un poco superior, a la velocidad del ataque de un tigre.
Nunca terceras partes fueron buenas, así que suponía que esta vez si que encontraríamos al tigre y, además, nos mataría.
Antes de iniciar el viaje volvimos a hablar de si alguno de los dos teníamos algo de violencia dentro (esto sólo lo entenderán los asiduos a ATYEC). Esta era nuestra principal protección, dado que las armas que portaríamos serían similares a las del verano pasado, aunque el paraguas era azul en lugar de rosa (no porque ese color sea especialmente antitigres, es que coincidió así). Por supuesto, yo le juraba que ni un ápice de violencia residía en mí, a la vez que planeaba, eso sí sólo en caso de felino ataque, darle un golpe prácticamente mortal en la nuez. Y digo prácticamente y no mortal del todo, por dos razones. La primera, porque no sé si sabría hacerlo (me perdí en la facultad la clase que impartió Bruce Lee) y la otra más importante, no recordaba si los tigres eran comedores de carroña. Estaría divertido que, teniendo un jugoso cadáver al lado, fácilmente accesible aunque no especialmente suculento, al puto tigre le saliera la vena cazadora y persiguiera al mejor bocado, que intenta huir sin saber conducir un vespino y dando con las patitas (y las chancletas) en el suelo…
Bueno, como alguien dijo que había uno que había visto un tigre en esa carretera (nuestra carretera, la de ATYEC 1ª parte), ayer mismo… parecía que había llegado nuestra oportunidad.
Realmente cuando lo escuché, lo que pensé fue “¡No jodas! Hay tigres de verdad y yo haciendo el jilipollas”. Pero dije, debido a esa fuerza que mencioné al principio que habita en nuestro interior y sobre la que pienso escribir un tratado*, “Ram, no podemos dejar pasar la ocasión, esta vez no se nos puede escapar”.
Ram, del cual estoy convencido que piensa que su siguiente vida será mucho mejor que la actual, me miró y simplemente dijo: Tonight?
Joder, ¿no podía acojonarse él por una vez? ¿No podría fallar la ley del no hay huevos? ¿No podría llegar ya ese fin del mundo del que tanto se habla?... Todo eso bullía en mi interior pero, claro, dije: Of course.
Así que allí fuimos.
Como los más avezados lectores (y para el resto no escribo, puesto que no lo entenderían) podrán suponer, si escribo una historia en pasado, sobre hechos acontecidos, es que estoy vivo. Aunque esto no garantizaría que estuviera entero. Han podido comerme algunos trozos…
O también podía haber dejado escrita la historia antes de salir. A modo de testamento, para que mi madre supiera lo listo que era su hijo (si le quedaba alguna duda después de los capítulos anteriores).
Pero no, si que estoy entero y ya casi con la moral renovada. Quedamos que nunca lo contaríamos, pero no puedo defraudar a mis lectores. Además Ram no entiende el español y no sé si esta historia llegará a publicarse en muchas lenguas.
La carretera ya está descrita anteriormente, la moto también, sobre la velocidad, sólo diré que al salir del pueblo un chaval en bici nos pasó y nos dijo, con una gran sonrisa, Namaste….
La visibilidad si que merece un capítulo aparte, pero como no había ninguna, no escribo el capítulo.
Inicialmente, el miedo en la moto era mayor que el que tenía a los tigres. Pensaba, metafísicamente, si era peor morir de accidente o atacado por un gran felino. En realidad, la muerte sería más heroica si un animal salvaje te ataca y mueres luchando. Pero, ¿más heroica para quien? Coño, tú estás muerto. Y tus herederos se quedarían mucho más con la idea de que eras imbécil, que con la de que eras un aventurero… La de accidente tampoco pintaba bien, el tigre casi seguro que te remataba, pero con la moto no tenías garantías de reencarnar inmediatamente, te podías quedar en esta vida y sólo a medias…
Y digo que ese miedo era mayor inicialmente, hasta que llegó el momento. Ese momento al que a partir de ahora y para el resto de nuestra vida llamaremos R.
¡Vaya RUGIDO!
¿Alegría? ¿Ilusión? ¿Curiosidad? ¿Triunfo?
