Imaginemos un vaso lleno de agua y con un poco de arena en el fondo. Si movemos el vaso, la arena prácticamente no se mueve, aunque el agua lo hace violentamente. Si vamos, poco a poco, añadiendo arena, le vamos robando espacio al agua. Cuanta más arena echemos, menos turbulencia podemos causar en el interior del vaso, aunque lo continuemos moviendo. Cada vez podremos influir en una menor parte de él, porque sólo la parte del agua es sensible a las perturbaciones. Llegará un momento en que el vaso estará completamente lleno de arena y ya no quedará agua. Esa arena mojada solidificará en arcilla y permanecerá inmutable. Sólo ha podido suceder, cuando ya no queda ni gota de agua, entonces puede secar la arena y convertirse en un sólido bloque.
Si el vaso somos nosotros, el agua serían todas aquellas cosas que nos rodean, que nos parecen importantes, y que continuamente nos mantienen en tensión (positiva o negativa). La arena es el conocimiento que se obtiene siguiendo el camino interior. Avanzando en este camino, se va dejando menos espacio a la preocupación por las cosas cotidianas. La arena, lo sólido, va ganando terreno y afianzando el vaso, afianzándonos a nosotros.
Si continuamos reduciendo el espacio que dejamos para las preocupaciones (para el agua…), este se hará tan pequeño que, suceda lo que suceda, nos inquietará muy poco. Y cuando ya no quede ni un poquito de líquido, ya nada podrá afectarnos. Y me refiero, incluso, a la enfermedad, a la muerte… absolutamente a todo.
Esto no significa que seguir este camino deba suponer una ruptura con el mundo que nos rodea, significa, simplemente, verlo de otra forma, desde otro prisma. Desde la absoluta tranquilidad.
El camino interior… aquel en el que vamos poniendo arena, poco a poco o a paladas, en nuestro vaso, de tal forma que cada vez menos cosas podrán llegar a influirnos.
Quizás eso sea la iluminación, completar un vaso de arcilla…
Risikesh. Julio 2005
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Gracias Alfredo, me ha gustado mucho y ya he recogido una buena porción de arena con la que drenar, en la medida de lo posible, mi actual excedente acuífero.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Que hago con los peces de mi agua?
ResponderEliminar