Ayer paseaba por el campo y cuando empecé a ver cagadas de vaca me dio una morriña… Es cierto que estas eran mucho más lustrosas que las indias, al igual que sus propietarias (mejor, expropietarias, ahora pertenecen al universo y, en mayor medida, al que las pise). En la India suelen estar mucho más desparramadas con la ayuda de bicis, chancletas, motos, etc. Además como la alimentación es algo diferente, el producto final también lo es. Las vacas indias que habitan en las ciudades no saben lo que es la hierba, creo que si la vieran quizás les daría asco tan limpita. Ellas comen de todo lo que no se mueve (porque se escapa) y puedes ver como arrancan los carteles recién pegados a las paredes y los tragan sin hacer distinciones entre políticos o publicitarios.
Bueno, que he decidido que vuelvo a cambar de planeta y lo he hecho contemplando una mierda. No es poético, no es espiritual, no es bonito, es… una mierda. Pero que le vamos a hacer, así surgen las cosas y las siguientes historias volverán a ser desde allí.
Tengo que reconocerlo, estoy completamente enamorado de la India. Quizás los habituales seguidores de Planeta India (los tres) tengan dudas al respecto, por todo lo que escribo, pero es precisamente por todo eso.
Vaaaaaale, también hay más cosas que seguiré contando.
¡Namaste!
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
sábado, 29 de enero de 2011
lunes, 24 de enero de 2011
Cambio de Planeta
Después de un cómodo viaje que incluyó 8 horas de taxi y 12 de avión divididas en dos vuelos con espera intermedia e interminable en Londres por las nieblas europeas, cambié de planeta. Atrás quedó el Planeta India.
Fui y vine por Londres por la vulgaridad esa del dinero del billete, pero es el aeropuerto más antipático del mundo. Coges trenes, autobuses, andas kilómetros… Yo creo que lo que sobra es el avión, porque si todo eso lo pusieran en línea recta, llegabas a casa. Y luego están los controles, es más cómodo que te detengan por terrorista que pasar todos los controles de seguridad que hay aquí. La gente se resigna en la cola de tal manera que 100 metros antes ya ves a algunos andando en calcetines. También hay quien, por no tirarlo, es capaz de beberse 3 litros de Coca Cola o echarse un bote entero de colonia.
¿Puede sacar el ordenador de la mochila? ¿puede ponerlo en una bandeja aparte? ¿puede sacarlo de la funda? ¿puede abrirlo? ¿puede retirar el protector?. Joder, ¿tú no tienes manos? Si te gusta tanto el ordenador, te compras uno (Torrente dixit).
En Delhi también pasé un rato entretenido entre policias. Llegó un tío con un regalo envuelto para su pequeña sobrina que vive en Wisconsin (esto es una licencia mía, realmente no sé para quien era) y se lo hicieron desempaquetar. Era una muñeca de las que andan y hablan. Le hicieron poner las pilas y, mientras unos cuantos, tanto de paisano como de uniforme nos descojonábamos, un poli serio perseguía a la muñeca por la mesa con un detector de metales, mientras esta chillaba en no se que idioma…
El aeropuerto de Delhi lo han remodelado ya al menos 4 veces desde que empecé a ir a la India. De los rickshaws en la puerta peleando por clientes se ha pasado a uno megamoderno que no se puede distinguir de cualquier otro del mundo. Se ha perdido el encanto, pero supongo que para que a mí me encante no van a dejar de hacer. Ahora te puedes comprar las mismas cosas de marca que en cualquier otro Duty free y con las mismas ventajas que en los otros, es decir al doble de precio que en la calle.
En fin, que ya estoy aquí. Llegué a casa a las 2 de la mañana, abrí la puerta esperando encontrar el calor del hogar y… estaba fuera. El calor del hogar, me refiero. Hacía más frío dentro de mi casa que fuera donde sólo había cuatro bajo cero. Pensé ¿me meto en la cama directamente o me quito la mochila?.
Ahora ya han pasado unos días y estoy empezando a acostumbrarme al cambio de planeta. Es cuioso ir andando por la calle y poder ir en línea recta. Para el que no entienda lo que digo, que se lea la historia anterior. Joder, que limpio está todo.
