Realmente no creo que exista algo que podamos llamar “el mundo”. Creo que existen tantos mundos como personas. Que no existe el mundo real, que sólo existen mundos inventados. Y que cada uno de nosotros, consciente o inconscientemente, ha inventado el suyo y vive en él. Unos cómodamente y otros sintiéndose mal, incluso fatal.
Este mundo inventado empezó a crearse antes de que naciéramos y de esa parte, evidentemente, no somos responsables. De nuestros padres, del lugar donde nacimos, donde nos criamos, de nuestras experiencias de niños… todo sucedía sin nuestro consentimiento y empezaba a modelar ese lugar en el que ahora nos encontramos instalados. Luego, al crecer, han seguido sucediendo cosas, dentro y fuera de nosotros, que han continuado y continúan modificándolo. Ahora ya de muchas de estas cosas sí que somos responsables y, aunque de algunas otras no, siempre lo somos de lo que hagamos con todo lo que nos sucede.
Un mundo de creencias, algunas limitantes y otras que me sostienen, de emociones de todo tipo, de pensamientos cambiantes, de prejuicios y de juicios… Un mundo que considero real, pero que es completamente diferente al de otra persona que vive a mi lado y que creo, desde mi mundo, que ve y experimenta lo mismo que yo. Un mundo que, mañana, cuando una de esas grandes creencias se caiga o varíe mi emoción, también será completamente distinto al de hoy.
Por lo tanto un mundo irreal, modificable, transformable, que podría, al menos intentar, diseñar a mi favor en lugar de en mi contra. Porque si soy capaz de crearme un mundo horrible, de desolación o de tristeza, de rodearme de una muralla o hundirme en un pozo, también soy capaz de inventar un mundo donde la muralla no exista o, al menos, no esté a mi alrededor. O un mundo en el que yo sea el que decide lo que hacer con mi vida, o donde el amor prevalezca sobre el resto de cosas, independientemente de los mundos de los otros que son eso, mundos de otros, otros mundos...
Tengo que ser consciente de mi absoluta responsabilidad en la creación de mi mundo. Tengo que darme cuenta de que tengo un grandísimo poder y que sólo yo puedo disponer de él. Tengo que reconocerlo y utilizarlo. Y, a partir de aquí, ocurre la magia y todo se transforma. Magia en cuanto a irracional, magia en cuanto a que puede ocurrir en un brevísimo tiempo. Magia, al fin y al cabo, porque soy capaz de inventarme un mundo y vivir en él.
En realidad, es lo que he hecho hasta ahora, pero al no darme cuenta, no he participado conscientemente en el diseño.
Y cuando cambio mi mundo, cambian todos los mundos, porque todos están relacionados entre sí. Porque hasta lo que parece imposible que se modifique, hasta las cosas que considero, desde mi mundo, más horribles, sólo con mirarlas de otra forma, sólo con sentirlas de otra forma, ya son diferentes.
Porque pese a no existir, pese a ser inventados, mejor estar viviendo un sueño maravilloso que una espantosa pesadilla.
En la India se dice, y seguro que muchos estáis de acuerdo, que lo que pasa en el exterior es un fiel reflejo de lo que pasa en nuestro interior. Por eso creo que el trabajo para que cambien las cosas es un trabajo más hacia dentro que hacia fuera. La única posibilidad de cambiar lo que habitualmente llamamos “el mundo”, es cambiarnos nosotros mismos.
Y también tenemos la posibilidad de asomarnos al lugar donde no existen los mundos inventados. Sólo tenemos que meditar.
San Agustín del Guadalix. Mayo 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Cuanto nos quejamos de nuestro mundo y, sin embargo, cuanta responsabilidad tuvimos en crearlo.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog.
Es genial.
Namasté
José Luis