CACA. Nos hicimos caca. Metafóricamente hablando, casi. Y digo casi porque según creo, las metáforas, al igual que los pedos, no pesan..
No habíamos recorrido ni dos kilómetros desde el pueblo. Casi se veían las luces todavía (desde luego, mucho más que las de la moto). De repente, un rugido que hizo retumbar las bases de la ley del NHH. Es decir, paró el movimiento. La tierra paró en su rotación, esa que algunos dicen que hace alrededor del sol, Mi corazón se paró. La moto también.
Yo, mientras veía mi vida en un extraño caleidoscopio y pensaba ¿no debía verla en diapositivas?, miré a Ram y le dije: moto ok? Yes, yes. You ok? Yes, yes… Nos volvemos, majo? Yes, yes. Dijo, sin entender el idioma, pero sí mi cara. Y la suya, claro.
Un rugido paraliza el mundo. Un rugido destempla a un indestemplable profesor de yoga. Un rugido es suficiente para dejar de hacer el jilipollas.
Es decir, un rugido se pasa por las pelotas la ley del “no hay huevos”…
Al menos por ahora, porque parece que ya hay uno que puede dejarnos una moto más rápida…
Y un paraguas rosa.
Porque estoy convencido de que, al igual que la fuerza de la gravedad genera movimiento (hacia abajo principalmente), hay otra fuerza mucho mayor, a la que ya hice mención en ATYEC 2ª parte (para los no iniciados, A Tigres Y En Chancletas). Es la fuerza del “no hay huevos…”
La cantidad de jilipolleces, y hablo a nivel mundial, que se han podido hacer debido al poder de esa fuerza.
Y como digo, en la India es todo interior. Es decir es un “no hay huevos…” que encuentras dentro de ti mismo. Eso es lo curioso de esta ley, no necesitas a nadie. Sin ayuda y sin presiones externas. Tú te lo guisas y tú te lo comes. En este caso tú te lo guisas y a ti te comen. En fin, aplicas la ley y terminas en un jardín del que difícilmente saldrás incólume.
En mi caso no fue un jardín, fue la puta selva.
De nuevo “A tigres y en chancletas”. Y en el scutre, claro. Esta vez no había ni para elegir, porque Ram (os recuerdo, el otro colgado, profesor de yoga, piloto de Moto GP y dueño de la “bala roja”) había vendido la otra moto. Aquella cuya velocidad era igual, o quizás incluso un poco superior, a la velocidad del ataque de un tigre.
Nunca terceras partes fueron buenas, así que suponía que esta vez si que encontraríamos al tigre y, además, nos mataría.
Antes de iniciar el viaje volvimos a hablar de si alguno de los dos teníamos algo de violencia dentro (esto sólo lo entenderán los asiduos a ATYEC). Esta era nuestra principal protección, dado que las armas que portaríamos serían similares a las del verano pasado, aunque el paraguas era azul en lugar de rosa (no porque ese color sea especialmente antitigres, es que coincidió así). Por supuesto, yo le juraba que ni un ápice de violencia residía en mí, a la vez que planeaba, eso sí sólo en caso de felino ataque, darle un golpe prácticamente mortal en la nuez. Y digo prácticamente y no mortal del todo, por dos razones. La primera, porque no sé si sabría hacerlo (me perdí en la facultad la clase que impartió Bruce Lee) y la otra más importante, no recordaba si los tigres eran comedores de carroña. Estaría divertido que, teniendo un jugoso cadáver al lado, fácilmente accesible aunque no especialmente suculento, al puto tigre le saliera la vena cazadora y persiguiera al mejor bocado, que intenta huir sin saber conducir un vespino y dando con las patitas (y las chancletas) en el suelo…
Bueno, como alguien dijo que había uno que había visto un tigre en esa carretera (nuestra carretera, la de ATYEC 1ª parte), ayer mismo… parecía que había llegado nuestra oportunidad.
Realmente cuando lo escuché, lo que pensé fue “¡No jodas! Hay tigres de verdad y yo haciendo el jilipollas”. Pero dije, debido a esa fuerza que mencioné al principio que habita en nuestro interior y sobre la que pienso escribir un tratado*, “Ram, no podemos dejar pasar la ocasión, esta vez no se nos puede escapar”.