Siempre he pensado que el principal peligro de ir mucho a la India es morir atropellado, nunca recuerdo a que lado de la calle tengo que mirar para cruzar. Es por que allí van al revés lo coches ¿o es aquí?. ¿Lo veis? No me acuerdo. Ah, y al revés me refiero en carriles distintos, no marcha atrás, ni con las ruedas para arriba. Es que sé que hay gente que utiliza el blog como guía de viajes y no quiero confundir.
Bueno, ya seguiré escribiendo de las diferencias entre planetas, si es que encuentro alguna más.
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Fui y vine por Londres por la vulgaridad esa del dinero del billete, pero es el aeropuerto más antipático del mundo. Coges trenes, autobuses, andas kilómetros… Yo creo que lo que sobra es el avión, porque si todo eso lo pusieran en línea recta, llegabas a casa. Y luego están los controles, es más cómodo que te detengan por terrorista que pasar todos los controles de seguridad que hay aquí. La gente se resigna en la cola de tal manera que 100 metros antes ya ves a algunos andando en calcetines. También hay quien, por no tirarlo, es capaz de beberse 3 litros de Coca Cola o echarse un bote entero de colonia.
¿Puede sacar el ordenador de la mochila? ¿puede ponerlo en una bandeja aparte? ¿puede sacarlo de la funda? ¿puede abrirlo? ¿puede retirar el protector?. Joder, ¿tú no tienes manos? Si te gusta tanto el ordenador, te compras uno (Torrente dixit).
En Delhi también pasé un rato entretenido entre policias. Llegó un tío con un regalo envuelto para su pequeña sobrina que vive en Wisconsin (esto es una licencia mía, realmente no sé para quien era) y se lo hicieron desempaquetar. Era una muñeca de las que andan y hablan. Le hicieron poner las pilas y, mientras unos cuantos, tanto de paisano como de uniforme nos descojonábamos, un poli serio perseguía a la muñeca por la mesa con un detector de metales, mientras esta chillaba en no se que idioma…
El aeropuerto de Delhi lo han remodelado ya al menos 4 veces desde que empecé a ir a la India. De los rickshaws en la puerta peleando por clientes se ha pasado a uno megamoderno que no se puede distinguir de cualquier otro del mundo. Se ha perdido el encanto, pero supongo que para que a mí me encante no van a dejar de hacer. Ahora te puedes comprar las mismas cosas de marca que en cualquier otro Duty free y con las mismas ventajas que en los otros, es decir al doble de precio que en la calle.
En fin, que ya estoy aquí. Llegué a casa a las 2 de la mañana, abrí la puerta esperando encontrar el calor del hogar y… estaba fuera. El calor del hogar, me refiero. Hacía más frío dentro de mi casa que fuera donde sólo había cuatro bajo cero. Pensé ¿me meto en la cama directamente o me quito la mochila?.
Ahora ya han pasado unos días y estoy empezando a acostumbrarme al cambio de planeta. Es cuioso ir andando por la calle y poder ir en línea recta. Para el que no entienda lo que digo, que se lea la historia anterior. Joder, que limpio está todo.
Siempre he pensado que el principal peligro de ir mucho a la India es morir atropellado, nunca recuerdo a que lado de la calle tengo que mirar para cruzar. Es por que allí van al revés lo coches ¿o es aquí?. ¿Lo veis? No me acuerdo. Ah, y al revés me refiero en carriles distintos, no marcha atrás, ni con las ruedas para arriba. Es que sé que hay gente que utiliza el blog como guía de viajes y no quiero confundir.
Bueno, ya seguiré escribiendo de las diferencias entre planetas, si es que encuentro alguna más.
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
sábado, 15 de enero de 2011
Una asquerosa historia (Planeta India)
Sí, has leído bien, no todas las historias van a ser bellas y poéticas, esta es asquerosa. Y lo es porque trata de cosas asquerosas. Porque, aunque os parezca mentira, en el Planeta India también hay cosas que dan asco… Os contaré algunas de ellas.
