Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



viernes, 29 de octubre de 2010

Historias

Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reir, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde llegará y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...


San Agustín del Guadalix. Octubre 2010

5 comentarios:

  1. Hola Alfredo

    Espero seguir tus aventuras que seguro que no han sido y no serán pocas.

    Abel (Ademo)

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  2. Hola. Me alegro que las sigas! Un abrazo

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  3. Resulta que estaba yo, como es habitual, con la mirada perdida en el horizonte marino (un horizontito, en realidad, porque estaba en una playa un tanto cochambrosa y sucia de la que no estaba recibiendo grandes sensaciones) y más bien aburrido, cuando veo brillar algo en la inquieta superficie. No distiguía bien el objeto, pero me entretuve en mirar cómo se iba desplazando. Pero parecía una boya atada a un muerto. Eso no se movía. Total, que de la profunda abulia pasé a un estado de moderado interés, preámbulo de una escitación casi infantil a causa del "objeto". ¡Me levante! Si, no precisamente de un salto, pero me levanté penosamente sin dejar de fijar mi mirada en el chisme.
    Me acerqué a la orilla para ver si distinguía mejor "la cosa", pero no. Y como ya he comentado se mantenía a unos cincuenta metros de la orilla.
    Una distancia nada extarordinaria para un experto nautinadador como yo, pero insalvable cuando el agua baja de los veinte grados. Mi curiosidad no vale un catarro otoñal.
    ¿O sí?
    Joder!, que me quito los pantalones y la camisa y sin termochequeo previo (que sólo habría servido para (sensatamente) arrepentirme, ¡zas! ballena al agua. Eso era resoplar!, pero ya no podía parar. Tras unas impresionantes brazadas que para sí habría querido Mark Spitz alcanzé el enigmático objeto. Eso sí, ya con los primero síntomas de la hipotermia (que recuerdo de DiCaprio junto al Titanic).
    Trinque el objeto y me lo coloqué por dentro del bañador (prenda que siempre llevo bajo los pantalones cuando me hayo en ambientes marinos, nunca se sabe..) A estas alturas, bastante agobiado, aterido y con alguna cosa que rozaba mis piernas, no sé si algas o caquitas varias, enfilé de vuelta hacia la playa. ¡Quién me manda a mí tirarme al agua! pensaba, tan arrepentido como exhausto. Pero por otra parte iba creciendo mi excitación según se acercaba el momento de abrir el "tesoro". Entré en la playa como los naúfragos de Forges. A la sazón ya unos cuantos curiosos observaban la escena con curiosidad, o descojone, quién sabe. Me sequé con la camisa, saqué lo que rápidamente ya había identificado como una verde botella de Dom Perignon ( con ese tesoro ya me vale). Como estaba encapsulada pensé que lo mismo se había caído en mitad de alguna orgía de esas que a veces vemos en las películas, o en el ¡Hola!.
    Pues no. Resulta que estaba celosamente cerrada, pero lo que es líquido no había en su interior, si es que había algo. Desde luego si alguien había metido algo en la botellita para que se pudiera coger con relativa facilidad, había fracasado rotundamente. Tanto tiempo llevaba intentando sacar el tapón que hasta los cuatro curiosos se aburrieron de esperar.
    En mi austero apartamento busqué algún útil para no tener que recurrir a la drástica solución, pero nada. A estas alturas mis estornudos eran hipohuracanados y mi bañador el Artico abrazando mi morsida cintura.
    !A tomar por saco!
    Catacroc! Y cristales por el fregadero. ¿Un tesoro?: Un papelito.
    A ver..., ¡joder! ¿dónde tengo la gafas?
    No veo una castaña. ¿se me habrán caido en la playa?
    Pues a la playa a buscarlas. Bueno, ha habido suerte al final (mientras sigo estornudando), pero mejor me cambio para disfrutar de la lectura del papelito. Después de tanto esfuerzo quiero estar cómodo.
    ¡Tachán! ¿pero qué es esto?
    Coño, Alfredo, podías hacerlo un pelín menos complicado.
    Mensajitos........¡la leche!

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  4. Siempre has sido "mi contador de historias"...
    Te iré leyendo!!!
    Besos
    Cris

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