Ram, del cual estoy convencido que piensa que su siguiente vida será mucho mejor que la actual, me miró y simplemente dijo: Tonight?
Joder, ¿no podía acojonarse él por una vez? ¿No podría fallar la ley del no hay huevos? ¿No podría llegar ya ese fin del mundo del que tanto se habla?... Todo eso bullía en mi interior pero, claro, dije: Of course.
Así que allí fuimos.
Como los más avezados lectores (y para el resto no escribo, puesto que no lo entenderían) podrán suponer, si escribo una historia en pasado, sobre hechos acontecidos, es que estoy vivo. Aunque esto no garantizaría que estuviera entero. Han podido comerme algunos trozos…
O también podía haber dejado escrita la historia antes de salir. A modo de testamento, para que mi madre supiera lo listo que era su hijo (si le quedaba alguna duda después de los capítulos anteriores).
Pero no, si que estoy entero y ya casi con la moral renovada. Quedamos que nunca lo contaríamos, pero no puedo defraudar a mis lectores. Además Ram no entiende el español y no sé si esta historia llegará a publicarse en muchas lenguas.
La carretera ya está descrita anteriormente, la moto también, sobre la velocidad, sólo diré que al salir del pueblo un chaval en bici nos pasó y nos dijo, con una gran sonrisa, Namaste….
La visibilidad si que merece un capítulo aparte, pero como no había ninguna, no escribo el capítulo.
Inicialmente, el miedo en la moto era mayor que el que tenía a los tigres. Pensaba, metafísicamente, si era peor morir de accidente o atacado por un gran felino. En realidad, la muerte sería más heroica si un animal salvaje te ataca y mueres luchando. Pero, ¿más heroica para quien? Coño, tú estás muerto. Y tus herederos se quedarían mucho más con la idea de que eras imbécil, que con la de que eras un aventurero… La de accidente tampoco pintaba bien, el tigre casi seguro que te remataba, pero con la moto no tenías garantías de reencarnar inmediatamente, te podías quedar en esta vida y sólo a medias…
Y digo que ese miedo era mayor inicialmente, hasta que llegó el momento. Ese momento al que a partir de ahora y para el resto de nuestra vida llamaremos R.
¡Vaya RUGIDO!
¿Alegría? ¿Ilusión? ¿Curiosidad? ¿Triunfo?
CACA. Nos hicimos caca. Metafóricamente hablando, casi. Y digo casi porque según creo, las metáforas, al igual que los pedos, no pesan..
No habíamos recorrido ni dos kilómetros desde el pueblo. Casi se veían las luces todavía (desde luego, mucho más que las de la moto). De repente, un rugido que hizo retumbar las bases de la ley del NHH. Es decir, paró el movimiento. La tierra paró en su rotación, esa que algunos dicen que hace alrededor del sol, Mi corazón se paró. La moto también.
Yo, mientras veía mi vida en un extraño caleidoscopio y pensaba ¿no debía verla en diapositivas?, miré a Ram y le dije: moto ok? Yes, yes. You ok? Yes, yes… Nos volvemos, majo? Yes, yes. Dijo, sin entender el idioma, pero sí mi cara. Y la suya, claro.
Un rugido paraliza el mundo. Un rugido destempla a un indestemplable profesor de yoga. Un rugido es suficiente para dejar de hacer el jilipollas.
Es decir, un rugido se pasa por las pelotas la ley del “no hay huevos”…
Al menos por ahora, porque parece que ya hay uno que puede dejarnos una moto más rápida…
Y un paraguas rosa.
* Ver “Tratado del NHH”. Editorial NISU. Alfredo Rey 2008
Rishikesh. Agosto 2008
domingo, 7 de noviembre de 2010
El pequeño Nicolás
Hola Nico,
Soy tu tío y te escribo desde la India, tu primera carta. Seguro que es la primera porque todavía no has nacido. Te la podrá leer tu madre, en un momento de esos en los que estáis los dos solitos, tranquilos. Y quizás, dentro de unos años, puedas leerla tú.
Lo primero que quiero decirte es que tienes mucha suerte por el lugar donde vas a nacer, no todos los niños la tienen. No sé quien ni dónde reparte los lugares, pero tú has sido muy afortunado y eso no debes olvidarlo nunca. Hasta en los peores momentos que pases, no olvides que debes estar agradecido, porque podrás elegir muchísimas de las cosas que pasarán en tu vida y tendrás multitud de ventajas que otros ni imaginan que existen.