En este planeta, cuando vas a un restaurante hay dos cosas que jamás debes hacer. La primera es, por muy lujoso que sea el restaurante, nunca vayas a la cocina. Es posible que no vuelvas a comer, no ahí, tampoco en tu casa. De la cocina habitualmente, y dios sabe como, sale suculenta comida. Entonces ¿para qué estropearte el banquete? Come y ya está, no entres en el lado oscuro. Creerás que los secuaces de Darth Vader, con sartenes, te han atrapado, pero sólo es que te quedaste pegado... Entonces, noooooo, no mires al suelo, salvo que estudiaras entomología y quieras refrescar conocimientos. Sólo sonríe a los cocineros y huye de allí. Hazlo sin mirar las decenas de cacerolas cuya centenaria sustancia adereza cada plato. Y no estreches su mano, no quieras verla.
Y la segunda es que por muy necesitado que estés, ni te acerques al baño. Háztelo encima, me agradecerás el consejo. Un baño de restaurante indio es, probablemente, de las cosas más asquerosas que han sido creadas por dios. Y digo por dios porque es imposible que el ser humano alcance tamaña perfección en la asquerosidad. No entraré en detalles en cuanto a la visión que puede y suele apreciarse, creo que vuestra imaginación os llevará cerca, nunca a la realidad. Pero a eso que habéis pensado, ponedle colores… Cuando entras, siempre empiezas a llorar y no es de pena, ni siquiera de asco. Es por el aroma a orina milenaria, muy, muy reconcentrada. Como trocear quinientas cebollas a la vez… A mis amigos novatos siempre les digo, entrad rápido que acaban de desinfectar… Porque es como bañarte en amoniaco. Yo creo que los baños los instalan ya sucios, si no, no es posible.
También en los restaurantes ocurre algo muy curioso. Se vale eructar. Sí, como suena, la gente se pega unos espectaculares eructos y no pasa nada. No es que sea de buena educación, es que tampoco es de mala. Se da libertad a los gases para que fluyan por donde les parezca. No se les condiciona ni obliga a hacer nada, es la democracia gaseosa. Y, claro, ¿qué hace un españolito en una situación así? Evidentemente, se pega uno lo más grande que puede, a ver que pasa. Y no pasa nada,,, Nadie mira, ni comenta. Así que, no tiene ni puta gracia. No he probado a decir supercalifragilisticoespialidoso, como cuando era joven, quizás así alguien tuerza la cabeza.
Y todos os estareis preguntando, pero, ¿esa democracia gaseosa no será también para…? Pues efectivamente. India es la democracia más grande del mundo y también para esto. Lo diré claro, para que no quede ninguna duda: También los pedos son libres. Y con ellos te vas encontrando en los lugares más insólitos, en el templo, en los mismos restaurantes de antes, si tienes mucha, mucha suerte, en tu propia cara mientras estás sentado meditando… Y con esto no he probado yo, pero es que forzar eructos sí que sé.
Uno de los mejores pedos de los que he gozado fue en una clase de yoga, pero esta vez el protagonista no fue un indio, sino una agraciada señorita israelí. Detrás de ella, estábamos un amigo y yo que hicimos el resto de la clase con la misma cara que el centurión de “La vida de Brian” (toque para cinéfilos). Me acuerdo y me sigue haciendo gracia, soy así de simple. En cualquier caso, vine a la India para eso (para simplificar mi vida, no para comerme pedos judíos).
Volviendo a los restaurantes, os comento una anécdota de hace unos días. En las calles de la India hay una curiosa profesión, la de limpiador de orejas. Van con un maletín, un gorro de lana rojo y algodones sobre las orejas, así se les reconoce. Pues estando yo comiendo tranquilamente, el dueño del restaurante se sentó en la mesa de enfrente y llamó a uno de estos sanitarios. Mientras disfrutaba de mis lentejas, podía observar como le introducían en los oídos una especie de alambre y, el resultado de la excavación, el cirujano se lo untaba directamente en su mano… En España cenas con espectáculos flamencos y aquí puedes deleitarte con este otro tipo.
Tenemos otra preciosa asquerosidad, los escupitajos, gargajos, lapos, gapos, salivazos… En la India se escupe tanto como en los partidos de fútbol (al menos los que ponen en la tele). Se escupe saliva normal, saliva más sus correspondientes mocos o, en el mejor de los casos, se escucha esa preparación de lapo a varios kilómetros. Alguien empieza a recorrer absorviendo su más profundo yo, acompañando la búsqueda de cualquier cosa escupible con los ruidos más desagradables y tú sólo piensas: por favor que lo suelte ya, va a terminar escupiendo el pancreas… (guiño a antiguos lectores). Y, para qué ocultarlo, deseando que lo haga contra el viento. ¡Y allá va ese pollo de corral!
