Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



miércoles, 24 de noviembre de 2010

Om sweet Om (Planeta India)

Pues ya estoy aquí de nuevo…

Tuve que buscar nuevo alojamiento, pues en mi casa de siempre, se celebra la boda de la hija y está completa durante bastantes días. Porque las bodas indias son largas y de ¿mucha gente?, no, unos seiscientos invitados…

Esto de encontrar donde vivir tiene un lado (del dodecágono) divertido… Probé primero en un hotel donde me dieron a elegir entre sábanas new o sábanas clean. Opté por las clean aunque tuvieran agujeros y también opté por mudarme. A unos amigos, al pedir que se las cambiaran, les preguntaron do you want fresh? y como sí que want fresh, los muy pijos tuvieron que esperar cuatro días… Eso sí, un par de noches si que pasé entre sábanas go you to know.

De ahí me mudé, en lo que pensé que sólo sería una nueva escala, al Hari Om Hotel, que cuesta casi 7 € y te dan sábanas sin hablarte de ellas.

El Hari Om Hotel lo veía construir hace unos meses desde el otro lado del río y, viendo como ponían piso sobre piso en los andamios iniciales pensados para una sola planta, pensé “yo no me metería ahí ni de coña”… Y aquí estoy, en el piso más alto. En fin, si llego a colgar esta historia en el blog, es que, por ahora, todo va bien. O que se cayó el edificio sin pillarme a mí ni al ordenador.

Manish es el jefe y Shuvam el “chico para todo”. Estos “chicos para todo” que hay en todos los hoteles indios, son idénticos, creo que se sólo diferencian en el nombre. En realidad yo creo que están para que los jefes tengan a quien chillar, porque su aporte al bien común es absolutamente nulo. Tienen la habilidad para el escaqueo más espectacular que he visto jamás. Si limpian la habitación, tienes que limpiarla tú el doble porque esparcen la porquería como las servilletas de los bares de Madrid; si les pides algo, justo en ese momento, o día, o mes o año, no puede ser, porque tienen mucho lío (o mucha plancha, o un pollo en el horno…); siempre están por ahí, en medio, menos cuando los necesitas, entonces desaparecen, creo que han desarrollado el don de la invisibilidad o que tienen la capa de Harry Potter (aquí todo es posible, quizás Harry Potter trabajó en un hotel indio antes de hacerse famoso). En fin, Shuvam cumple todos estos requisitos con notable alto, aunque en este caso es de gran utilidad, por supuesto sin saberlo o hasta de aquí se escaquearía, porque ha participado como invitado en esta historia.

El primer día en el Hari Om parecía que todo iba bien pero, eso, en el Planeta India, suele ser como cuando en la selva de Tarzán todos los animales enmudecen, algún grave peligro acecha… Al irse el sol, mientras leía tumbado en la cama, noto como los dedos de los pies se me empiezan a criogenizar y se escucha de fondo un viento huracanado... En realidad, no había mucho misterio, el baño tenía un agujero a la calle de más de medio metro, el cual, en mi hábil chequeo de la habitación, había pasado por alto.

Ventilation, me dijo Manish… Ya, ya, contesté yo.

Tras cuatro intentos infructuosos de quedar, vamos, tras cuatro plantones de puta madre que me dio, por fin ahí estábamos Manish y yo, a las 11 de la noche (que aquí es muy tarde), tapando el agujerito con un plástico duro. Él subido en el respaldo de una silla, agarrándose con los deditos de los pies, yo sentado en la misma de contrapeso y pasándole herramientas, mucho más preocupado porque su blacandequer no se les resbalara, por cuarta vez, y me abriera el tercer ojo, que de que él no se matara (ya que aquí, al lado del Ganges, no es tan grave, pues se libra del ciclo de las reencarnaciones).
El cable de la herramienta también era pa verlo. Medía, eso sí, unos 3 km., podía hacer agujeros en la otra orilla del río, pero tenía más remiendos que trozos de cable original. Así que al acojone del descalabre, se unía el de que aquella silla donde me sentaba se convirtiera en la silla de Sing Sing y que el tapar el agujero, hubiera sido mi último deseo y no la típica megacena de las pelis.

Todo fue bien, si la estética no es importante claro. Un nuevo parche para un nuevo hotel. El concepto de belleza que tienen los indios o algunos de ellos al menos, entra dentro de lo que llamaríamos nosotros “Arte moderno”, creo. Vamos que nuestra obra podía exponerse en el MOMA de Nueva York, pero que como pared de baño era una mierda (a la inversa de muchas obras modernas, que como pared de baño quizás queden bien).

Al acabar la ñapa, ¿tienes una escobita Manish? Su respuesta: échale agua y que se vaya todo por el desagüe… Yo miro los restos, con cachos de pared, trozos de plástico, polvo de ladrillo, media broca… y le digo: ok, ok. ¿Qué coño le voy a decir a un tío que me dice que tire todo eso por el sumidero…? Luego, curiosamente, en muchos sitios pone que no se tire el papel higiénico, porque el sistema de cañerías indios es estrecho y no está preparado… Quizás mejor deberían poner “No tirar escombros por el vater”

Pero el objetivo estaba cumplido, al menos de momento, y dejó de entrar el Katrina cada noche en mi habitación. Otro día ya abordaremos el asunto de la cisterna que inunda el baño entero cada vez que se usa. Manish me dijo today don´t use, y yo, con el sueño que tenía, pensé que ya me preocuparía si me daba el apretón.

El hotel lleva un mes abierto. En mi habitación están las caras de Belmes pero con barba (es espectacular la evolución del moho si se le deja manga ancha), las puertas no abren ni cierran bien (una creo que la he cerrado para siempre), la mesa es fabricada a cachos (la Frankesteinmesa), la cama he preferido no mirarla todavía (sólo he dormido en ella cuatro noches), si cierras el armario luego tienes que tirar la ropa del pestazo que queda, asoman cables por dentro de la habitación y hierros por fuera… Pero bueno, como es invierno no se ven excesivos bichos y además evito la tentación de segarme la cabeza con el ventilador. Eso sí, dicen que va a ser de los más fríos de los últimos tiempos, así que a ver si encuentro el libro “Instrucciones para construir un iglú indoor”.

Resumiendo mi primera semana por aquí: No se a donde, pero se va la luz habitualmente. Las motos siguen volando bajo, pensando que con tocar la bocina tú te desvaneces. Las vacas sagradas se llevan ostias sagadas como panes si se comen lo que no deben. Los monos te quitan lo que pueden, de la mano o de la habitación (pues cierra bien, coño). Y los dioses, millones, continúan por todas partes, vigilando que no te abran la cabeza con una blacandequer.


Risikesh. Noviembre 2010

3 comentarios:

  1. La ultima (y primera) vez que te vi, estabas de vacaciones (bueno, trabajando) en Hawai en hoteles de super lujo; hoy, con peleando junto a Manish en una habitación de un hotel de pocas estrellas.
    Me he perdido casi todo el partido. Qué haces por esos derroteros?

    Me rio mucho con tus historias...

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  2. Nunca se sabe donde va a acabar uno... Espero que tú sigas en esos hoteles

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