Estaban los tres sentados en torno a la hoguera, hacía unos días que había llegado ya el frío invernal. Planificaban, otro año más, su misión, la aventura que, hacía mucho tiempo ya, daba sentido a sus vidas. Esa aventura que pasaban el resto del año esperando iniciar.
Era su santo grial, su gran Búsqueda. Para ellos que prácticamente lo tenían todo, se había convertido en una obsesión, pensaban que podrían salvar al mundo de la cada vez más cercana destrucción. Si conseguían, este año sí, resolver con éxito la Incógnita, quizás aún fuera posible darle la vuelta a ese próximo final.
Habían empezado por separado, desde sus diferentes orígenes, pero a los tres siempre les había preocupado la misma cuestión. Terminaron encontrándose en el camino, puesto que era el camino de la Verdad, y continuaron juntos. Aunaron sus esfuerzos, los esfuerzos de tres grandes buscadores, quizás los más grandes y sabios que han existido jamás.
Los tres sabían que estas eran las fechas más apropiadas. Mientras todo el mundo estaba distraído en otros menesteres, ellos aprovechaban para intentar conseguir el máximo de información. Registraban casa por casa, palacios y chabolas, persiguiendo lo desconocido, pero en algún sitio tenía que poder resolverse el Enigma.
De paso, seguían cumpliendo una tradición que ellos mismos habían creado mucho tiempo atrás, quizás por entretenerse, quizás pensando que hacían un bien. Todo empezó con aquel muchacho con el que tropezaron casi de casualidad y al que, al ver casi desnudo, hicieron unos cuantos regalos. La cara del niño pagó con creces el valor de lo regalado y les pareció bonito aprovechar su viaje cosechando sonrisas.
No dejaban de sorprenderse de la acogida que esta iniciativa tenía, precisamente en los lugares que menos necesaria era. En cambio, casi nunca llegaban noticias de donde no había nada. Cada vez era mayor la diferencia, del destino final de su viaje llegaban millones de las más variadas y extrañas peticiones, de los otros sitios apenas unos agónicos mensajes de… agua, paz, comida…
Sospechaban que también esto estaba relacionado con el misterio que les ocupaba desde casi el principio de los tiempos.
Por eso nada debía hacerles olvidar su objetivo y nunca lo olvidaban. Ninguna sonrisa era lo bastante grande para hacerles desviar de lo que necesitaban encontrar, que provocaría las risas felices de casi toda la humanidad. Porque, si tenían éxito acabaría la desigualdad tan absoluta que existe en el planeta y que pronto podía hacerlo estallar.
Melchor, Gaspar y Baltasar cargaron su caravana y partieron, un año más, en busca de la respuesta a la pregunta que atemorizaba al mundo:
¿Qué está ocurriendo en Occidente que hasta el sol al llegar allí se apaga?
Risikesh. Diciembre 05
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
martes, 28 de diciembre de 2010
jueves, 23 de diciembre de 2010
Diálogos con Pekepo III
Sentados en una roca, en medio del bosque, con los pies colgando y charlando como viejos amigos. Probablemente lo éramos aunque yo no fuera consciente de ello. De eso todavía no habíamos hablado. ¿Nos conocíamos de antes? ¿Podría yo inventar todos los Pekepos que quisiera? ¿De dónde venía realmente? ¿Sólo yo podía inventarlos?
- De tu poesía, aprendiz, yo vengo de tu poesía.
- Entonces, ¿yo también tengo poesía?
- Todos tenéis, pero estáis ciegos a ella. Como el pez que se muere de sed y pregunta dónde hay agua mientras continúa nadando. Sólo tienes que aprender a mirar. Cuando lo hiciste en un momento, aparecí yo. De ese resquicio que dejaste abierto, saltó un Pekepo. ¿Qué si puedes inventar más? Abre esa puerta de par en par y aparecerán millones. ¿Sólo tú? Cualquiera, aprendiz, cualquiera puede hacerlo.
Habíamos ido al bosque porque dijo que me enseñaría a mirarlo de manera diferente. Empezaban las lecciones. Desde esa misma roca me dijo, al ver mis ojos como platos, buscando y buscando:
- Mira bien aprendiz. Cierra los ojos.
Empezó a hablarme de los otros habitantes que en el bosque había y que yo nunca había visto. De los que otros si habían escrito y que yo ya había aceptado como posibilidad. De hadas, duendes, elfos y gnomos…
El haber aceptado la posibilidad de su existencia fue mi puerta de entrada, según me explicó Pekepo. Ese no negar de antemano que haya algo más allá de la razón, permite que la poesía se asome.
Me explicó como mirar con los ojos cerrados y sólo abrirlos cuando empezara a ver. Y la magia se asomó…
Lo primero que me sorprendió fue el color. Veía colores cuyos nombres no sabía, que jamás había visto. Pensé que para intentar describirlos tendría que inventar palabras nuevas…
Extraños personajes, animales nuevos… y lo más curioso es que cuando pensaba que sería bonito ver un determinado tipo de ser, éste aparecía. Estaba mirando dentro de mí, todo eso lo estaba creando yo en ese instante…
¿Alucinaciones? ¿Me habría drogado el pequeñazo?
Abrí los ojos y todo continuaba igual. Los colores, los seres extraños… Empecé a asustarme porque todo era demasiado raro. Entonces, todo se volvió oscuro y se escucharon sonidos tenebrosos. En ese momento, miré a Pekepo, cada vez con más miedo, pero, al ver que sonreía, me tranquilicé. Y volvieron los colores y la luz a alumbrar el bosque, mientras una música suave se oía de fondo, acompañándonos…
Descubrí que podía cambiar el mundo…
Risikesh. Septiembre 2008
- De tu poesía, aprendiz, yo vengo de tu poesía.
- Entonces, ¿yo también tengo poesía?
- Todos tenéis, pero estáis ciegos a ella. Como el pez que se muere de sed y pregunta dónde hay agua mientras continúa nadando. Sólo tienes que aprender a mirar. Cuando lo hiciste en un momento, aparecí yo. De ese resquicio que dejaste abierto, saltó un Pekepo. ¿Qué si puedes inventar más? Abre esa puerta de par en par y aparecerán millones. ¿Sólo tú? Cualquiera, aprendiz, cualquiera puede hacerlo.
Habíamos ido al bosque porque dijo que me enseñaría a mirarlo de manera diferente. Empezaban las lecciones. Desde esa misma roca me dijo, al ver mis ojos como platos, buscando y buscando:
- Mira bien aprendiz. Cierra los ojos.
Empezó a hablarme de los otros habitantes que en el bosque había y que yo nunca había visto. De los que otros si habían escrito y que yo ya había aceptado como posibilidad. De hadas, duendes, elfos y gnomos…
El haber aceptado la posibilidad de su existencia fue mi puerta de entrada, según me explicó Pekepo. Ese no negar de antemano que haya algo más allá de la razón, permite que la poesía se asome.
Me explicó como mirar con los ojos cerrados y sólo abrirlos cuando empezara a ver. Y la magia se asomó…
Lo primero que me sorprendió fue el color. Veía colores cuyos nombres no sabía, que jamás había visto. Pensé que para intentar describirlos tendría que inventar palabras nuevas…
Extraños personajes, animales nuevos… y lo más curioso es que cuando pensaba que sería bonito ver un determinado tipo de ser, éste aparecía. Estaba mirando dentro de mí, todo eso lo estaba creando yo en ese instante…
¿Alucinaciones? ¿Me habría drogado el pequeñazo?
Abrí los ojos y todo continuaba igual. Los colores, los seres extraños… Empecé a asustarme porque todo era demasiado raro. Entonces, todo se volvió oscuro y se escucharon sonidos tenebrosos. En ese momento, miré a Pekepo, cada vez con más miedo, pero, al ver que sonreía, me tranquilicé. Y volvieron los colores y la luz a alumbrar el bosque, mientras una música suave se oía de fondo, acompañándonos…
Descubrí que podía cambiar el mundo…
Risikesh. Septiembre 2008
viernes, 17 de diciembre de 2010
Om de estoy metido… (Planeta India)
Si cuando entras en tu habitación ves tus chancletas flotando, es que algo ha pasado… Después de un rato de sorpresa, deduces que es que hay agua en el suelo. La primera emoción es la alegría ¡no son aguas fecales!, y luego ya te planteas qué hacer. Al final tomé la decisión errónea, me fui a buscar a Shuvam. Un minuto antes estaba estorbando en medio de la escalera, así que comprobé que mi teoría sobre la capa de Harry Potter era correcta. Había desaparecido y era imposible que le hubiera dado tiempo a salir del hotel. Así que me di cuenta que a la invisivilidad debía sumarle su capacidad de leer el pensamiento.
Llamé por teléfono a Manish y me dijo que iría con el fontanero. Al ratito suena la puerta y abro, pensando que eran los susodichos. Pues no, ahí me encuentro al de la habitación 32 que venía a hacerrme una visita. Un rato antes, cuando subía de buscar al hombre invisible, me lo había encontrado bloqueando el paso y buscando conversación… porque estábamos en la misma planta. Yo le preguntaba que si estaba de vacaciones y él me decía que era de Agra, yo le decía que vale, que si estaba de vacaciones y él me decía que de Agra y como yo insistía con mi pregunta, me dijo, a ver si le entendía, de donde el Taj Mahal. Al final logré regatearle y mientras iba hacia mi habitación le escuchaba decir, ¡ven a visitarme, estoy en la 32! ¡estamos en la misma planta!. Tengo que investigar a ver que pasa en los hoteles indios cuando estás en la misma planta.
Lo que sí he aprendido es que en una habitación de un hotel de este planeta siempre hay que echar el cerrojo, si no cualquiera puede entrar. No existe privacidad en la India y para ellos es lo más normal del mundo. Un día en Delhi (la capital…) estaba en gallumbos tirado en la cama y entra un tio y se me queda mirando como pensando ¿qué hará este en bolas en su habitación…?. Venía para ver si necesitaba algo y le conteste que sí que se pirara o se pusiera él también en calzoncillos para seguir hablando.
En este mismo hotel de Delhi (la capital…) llovía muchísimo fuera por el monzón y dentro exactamente lo mismo. En mi vida había visto entrar tanta agua dentro de un edificio, como si la metieran a mala idea. Al rato me fui a cenar con el agua por encima de la rodilla para cruzar la calle. Lo bueno es que en Delhi (la capital…) no es sólo agua lo que te cubre tanto, arrastra absolutamente todo lo que hay por las calles. Nada bueno. Pero como me mojé las dos, decidí no cortarme las piernas.
Pues aquí sigo en el Hari Om, con total normalidad… Algunos detallitos con el agua, por ejemplo lo que os contaba, que sale por el suelo. Pero compensa porque habitualmente por los grifos no sale. He desarrollado una habilidad especial para pegarme a la pared como una salamanquesa y aprovechar el hilillo de agua caliente que sale de la ducha y, en lugar de brotar cual manantial, se arrastra por el caño hacia el muro y continúa por él hasta encontrar mi reptílico cuerpo esperándola. No he podido adaptarme todavía perfectamente al grifo que sobresale, pero, como sigo con el yoga, lo conseguiré.
Me limpiaron el moho de la habitación, aunque insistí en que le había cogido ya cariño. Afortunadamente está volviendo a salir uno muy parecido, deben ser familia o también de Belmes. Así que en realidad no puedo decir que no haya agua sino que está desordenada.