Una variación escupitájica es la de los escupitajos rojos de paan. Hay ciudades coloreadas por esta maravillosa aportación de la India milenaria a la sociedad actual. El paan manual está hecho con unas hojas de betel y dentro van un montón de cositas, anís, ralladuras de coco, cal, nuez de areca... Eso te lo metes en la boca y produces tal cantidad de saliva que escupes o te ahogas (y normalmente la decisión está clara) Desde hace ya años lo venden también por todos lados en sobrecitos y se va perdiendo la tradición en la que cada barrio tenía su hacedor de paan, con sus fórmulas familiares.
Como ya había probado el manual alguna vez (pidiéndolo dulce), un día compré un sobrecito sin saber que mierda ponía en el envase. Y, efectivamente, la mierda que ponía me la comí porque iba dentro. En fin, tanto los unos como los otros, se escupen continuamente. Es divertido, y repugnante, que los que lo llevan en la boca te hablan normalmente. Si por normal se entiende con el labio de abajo hacia fuera y la cabeza inclinada hacia atrás… Sí, habéis acertado, te descojonas independientemente de lo que te hablen.
Los gapos indios, sobre todo aquellos del tipo C), los de rebuscarse en el interior, tienen vida propia. Se van moviendo por el suelo buscando ponerse debajo de tus zapatos, que, recordemos, aquí son chanclas.
El suelo… el suelo indio. Tenemos mierdas de: vacas, monos, perros, gatos, caballos, burros, camellos, elefantes (eso es bañarse, no pisar) y, las mejores, las humanas. Aquí no se reconocen muy bien, porque no tienen un kleenex al lado, pero son igual de desagradables que en otros lugares del mundo. En la India hay más, porque hay más culos y menos váteres. Así que cuando pisas una mierda de vaca, lo agradeces (aunque mejor no te plantees lo que habrá comido esa vaca)
Otra bonita posibilidad es meter la pata dentro de uno de los canales de alcantarillado que aquí, para aromatizar la ciudad, van al descubierto. Yo ya tengo avisado que, si en alguna ocasión me sucede, corten mi pierna a la altura de la ingle. Claro que, ahora que lo pienso, a la segunda me tendrán que cortar también los huevos… Quizás cambie la regla.
Y, para terminar hablando de todo esto, hago un llamamiento a todos los guiris que creen que como están en la India no hace falta que se laven ellos ni su ropa. Esa información que recibieron es falsa, repito es falsa. Tanto los indios como al otro tipo de extranjeros que estamos por aquí nos da asco.
Últimas noticias: el dueño de un restaurante me ha asegurado hoy, 9 de diciembre, que el baño estará limpio antes de Navidad.
Risikesh. Diciembre 2010
En este planeta, cuando vas a un restaurante hay dos cosas que jamás debes hacer. La primera es, por muy lujoso que sea el restaurante, nunca vayas a la cocina. Es posible que no vuelvas a comer, no ahí, tampoco en tu casa. De la cocina habitualmente, y dios sabe como, sale suculenta comida. Entonces ¿para qué estropearte el banquete? Come y ya está, no entres en el lado oscuro. Creerás que los secuaces de Darth Vader, con sartenes, te han atrapado, pero sólo es que te quedaste pegado... Entonces, noooooo, no mires al suelo, salvo que estudiaras entomología y quieras refrescar conocimientos. Sólo sonríe a los cocineros y huye de allí. Hazlo sin mirar las decenas de cacerolas cuya centenaria sustancia adereza cada plato. Y no estreches su mano, no quieras verla.
Y la segunda es que por muy necesitado que estés, ni te acerques al baño. Háztelo encima, me agradecerás el consejo. Un baño de restaurante indio es, probablemente, de las cosas más asquerosas que han sido creadas por dios. Y digo por dios porque es imposible que el ser humano alcance tamaña perfección en la asquerosidad. No entraré en detalles en cuanto a la visión que puede y suele apreciarse, creo que vuestra imaginación os llevará cerca, nunca a la realidad. Pero a eso que habéis pensado, ponedle colores… Cuando entras, siempre empiezas a llorar y no es de pena, ni siquiera de asco. Es por el aroma a orina milenaria, muy, muy reconcentrada. Como trocear quinientas cebollas a la vez… A mis amigos novatos siempre les digo, entrad rápido que acaban de desinfectar… Porque es como bañarte en amoniaco. Yo creo que los baños los instalan ya sucios, si no, no es posible.
