Pues ya he vuelto a volver… Para llegar, 26 horas justas, repartidas entre coches, aviones y paseos por el duty free. Esta vez vine vía Dubai (ponlo en el mapa…). Me ahorré el que me sodomizaran en Londres con un detector intracolónico de nueva generación. Así que, por el mismo precio, no tuve que pagar con mi cuerpo. Lo bueno de viajar tan seguido es que recoges el jet lag a mitad de camino, ahora tengo sueño pero no sé si es sueño español o indio, así que cuando duermo no sé con qué soñar.
Por aquí me preguntan que donde he estado estos días y cuando digo que en España, me miran como si fuera jilipollas (yo, no el que me mira). Así que es mejor decir que he tenido malaria, tifus o cualquier otra porquería, que la gente lo entiende más y cree que tu enfermedad tiene cura. Porque la de ir y venir continuamente, parece que no la tiene.
Lo más entretenido, como siempre, fue el tramo en coche entre Delhi y Risikesh. Unas siete horitas y media en las que te juegas la vida cada diez minutos.
En la India se utilizan mucho los mantras para la meditación. Hay uno que suelo utilizar en estos viajes, porque aunque quiera evitarlo viene continuamente a mi cabeza (esta es la magia de los mantras). El mío de estas ocasiones concretamente es: “Pocas hostias hay…” No sé si es con h o sin h, pero es que como lo traduzco directamente del sanscrito, me pierdo. Pocas hostias hay. Con la cantidad de “uyuyuyuyuys” por minuto que se producen, parece mentira que haya alguien vivo en todo el país, tanto ser humano como ser animal.
Los coches no tienen retrovisores, claro, porque se apura cada resquicio espectacularmente. No solo en los atascos, donde no se puede dejar medio metro entre vehículos porque siempre cabe otro, también en marcha, independientemente de la velocidad que todos lleven.
Yo suelo pedir como transporte un Ambassador, un viejo coche inglés que antes era el más numeroso en la India. Ahora la mayoría lo ha sustituido por coches pequeños japoneses. Mi elección es debida no sólo a la distinción que evidentemente me caracteriza, sino a su posicionamiento en la Escala Vital Carrereril. Esta escala, a partir de ahora EVC, cuyo peldaño inferior es la gallina, tiene un montón de posiciones intermedias. Los camiones cargados se disputan la posición de privilegio con los autobuses también cargados, por lo que yo recomiendo utilizarlos, ambos, lo menos posible. Hay quienes, como peatones y bicicletas, reconocen su situación, por lo que se apartan siempre que se dan cuenta. Las gallinas tienen más cerebro que las bicicletas, pero no suelen ir acompañadas, por lo que, si se salvan, es por instinto, no por reconocimiento de su lugar en el escalafón. Los gatos están más arriba, porque el instinto felino prevalece sobre el instinto gallino. Los perros se salvan más, porque de instinto creo que no andan mejor que los gatos, pero abollan más los coches… Y así podría seguir eternamente, pero me lo evito a mi mismo y a vosotros.
El problema viene en las posiciones “quiero y no puedo”, que es donde se producen los duelos. Claro que sólo es un problema si vas dentro de uno de los contendientes, por lo que siempre intento evitarlo. El Ambassador se haya discretamente colocado por encima de la mayoría de los turismos, creo que por tamaño y quizás también por algo de respeto a su señorío, y por debajo de los grandes todoterrenos, jóvenes ambiciosos que no respetan nada… En esa situación no es del todo incómodo desplazarse, pero el mantra sigo recitándolo todo el rato.
Estos viajes permiten seguir aprendiendo. Por ejemplo, si hay algo característico de la India, que creo que no debe encontrarse en otro planeta, es la situación que se produce en los pasos a nivel. Cuando uno se cierra porque va a pasar un tren, lo primero que sucede es que las motos siguen pasando por debajo (y motos cargadas con 4 y hasta 5 personas más perro)) en complicadas posiciones y apurando al límite. Luego los coches, buses, rickshaws, motos que llegaron tarde, el carrito de la fruta, la carreta con los bueyes, etc. se colocan a lo largo de toda la barrera, por supuesto ocupando ambos carriles. Cuando se abre el paso, el pollo es espectacular porque hay dos ejércitos enfrentados y pitando a tope. Siempre imagino verlo desde arriba, pensando que la mejor solución es echar alquitrán y volver a empezar… Al final, lleva su tiempo, pero todo se desmadeja y cada uno sigue por su lugar (recordemos, lo del lugar es algo relativo y tiene que ver tanto con el espacio disponible como con la posición dentro de la EVC). Evidentemente, en la siguiente barrera cerrada vuelve a pasar exactamente lo mismo. Yo he llegado a pensar que lo hacen de cachondeo…
Por aquí cerca acaba de autoincluirse en la EVC un elefante y parece que pugna por el primer puesto porque se ha cargado ya a tres personas, así que cortan la carretera por las noches. Curiosamente es cerquita de las historias de “A Tigres y en Chancletas”, así que espero que no me llegue un tremendo e ineludible “No Hay Huevos” para ir a ver elefantes asesinos…
Risikesh. Febrero 2011.
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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Yo he empezado a pensar que lo de tanto ir y volver es porque a Salo se le acaba el ibérico y te pide otro paquete. :)
ResponderEliminarMás, danos más historias :)
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