No sé de donde vienes, probablemente tú tampoco lo recordarás, pero has aterrizado en este pequeño cuerpo que sólo debe preocuparse de crecer y de ser feliz. Lo primero irá sucediendo y a lo segundo intentaremos ayudarte.
Quiero contarte algo, ya desde tan pequeñito, para que crezcas sabiéndolo y nunca lo olvides.
Hay un antiguo dicho indio: “Esto también pasará”. Aparece en consultas de médicos, en cuentos, en historias… y quiero explicarte lo que significa.
A lo largo de tu vida pasarás por un montón de circunstancias. Buenas y malas, agradables y desagradables, tristes y felices… de todo tipo. Cada día, cada semana, irán sucediéndote cosas. Unas durarán mucho tiempo y otras apenas dará tiempo a que te des cuenta, unas se te harán larguísimas y otras estarás deseando que vuelvan a pasar… Pero recuerda siempre que “Esto también pasará”.
Todo pasa, nada permanece. Esto debes tenerlo claro cuando estés sufriendo, porque no hay un dolor sin fin. Pero también cuando te sientas muy bien, no te aferres a esa felicidad, porque también pasará. Intenta siempre ver las cosas sabiendo que son efímeras, que nunca son para siempre. De esta forma, con ese punto de vista (el del viejo dicho indio…), comprenderás la realidad. Entenderás que no debes depender de factores externos para recorrer tu camino, que estos simplemente te lo harán más o menos cómodo, pero sólo puntualmente.
Comprendiendo esto, que todo pasa y nada queda, podrás entender porqué el camino a recorrer es hacia dentro y no hacia fuera. Porque lo de dentro, tú, si eres para siempre, si eres eterno. Sólo tienes que descubrirte.
En el camino hacia fuera, por mucho que seas, que tengas, que domines, que mandes… sólo eres, sólo somos un puntito, dentro de otro puntito en mitad del universo.
Quiero que sepas algo más. Y es que siempre serás responsable de ti y eso es algo que debes aceptar. Muchas veces no podrás cambiar las circunstancias externas, que podrán ser incómodas o desagradables, pero siempre podrás decidir como interiorizarlas. Cuanto lleguen a afectarte dependerá de ti, si haces un mundo de una pelota o haces una pelota de un mundo. Pero siempre puedes recurrir al viejo dicho indio…
Eres muy pequeñito, tanto que todavía no haría falta escribirte esto. No porque no lo entiendas, sino porque todavía lo entiendes. Pero, yo te lo cuento, por si, como nos va sucediendo a todos, lo vas olvidando…
Recorre ese camino que ya conoces y no des importancia, o dale sólo la justa a todas esas cosas externas que siempre pasarán.
Y, además, quiero pedirte una cosa. Quiero que te fijes en un momento preciso, en ese momento en el que dejas de vivir en el presente. Desgraciadamente te pasará, porque a todos nos pasa. Pero quizás sirva de algo que te des cuenta.
Mientras somos bebés, mientras somos niños, sólo nos preocupa el ahora. De repente, empezamos a pensar en lo que pasará mañana, o a recordar cosas del ayer… Ahí empieza el juego de la mente y desaparece completamente el momento actual.
¿Coincide cuando decimos “ya es todo un hombrecito”?. Probablemente haberte convertido en un hombrecito significa haber cortado el último hilo que te unía con la realidad. Porque el momento presente es la única realidad, el pasado murió y el futuro no existe. A partir de ahí, hay que empezar a tejer de nuevo…
Nunca te conviertas en un hombrecito, Nico.
A mí a veces me verás mucho y a veces me verás poco, pero no te preocupes, eso también dará igual. Ya sabes que nuestra conexión, del corazón, no depende de eso.
Bienvenido a tu paso por aquí.
Risikesh. Agosto 2007
Soy tu tío y te escribo desde la India, tu primera carta. Seguro que es la primera porque todavía no has nacido. Te la podrá leer tu madre, en un momento de esos en los que estáis los dos solitos, tranquilos. Y quizás, dentro de unos años, puedas leerla tú.