Rishikesh. Diciembre 2010
Llamé por teléfono a Manish y me dijo que iría con el fontanero. Al ratito suena la puerta y abro, pensando que eran los susodichos. Pues no, ahí me encuentro al de la habitación 32 que venía a hacerrme una visita. Un rato antes, cuando subía de buscar al hombre invisible, me lo había encontrado bloqueando el paso y buscando conversación… porque estábamos en la misma planta. Yo le preguntaba que si estaba de vacaciones y él me decía que era de Agra, yo le decía que vale, que si estaba de vacaciones y él me decía que de Agra y como yo insistía con mi pregunta, me dijo, a ver si le entendía, de donde el Taj Mahal. Al final logré regatearle y mientras iba hacia mi habitación le escuchaba decir, ¡ven a visitarme, estoy en la 32! ¡estamos en la misma planta!. Tengo que investigar a ver que pasa en los hoteles indios cuando estás en la misma planta.
Lo que sí he aprendido es que en una habitación de un hotel de este planeta siempre hay que echar el cerrojo, si no cualquiera puede entrar. No existe privacidad en la India y para ellos es lo más normal del mundo. Un día en Delhi (la capital…) estaba en gallumbos tirado en la cama y entra un tio y se me queda mirando como pensando ¿qué hará este en bolas en su habitación…?. Venía para ver si necesitaba algo y le conteste que sí que se pirara o se pusiera él también en calzoncillos para seguir hablando.
En este mismo hotel de Delhi (la capital…) llovía muchísimo fuera por el monzón y dentro exactamente lo mismo. En mi vida había visto entrar tanta agua dentro de un edificio, como si la metieran a mala idea. Al rato me fui a cenar con el agua por encima de la rodilla para cruzar la calle. Lo bueno es que en Delhi (la capital…) no es sólo agua lo que te cubre tanto, arrastra absolutamente todo lo que hay por las calles. Nada bueno. Pero como me mojé las dos, decidí no cortarme las piernas.
Pues aquí sigo en el Hari Om, con total normalidad… Algunos detallitos con el agua, por ejemplo lo que os contaba, que sale por el suelo. Pero compensa porque habitualmente por los grifos no sale. He desarrollado una habilidad especial para pegarme a la pared como una salamanquesa y aprovechar el hilillo de agua caliente que sale de la ducha y, en lugar de brotar cual manantial, se arrastra por el caño hacia el muro y continúa por él hasta encontrar mi reptílico cuerpo esperándola. No he podido adaptarme todavía perfectamente al grifo que sobresale, pero, como sigo con el yoga, lo conseguiré.
Me limpiaron el moho de la habitación, aunque insistí en que le había cogido ya cariño. Afortunadamente está volviendo a salir uno muy parecido, deben ser familia o también de Belmes. Así que en realidad no puedo decir que no haya agua sino que está desordenada.
Rishikesh. Diciembre 2010
domingo, 12 de diciembre de 2010
Realidad
"Soñé que era una mariposa que volaba por el cielo. Después me desperté. Y ahora me pregunto si soy un hombre que soñó ser una mariposa o una mariposa que sueña ser un hombre"
Chuang Tzu
Yo no puedo saber si realmente estoy aquí escribiendo en este blog o, en realidad, estoy subido en un cubo de basura, en mitad de la calle, creyendo que escribo. Y cada cierto tiempo, con la idea de que estoy comprando el pan, hablándole a la gente que me toma por loco…
En mi ashram en Risikesh hay una mujer que no habla con nadie, pero siempre va hablando sola. Todos la tratan bien, pero la consideran loca. ¿Dónde estará esta mujer en realidad? La he visto bailar con la música del templo, con lágrimas en los ojos, ajena al resto del mundo, símplemente dejándose mecer por los acordes.
¿Y si somos nosotros los que estamos en un falso lugar? ¿Y si es ella la única que está en el sitio correcto y se compadece de nuestro sueño?
San Agustín del Guadalix. Noviembre 2010
Chuang Tzu
Yo no puedo saber si realmente estoy aquí escribiendo en este blog o, en realidad, estoy subido en un cubo de basura, en mitad de la calle, creyendo que escribo. Y cada cierto tiempo, con la idea de que estoy comprando el pan, hablándole a la gente que me toma por loco…
En mi ashram en Risikesh hay una mujer que no habla con nadie, pero siempre va hablando sola. Todos la tratan bien, pero la consideran loca. ¿Dónde estará esta mujer en realidad? La he visto bailar con la música del templo, con lágrimas en los ojos, ajena al resto del mundo, símplemente dejándose mecer por los acordes.
¿Y si somos nosotros los que estamos en un falso lugar? ¿Y si es ella la única que está en el sitio correcto y se compadece de nuestro sueño?
San Agustín del Guadalix. Noviembre 2010
martes, 7 de diciembre de 2010
Motos, vacas y otros animales (Planeta India)
Pues no, nunca he ordeñado una motocicleta, pero tampoco una vaca, así que no sé las principales diferencias entre ellas. Lo que sí sé es una gran semejanza, ambas te pueden atropellar. La motocicleta generalmente lo hace cuando no funciona su pito convenientemente, es decir, se lo han vendido sin la mágica cualidad de hacer desaparecer al que está enfrente cuando se hace sonar violentamente. La vaca lo hace simplemente cuando estás en medio, como ella no tiene claxon (diferencia que sí sé) no puede avisarte, dado que el mugir lo utilizan para otros menesteres que, cuando escriba el “Tratado sobre la comunicación bovina”, aclararé convenientemente.
Ambas cosas o, mejor dicho, ambos atropellos, son fáciles de conseguir. Incluso, si hay suerte, puedes hacer un pleno el mismo día. Una vaca puede intuir tu nacionalidad, no puedo explicarlo, pero se que poseen ese don, e intentando vengar a todos esos congéneres cuyos compatriotas (tuyos, no de la vaca) han toreado, pisarte esos piececitos que llevas calzados con unas simples chanclas y hacer que tus deditos (de cuyo sufrimiento también tendré que escribir un tratado) no se reconozcan los unos a los otros. Y seguir tan tranquila su camino mientras tú te cagas en lo más sagrado (que recordemos que aquí es la vaca).
Una vaca también puede acercarse cariñosamente, es curioso porque te apoyan la cabeza en el regazo y se frotan como los gatos. Un gato de 400 kilos queriendo que la acaricies… Tú piensas, joder ¿No puedes pisarme y seguir tan tranquila?
Las motos no se acercan para que las acaricies, tienen otras costumbres. Por ejemplo, parece que la hora del apareamiento es la media noche, entonces, muchas de ellas dejan oir su estridente llamada para la cópula. Y joder, desde luego que joden. Luego, durante el día se dedican a pasear capullos que quitan puntos a las vacas atropellando personas...
También disfrutamos de la compañía de otros animales a diario. Por ejemplo, los alegres monitos como Amedio, el de Marco, pero en hijoputa. Te quitan la comida, te dan un bocao, se meten en tu habitación… Y no se achantan les hagas lo que les hagas. Hace unos años les amagabas y huían, luego ya había que coger un palo o una piedra y ahora ni con un AK47 se piran. Claro que el AK 47 te puede servir para los cachondos que les mosquean justo cuando tú pasas al lado. Porque el mono le mete al que tiene más cerca y luego ya pregunta…
Tenemos perros también, vamos, algunas garrapatas los tienen. Los perros indios tienen la virtud de extrarte todas las emociones, te dan tristeza por su aspecto y asco por lo mismo, miedo cuando se juntan varios de noche, rabia si te muerden y no te vacunas, odio cuando te rondan de madrugada, alegría (bueno, esta la he puesto porque no me salían más emociones)…
Gatos no hay muchos porque aunque es zona vegetariana deben competir con los monos que son bastante más listos (compartimos el 90 y tantos por ciento de los genes con ellos y el otro tanto es el de ir al corte inglés, así que deben ser listísimos). Ratas, ratones, etc. si que hay alguno, unos cien millones. Al ver uno, le sonríes y esperas que te diga algo, como Welcome to Disneyland… Sí, son grandes, sí. Las serpientes de vez en cuando vienen de visita y como son sagradas y no se las mata, a alguna cobra la puedes terminar cogiendo cariño.
Lo bueno de todos estos animales es que te muerda lo que te muerda, te jode. Si no es por la grandeza del bocado (coño, parece que un mordisco pudiera ser marqués) o por el veneno, lo es por los bichitos que pueda llevar en la boca el asqueroso. Y parece que ellos lo saben, así que el monito recién nacido ya se pavonea delante de ti conocedor que un rocecito de sus dientes te hace pasar un interesante periplo de vacuna en vacuna.
También he aprendido algunas cosas que no estudié en la facultad, por ejemplo que los mosquitos saben que si te zumban en la oreja vas a moverte lo suficiente como para colarse por debajo de la sábana y brearte. Que el sonido de tuneladora que se escucha cuando intentas dormir proviene del festín que las termitas se están dando con tu propia cama. Que el desproporcionado número de ronchones que aparece en tu cuerpo por la mañana debe ser proporcional al número de chinches que compartieron tu lecho. Que las moscas en la India no se reproducen, se rereproducen. Y aunque sigo sin saber la diferencia entre escorpión y alacrán (que sería fácil si alguno llevara h), sé que el hábitat de uno de los dos son las esterillas de meditación. Y, por supuesto, cucarachas no hay, yo nunca he visto ninguna, bueno quitando la que se me llevó el portatil encima cuando creí que era la mesilla de noche…
Y los tigres… para saber de eso hay que leerse otras historias.
Risikesh. Diciembre 2010
Ambas cosas o, mejor dicho, ambos atropellos, son fáciles de conseguir. Incluso, si hay suerte, puedes hacer un pleno el mismo día. Una vaca puede intuir tu nacionalidad, no puedo explicarlo, pero se que poseen ese don, e intentando vengar a todos esos congéneres cuyos compatriotas (tuyos, no de la vaca) han toreado, pisarte esos piececitos que llevas calzados con unas simples chanclas y hacer que tus deditos (de cuyo sufrimiento también tendré que escribir un tratado) no se reconozcan los unos a los otros. Y seguir tan tranquila su camino mientras tú te cagas en lo más sagrado (que recordemos que aquí es la vaca).
Una vaca también puede acercarse cariñosamente, es curioso porque te apoyan la cabeza en el regazo y se frotan como los gatos. Un gato de 400 kilos queriendo que la acaricies… Tú piensas, joder ¿No puedes pisarme y seguir tan tranquila?
Las motos no se acercan para que las acaricies, tienen otras costumbres. Por ejemplo, parece que la hora del apareamiento es la media noche, entonces, muchas de ellas dejan oir su estridente llamada para la cópula. Y joder, desde luego que joden. Luego, durante el día se dedican a pasear capullos que quitan puntos a las vacas atropellando personas...
También disfrutamos de la compañía de otros animales a diario. Por ejemplo, los alegres monitos como Amedio, el de Marco, pero en hijoputa. Te quitan la comida, te dan un bocao, se meten en tu habitación… Y no se achantan les hagas lo que les hagas. Hace unos años les amagabas y huían, luego ya había que coger un palo o una piedra y ahora ni con un AK47 se piran. Claro que el AK 47 te puede servir para los cachondos que les mosquean justo cuando tú pasas al lado. Porque el mono le mete al que tiene más cerca y luego ya pregunta…
Tenemos perros también, vamos, algunas garrapatas los tienen. Los perros indios tienen la virtud de extrarte todas las emociones, te dan tristeza por su aspecto y asco por lo mismo, miedo cuando se juntan varios de noche, rabia si te muerden y no te vacunas, odio cuando te rondan de madrugada, alegría (bueno, esta la he puesto porque no me salían más emociones)…
Gatos no hay muchos porque aunque es zona vegetariana deben competir con los monos que son bastante más listos (compartimos el 90 y tantos por ciento de los genes con ellos y el otro tanto es el de ir al corte inglés, así que deben ser listísimos). Ratas, ratones, etc. si que hay alguno, unos cien millones. Al ver uno, le sonríes y esperas que te diga algo, como Welcome to Disneyland… Sí, son grandes, sí. Las serpientes de vez en cuando vienen de visita y como son sagradas y no se las mata, a alguna cobra la puedes terminar cogiendo cariño.