También en los restaurantes ocurre algo muy curioso. Se vale eructar. Sí, como suena, la gente se pega unos espectaculares eructos y no pasa nada. No es que sea de buena educación, es que tampoco es de mala. Se da libertad a los gases para que fluyan por donde les parezca. No se les condiciona ni obliga a hacer nada, es la democracia gaseosa. Y, claro, ¿qué hace un españolito en una situación así? Evidentemente, se pega uno lo más grande que puede, a ver que pasa. Y no pasa nada,,, Nadie mira, ni comenta. Así que, no tiene ni puta gracia. No he probado a decir supercalifragilisticoespialidoso, como cuando era joven, quizás así alguien tuerza la cabeza.
Y todos os estareis preguntando, pero, ¿esa democracia gaseosa no será también para…? Pues efectivamente. India es la democracia más grande del mundo y también para esto. Lo diré claro, para que no quede ninguna duda: También los pedos son libres. Y con ellos te vas encontrando en los lugares más insólitos, en el templo, en los mismos restaurantes de antes, si tienes mucha, mucha suerte, en tu propia cara mientras estás sentado meditando… Y con esto no he probado yo, pero es que forzar eructos sí que sé.
Uno de los mejores pedos de los que he gozado fue en una clase de yoga, pero esta vez el protagonista no fue un indio, sino una agraciada señorita israelí. Detrás de ella, estábamos un amigo y yo que hicimos el resto de la clase con la misma cara que el centurión de “La vida de Brian” (toque para cinéfilos). Me acuerdo y me sigue haciendo gracia, soy así de simple. En cualquier caso, vine a la India para eso (para simplificar mi vida, no para comerme pedos judíos).
Volviendo a los restaurantes, os comento una anécdota de hace unos días. En las calles de la India hay una curiosa profesión, la de limpiador de orejas. Van con un maletín, un gorro de lana rojo y algodones sobre las orejas, así se les reconoce. Pues estando yo comiendo tranquilamente, el dueño del restaurante se sentó en la mesa de enfrente y llamó a uno de estos sanitarios. Mientras disfrutaba de mis lentejas, podía observar como le introducían en los oídos una especie de alambre y, el resultado de la excavación, el cirujano se lo untaba directamente en su mano… En España cenas con espectáculos flamencos y aquí puedes deleitarte con este otro tipo.
Tenemos otra preciosa asquerosidad, los escupitajos, gargajos, lapos, gapos, salivazos… En la India se escupe tanto como en los partidos de fútbol (al menos los que ponen en la tele). Se escupe saliva normal, saliva más sus correspondientes mocos o, en el mejor de los casos, se escucha esa preparación de lapo a varios kilómetros. Alguien empieza a recorrer absorviendo su más profundo yo, acompañando la búsqueda de cualquier cosa escupible con los ruidos más desagradables y tú sólo piensas: por favor que lo suelte ya, va a terminar escupiendo el pancreas… (guiño a antiguos lectores). Y, para qué ocultarlo, deseando que lo haga contra el viento. ¡Y allá va ese pollo de corral!
Una variación escupitájica es la de los escupitajos rojos de paan. Hay ciudades coloreadas por esta maravillosa aportación de la India milenaria a la sociedad actual. El paan manual está hecho con unas hojas de betel y dentro van un montón de cositas, anís, ralladuras de coco, cal, nuez de areca... Eso te lo metes en la boca y produces tal cantidad de saliva que escupes o te ahogas (y normalmente la decisión está clara) Desde hace ya años lo venden también por todos lados en sobrecitos y se va perdiendo la tradición en la que cada barrio tenía su hacedor de paan, con sus fórmulas familiares.