Lo primero que quiero decirte es que tienes mucha suerte por el lugar donde vas a nacer, no todos los niños la tienen. No sé quien ni dónde reparte los lugares, pero tú has sido muy afortunado y eso no debes olvidarlo nunca. Hasta en los peores momentos que pases, no olvides que debes estar agradecido, porque podrás elegir muchísimas de las cosas que pasarán en tu vida y tendrás multitud de ventajas que otros ni imaginan que existen.
No sé de donde vienes, probablemente tú tampoco lo recordarás, pero has aterrizado en este pequeño cuerpo que sólo debe preocuparse de crecer y de ser feliz. Lo primero irá sucediendo y a lo segundo intentaremos ayudarte.
Quiero contarte algo, ya desde tan pequeñito, para que crezcas sabiéndolo y nunca lo olvides.
Hay un antiguo dicho indio: “Esto también pasará”. Aparece en consultas de médicos, en cuentos, en historias… y quiero explicarte lo que significa.
A lo largo de tu vida pasarás por un montón de circunstancias. Buenas y malas, agradables y desagradables, tristes y felices… de todo tipo. Cada día, cada semana, irán sucediéndote cosas. Unas durarán mucho tiempo y otras apenas dará tiempo a que te des cuenta, unas se te harán larguísimas y otras estarás deseando que vuelvan a pasar… Pero recuerda siempre que “Esto también pasará”.
Todo pasa, nada permanece. Esto debes tenerlo claro cuando estés sufriendo, porque no hay un dolor sin fin. Pero también cuando te sientas muy bien, no te aferres a esa felicidad, porque también pasará. Intenta siempre ver las cosas sabiendo que son efímeras, que nunca son para siempre. De esta forma, con ese punto de vista (el del viejo dicho indio…), comprenderás la realidad. Entenderás que no debes depender de factores externos para recorrer tu camino, que estos simplemente te lo harán más o menos cómodo, pero sólo puntualmente.
Comprendiendo esto, que todo pasa y nada queda, podrás entender porqué el camino a recorrer es hacia dentro y no hacia fuera. Porque lo de dentro, tú, si eres para siempre, si eres eterno. Sólo tienes que descubrirte.
En el camino hacia fuera, por mucho que seas, que tengas, que domines, que mandes… sólo eres, sólo somos un puntito, dentro de otro puntito en mitad del universo.
Quiero que sepas algo más. Y es que siempre serás responsable de ti y eso es algo que debes aceptar. Muchas veces no podrás cambiar las circunstancias externas, que podrán ser incómodas o desagradables, pero siempre podrás decidir como interiorizarlas. Cuanto lleguen a afectarte dependerá de ti, si haces un mundo de una pelota o haces una pelota de un mundo. Pero siempre puedes recurrir al viejo dicho indio…
Eres muy pequeñito, tanto que todavía no haría falta escribirte esto. No porque no lo entiendas, sino porque todavía lo entiendes. Pero, yo te lo cuento, por si, como nos va sucediendo a todos, lo vas olvidando…
Recorre ese camino que ya conoces y no des importancia, o dale sólo la justa a todas esas cosas externas que siempre pasarán.
Y, además, quiero pedirte una cosa. Quiero que te fijes en un momento preciso, en ese momento en el que dejas de vivir en el presente. Desgraciadamente te pasará, porque a todos nos pasa. Pero quizás sirva de algo que te des cuenta.
Mientras somos bebés, mientras somos niños, sólo nos preocupa el ahora. De repente, empezamos a pensar en lo que pasará mañana, o a recordar cosas del ayer… Ahí empieza el juego de la mente y desaparece completamente el momento actual.
¿Coincide cuando decimos “ya es todo un hombrecito”?. Probablemente haberte convertido en un hombrecito significa haber cortado el último hilo que te unía con la realidad. Porque el momento presente es la única realidad, el pasado murió y el futuro no existe. A partir de ahí, hay que empezar a tejer de nuevo…
Nunca te conviertas en un hombrecito, Nico.
A mí a veces me verás mucho y a veces me verás poco, pero no te preocupes, eso también dará igual. Ya sabes que nuestra conexión, del corazón, no depende de eso.
Bienvenido a tu paso por aquí.