Lo bueno de todos estos animales es que te muerda lo que te muerda, te jode. Si no es por la grandeza del bocado (coño, parece que un mordisco pudiera ser marqués) o por el veneno, lo es por los bichitos que pueda llevar en la boca el asqueroso. Y parece que ellos lo saben, así que el monito recién nacido ya se pavonea delante de ti conocedor que un rocecito de sus dientes te hace pasar un interesante periplo de vacuna en vacuna.
También he aprendido algunas cosas que no estudié en la facultad, por ejemplo que los mosquitos saben que si te zumban en la oreja vas a moverte lo suficiente como para colarse por debajo de la sábana y brearte. Que el sonido de tuneladora que se escucha cuando intentas dormir proviene del festín que las termitas se están dando con tu propia cama. Que el desproporcionado número de ronchones que aparece en tu cuerpo por la mañana debe ser proporcional al número de chinches que compartieron tu lecho. Que las moscas en la India no se reproducen, se rereproducen. Y aunque sigo sin saber la diferencia entre escorpión y alacrán (que sería fácil si alguno llevara h), sé que el hábitat de uno de los dos son las esterillas de meditación. Y, por supuesto, cucarachas no hay, yo nunca he visto ninguna, bueno quitando la que se me llevó el portatil encima cuando creí que era la mesilla de noche…
Y los tigres… para saber de eso hay que leerse otras historias.
Risikesh. Diciembre 2010
martes, 30 de noviembre de 2010
Hari Om (Planeta India)
Hari Om es el saludo más sagrado en la India y de los más utilizados en la zona donde me encuentro, pero para fieles lectores es algo mucho más importante. Es el hotel donde continúo alojado.
Por el día las cosas transcurren con normalidad en mi habitación, quiero decir que, como no estoy, no sé lo que pasa. Pero de noche, al acostarme, empiezan a oirse ruidos, como cacofonías…
Lo primero que se oye es el pis del de la habitación de al lado, y se oye tanto que te quedas esperando las últimas gotitas… No hay, es chica (que de todos es sabido que las reabsorben)
Por cierto aprovecho para contaros (viene al caso, es de pis) una anécdota de por aquí, una ocasión en la que estaba en un urinario al aire libre. (Era un urinario de verdad, si no diría la puta calle). En fin, estaba ahí con las manos ocupadas y, de repente, a la altura de mi cara, aparece una víbora mirándome. ¿Qué coño se hace con una víbora en la cara, si tienes la propia agarrada? Pues encomendarte al dios de las víboras, que seguro que aquí lo hay, cerrar los ojos e intentar seguir a lo tuyo…
¿Seguir? Tres días sin mear estuve… Pero hubo suerte, no le interesó aparearse.
Continuando con los extraños ruidos… Después se oyen las toses de la misma u otra habitación de al lado. No sé como explicar mi sensación, una mezcla de pena, asco, curiosidad… Creo que lo mejor lo define es miedo… Susto, pánico, terror. Parecía que iba a darse la vuelta. Que sensación sería verle al día siguiente al revés ¿cómo le reconocería? ¿Se reconocerá a la gente por su pancreas? ¿Servirá para eso el pancreas? ¿Cómo coño es un pancreas?
A esto añadimos perros con afán de notoriedad, monos en continua pelea de a ver quien la tiene más larga, motoristas con la mano pegada a la bocina creo que con la misma pelea que los monos, gente hablando a voces a cualquier hora de la noche, petardos que no se que coño celebran, pero parece que siempre son Fallas y, ahora, además, la suerte de que es la época de las bodas y la música está a tope (canción estrella en toda boda india que se precie: Dame, dame gasolina…, sí, si, en español)… En fin ¿quieres encontrar paz? Vente a India, paraiso del yoga y la meditación…
Última hora del Hari Om
Pasé un par de días sin ver a Shuvam y eso me preocupaba. No porque creyera que le había pasado nada, si no porque me preguntaba qué habría hecho. En el hotel de al lado unas amigas le dieron al “chico para todo” sus tangas (sic) para que se los lavaran. Y fue la última vez que vieron al chico y sus tangas. Supongo que le compensó la pérdida de emplero… y mis amigas ya siempre lavan su propia ropa interior.
Finalmente Shuvam apareció y yo preferí no preguntar, eso sí, confirmé que mis gallumbos Carfur Klein siguen en su sitio, es decir encima de la mesa, al lado del ordenador.
Manish me regañó porque llevaba dos días buscándome para limpiarme la habitación… Todavía flipo, es la primera vez en la India que me ocurre algo así. Y hoy llegó con la blacandequer y, sin pedírselo, me colocó un espejo en el baño (me había olvidado de cómo era, yo, no un espejo), una jabonera y unos colgadores. Además prometió arreglarme las humedades (yo creí que era el Ganges y eran humedades…). Así que, hay que ser justos, al César lo que es del idem y a Manish lo que es suyo.
Además tiene un hijo de un añito que, cuando me ve, salta a mis brazos a que le diga cosas en español, se ríe y se vuelve con su papi…
Así que esto se empieza a parecer a un hogar…
Rishikesh. Noviembre 2010
Por el día las cosas transcurren con normalidad en mi habitación, quiero decir que, como no estoy, no sé lo que pasa. Pero de noche, al acostarme, empiezan a oirse ruidos, como cacofonías…
Lo primero que se oye es el pis del de la habitación de al lado, y se oye tanto que te quedas esperando las últimas gotitas… No hay, es chica (que de todos es sabido que las reabsorben)
Por cierto aprovecho para contaros (viene al caso, es de pis) una anécdota de por aquí, una ocasión en la que estaba en un urinario al aire libre. (Era un urinario de verdad, si no diría la puta calle). En fin, estaba ahí con las manos ocupadas y, de repente, a la altura de mi cara, aparece una víbora mirándome. ¿Qué coño se hace con una víbora en la cara, si tienes la propia agarrada? Pues encomendarte al dios de las víboras, que seguro que aquí lo hay, cerrar los ojos e intentar seguir a lo tuyo…
¿Seguir? Tres días sin mear estuve… Pero hubo suerte, no le interesó aparearse.
Continuando con los extraños ruidos… Después se oyen las toses de la misma u otra habitación de al lado. No sé como explicar mi sensación, una mezcla de pena, asco, curiosidad… Creo que lo mejor lo define es miedo… Susto, pánico, terror. Parecía que iba a darse la vuelta. Que sensación sería verle al día siguiente al revés ¿cómo le reconocería? ¿Se reconocerá a la gente por su pancreas? ¿Servirá para eso el pancreas? ¿Cómo coño es un pancreas?
A esto añadimos perros con afán de notoriedad, monos en continua pelea de a ver quien la tiene más larga, motoristas con la mano pegada a la bocina creo que con la misma pelea que los monos, gente hablando a voces a cualquier hora de la noche, petardos que no se que coño celebran, pero parece que siempre son Fallas y, ahora, además, la suerte de que es la época de las bodas y la música está a tope (canción estrella en toda boda india que se precie: Dame, dame gasolina…, sí, si, en español)… En fin ¿quieres encontrar paz? Vente a India, paraiso del yoga y la meditación…
Última hora del Hari Om
Pasé un par de días sin ver a Shuvam y eso me preocupaba. No porque creyera que le había pasado nada, si no porque me preguntaba qué habría hecho. En el hotel de al lado unas amigas le dieron al “chico para todo” sus tangas (sic) para que se los lavaran. Y fue la última vez que vieron al chico y sus tangas. Supongo que le compensó la pérdida de emplero… y mis amigas ya siempre lavan su propia ropa interior.
Finalmente Shuvam apareció y yo preferí no preguntar, eso sí, confirmé que mis gallumbos Carfur Klein siguen en su sitio, es decir encima de la mesa, al lado del ordenador.
Manish me regañó porque llevaba dos días buscándome para limpiarme la habitación… Todavía flipo, es la primera vez en la India que me ocurre algo así. Y hoy llegó con la blacandequer y, sin pedírselo, me colocó un espejo en el baño (me había olvidado de cómo era, yo, no un espejo), una jabonera y unos colgadores. Además prometió arreglarme las humedades (yo creí que era el Ganges y eran humedades…). Así que, hay que ser justos, al César lo que es del idem y a Manish lo que es suyo.
Además tiene un hijo de un añito que, cuando me ve, salta a mis brazos a que le diga cosas en español, se ríe y se vuelve con su papi…
Así que esto se empieza a parecer a un hogar…
Rishikesh. Noviembre 2010
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Om sweet Om (Planeta India)
Pues ya estoy aquí de nuevo…
Tuve que buscar nuevo alojamiento, pues en mi casa de siempre, se celebra la boda de la hija y está completa durante bastantes días. Porque las bodas indias son largas y de ¿mucha gente?, no, unos seiscientos invitados…
Esto de encontrar donde vivir tiene un lado (del dodecágono) divertido… Probé primero en un hotel donde me dieron a elegir entre sábanas new o sábanas clean. Opté por las clean aunque tuvieran agujeros y también opté por mudarme. A unos amigos, al pedir que se las cambiaran, les preguntaron do you want fresh? y como sí que want fresh, los muy pijos tuvieron que esperar cuatro días… Eso sí, un par de noches si que pasé entre sábanas go you to know.
De ahí me mudé, en lo que pensé que sólo sería una nueva escala, al Hari Om Hotel, que cuesta casi 7 € y te dan sábanas sin hablarte de ellas.
El Hari Om Hotel lo veía construir hace unos meses desde el otro lado del río y, viendo como ponían piso sobre piso en los andamios iniciales pensados para una sola planta, pensé “yo no me metería ahí ni de coña”… Y aquí estoy, en el piso más alto. En fin, si llego a colgar esta historia en el blog, es que, por ahora, todo va bien. O que se cayó el edificio sin pillarme a mí ni al ordenador.
Manish es el jefe y Shuvam el “chico para todo”. Estos “chicos para todo” que hay en todos los hoteles indios, son idénticos, creo que se sólo diferencian en el nombre. En realidad yo creo que están para que los jefes tengan a quien chillar, porque su aporte al bien común es absolutamente nulo. Tienen la habilidad para el escaqueo más espectacular que he visto jamás. Si limpian la habitación, tienes que limpiarla tú el doble porque esparcen la porquería como las servilletas de los bares de Madrid; si les pides algo, justo en ese momento, o día, o mes o año, no puede ser, porque tienen mucho lío (o mucha plancha, o un pollo en el horno…); siempre están por ahí, en medio, menos cuando los necesitas, entonces desaparecen, creo que han desarrollado el don de la invisibilidad o que tienen la capa de Harry Potter (aquí todo es posible, quizás Harry Potter trabajó en un hotel indio antes de hacerse famoso). En fin, Shuvam cumple todos estos requisitos con notable alto, aunque en este caso es de gran utilidad, por supuesto sin saberlo o hasta de aquí se escaquearía, porque ha participado como invitado en esta historia.
El primer día en el Hari Om parecía que todo iba bien pero, eso, en el Planeta India, suele ser como cuando en la selva de Tarzán todos los animales enmudecen, algún grave peligro acecha… Al irse el sol, mientras leía tumbado en la cama, noto como los dedos de los pies se me empiezan a criogenizar y se escucha de fondo un viento huracanado... En realidad, no había mucho misterio, el baño tenía un agujero a la calle de más de medio metro, el cual, en mi hábil chequeo de la habitación, había pasado por alto.