Como ya había probado el manual alguna vez (pidiéndolo dulce), un día compré un sobrecito sin saber que mierda ponía en el envase. Y, efectivamente, la mierda que ponía me la comí porque iba dentro. En fin, tanto los unos como los otros, se escupen continuamente. Es divertido, y repugnante, que los que lo llevan en la boca te hablan normalmente. Si por normal se entiende con el labio de abajo hacia fuera y la cabeza inclinada hacia atrás… Sí, habéis acertado, te descojonas independientemente de lo que te hablen.
Los gapos indios, sobre todo aquellos del tipo C), los de rebuscarse en el interior, tienen vida propia. Se van moviendo por el suelo buscando ponerse debajo de tus zapatos, que, recordemos, aquí son chanclas.
El suelo… el suelo indio. Tenemos mierdas de: vacas, monos, perros, gatos, caballos, burros, camellos, elefantes (eso es bañarse, no pisar) y, las mejores, las humanas. Aquí no se reconocen muy bien, porque no tienen un kleenex al lado, pero son igual de desagradables que en otros lugares del mundo. En la India hay más, porque hay más culos y menos váteres. Así que cuando pisas una mierda de vaca, lo agradeces (aunque mejor no te plantees lo que habrá comido esa vaca)
Otra bonita posibilidad es meter la pata dentro de uno de los canales de alcantarillado que aquí, para aromatizar la ciudad, van al descubierto. Yo ya tengo avisado que, si en alguna ocasión me sucede, corten mi pierna a la altura de la ingle. Claro que, ahora que lo pienso, a la segunda me tendrán que cortar también los huevos… Quizás cambie la regla.
Y, para terminar hablando de todo esto, hago un llamamiento a todos los guiris que creen que como están en la India no hace falta que se laven ellos ni su ropa. Esa información que recibieron es falsa, repito es falsa. Tanto los indios como al otro tipo de extranjeros que estamos por aquí nos da asco.
Últimas noticias: el dueño de un restaurante me ha asegurado hoy, 9 de diciembre, que el baño estará limpio antes de Navidad.
Risikesh. Diciembre 2010
miércoles, 5 de enero de 2011
La Boda (Planeta India)
Las 11 en punto, la hora señalada y… ni el tato. Ni el tato, ni el cura que debía casar a los también ausentes novios.
Me invitaron, por primera vez, a una boda cristiana en la India. Era en una Iglesia Metodista. Y no, no tenía ni idea de lo que era una iglesia metodista, pero ahora tampoco. Toda la misa fue en hindi, así que me enteré de lo mismo que cuando iba a clase de Biostadística.
Sí que vi alguna diferencia con nuestras clásicas bodas, por ejemplo que había 4 curas en lugar de uno (no sé si por el metodismo o por los 1200 millones de indios) y que llega tarde todo dios. A las once y cuarto llegó una señora, a y media llegó un grupito y el novio apareció a las doce y diez. La novia, a la una, con dos horas puntuales de retraso.
Pero nadie se sorprendía ni preocupaba, claro. Estábamos en una iglesia, pero prevalecía el Planeta India. Yo llamé al novio pensando que me había equivocado de día o de lugar… Y me dijo que es que iban un poco tarde… Todos.
Una vez que empezamos me di cuenta de un interesante detalle, el único que iba vestido con el traje indio clásico, el kurta, era el único guiri de la ceremonia, o sea mi menda. El resto, de traje y corbata. La novia de blanco inmaculado (el color, ella no lo sé). ¿Qué si iba guapa? No lo sé. Nunca he sabido si las novias van guapas, a mí me parece que todas van iguales. Hay para algunas cosas que ya sé que no tengo criterio. Nunca elijo lámparas, ni manteles, por ejemplo. Y con las novias me pasa lo mismo. ¿Qué si era guapa? No. Para eso si tengo criterio.
El resto de la boda si que fue igual que las españolas, en el convite había cinco veces más personas que en la iglesia. Y yo creo que al guiri del kurta le hicieron tantas fotos como a los novios (él también iba de traje y corbata, el cabrón).
En las celebraciones de las bodas indias prevalece la cantidad sobre la calidad. Se invita a muchísimas personas (400 invitados es un número normalito, tirando a pequeño) y, aunque la comida suele ser muy buena, la puesta en escena es del tipo “a maricón el último”. Se pone un gran buffet con diferentes platos (digo diferentes entre sí, porque en todas las bodas son los mismos) y se da la salida. El pueblo indio es muy paciente casi siempre, pero no para comer. En ese momento tienes dos opciones, o esperas que pase la primera horda y te arriesgas a que se acabe el papeo o te unes al mogollón y que sea lo que Shiva quiera.