Risikesh. Agosto 2007
jueves, 4 de noviembre de 2010
Diálogos con Pekepo II
Me dijo su nombre y ocupaba varias páginas, así que me permitió llamarle Pekepo. No conocía ningún otro Pequeño Poeta y no tenía ninguna pinta que alguno más viniera a hacerme compañía, así que no habría confusión posible. A cambio, eso sí, él me llamaría aprendiz…
Que a mi edad un pequeñazo me llamara aprendiz era difícil de soportar. Pero me explicó que para ser poeta, lo primero que debe ir disminuyendo es eso que nos acompaña desde pequeñitos y va creciendo con nosotros. Nuestro gran ego.
El ego del poeta no sólo es pensar o decir lo bueno que soy, lo bien que escribo. También es lo contrario, pensar lo mal que lo hago. En uno y otro caso me estoy dando mucha más importancia de la que realmente tengo, puesto que lo que escribo no son MIS poesías, puesto que la poesía no es de nadie. La poesía simplemente ES. Así que sólo hay que limitarse a escribir y dejar de darnos importancia. En ese momento, la poesía se presenta, así, de repente.
Me dijo que él era un Pequeño Poeta, pero que realmente todos los poetas lo son. En el momento que un poeta se cree grande, la poesía deja de existir. Así que, por muy importantes que sean los poemas que escriba, incluso aunque lleguen a ser universales, el poeta debe seguir sabiendo que es pequeño. Y sólo así llegará a alcanzar la verdadera grandeza.
En realidad la enseñanza del pequeñazo al aprendiz no era muy formal, no eran clases al uso. Sentados de noche en la terraza, mirando al cielo, me preguntaba:
- ¿Qué ves, aprendiz?
- Veo la luna en cuarto creciente, veo estrellas que, por momentos, son tapadas por nubes, veo…
- ¿Cuarto creciente? ¿Así llamas a la luna cuando te sonríe? Un poeta siente si la luna está triste o contenta al verla al anochecer. ¿Estrellas tapadas por nubes? ¿Acaso no ves que ellas te guiñan los ojos…? Empieza a mirar al cielo de otra forma, tanto de día como de noche. Él te cuenta cosas y tú sólo debes entenderlo. Las nubes te muestran mensajes que sólo debes pasar al papel para escribir poesía, ¿No es sencillo?
Muy sencillo, pensaba yo… A descifrar el “código nube”… ¿Y qué más?
- Serás poeta cuando transcribas los cantos de los pájaros, escribas los olores de las flores y los versos que te dictan las hojas de los árboles con su susurro en el bosque. Cuando al mirar un río te preguntes de donde huye todo ese agua. Cuando te maravilles de cómo el sol limpia amorosamente las lágrimas de los helechos. Cuando…
Yo, seguía pensando que me hablaba en otro idioma. Y en realidad lo hacía. Se dio cuenta de mi necesidad de traducción simultánea y me explicó, realmente, como cambiar la percepción sobre todo lo que me contaba de pájaros, nubes, estrellas… Me aclaró algo referente a la razón.
- Vosotros, los humanos, llamáis magia a todo aquello que la razón no puede explicar, es decir prácticamente a toda la realidad. Y todo aquello que vosotros consideráis magia o fantasía, es lo que yo llamo poesía. Eso es la poesía.
Es decir, tenía que dejar de utilizar la razón. Dejar de analizar todo con la mente cuando escribía y ver lo que sucedía. Entonces, me dijo, dejaría actuar al corazón, que es el que realmente sabe de poesía.
Es decir, la poesía se escribe con el corazón. Esa es la respuesta, ese es el secreto de los grandes pequeños poetas. Escriben con lo que casi nadie utiliza.
Aunque lo primero que me vino a la cabeza era que cómo iba a escribir alguien con el corazón, enseguida me di cuenta que esa era una pregunta de la mente. Mi mente que buscaba una explicación racional a todo. Y, justo en ese momento, noté que mi corazón sonreía.
¿No estaba tratando estos temas con un renacuajo de un palmo de altura? ¿Podía la mente explicar a Pekepo? ¿De dónde había salido? Él me dijo que yo lo había inventado… Con la mente puedo inventar un personaje, por muy extraño que sea. Pero ¿cómo hacerlo vivir?
