Después de un cómodo viaje que incluyó 8 horas de taxi y 12 de avión divididas en dos vuelos con espera intermedia e interminable en Londres por las nieblas europeas, cambié de planeta. Atrás quedó el Planeta India.
Fui y vine por Londres por la vulgaridad esa del dinero del billete, pero es el aeropuerto más antipático del mundo. Coges trenes, autobuses, andas kilómetros… Yo creo que lo que sobra es el avión, porque si todo eso lo pusieran en línea recta, llegabas a casa. Y luego están los controles, es más cómodo que te detengan por terrorista que pasar todos los controles de seguridad que hay aquí. La gente se resigna en la cola de tal manera que 100 metros antes ya ves a algunos andando en calcetines. También hay quien, por no tirarlo, es capaz de beberse 3 litros de Coca Cola o echarse un bote entero de colonia.
¿Puede sacar el ordenador de la mochila? ¿puede ponerlo en una bandeja aparte? ¿puede sacarlo de la funda? ¿puede abrirlo? ¿puede retirar el protector?. Joder, ¿tú no tienes manos? Si te gusta tanto el ordenador, te compras uno (Torrente dixit).
En Delhi también pasé un rato entretenido entre policias. Llegó un tío con un regalo envuelto para su pequeña sobrina que vive en Wisconsin (esto es una licencia mía, realmente no sé para quien era) y se lo hicieron desempaquetar. Era una muñeca de las que andan y hablan. Le hicieron poner las pilas y, mientras unos cuantos, tanto de paisano como de uniforme nos descojonábamos, un poli serio perseguía a la muñeca por la mesa con un detector de metales, mientras esta chillaba en no se que idioma…
El aeropuerto de Delhi lo han remodelado ya al menos 4 veces desde que empecé a ir a la India. De los rickshaws en la puerta peleando por clientes se ha pasado a uno megamoderno que no se puede distinguir de cualquier otro del mundo. Se ha perdido el encanto, pero supongo que para que a mí me encante no van a dejar de hacer. Ahora te puedes comprar las mismas cosas de marca que en cualquier otro Duty free y con las mismas ventajas que en los otros, es decir al doble de precio que en la calle.
En fin, que ya estoy aquí. Llegué a casa a las 2 de la mañana, abrí la puerta esperando encontrar el calor del hogar y… estaba fuera. El calor del hogar, me refiero. Hacía más frío dentro de mi casa que fuera donde sólo había cuatro bajo cero. Pensé ¿me meto en la cama directamente o me quito la mochila?.
Ahora ya han pasado unos días y estoy empezando a acostumbrarme al cambio de planeta. Es cuioso ir andando por la calle y poder ir en línea recta. Para el que no entienda lo que digo, que se lea la historia anterior. Joder, que limpio está todo.
Siempre he pensado que el principal peligro de ir mucho a la India es morir atropellado, nunca recuerdo a que lado de la calle tengo que mirar para cruzar. Es por que allí van al revés lo coches ¿o es aquí?. ¿Lo veis? No me acuerdo. Ah, y al revés me refiero en carriles distintos, no marcha atrás, ni con las ruedas para arriba. Es que sé que hay gente que utiliza el blog como guía de viajes y no quiero confundir.
Bueno, ya seguiré escribiendo de las diferencias entre planetas, si es que encuentro alguna más.
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
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