Bienvenidos a las historias del nómada.

Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.

Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).

Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.

Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...



martes, 28 de diciembre de 2010

La Incógnita

Estaban los tres sentados en torno a la hoguera, hacía unos días que había llegado ya el frío invernal. Planificaban, otro año más, su misión, la aventura que, hacía mucho tiempo ya, daba sentido a sus vidas. Esa aventura que pasaban el resto del año esperando iniciar.

Era su santo grial, su gran Búsqueda. Para ellos que prácticamente lo tenían todo, se había convertido en una obsesión, pensaban que podrían salvar al mundo de la cada vez más cercana destrucción. Si conseguían, este año sí, resolver con éxito la Incógnita, quizás aún fuera posible darle la vuelta a ese próximo final.

Habían empezado por separado, desde sus diferentes orígenes, pero a los tres siempre les había preocupado la misma cuestión. Terminaron encontrándose en el camino, puesto que era el camino de la Verdad, y continuaron juntos. Aunaron sus esfuerzos, los esfuerzos de tres grandes buscadores, quizás los más grandes y sabios que han existido jamás.

Los tres sabían que estas eran las fechas más apropiadas. Mientras todo el mundo estaba distraído en otros menesteres, ellos aprovechaban para intentar conseguir el máximo de información. Registraban casa por casa, palacios y chabolas, persiguiendo lo desconocido, pero en algún sitio tenía que poder resolverse el Enigma.

De paso, seguían cumpliendo una tradición que ellos mismos habían creado mucho tiempo atrás, quizás por entretenerse, quizás pensando que hacían un bien. Todo empezó con aquel muchacho con el que tropezaron casi de casualidad y al que, al ver casi desnudo, hicieron unos cuantos regalos. La cara del niño pagó con creces el valor de lo regalado y les pareció bonito aprovechar su viaje cosechando sonrisas.

No dejaban de sorprenderse de la acogida que esta iniciativa tenía, precisamente en los lugares que menos necesaria era. En cambio, casi nunca llegaban noticias de donde no había nada. Cada vez era mayor la diferencia, del destino final de su viaje llegaban millones de las más variadas y extrañas peticiones, de los otros sitios apenas unos agónicos mensajes de… agua, paz, comida…

Sospechaban que también esto estaba relacionado con el misterio que les ocupaba desde casi el principio de los tiempos.

Por eso nada debía hacerles olvidar su objetivo y nunca lo olvidaban. Ninguna sonrisa era lo bastante grande para hacerles desviar de lo que necesitaban encontrar, que provocaría las risas felices de casi toda la humanidad. Porque, si tenían éxito acabaría la desigualdad tan absoluta que existe en el planeta y que pronto podía hacerlo estallar.

Melchor, Gaspar y Baltasar cargaron su caravana y partieron, un año más, en busca de la respuesta a la pregunta que atemorizaba al mundo:

¿Qué está ocurriendo en Occidente que hasta el sol al llegar allí se apaga?


Risikesh. Diciembre 05

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