Ventilation, me dijo Manish… Ya, ya, contesté yo.
Tras cuatro intentos infructuosos de quedar, vamos, tras cuatro plantones de puta madre que me dio, por fin ahí estábamos Manish y yo, a las 11 de la noche (que aquí es muy tarde), tapando el agujerito con un plástico duro. Él subido en el respaldo de una silla, agarrándose con los deditos de los pies, yo sentado en la misma de contrapeso y pasándole herramientas, mucho más preocupado porque su blacandequer no se les resbalara, por cuarta vez, y me abriera el tercer ojo, que de que él no se matara (ya que aquí, al lado del Ganges, no es tan grave, pues se libra del ciclo de las reencarnaciones).
El cable de la herramienta también era pa verlo. Medía, eso sí, unos 3 km., podía hacer agujeros en la otra orilla del río, pero tenía más remiendos que trozos de cable original. Así que al acojone del descalabre, se unía el de que aquella silla donde me sentaba se convirtiera en la silla de Sing Sing y que el tapar el agujero, hubiera sido mi último deseo y no la típica megacena de las pelis.
Todo fue bien, si la estética no es importante claro. Un nuevo parche para un nuevo hotel. El concepto de belleza que tienen los indios o algunos de ellos al menos, entra dentro de lo que llamaríamos nosotros “Arte moderno”, creo. Vamos que nuestra obra podía exponerse en el MOMA de Nueva York, pero que como pared de baño era una mierda (a la inversa de muchas obras modernas, que como pared de baño quizás queden bien).
Al acabar la ñapa, ¿tienes una escobita Manish? Su respuesta: échale agua y que se vaya todo por el desagüe… Yo miro los restos, con cachos de pared, trozos de plástico, polvo de ladrillo, media broca… y le digo: ok, ok. ¿Qué coño le voy a decir a un tío que me dice que tire todo eso por el sumidero…? Luego, curiosamente, en muchos sitios pone que no se tire el papel higiénico, porque el sistema de cañerías indios es estrecho y no está preparado… Quizás mejor deberían poner “No tirar escombros por el vater”
Pero el objetivo estaba cumplido, al menos de momento, y dejó de entrar el Katrina cada noche en mi habitación. Otro día ya abordaremos el asunto de la cisterna que inunda el baño entero cada vez que se usa. Manish me dijo today don´t use, y yo, con el sueño que tenía, pensé que ya me preocuparía si me daba el apretón.
El hotel lleva un mes abierto. En mi habitación están las caras de Belmes pero con barba (es espectacular la evolución del moho si se le deja manga ancha), las puertas no abren ni cierran bien (una creo que la he cerrado para siempre), la mesa es fabricada a cachos (la Frankesteinmesa), la cama he preferido no mirarla todavía (sólo he dormido en ella cuatro noches), si cierras el armario luego tienes que tirar la ropa del pestazo que queda, asoman cables por dentro de la habitación y hierros por fuera… Pero bueno, como es invierno no se ven excesivos bichos y además evito la tentación de segarme la cabeza con el ventilador. Eso sí, dicen que va a ser de los más fríos de los últimos tiempos, así que a ver si encuentro el libro “Instrucciones para construir un iglú indoor”.
Resumiendo mi primera semana por aquí: No se a donde, pero se va la luz habitualmente. Las motos siguen volando bajo, pensando que con tocar la bocina tú te desvaneces. Las vacas sagradas se llevan ostias sagadas como panes si se comen lo que no deben. Los monos te quitan lo que pueden, de la mano o de la habitación (pues cierra bien, coño). Y los dioses, millones, continúan por todas partes, vigilando que no te abran la cabeza con una blacandequer.
Risikesh. Noviembre 2010
Tuve que buscar nuevo alojamiento, pues en mi casa de siempre, se celebra la boda de la hija y está completa durante bastantes días. Porque las bodas indias son largas y de ¿mucha gente?, no, unos seiscientos invitados…
Esto de encontrar donde vivir tiene un lado (del dodecágono) divertido… Probé primero en un hotel donde me dieron a elegir entre sábanas new o sábanas clean. Opté por las clean aunque tuvieran agujeros y también opté por mudarme. A unos amigos, al pedir que se las cambiaran, les preguntaron do you want fresh? y como sí que want fresh, los muy pijos tuvieron que esperar cuatro días… Eso sí, un par de noches si que pasé entre sábanas go you to know.
De ahí me mudé, en lo que pensé que sólo sería una nueva escala, al Hari Om Hotel, que cuesta casi 7 € y te dan sábanas sin hablarte de ellas.
El Hari Om Hotel lo veía construir hace unos meses desde el otro lado del río y, viendo como ponían piso sobre piso en los andamios iniciales pensados para una sola planta, pensé “yo no me metería ahí ni de coña”… Y aquí estoy, en el piso más alto. En fin, si llego a colgar esta historia en el blog, es que, por ahora, todo va bien. O que se cayó el edificio sin pillarme a mí ni al ordenador.
Manish es el jefe y Shuvam el “chico para todo”. Estos “chicos para todo” que hay en todos los hoteles indios, son idénticos, creo que se sólo diferencian en el nombre. En realidad yo creo que están para que los jefes tengan a quien chillar, porque su aporte al bien común es absolutamente nulo. Tienen la habilidad para el escaqueo más espectacular que he visto jamás. Si limpian la habitación, tienes que limpiarla tú el doble porque esparcen la porquería como las servilletas de los bares de Madrid; si les pides algo, justo en ese momento, o día, o mes o año, no puede ser, porque tienen mucho lío (o mucha plancha, o un pollo en el horno…); siempre están por ahí, en medio, menos cuando los necesitas, entonces desaparecen, creo que han desarrollado el don de la invisibilidad o que tienen la capa de Harry Potter (aquí todo es posible, quizás Harry Potter trabajó en un hotel indio antes de hacerse famoso). En fin, Shuvam cumple todos estos requisitos con notable alto, aunque en este caso es de gran utilidad, por supuesto sin saberlo o hasta de aquí se escaquearía, porque ha participado como invitado en esta historia.
El primer día en el Hari Om parecía que todo iba bien pero, eso, en el Planeta India, suele ser como cuando en la selva de Tarzán todos los animales enmudecen, algún grave peligro acecha… Al irse el sol, mientras leía tumbado en la cama, noto como los dedos de los pies se me empiezan a criogenizar y se escucha de fondo un viento huracanado... En realidad, no había mucho misterio, el baño tenía un agujero a la calle de más de medio metro, el cual, en mi hábil chequeo de la habitación, había pasado por alto.
Ventilation, me dijo Manish… Ya, ya, contesté yo.
Tras cuatro intentos infructuosos de quedar, vamos, tras cuatro plantones de puta madre que me dio, por fin ahí estábamos Manish y yo, a las 11 de la noche (que aquí es muy tarde), tapando el agujerito con un plástico duro. Él subido en el respaldo de una silla, agarrándose con los deditos de los pies, yo sentado en la misma de contrapeso y pasándole herramientas, mucho más preocupado porque su blacandequer no se les resbalara, por cuarta vez, y me abriera el tercer ojo, que de que él no se matara (ya que aquí, al lado del Ganges, no es tan grave, pues se libra del ciclo de las reencarnaciones).
El cable de la herramienta también era pa verlo. Medía, eso sí, unos 3 km., podía hacer agujeros en la otra orilla del río, pero tenía más remiendos que trozos de cable original. Así que al acojone del descalabre, se unía el de que aquella silla donde me sentaba se convirtiera en la silla de Sing Sing y que el tapar el agujero, hubiera sido mi último deseo y no la típica megacena de las pelis.
Todo fue bien, si la estética no es importante claro. Un nuevo parche para un nuevo hotel. El concepto de belleza que tienen los indios o algunos de ellos al menos, entra dentro de lo que llamaríamos nosotros “Arte moderno”, creo. Vamos que nuestra obra podía exponerse en el MOMA de Nueva York, pero que como pared de baño era una mierda (a la inversa de muchas obras modernas, que como pared de baño quizás queden bien).
Al acabar la ñapa, ¿tienes una escobita Manish? Su respuesta: échale agua y que se vaya todo por el desagüe… Yo miro los restos, con cachos de pared, trozos de plástico, polvo de ladrillo, media broca… y le digo: ok, ok. ¿Qué coño le voy a decir a un tío que me dice que tire todo eso por el sumidero…? Luego, curiosamente, en muchos sitios pone que no se tire el papel higiénico, porque el sistema de cañerías indios es estrecho y no está preparado… Quizás mejor deberían poner “No tirar escombros por el vater”
Pero el objetivo estaba cumplido, al menos de momento, y dejó de entrar el Katrina cada noche en mi habitación. Otro día ya abordaremos el asunto de la cisterna que inunda el baño entero cada vez que se usa. Manish me dijo today don´t use, y yo, con el sueño que tenía, pensé que ya me preocuparía si me daba el apretón.
El hotel lleva un mes abierto. En mi habitación están las caras de Belmes pero con barba (es espectacular la evolución del moho si se le deja manga ancha), las puertas no abren ni cierran bien (una creo que la he cerrado para siempre), la mesa es fabricada a cachos (la Frankesteinmesa), la cama he preferido no mirarla todavía (sólo he dormido en ella cuatro noches), si cierras el armario luego tienes que tirar la ropa del pestazo que queda, asoman cables por dentro de la habitación y hierros por fuera… Pero bueno, como es invierno no se ven excesivos bichos y además evito la tentación de segarme la cabeza con el ventilador. Eso sí, dicen que va a ser de los más fríos de los últimos tiempos, así que a ver si encuentro el libro “Instrucciones para construir un iglú indoor”.
Resumiendo mi primera semana por aquí: No se a donde, pero se va la luz habitualmente. Las motos siguen volando bajo, pensando que con tocar la bocina tú te desvaneces. Las vacas sagradas se llevan ostias sagadas como panes si se comen lo que no deben. Los monos te quitan lo que pueden, de la mano o de la habitación (pues cierra bien, coño). Y los dioses, millones, continúan por todas partes, vigilando que no te abran la cabeza con una blacandequer.
Risikesh. Noviembre 2010
Planeta India
Después del éxito obtenido por “A tigres y en Chancletas”, debo confesar que esas historias son parte de una obra magna, que va ampliándose casi continuamente, esa obra se llama “Planeta India” y es como el país, caótica, atemporal, divertida, incomprensible, mística, inabarcable y, sobre todo, inefable (¿a qué no sabéis que significa?).
No toda la obra está escrita, no toda es publicable… lo haré a trozos, iré desgranando retazos de este planeta que me atrapó hace ya unos cuantos años.
En estas pequeñas historias que conforman la gran obra, podréis conocer a los habitantes de este planeta, sus costumbres, sus miles de dioses, sus sabios que aparecen donde menos lo esperas… Habrá historias divertidas, otras con mensaje, otras sólo con “recao”, pero todas pretenden dar a conocer este otro mundo que existe dentro del nuestro, a tan solo unas horas de avión.
Sí que hay pobreza, enfermedad, suciedad y espiritualidad, alegría, amor… Todo a lo bestia. La India es a lo bestia. Un pequeño puntito en un mapa representa una ciudad de medio millón de habitantes, las montañas tienen 7000 metros, los bosques son infinitos, los elefantes están en la selva y en tu barrio... Hay gente que come poco porque no tiene que comer y gente que no come nada porque no lo necesita. Todo es a lo bestia, hasta lo incomprensible, hasta lo que no se alcanza con la razón. No se entiende nada y, de repente, se empieza a comprender…
Espero que sirva para que empecéis a querer este planeta tanto como lo quiero yo.
