Ayer paseaba por el campo y cuando empecé a ver cagadas de vaca me dio una morriña… Es cierto que estas eran mucho más lustrosas que las indias, al igual que sus propietarias (mejor, expropietarias, ahora pertenecen al universo y, en mayor medida, al que las pise). En la India suelen estar mucho más desparramadas con la ayuda de bicis, chancletas, motos, etc. Además como la alimentación es algo diferente, el producto final también lo es. Las vacas indias que habitan en las ciudades no saben lo que es la hierba, creo que si la vieran quizás les daría asco tan limpita. Ellas comen de todo lo que no se mueve (porque se escapa) y puedes ver como arrancan los carteles recién pegados a las paredes y los tragan sin hacer distinciones entre políticos o publicitarios.
Bueno, que he decidido que vuelvo a cambar de planeta y lo he hecho contemplando una mierda. No es poético, no es espiritual, no es bonito, es… una mierda. Pero que le vamos a hacer, así surgen las cosas y las siguientes historias volverán a ser desde allí.
Tengo que reconocerlo, estoy completamente enamorado de la India. Quizás los habituales seguidores de Planeta India (los tres) tengan dudas al respecto, por todo lo que escribo, pero es precisamente por todo eso.
Vaaaaaale, también hay más cosas que seguiré contando.
¡Namaste!
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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