Ahora estoy sentado en la terracita de mi habitación, justo encima del Ganges, viendo pescar a los cormoranes y como lo intenta un águila pescadora. El frío se va marchando y, aunque todo el mundo deseaba hace un mes que lo hiciera, ahora preferimos que aguante un poco con nosotros, ya que lo que viene detrás es mucho peor. Empezará el calor que en pocos días se hará sofocante, será el momento de hacer las maletas de nuevo y regresar a casa, a la otra casa.
Mi día comienza a eso de las 6 y media porque todavía hace fresco para madrugar más y, después de una ducha y un desayuno, me siento a meditar (o a intentarlo). Desde las 8 hasta la 1, más o menos. La meditación es al aire libre y se hace con mantas por encima (y forro y gorro y guantes…). A la 1 tocan la campana en el ashram y es la hora de comer. Pasamos todos al comedor, este si que cerrado, y comemos sentados en el suelo, con la mano. La comida, salvo algún día especial, siempre es la misma, verduras, lentejas, arroz y unos panes indios sin levadura que se llaman chapatis. Se mezcla todo con el arroz, haciendo bolas, si no comer con la mano sería imposible. A la vez, al aire libre, se da de comer a un montón de sadhus y mendigos. Esto se hace en las tres comidas del día y es un espectáculo ver los personajes que vienen. Los hay con tridentes, collares, escudillas de distintos tipos, las ropas de diferentes colores, jóvenes y viejos… Una vez, mientras lavaba mi plato, un hombre al lado lavaba su bolsa de plástico… Un continuo aprendizaje.
Luego, un rato de descanso para la tertulia, la lectura, un baño en el río, escribir para el blog, etc. hasta las 4,30 h que empieza el yoga en otro ashram. El yoga que hago es Hatha (el yoga físico), con pranayama (ejercicios de respiración) y relajación. A las 6 y media, de nuevo a meditar hasta las 9. La cena la evito en el ashram porque el picante con una vez al día es más que suficiente. Y a dormir prontito que mañana se empieza de nuevo.
Evidentemente, el culo se te queda totalmente plano, porque entre meditaciones, las comidas y el yoga, se pasa pegado al suelo unas 8 ó 9 horas diarias. Las piernas se rebelan y no quieren andar, en la espalda identificas cada vértebra por lo que te duele… en fin, que para el espíritu va todo esto muy bien, pero el cuerpo queda bastante machacado.
Mi casa no es tal, es una habitación de unos 12 m2 en la que habitualmente vivimos dos personas. Con un calentador como único lujo y, casi siempre, agua caliente. La ropa que uso es comprada en la India muy barata, que se lava y se vuelve a usar una y mil veces. Eso sí, complementada con un forro polar español. De calzado, chancletas o zuecos, porque te los quitas mil veces al día. Si hace frío, unas u otros con calcetines. Y mantas, claro.
Y así pasa un día y una semana y un mes y otro… Aquí el tiempo transcurre de manera diferente, realmente no sé si más rápido o más lento. Se viven los días más intensamente. Aunque la vida es más rutinaria que la que llevo en España, cualquier cosa puede pasar. Una conversación, un encuentro, una intuición… y cambias cualquier plan que hubieras hecho previamente. Así que no se hacen planes y ya está. El tiempo ha pasado volando, ahora que termina la temporada y, por otra parte, parece que pasé años aquí…
Al regresar a España siempre tengo la sensación de necesitar vacaciones, en el sentido de descanso (sobre todo para el culo y la espalda…), de poder elegir lo que comer entre una amplia gama de opciones, de pasear por un campo limpio, de que no me piten todas las motos del mundo, de que no haya gente en todos lados… Así que también es agradable regresar.
Pero, la verdad, es que aquí se aprende mucho. De uno mismo, con la meditación sobre la que quizás me extienda otro día, pero también de la poca necesidad real de cosas materiales. Lo que en occidente te parece una chorrada aquí te parece un lujazo que valoras y disfrutas. Te adaptas a todo perfectamente y no echas de menos nada. Vives cada día, cada momento con lo que este trae y ya está. Aprendes que muchas, casi todas, las complicaciones son creadas por nosotros mismos. Que en realidad todo es mucho más fácil.
Una vida sencilla, una sencilla historia.
Risikesh. Febrero 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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Desde que me contaron que pasabas largas temporadas en la India, siempre me preguntaba qué harías allí, y ahora me ha quedado claro. Al principio me parecía una locura, pero leyéndote me he dado cuenta de que no se puede estar más cuerdo.
ResponderEliminarGracias por acercarme con tus historias al lugar que nunca visitaré.
Hola, no puedo estar más de acuerdo contigo en que pocas complicaciones, si es que hay alguna, no sean creadas por nosotros mismos.
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