Sólo usando el corazón.
Entonces, aprendiz, y sólo entonces, no sólo escribirás poesía, pero todo lo que escribas será poesía.
Rishikesh. Agosto 2008
Que a mi edad un pequeñazo me llamara aprendiz era difícil de soportar. Pero me explicó que para ser poeta, lo primero que debe ir disminuyendo es eso que nos acompaña desde pequeñitos y va creciendo con nosotros. Nuestro gran ego.
El ego del poeta no sólo es pensar o decir lo bueno que soy, lo bien que escribo. También es lo contrario, pensar lo mal que lo hago. En uno y otro caso me estoy dando mucha más importancia de la que realmente tengo, puesto que lo que escribo no son MIS poesías, puesto que la poesía no es de nadie. La poesía simplemente ES. Así que sólo hay que limitarse a escribir y dejar de darnos importancia. En ese momento, la poesía se presenta, así, de repente.
Me dijo que él era un Pequeño Poeta, pero que realmente todos los poetas lo son. En el momento que un poeta se cree grande, la poesía deja de existir. Así que, por muy importantes que sean los poemas que escriba, incluso aunque lleguen a ser universales, el poeta debe seguir sabiendo que es pequeño. Y sólo así llegará a alcanzar la verdadera grandeza.
En realidad la enseñanza del pequeñazo al aprendiz no era muy formal, no eran clases al uso. Sentados de noche en la terraza, mirando al cielo, me preguntaba:
- ¿Qué ves, aprendiz?
- Veo la luna en cuarto creciente, veo estrellas que, por momentos, son tapadas por nubes, veo…
- ¿Cuarto creciente? ¿Así llamas a la luna cuando te sonríe? Un poeta siente si la luna está triste o contenta al verla al anochecer. ¿Estrellas tapadas por nubes? ¿Acaso no ves que ellas te guiñan los ojos…? Empieza a mirar al cielo de otra forma, tanto de día como de noche. Él te cuenta cosas y tú sólo debes entenderlo. Las nubes te muestran mensajes que sólo debes pasar al papel para escribir poesía, ¿No es sencillo?
Muy sencillo, pensaba yo… A descifrar el “código nube”… ¿Y qué más?
- Serás poeta cuando transcribas los cantos de los pájaros, escribas los olores de las flores y los versos que te dictan las hojas de los árboles con su susurro en el bosque. Cuando al mirar un río te preguntes de donde huye todo ese agua. Cuando te maravilles de cómo el sol limpia amorosamente las lágrimas de los helechos. Cuando…
Yo, seguía pensando que me hablaba en otro idioma. Y en realidad lo hacía. Se dio cuenta de mi necesidad de traducción simultánea y me explicó, realmente, como cambiar la percepción sobre todo lo que me contaba de pájaros, nubes, estrellas… Me aclaró algo referente a la razón.
- Vosotros, los humanos, llamáis magia a todo aquello que la razón no puede explicar, es decir prácticamente a toda la realidad. Y todo aquello que vosotros consideráis magia o fantasía, es lo que yo llamo poesía. Eso es la poesía.
Es decir, tenía que dejar de utilizar la razón. Dejar de analizar todo con la mente cuando escribía y ver lo que sucedía. Entonces, me dijo, dejaría actuar al corazón, que es el que realmente sabe de poesía.
Es decir, la poesía se escribe con el corazón. Esa es la respuesta, ese es el secreto de los grandes pequeños poetas. Escriben con lo que casi nadie utiliza.
Aunque lo primero que me vino a la cabeza era que cómo iba a escribir alguien con el corazón, enseguida me di cuenta que esa era una pregunta de la mente. Mi mente que buscaba una explicación racional a todo. Y, justo en ese momento, noté que mi corazón sonreía.
¿No estaba tratando estos temas con un renacuajo de un palmo de altura? ¿Podía la mente explicar a Pekepo? ¿De dónde había salido? Él me dijo que yo lo había inventado… Con la mente puedo inventar un personaje, por muy extraño que sea. Pero ¿cómo hacerlo vivir?
Sólo usando el corazón.
Entonces, aprendiz, y sólo entonces, no sólo escribirás poesía, pero todo lo que escribas será poesía.
Rishikesh. Agosto 2008
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