Bienvenidos al Planeta India, un mundo gigante que te ayuda a descubrir que tienes dentro un mundo gigante.
Risikesh. Noviembre 2010
No toda la obra está escrita, no toda es publicable… lo haré a trozos, iré desgranando retazos de este planeta que me atrapó hace ya unos cuantos años.
En estas pequeñas historias que conforman la gran obra, podréis conocer a los habitantes de este planeta, sus costumbres, sus miles de dioses, sus sabios que aparecen donde menos lo esperas… Habrá historias divertidas, otras con mensaje, otras sólo con “recao”, pero todas pretenden dar a conocer este otro mundo que existe dentro del nuestro, a tan solo unas horas de avión.
Sí que hay pobreza, enfermedad, suciedad y espiritualidad, alegría, amor… Todo a lo bestia. La India es a lo bestia. Un pequeño puntito en un mapa representa una ciudad de medio millón de habitantes, las montañas tienen 7000 metros, los bosques son infinitos, los elefantes están en la selva y en tu barrio... Hay gente que come poco porque no tiene que comer y gente que no come nada porque no lo necesita. Todo es a lo bestia, hasta lo incomprensible, hasta lo que no se alcanza con la razón. No se entiende nada y, de repente, se empieza a comprender…
Espero que sirva para que empecéis a querer este planeta tanto como lo quiero yo.
Bienvenidos al Planeta India, un mundo gigante que te ayuda a descubrir que tienes dentro un mundo gigante.
Risikesh. Noviembre 2010
domingo, 14 de noviembre de 2010
A tigres y en chancletas III
En la India el camino a recorrer es interior. Cuando uno busca en su interior profundamente, lo que encuentra es una de las palancas que realmente mueve al mundo.
Porque estoy convencido de que, al igual que la fuerza de la gravedad genera movimiento (hacia abajo principalmente), hay otra fuerza mucho mayor, a la que ya hice mención en ATYEC 2ª parte (para los no iniciados, A Tigres Y En Chancletas). Es la fuerza del “no hay huevos…”
La cantidad de jilipolleces, y hablo a nivel mundial, que se han podido hacer debido al poder de esa fuerza.
Y como digo, en la India es todo interior. Es decir es un “no hay huevos…” que encuentras dentro de ti mismo. Eso es lo curioso de esta ley, no necesitas a nadie. Sin ayuda y sin presiones externas. Tú te lo guisas y tú te lo comes. En este caso tú te lo guisas y a ti te comen. En fin, aplicas la ley y terminas en un jardín del que difícilmente saldrás incólume.
En mi caso no fue un jardín, fue la puta selva.
De nuevo “A tigres y en chancletas”. Y en el scutre, claro. Esta vez no había ni para elegir, porque Ram (os recuerdo, el otro colgado, profesor de yoga, piloto de Moto GP y dueño de la “bala roja”) había vendido la otra moto. Aquella cuya velocidad era igual, o quizás incluso un poco superior, a la velocidad del ataque de un tigre.
Nunca terceras partes fueron buenas, así que suponía que esta vez si que encontraríamos al tigre y, además, nos mataría.
Antes de iniciar el viaje volvimos a hablar de si alguno de los dos teníamos algo de violencia dentro (esto sólo lo entenderán los asiduos a ATYEC). Esta era nuestra principal protección, dado que las armas que portaríamos serían similares a las del verano pasado, aunque el paraguas era azul en lugar de rosa (no porque ese color sea especialmente antitigres, es que coincidió así). Por supuesto, yo le juraba que ni un ápice de violencia residía en mí, a la vez que planeaba, eso sí sólo en caso de felino ataque, darle un golpe prácticamente mortal en la nuez. Y digo prácticamente y no mortal del todo, por dos razones. La primera, porque no sé si sabría hacerlo (me perdí en la facultad la clase que impartió Bruce Lee) y la otra más importante, no recordaba si los tigres eran comedores de carroña. Estaría divertido que, teniendo un jugoso cadáver al lado, fácilmente accesible aunque no especialmente suculento, al puto tigre le saliera la vena cazadora y persiguiera al mejor bocado, que intenta huir sin saber conducir un vespino y dando con las patitas (y las chancletas) en el suelo…
Bueno, como alguien dijo que había uno que había visto un tigre en esa carretera (nuestra carretera, la de ATYEC 1ª parte), ayer mismo… parecía que había llegado nuestra oportunidad.
Realmente cuando lo escuché, lo que pensé fue “¡No jodas! Hay tigres de verdad y yo haciendo el jilipollas”. Pero dije, debido a esa fuerza que mencioné al principio que habita en nuestro interior y sobre la que pienso escribir un tratado*, “Ram, no podemos dejar pasar la ocasión, esta vez no se nos puede escapar”.
Ram, del cual estoy convencido que piensa que su siguiente vida será mucho mejor que la actual, me miró y simplemente dijo: Tonight?
Joder, ¿no podía acojonarse él por una vez? ¿No podría fallar la ley del no hay huevos? ¿No podría llegar ya ese fin del mundo del que tanto se habla?... Todo eso bullía en mi interior pero, claro, dije: Of course.
Así que allí fuimos.
Como los más avezados lectores (y para el resto no escribo, puesto que no lo entenderían) podrán suponer, si escribo una historia en pasado, sobre hechos acontecidos, es que estoy vivo. Aunque esto no garantizaría que estuviera entero. Han podido comerme algunos trozos…
O también podía haber dejado escrita la historia antes de salir. A modo de testamento, para que mi madre supiera lo listo que era su hijo (si le quedaba alguna duda después de los capítulos anteriores).
Pero no, si que estoy entero y ya casi con la moral renovada. Quedamos que nunca lo contaríamos, pero no puedo defraudar a mis lectores. Además Ram no entiende el español y no sé si esta historia llegará a publicarse en muchas lenguas.
La carretera ya está descrita anteriormente, la moto también, sobre la velocidad, sólo diré que al salir del pueblo un chaval en bici nos pasó y nos dijo, con una gran sonrisa, Namaste….
La visibilidad si que merece un capítulo aparte, pero como no había ninguna, no escribo el capítulo.
Inicialmente, el miedo en la moto era mayor que el que tenía a los tigres. Pensaba, metafísicamente, si era peor morir de accidente o atacado por un gran felino. En realidad, la muerte sería más heroica si un animal salvaje te ataca y mueres luchando. Pero, ¿más heroica para quien? Coño, tú estás muerto. Y tus herederos se quedarían mucho más con la idea de que eras imbécil, que con la de que eras un aventurero… La de accidente tampoco pintaba bien, el tigre casi seguro que te remataba, pero con la moto no tenías garantías de reencarnar inmediatamente, te podías quedar en esta vida y sólo a medias…
Y digo que ese miedo era mayor inicialmente, hasta que llegó el momento. Ese momento al que a partir de ahora y para el resto de nuestra vida llamaremos R.
¡Vaya RUGIDO!
¿Alegría? ¿Ilusión? ¿Curiosidad? ¿Triunfo?
CACA. Nos hicimos caca. Metafóricamente hablando, casi. Y digo casi porque según creo, las metáforas, al igual que los pedos, no pesan..
No habíamos recorrido ni dos kilómetros desde el pueblo. Casi se veían las luces todavía (desde luego, mucho más que las de la moto). De repente, un rugido que hizo retumbar las bases de la ley del NHH. Es decir, paró el movimiento. La tierra paró en su rotación, esa que algunos dicen que hace alrededor del sol, Mi corazón se paró. La moto también.
Yo, mientras veía mi vida en un extraño caleidoscopio y pensaba ¿no debía verla en diapositivas?, miré a Ram y le dije: moto ok? Yes, yes. You ok? Yes, yes… Nos volvemos, majo? Yes, yes. Dijo, sin entender el idioma, pero sí mi cara. Y la suya, claro.
Un rugido paraliza el mundo. Un rugido destempla a un indestemplable profesor de yoga. Un rugido es suficiente para dejar de hacer el jilipollas.
Es decir, un rugido se pasa por las pelotas la ley del “no hay huevos”…
Al menos por ahora, porque parece que ya hay uno que puede dejarnos una moto más rápida…
Y un paraguas rosa.
Porque estoy convencido de que, al igual que la fuerza de la gravedad genera movimiento (hacia abajo principalmente), hay otra fuerza mucho mayor, a la que ya hice mención en ATYEC 2ª parte (para los no iniciados, A Tigres Y En Chancletas). Es la fuerza del “no hay huevos…”
La cantidad de jilipolleces, y hablo a nivel mundial, que se han podido hacer debido al poder de esa fuerza.
Y como digo, en la India es todo interior. Es decir es un “no hay huevos…” que encuentras dentro de ti mismo. Eso es lo curioso de esta ley, no necesitas a nadie. Sin ayuda y sin presiones externas. Tú te lo guisas y tú te lo comes. En este caso tú te lo guisas y a ti te comen. En fin, aplicas la ley y terminas en un jardín del que difícilmente saldrás incólume.
En mi caso no fue un jardín, fue la puta selva.
De nuevo “A tigres y en chancletas”. Y en el scutre, claro. Esta vez no había ni para elegir, porque Ram (os recuerdo, el otro colgado, profesor de yoga, piloto de Moto GP y dueño de la “bala roja”) había vendido la otra moto. Aquella cuya velocidad era igual, o quizás incluso un poco superior, a la velocidad del ataque de un tigre.
Nunca terceras partes fueron buenas, así que suponía que esta vez si que encontraríamos al tigre y, además, nos mataría.
Antes de iniciar el viaje volvimos a hablar de si alguno de los dos teníamos algo de violencia dentro (esto sólo lo entenderán los asiduos a ATYEC). Esta era nuestra principal protección, dado que las armas que portaríamos serían similares a las del verano pasado, aunque el paraguas era azul en lugar de rosa (no porque ese color sea especialmente antitigres, es que coincidió así). Por supuesto, yo le juraba que ni un ápice de violencia residía en mí, a la vez que planeaba, eso sí sólo en caso de felino ataque, darle un golpe prácticamente mortal en la nuez. Y digo prácticamente y no mortal del todo, por dos razones. La primera, porque no sé si sabría hacerlo (me perdí en la facultad la clase que impartió Bruce Lee) y la otra más importante, no recordaba si los tigres eran comedores de carroña. Estaría divertido que, teniendo un jugoso cadáver al lado, fácilmente accesible aunque no especialmente suculento, al puto tigre le saliera la vena cazadora y persiguiera al mejor bocado, que intenta huir sin saber conducir un vespino y dando con las patitas (y las chancletas) en el suelo…
Bueno, como alguien dijo que había uno que había visto un tigre en esa carretera (nuestra carretera, la de ATYEC 1ª parte), ayer mismo… parecía que había llegado nuestra oportunidad.
Realmente cuando lo escuché, lo que pensé fue “¡No jodas! Hay tigres de verdad y yo haciendo el jilipollas”. Pero dije, debido a esa fuerza que mencioné al principio que habita en nuestro interior y sobre la que pienso escribir un tratado*, “Ram, no podemos dejar pasar la ocasión, esta vez no se nos puede escapar”.
Ram, del cual estoy convencido que piensa que su siguiente vida será mucho mejor que la actual, me miró y simplemente dijo: Tonight?
Joder, ¿no podía acojonarse él por una vez? ¿No podría fallar la ley del no hay huevos? ¿No podría llegar ya ese fin del mundo del que tanto se habla?... Todo eso bullía en mi interior pero, claro, dije: Of course.