En esta boda, al igual que en la mayoría que se celebran por aquí, los novios sólo se habían visto un par de veces antes de la ceremonia. Es lo que llaman “matrimonio arreglado”, frente al “matrimonio por amor”. Las familias se ponen de acuerdo y los chicos se casan. Aquí se dice que en Occidente primero llega el amor y luego la boda y en la India primero llega la boda y luego el amor. En realidad está relacionado con la importancia que se da en uno y otro sitio a la pareja frente a la familia. Aquí la relación de pareja no es la más importante.
En todas las bodas que he estado, todos se divierten menos los novios. No he visto una sola foto de boda india (y he visto unas cuantas) con los novios sonriendo. Ella se va a vivir a casa de la familia de él (con los suegros, los hermanos y las hermanas que no se hayan casado) y a él se le acaba la libertad que hasta ahora tenía. ¿Quién va a sonreir?
En las celebraciones se monta un pollo espectacular. El novio pasea a caballo blanco, yegua en realidad, con un montón de músicos tocando con volumen ensordecedor y con una calidad también ensordecedora. Además hay unos cuya profesión no sé como explican a los amigos. Me dedico a llevar un farol encima de la cabeza y pasear con él por el pueblo ¿y tú? Yo tiro de un carro con un megagenerador para dar luz a los capullos que lleváis los faroles…
Tampoco faltan, como en toda boda que se precie, el grupo de borrachos bailando como locos. Todo esto en movimiento por las calles de la ciudad o pueblo. Los trajes de los invitados parece que son los de su padre, que le saca cuatro tallas y trabaja en un circo... Las mujeres en cambio van muy elegantes con sus saris y sus joyas.
Como las bodas se celebran en la temporada que los astrólogos consideran auspiciosa, hay momentos que hay miles de bodas a la vez. En el mismo pueblo te puedes encontrar con un montón de procesiones, con su tío serio montado en yegua, sus portafaroles, el del generador y los invitados vestidos de gaby y fofó.
En mi boda metodista no hubo estas cosas, sí que hubo señoras preguntándome que a qué iglesia iba yo y diciéndome que Jesús era “superpower”, un encargado del banquete que se dio cuenta, equivocadamente, de quien era el único que le podía dar propina (no porque tuviera cara de rico, creo que más por cara de pringado) y le faltó meterme la cucharita en la boca… Me recordaba al de “La boda del monzón” así que no podía parar de reirme cuando se acercaba. (El que no haya visto la peli que se vaya a verla y luego siga leyendo). Y también hubo una “ceremonia de la tarta” cuya duración fue acorde con la espera inicial. Así que cuando llegó la comida, el asalto habitual se convirtió en un duelo a muerte, pero yo tenía a mi solícito encargado que peleaba por mí… Después de mis 20 rupias de propina y ver como las miraba, decidí no pedir nada más, porque el escupitajo en el café de camarero descontento creo que es internacional.
Risikesh. Diciembre 2010
Me invitaron, por primera vez, a una boda cristiana en la India. Era en una Iglesia Metodista. Y no, no tenía ni idea de lo que era una iglesia metodista, pero ahora tampoco. Toda la misa fue en hindi, así que me enteré de lo mismo que cuando iba a clase de Biostadística.
Sí que vi alguna diferencia con nuestras clásicas bodas, por ejemplo que había 4 curas en lugar de uno (no sé si por el metodismo o por los 1200 millones de indios) y que llega tarde todo dios. A las once y cuarto llegó una señora, a y media llegó un grupito y el novio apareció a las doce y diez. La novia, a la una, con dos horas puntuales de retraso.
Pero nadie se sorprendía ni preocupaba, claro. Estábamos en una iglesia, pero prevalecía el Planeta India. Yo llamé al novio pensando que me había equivocado de día o de lugar… Y me dijo que es que iban un poco tarde… Todos.