Así que allí fuimos.
Como los más avezados lectores (y para el resto no escribo, puesto que no lo entenderían) podrán suponer, si escribo una historia en pasado, sobre hechos acontecidos, es que estoy vivo. Aunque esto no garantizaría que estuviera entero. Han podido comerme algunos trozos…
O también podía haber dejado escrita la historia antes de salir. A modo de testamento, para que mi madre supiera lo listo que era su hijo (si le quedaba alguna duda después de los capítulos anteriores).
Pero no, si que estoy entero y ya casi con la moral renovada. Quedamos que nunca lo contaríamos, pero no puedo defraudar a mis lectores. Además Ram no entiende el español y no sé si esta historia llegará a publicarse en muchas lenguas.
La carretera ya está descrita anteriormente, la moto también, sobre la velocidad, sólo diré que al salir del pueblo un chaval en bici nos pasó y nos dijo, con una gran sonrisa, Namaste….
La visibilidad si que merece un capítulo aparte, pero como no había ninguna, no escribo el capítulo.
Inicialmente, el miedo en la moto era mayor que el que tenía a los tigres. Pensaba, metafísicamente, si era peor morir de accidente o atacado por un gran felino. En realidad, la muerte sería más heroica si un animal salvaje te ataca y mueres luchando. Pero, ¿más heroica para quien? Coño, tú estás muerto. Y tus herederos se quedarían mucho más con la idea de que eras imbécil, que con la de que eras un aventurero… La de accidente tampoco pintaba bien, el tigre casi seguro que te remataba, pero con la moto no tenías garantías de reencarnar inmediatamente, te podías quedar en esta vida y sólo a medias…
Y digo que ese miedo era mayor inicialmente, hasta que llegó el momento. Ese momento al que a partir de ahora y para el resto de nuestra vida llamaremos R.
¡Vaya RUGIDO!
¿Alegría? ¿Ilusión? ¿Curiosidad? ¿Triunfo?
CACA. Nos hicimos caca. Metafóricamente hablando, casi. Y digo casi porque según creo, las metáforas, al igual que los pedos, no pesan..
No habíamos recorrido ni dos kilómetros desde el pueblo. Casi se veían las luces todavía (desde luego, mucho más que las de la moto). De repente, un rugido que hizo retumbar las bases de la ley del NHH. Es decir, paró el movimiento. La tierra paró en su rotación, esa que algunos dicen que hace alrededor del sol, Mi corazón se paró. La moto también.
Yo, mientras veía mi vida en un extraño caleidoscopio y pensaba ¿no debía verla en diapositivas?, miré a Ram y le dije: moto ok? Yes, yes. You ok? Yes, yes… Nos volvemos, majo? Yes, yes. Dijo, sin entender el idioma, pero sí mi cara. Y la suya, claro.
Un rugido paraliza el mundo. Un rugido destempla a un indestemplable profesor de yoga. Un rugido es suficiente para dejar de hacer el jilipollas.
Es decir, un rugido se pasa por las pelotas la ley del “no hay huevos”…
Al menos por ahora, porque parece que ya hay uno que puede dejarnos una moto más rápida…
Y un paraguas rosa.
* Ver “Tratado del NHH”. Editorial NISU. Alfredo Rey 2008
Rishikesh. Agosto 2008
domingo, 7 de noviembre de 2010
El pequeño Nicolás
Hola Nico,
Soy tu tío y te escribo desde la India, tu primera carta. Seguro que es la primera porque todavía no has nacido. Te la podrá leer tu madre, en un momento de esos en los que estáis los dos solitos, tranquilos. Y quizás, dentro de unos años, puedas leerla tú.
Lo primero que quiero decirte es que tienes mucha suerte por el lugar donde vas a nacer, no todos los niños la tienen. No sé quien ni dónde reparte los lugares, pero tú has sido muy afortunado y eso no debes olvidarlo nunca. Hasta en los peores momentos que pases, no olvides que debes estar agradecido, porque podrás elegir muchísimas de las cosas que pasarán en tu vida y tendrás multitud de ventajas que otros ni imaginan que existen.
No sé de donde vienes, probablemente tú tampoco lo recordarás, pero has aterrizado en este pequeño cuerpo que sólo debe preocuparse de crecer y de ser feliz. Lo primero irá sucediendo y a lo segundo intentaremos ayudarte.
Quiero contarte algo, ya desde tan pequeñito, para que crezcas sabiéndolo y nunca lo olvides.
Hay un antiguo dicho indio: “Esto también pasará”. Aparece en consultas de médicos, en cuentos, en historias… y quiero explicarte lo que significa.
A lo largo de tu vida pasarás por un montón de circunstancias. Buenas y malas, agradables y desagradables, tristes y felices… de todo tipo. Cada día, cada semana, irán sucediéndote cosas. Unas durarán mucho tiempo y otras apenas dará tiempo a que te des cuenta, unas se te harán larguísimas y otras estarás deseando que vuelvan a pasar… Pero recuerda siempre que “Esto también pasará”.
Todo pasa, nada permanece. Esto debes tenerlo claro cuando estés sufriendo, porque no hay un dolor sin fin. Pero también cuando te sientas muy bien, no te aferres a esa felicidad, porque también pasará. Intenta siempre ver las cosas sabiendo que son efímeras, que nunca son para siempre. De esta forma, con ese punto de vista (el del viejo dicho indio…), comprenderás la realidad. Entenderás que no debes depender de factores externos para recorrer tu camino, que estos simplemente te lo harán más o menos cómodo, pero sólo puntualmente.
Comprendiendo esto, que todo pasa y nada queda, podrás entender porqué el camino a recorrer es hacia dentro y no hacia fuera. Porque lo de dentro, tú, si eres para siempre, si eres eterno. Sólo tienes que descubrirte.
En el camino hacia fuera, por mucho que seas, que tengas, que domines, que mandes… sólo eres, sólo somos un puntito, dentro de otro puntito en mitad del universo.
Quiero que sepas algo más. Y es que siempre serás responsable de ti y eso es algo que debes aceptar. Muchas veces no podrás cambiar las circunstancias externas, que podrán ser incómodas o desagradables, pero siempre podrás decidir como interiorizarlas. Cuanto lleguen a afectarte dependerá de ti, si haces un mundo de una pelota o haces una pelota de un mundo. Pero siempre puedes recurrir al viejo dicho indio…
Eres muy pequeñito, tanto que todavía no haría falta escribirte esto. No porque no lo entiendas, sino porque todavía lo entiendes. Pero, yo te lo cuento, por si, como nos va sucediendo a todos, lo vas olvidando…
Recorre ese camino que ya conoces y no des importancia, o dale sólo la justa a todas esas cosas externas que siempre pasarán.
Y, además, quiero pedirte una cosa. Quiero que te fijes en un momento preciso, en ese momento en el que dejas de vivir en el presente. Desgraciadamente te pasará, porque a todos nos pasa. Pero quizás sirva de algo que te des cuenta.
Mientras somos bebés, mientras somos niños, sólo nos preocupa el ahora. De repente, empezamos a pensar en lo que pasará mañana, o a recordar cosas del ayer… Ahí empieza el juego de la mente y desaparece completamente el momento actual.
¿Coincide cuando decimos “ya es todo un hombrecito”?. Probablemente haberte convertido en un hombrecito significa haber cortado el último hilo que te unía con la realidad. Porque el momento presente es la única realidad, el pasado murió y el futuro no existe. A partir de ahí, hay que empezar a tejer de nuevo…
Nunca te conviertas en un hombrecito, Nico.
A mí a veces me verás mucho y a veces me verás poco, pero no te preocupes, eso también dará igual. Ya sabes que nuestra conexión, del corazón, no depende de eso.
Bienvenido a tu paso por aquí.
Risikesh. Agosto 2007
Soy tu tío y te escribo desde la India, tu primera carta. Seguro que es la primera porque todavía no has nacido. Te la podrá leer tu madre, en un momento de esos en los que estáis los dos solitos, tranquilos. Y quizás, dentro de unos años, puedas leerla tú.
Lo primero que quiero decirte es que tienes mucha suerte por el lugar donde vas a nacer, no todos los niños la tienen. No sé quien ni dónde reparte los lugares, pero tú has sido muy afortunado y eso no debes olvidarlo nunca. Hasta en los peores momentos que pases, no olvides que debes estar agradecido, porque podrás elegir muchísimas de las cosas que pasarán en tu vida y tendrás multitud de ventajas que otros ni imaginan que existen.
No sé de donde vienes, probablemente tú tampoco lo recordarás, pero has aterrizado en este pequeño cuerpo que sólo debe preocuparse de crecer y de ser feliz. Lo primero irá sucediendo y a lo segundo intentaremos ayudarte.
Quiero contarte algo, ya desde tan pequeñito, para que crezcas sabiéndolo y nunca lo olvides.
Hay un antiguo dicho indio: “Esto también pasará”. Aparece en consultas de médicos, en cuentos, en historias… y quiero explicarte lo que significa.
A lo largo de tu vida pasarás por un montón de circunstancias. Buenas y malas, agradables y desagradables, tristes y felices… de todo tipo. Cada día, cada semana, irán sucediéndote cosas. Unas durarán mucho tiempo y otras apenas dará tiempo a que te des cuenta, unas se te harán larguísimas y otras estarás deseando que vuelvan a pasar… Pero recuerda siempre que “Esto también pasará”.
Todo pasa, nada permanece. Esto debes tenerlo claro cuando estés sufriendo, porque no hay un dolor sin fin. Pero también cuando te sientas muy bien, no te aferres a esa felicidad, porque también pasará. Intenta siempre ver las cosas sabiendo que son efímeras, que nunca son para siempre. De esta forma, con ese punto de vista (el del viejo dicho indio…), comprenderás la realidad. Entenderás que no debes depender de factores externos para recorrer tu camino, que estos simplemente te lo harán más o menos cómodo, pero sólo puntualmente.
Comprendiendo esto, que todo pasa y nada queda, podrás entender porqué el camino a recorrer es hacia dentro y no hacia fuera. Porque lo de dentro, tú, si eres para siempre, si eres eterno. Sólo tienes que descubrirte.
En el camino hacia fuera, por mucho que seas, que tengas, que domines, que mandes… sólo eres, sólo somos un puntito, dentro de otro puntito en mitad del universo.
Quiero que sepas algo más. Y es que siempre serás responsable de ti y eso es algo que debes aceptar. Muchas veces no podrás cambiar las circunstancias externas, que podrán ser incómodas o desagradables, pero siempre podrás decidir como interiorizarlas. Cuanto lleguen a afectarte dependerá de ti, si haces un mundo de una pelota o haces una pelota de un mundo. Pero siempre puedes recurrir al viejo dicho indio…
Eres muy pequeñito, tanto que todavía no haría falta escribirte esto. No porque no lo entiendas, sino porque todavía lo entiendes. Pero, yo te lo cuento, por si, como nos va sucediendo a todos, lo vas olvidando…
Recorre ese camino que ya conoces y no des importancia, o dale sólo la justa a todas esas cosas externas que siempre pasarán.
Y, además, quiero pedirte una cosa. Quiero que te fijes en un momento preciso, en ese momento en el que dejas de vivir en el presente. Desgraciadamente te pasará, porque a todos nos pasa. Pero quizás sirva de algo que te des cuenta.
Mientras somos bebés, mientras somos niños, sólo nos preocupa el ahora. De repente, empezamos a pensar en lo que pasará mañana, o a recordar cosas del ayer… Ahí empieza el juego de la mente y desaparece completamente el momento actual.
¿Coincide cuando decimos “ya es todo un hombrecito”?. Probablemente haberte convertido en un hombrecito significa haber cortado el último hilo que te unía con la realidad. Porque el momento presente es la única realidad, el pasado murió y el futuro no existe. A partir de ahí, hay que empezar a tejer de nuevo…
Nunca te conviertas en un hombrecito, Nico.
A mí a veces me verás mucho y a veces me verás poco, pero no te preocupes, eso también dará igual. Ya sabes que nuestra conexión, del corazón, no depende de eso.
Bienvenido a tu paso por aquí.
Risikesh. Agosto 2007
jueves, 4 de noviembre de 2010
Diálogos con Pekepo II
Me dijo su nombre y ocupaba varias páginas, así que me permitió llamarle Pekepo. No conocía ningún otro Pequeño Poeta y no tenía ninguna pinta que alguno más viniera a hacerme compañía, así que no habría confusión posible. A cambio, eso sí, él me llamaría aprendiz…
Que a mi edad un pequeñazo me llamara aprendiz era difícil de soportar. Pero me explicó que para ser poeta, lo primero que debe ir disminuyendo es eso que nos acompaña desde pequeñitos y va creciendo con nosotros. Nuestro gran ego.
El ego del poeta no sólo es pensar o decir lo bueno que soy, lo bien que escribo. También es lo contrario, pensar lo mal que lo hago. En uno y otro caso me estoy dando mucha más importancia de la que realmente tengo, puesto que lo que escribo no son MIS poesías, puesto que la poesía no es de nadie. La poesía simplemente ES. Así que sólo hay que limitarse a escribir y dejar de darnos importancia. En ese momento, la poesía se presenta, así, de repente.
Me dijo que él era un Pequeño Poeta, pero que realmente todos los poetas lo son. En el momento que un poeta se cree grande, la poesía deja de existir. Así que, por muy importantes que sean los poemas que escriba, incluso aunque lleguen a ser universales, el poeta debe seguir sabiendo que es pequeño. Y sólo así llegará a alcanzar la verdadera grandeza.
En realidad la enseñanza del pequeñazo al aprendiz no era muy formal, no eran clases al uso. Sentados de noche en la terraza, mirando al cielo, me preguntaba:
- ¿Qué ves, aprendiz?
- Veo la luna en cuarto creciente, veo estrellas que, por momentos, son tapadas por nubes, veo…
- ¿Cuarto creciente? ¿Así llamas a la luna cuando te sonríe? Un poeta siente si la luna está triste o contenta al verla al anochecer. ¿Estrellas tapadas por nubes? ¿Acaso no ves que ellas te guiñan los ojos…? Empieza a mirar al cielo de otra forma, tanto de día como de noche. Él te cuenta cosas y tú sólo debes entenderlo. Las nubes te muestran mensajes que sólo debes pasar al papel para escribir poesía, ¿No es sencillo?
Muy sencillo, pensaba yo… A descifrar el “código nube”… ¿Y qué más?
- Serás poeta cuando transcribas los cantos de los pájaros, escribas los olores de las flores y los versos que te dictan las hojas de los árboles con su susurro en el bosque. Cuando al mirar un río te preguntes de donde huye todo ese agua. Cuando te maravilles de cómo el sol limpia amorosamente las lágrimas de los helechos. Cuando…
Yo, seguía pensando que me hablaba en otro idioma. Y en realidad lo hacía. Se dio cuenta de mi necesidad de traducción simultánea y me explicó, realmente, como cambiar la percepción sobre todo lo que me contaba de pájaros, nubes, estrellas… Me aclaró algo referente a la razón.
- Vosotros, los humanos, llamáis magia a todo aquello que la razón no puede explicar, es decir prácticamente a toda la realidad. Y todo aquello que vosotros consideráis magia o fantasía, es lo que yo llamo poesía. Eso es la poesía.
Es decir, tenía que dejar de utilizar la razón. Dejar de analizar todo con la mente cuando escribía y ver lo que sucedía. Entonces, me dijo, dejaría actuar al corazón, que es el que realmente sabe de poesía.
Es decir, la poesía se escribe con el corazón. Esa es la respuesta, ese es el secreto de los grandes pequeños poetas. Escriben con lo que casi nadie utiliza.
Aunque lo primero que me vino a la cabeza era que cómo iba a escribir alguien con el corazón, enseguida me di cuenta que esa era una pregunta de la mente. Mi mente que buscaba una explicación racional a todo. Y, justo en ese momento, noté que mi corazón sonreía.
¿No estaba tratando estos temas con un renacuajo de un palmo de altura? ¿Podía la mente explicar a Pekepo? ¿De dónde había salido? Él me dijo que yo lo había inventado… Con la mente puedo inventar un personaje, por muy extraño que sea. Pero ¿cómo hacerlo vivir?
Sólo usando el corazón.
Entonces, aprendiz, y sólo entonces, no sólo escribirás poesía, pero todo lo que escribas será poesía.
Rishikesh. Agosto 2008
Que a mi edad un pequeñazo me llamara aprendiz era difícil de soportar. Pero me explicó que para ser poeta, lo primero que debe ir disminuyendo es eso que nos acompaña desde pequeñitos y va creciendo con nosotros. Nuestro gran ego.
El ego del poeta no sólo es pensar o decir lo bueno que soy, lo bien que escribo. También es lo contrario, pensar lo mal que lo hago. En uno y otro caso me estoy dando mucha más importancia de la que realmente tengo, puesto que lo que escribo no son MIS poesías, puesto que la poesía no es de nadie. La poesía simplemente ES. Así que sólo hay que limitarse a escribir y dejar de darnos importancia. En ese momento, la poesía se presenta, así, de repente.
Me dijo que él era un Pequeño Poeta, pero que realmente todos los poetas lo son. En el momento que un poeta se cree grande, la poesía deja de existir. Así que, por muy importantes que sean los poemas que escriba, incluso aunque lleguen a ser universales, el poeta debe seguir sabiendo que es pequeño. Y sólo así llegará a alcanzar la verdadera grandeza.
En realidad la enseñanza del pequeñazo al aprendiz no era muy formal, no eran clases al uso. Sentados de noche en la terraza, mirando al cielo, me preguntaba:
- ¿Qué ves, aprendiz?
- Veo la luna en cuarto creciente, veo estrellas que, por momentos, son tapadas por nubes, veo…
- ¿Cuarto creciente? ¿Así llamas a la luna cuando te sonríe? Un poeta siente si la luna está triste o contenta al verla al anochecer. ¿Estrellas tapadas por nubes? ¿Acaso no ves que ellas te guiñan los ojos…? Empieza a mirar al cielo de otra forma, tanto de día como de noche. Él te cuenta cosas y tú sólo debes entenderlo. Las nubes te muestran mensajes que sólo debes pasar al papel para escribir poesía, ¿No es sencillo?
Muy sencillo, pensaba yo… A descifrar el “código nube”… ¿Y qué más?
- Serás poeta cuando transcribas los cantos de los pájaros, escribas los olores de las flores y los versos que te dictan las hojas de los árboles con su susurro en el bosque. Cuando al mirar un río te preguntes de donde huye todo ese agua. Cuando te maravilles de cómo el sol limpia amorosamente las lágrimas de los helechos. Cuando…
Yo, seguía pensando que me hablaba en otro idioma. Y en realidad lo hacía. Se dio cuenta de mi necesidad de traducción simultánea y me explicó, realmente, como cambiar la percepción sobre todo lo que me contaba de pájaros, nubes, estrellas… Me aclaró algo referente a la razón.
- Vosotros, los humanos, llamáis magia a todo aquello que la razón no puede explicar, es decir prácticamente a toda la realidad. Y todo aquello que vosotros consideráis magia o fantasía, es lo que yo llamo poesía. Eso es la poesía.
Es decir, tenía que dejar de utilizar la razón. Dejar de analizar todo con la mente cuando escribía y ver lo que sucedía. Entonces, me dijo, dejaría actuar al corazón, que es el que realmente sabe de poesía.
Es decir, la poesía se escribe con el corazón. Esa es la respuesta, ese es el secreto de los grandes pequeños poetas. Escriben con lo que casi nadie utiliza.
Aunque lo primero que me vino a la cabeza era que cómo iba a escribir alguien con el corazón, enseguida me di cuenta que esa era una pregunta de la mente. Mi mente que buscaba una explicación racional a todo. Y, justo en ese momento, noté que mi corazón sonreía.
¿No estaba tratando estos temas con un renacuajo de un palmo de altura? ¿Podía la mente explicar a Pekepo? ¿De dónde había salido? Él me dijo que yo lo había inventado… Con la mente puedo inventar un personaje, por muy extraño que sea. Pero ¿cómo hacerlo vivir?
Sólo usando el corazón.
Entonces, aprendiz, y sólo entonces, no sólo escribirás poesía, pero todo lo que escribas será poesía.
Rishikesh. Agosto 2008
domingo, 31 de octubre de 2010
A tigres y en chancletas II
En chancletas yo, porque mi compañero llevaba zapatos y camisa de manga larga. Si hubiera llevado unas Nike, eso sí que me habría mosqueado…
Evidentemente, habiendo nacido en la piel de toro, es imposible resistirse a un “no hay huevos” y, mucho menos, a un “no hay huevos”… segunda parte. Aclaro, para evitar malos entendidos, que este “no hay huevos” es metafóricamente hablando. No tengo ni idea de si los indios utilizan esa expresión, aunque me atrevería a asegurar que pertenece al subconsciente de todos los pueblos del mundo. Habrá que investigarlo…
Así que allí estábamos de nuevo, en la misma scutre y por una zona diferente donde las posibilidades de éxito aumentaban. Estas posibilidades se veían incrementadas aún más por ser bastante más tarde que en la anterior ocasión, lo que también jugaba a nuestro ¿favor?. Porque… en un caso así ¿qué es tener suerte?. En realidad ¿qué es la suerte?. Yendo aún más allá… ¿Hay vida después de la muerte? Esperaba no responder pronto a esta última cuestión.
La primera frase de la nueva expedición fue: “Con la otra moto sería mucho mejor, porque alcanza los 120 km/h. Un tigre llega a correr también a esa velocidad, pero esta scutre no pasa de los 40…”
Empezábamos con un franco optimismo, mezclándose en mi interior mi natural inclinación, como biólogo, a desear ver tigres y mi, también natural, necesidad de poder contarlo luego. En realidad, si podía ver un tigre y luego no podía decírselo a nadie… ¿Habría visto el tigre realmente?. Es como un viejo koan… (palabra escrita a propósito para que los no iniciados acudan raudos a la Espasa a consultar, donde no aparecerá ni de coña) Un ejemplo, para una igual de imposible comprensión: “¿Cuál es el sonido que produce una sola mano al aplaudir?”
La ruta discurría todo el rato cuesta arriba (la descripción de la carretera me la ahorro, no hay ninguna variación sobre lo expuesto en el capítulo 1). Y, de repente… ¡qué frío, coño! Estábamos subiendo una montaña y mi cuerpo llevaba más de tres meses sin tener esa sensación tan desagradable (sí, obviamente, muchas otras). Era verano, era la India y yo me estaba helando.
Entonces entendí los zapatos con calcetines y la camisa de manga larga… Bien, bien, así no dudaría si tenía que recurrir a la estrategia decidida en caso de ataque de feroz predador. Estrategia también narrada en el capítulo anterior.
Dada mi inexperiencia en ir en moto, dudaba si una solución como la de los submarinistas, de mearme encima, tendría algún resultado. ¿Hacía donde se esparciría todo el calentito y líquido elemento? ¿Serviría de algo?