Una vez que empezamos me di cuenta de un interesante detalle, el único que iba vestido con el traje indio clásico, el kurta, era el único guiri de la ceremonia, o sea mi menda. El resto, de traje y corbata. La novia de blanco inmaculado (el color, ella no lo sé). ¿Qué si iba guapa? No lo sé. Nunca he sabido si las novias van guapas, a mí me parece que todas van iguales. Hay para algunas cosas que ya sé que no tengo criterio. Nunca elijo lámparas, ni manteles, por ejemplo. Y con las novias me pasa lo mismo. ¿Qué si era guapa? No. Para eso si tengo criterio.
El resto de la boda si que fue igual que las españolas, en el convite había cinco veces más personas que en la iglesia. Y yo creo que al guiri del kurta le hicieron tantas fotos como a los novios (él también iba de traje y corbata, el cabrón).
En las celebraciones de las bodas indias prevalece la cantidad sobre la calidad. Se invita a muchísimas personas (400 invitados es un número normalito, tirando a pequeño) y, aunque la comida suele ser muy buena, la puesta en escena es del tipo “a maricón el último”. Se pone un gran buffet con diferentes platos (digo diferentes entre sí, porque en todas las bodas son los mismos) y se da la salida. El pueblo indio es muy paciente casi siempre, pero no para comer. En ese momento tienes dos opciones, o esperas que pase la primera horda y te arriesgas a que se acabe el papeo o te unes al mogollón y que sea lo que Shiva quiera.
En esta boda, al igual que en la mayoría que se celebran por aquí, los novios sólo se habían visto un par de veces antes de la ceremonia. Es lo que llaman “matrimonio arreglado”, frente al “matrimonio por amor”. Las familias se ponen de acuerdo y los chicos se casan. Aquí se dice que en Occidente primero llega el amor y luego la boda y en la India primero llega la boda y luego el amor. En realidad está relacionado con la importancia que se da en uno y otro sitio a la pareja frente a la familia. Aquí la relación de pareja no es la más importante.
En todas las bodas que he estado, todos se divierten menos los novios. No he visto una sola foto de boda india (y he visto unas cuantas) con los novios sonriendo. Ella se va a vivir a casa de la familia de él (con los suegros, los hermanos y las hermanas que no se hayan casado) y a él se le acaba la libertad que hasta ahora tenía. ¿Quién va a sonreir?
En las celebraciones se monta un pollo espectacular. El novio pasea a caballo blanco, yegua en realidad, con un montón de músicos tocando con volumen ensordecedor y con una calidad también ensordecedora. Además hay unos cuya profesión no sé como explican a los amigos. Me dedico a llevar un farol encima de la cabeza y pasear con él por el pueblo ¿y tú? Yo tiro de un carro con un megagenerador para dar luz a los capullos que lleváis los faroles…
Tampoco faltan, como en toda boda que se precie, el grupo de borrachos bailando como locos. Todo esto en movimiento por las calles de la ciudad o pueblo. Los trajes de los invitados parece que son los de su padre, que le saca cuatro tallas y trabaja en un circo... Las mujeres en cambio van muy elegantes con sus saris y sus joyas.
Como las bodas se celebran en la temporada que los astrólogos consideran auspiciosa, hay momentos que hay miles de bodas a la vez. En el mismo pueblo te puedes encontrar con un montón de procesiones, con su tío serio montado en yegua, sus portafaroles, el del generador y los invitados vestidos de gaby y fofó.
En mi boda metodista no hubo estas cosas, sí que hubo señoras preguntándome que a qué iglesia iba yo y diciéndome que Jesús era “superpower”, un encargado del banquete que se dio cuenta, equivocadamente, de quien era el único que le podía dar propina (no porque tuviera cara de rico, creo que más por cara de pringado) y le faltó meterme la cucharita en la boca… Me recordaba al de “La boda del monzón” así que no podía parar de reirme cuando se acercaba. (El que no haya visto la peli que se vaya a verla y luego siga leyendo). Y también hubo una “ceremonia de la tarta” cuya duración fue acorde con la espera inicial. Así que cuando llegó la comida, el asalto habitual se convirtió en un duelo a muerte, pero yo tenía a mi solícito encargado que peleaba por mí… Después de mis 20 rupias de propina y ver como las miraba, decidí no pedir nada más, porque el escupitajo en el café de camarero descontento creo que es internacional.
Risikesh. Diciembre 2010
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