El conductor, recordemos un esmirriado profesor de yoga, no tapaba mucho el cuerpo del “paquete”, recordemos un… yo, mucho más grande (por lo fuerte). Concretamente, sólo tapaba la línea nariz-nuez-ombligo-cola (todo ello bastante pequeñito, pero debido a las condiciones adversas…). El resto de ese yo, permanecía al fresco.
Además de incómodo era realmente peligroso. Si iba perdiendo los dedos de los pies por congelación, para los tigres sería mucho más sencillo seguir nuestro rastro…
El frío se me pasó de repente. Un espectacular patinazo de la rueda trasera me hizo recordar que había olvidado algo en la habitación. Además del cerebro, como comenté anteriormente. Concretamente, el casco, el traje de cuero, las botas y la Biblia...
Pero la desgracia fue evitada gracias a la pericia del experimentado conductor (realmente lo es, sigue vivo después de tantos años conduciendo por aquí. Ver Darwin “Selección Natural”),
Así que el viaje pudo continuar sin más consecuencias que la de comprobar que, efectivamente, la táctica del submarinista funcionaba, pero sólo en parte. En parte del cuerpo, me refiero.
EL viaje me sirvió para comprobar algo por otro lado bastante lógico. Es cierto que la noche cerrada aumenta bastante las posibilidades de ver animales salvajes… Siempre que tengas un visor nocturno de infrarrojos, como los de la pelis, claro. El faro de la moto alumbraba exactamente tres metros por delante. Quizás en la cuneta había 3000 tigres disfrutando del espectáculo de nuestras tiritonas en scutre y nosotros ni podíamos vislumbrarlos…
Realmente el momento que más deseé que apareciera un tigre fue cuando regresábamos cuesta abajo, ahora sí que a más de 60 por hora… Pensaba: “Si se cruza algo, por favor que tenga la habilidad de un felino para esquivar, porque como se trate de una vaca sagrada…”
De nuevo fuimos afortunados y no encontramos ningún tigre… Pero cuando se ven realmente es invierno. Y ya hemos quedado para diciembre, porque en esa época, además de que “sí hay huevos”, estarán todavía más frescos.
O si no, cuando vaya a Orissa, de donde es Ram, mi compañero de aventuras y, por ahora, amigo. Porque allí él si que sabe “como escapar realmente de los tigres”…
Risikesh. Septiembre 2007
Evidentemente, habiendo nacido en la piel de toro, es imposible resistirse a un “no hay huevos” y, mucho menos, a un “no hay huevos”… segunda parte. Aclaro, para evitar malos entendidos, que este “no hay huevos” es metafóricamente hablando. No tengo ni idea de si los indios utilizan esa expresión, aunque me atrevería a asegurar que pertenece al subconsciente de todos los pueblos del mundo. Habrá que investigarlo…
Así que allí estábamos de nuevo, en la misma scutre y por una zona diferente donde las posibilidades de éxito aumentaban. Estas posibilidades se veían incrementadas aún más por ser bastante más tarde que en la anterior ocasión, lo que también jugaba a nuestro ¿favor?. Porque… en un caso así ¿qué es tener suerte?. En realidad ¿qué es la suerte?. Yendo aún más allá… ¿Hay vida después de la muerte? Esperaba no responder pronto a esta última cuestión.
La primera frase de la nueva expedición fue: “Con la otra moto sería mucho mejor, porque alcanza los 120 km/h. Un tigre llega a correr también a esa velocidad, pero esta scutre no pasa de los 40…”
Empezábamos con un franco optimismo, mezclándose en mi interior mi natural inclinación, como biólogo, a desear ver tigres y mi, también natural, necesidad de poder contarlo luego. En realidad, si podía ver un tigre y luego no podía decírselo a nadie… ¿Habría visto el tigre realmente?. Es como un viejo koan… (palabra escrita a propósito para que los no iniciados acudan raudos a la Espasa a consultar, donde no aparecerá ni de coña) Un ejemplo, para una igual de imposible comprensión: “¿Cuál es el sonido que produce una sola mano al aplaudir?”
La ruta discurría todo el rato cuesta arriba (la descripción de la carretera me la ahorro, no hay ninguna variación sobre lo expuesto en el capítulo 1). Y, de repente… ¡qué frío, coño! Estábamos subiendo una montaña y mi cuerpo llevaba más de tres meses sin tener esa sensación tan desagradable (sí, obviamente, muchas otras). Era verano, era la India y yo me estaba helando.
Entonces entendí los zapatos con calcetines y la camisa de manga larga… Bien, bien, así no dudaría si tenía que recurrir a la estrategia decidida en caso de ataque de feroz predador. Estrategia también narrada en el capítulo anterior.
Dada mi inexperiencia en ir en moto, dudaba si una solución como la de los submarinistas, de mearme encima, tendría algún resultado. ¿Hacía donde se esparciría todo el calentito y líquido elemento? ¿Serviría de algo?
El conductor, recordemos un esmirriado profesor de yoga, no tapaba mucho el cuerpo del “paquete”, recordemos un… yo, mucho más grande (por lo fuerte). Concretamente, sólo tapaba la línea nariz-nuez-ombligo-cola (todo ello bastante pequeñito, pero debido a las condiciones adversas…). El resto de ese yo, permanecía al fresco.
Además de incómodo era realmente peligroso. Si iba perdiendo los dedos de los pies por congelación, para los tigres sería mucho más sencillo seguir nuestro rastro…
El frío se me pasó de repente. Un espectacular patinazo de la rueda trasera me hizo recordar que había olvidado algo en la habitación. Además del cerebro, como comenté anteriormente. Concretamente, el casco, el traje de cuero, las botas y la Biblia...
Pero la desgracia fue evitada gracias a la pericia del experimentado conductor (realmente lo es, sigue vivo después de tantos años conduciendo por aquí. Ver Darwin “Selección Natural”),
Así que el viaje pudo continuar sin más consecuencias que la de comprobar que, efectivamente, la táctica del submarinista funcionaba, pero sólo en parte. En parte del cuerpo, me refiero.
EL viaje me sirvió para comprobar algo por otro lado bastante lógico. Es cierto que la noche cerrada aumenta bastante las posibilidades de ver animales salvajes… Siempre que tengas un visor nocturno de infrarrojos, como los de la pelis, claro. El faro de la moto alumbraba exactamente tres metros por delante. Quizás en la cuneta había 3000 tigres disfrutando del espectáculo de nuestras tiritonas en scutre y nosotros ni podíamos vislumbrarlos…
Realmente el momento que más deseé que apareciera un tigre fue cuando regresábamos cuesta abajo, ahora sí que a más de 60 por hora… Pensaba: “Si se cruza algo, por favor que tenga la habilidad de un felino para esquivar, porque como se trate de una vaca sagrada…”
De nuevo fuimos afortunados y no encontramos ningún tigre… Pero cuando se ven realmente es invierno. Y ya hemos quedado para diciembre, porque en esa época, además de que “sí hay huevos”, estarán todavía más frescos.
O si no, cuando vaya a Orissa, de donde es Ram, mi compañero de aventuras y, por ahora, amigo. Porque allí él si que sabe “como escapar realmente de los tigres”…
Risikesh. Septiembre 2007
sábado, 30 de octubre de 2010
El Contador de Historias
Contadores de historias…
Siempre han existido, en todas las culturas y en todas las regiones de la tierra.
En los lugares donde no existe la tradición escrita, son los únicos notarios de lo que ha acontecido, los únicos transmisores de generación en generación de la realidad de un pueblo, de una sociedad, de varias vidas…
En nuestros días y en nuestras ciudades, son los que hacen confluir la realidad y la fantasía, los que nos comunican con aquel lugar que sólo se ve con los ojos cerrados, los que mantienen abierta la puerta al mundo que se sueña (que no es el que se vive dormido…), el mundo en el que la imaginación puede vivirse y las cosas materiales transformarse a voluntad...
“Cuando un griot se muere es como una biblioteca que se quema”.
Los griots son los contadores de historias africanos, mezcla de historiadores y trovadores, protagonistas de todas las celebraciones y responsables de la memoria de un pueblo. Sus historias son milenarias ya que pasan de padres a hijos, pero se actualizan continuamente porque todas las situaciones extraordinarias que acontecen son rápidamente incorporadas. Cada familia es poseedora de las suyas propias, que cuentan los acontecimientos que vivieron sus antepasados, así como costumbres, obligaciones, tabúes…
Da igual no entender el idioma, sólo hay que escuchar para dejarse cautivar, cerrar los ojos y dejarse mecer por la música que habitualmente acompaña la narración.
Y un día, en un pueblo perdido de Mali, sólo entendí una palabra: “tubabu”, blanco… Acababan de hacerme el mejor regalo de mi vida. Me habían hecho protagonista de una de sus canciones, había pasado a formar parte de la vida de ese pueblo, y ya sería para siempre.
Fue el día que decidí hacerme contador de historias…
San Sebastián de los Reyes. Junio 2004
Siempre han existido, en todas las culturas y en todas las regiones de la tierra.
En los lugares donde no existe la tradición escrita, son los únicos notarios de lo que ha acontecido, los únicos transmisores de generación en generación de la realidad de un pueblo, de una sociedad, de varias vidas…
En nuestros días y en nuestras ciudades, son los que hacen confluir la realidad y la fantasía, los que nos comunican con aquel lugar que sólo se ve con los ojos cerrados, los que mantienen abierta la puerta al mundo que se sueña (que no es el que se vive dormido…), el mundo en el que la imaginación puede vivirse y las cosas materiales transformarse a voluntad...
“Cuando un griot se muere es como una biblioteca que se quema”.
Los griots son los contadores de historias africanos, mezcla de historiadores y trovadores, protagonistas de todas las celebraciones y responsables de la memoria de un pueblo. Sus historias son milenarias ya que pasan de padres a hijos, pero se actualizan continuamente porque todas las situaciones extraordinarias que acontecen son rápidamente incorporadas. Cada familia es poseedora de las suyas propias, que cuentan los acontecimientos que vivieron sus antepasados, así como costumbres, obligaciones, tabúes…
Da igual no entender el idioma, sólo hay que escuchar para dejarse cautivar, cerrar los ojos y dejarse mecer por la música que habitualmente acompaña la narración.
Y un día, en un pueblo perdido de Mali, sólo entendí una palabra: “tubabu”, blanco… Acababan de hacerme el mejor regalo de mi vida. Me habían hecho protagonista de una de sus canciones, había pasado a formar parte de la vida de ese pueblo, y ya sería para siempre.
Fue el día que decidí hacerme contador de historias…
San Sebastián de los Reyes. Junio 2004
Diálogos con Pekepo
No me sorprendió mucho cuando se apareció por primera vez. Ya hace mucho tiempo que había decidido no buscar explicaciones a todas las cosas raras que me sucedían. Las aceptaba y las incorporaba a mi normalidad, lo antes posible. Así que, al ver a ese pequeño ser encima de la mesa donde estaba intentando escribir, sólo le pregunté: ¿Tú quién eres? ¿Un elfo, un gnomo, un enano, un duende…?.
Él gritó indignado: ¿Un gnomo? ¿Un elfo? ¡¡Soy un Pekepo!!.
Yo, divertido y avergonzado, sólo me atreví a decir: Yo que sabía… Y eso de un Pekepo ¿qué es?.
Esta vez, su mirada pasó de rabiosa a perdonavidas... ¿No sabes lo que es un Pekepo? Pero ¿tú cuantos años tienes? ¿has estudiado algo en tu vida? ¿cómo puedes no saberlo? Es increíble… Y todavía hay humanos que se creen el centro de la creación… Panda de ignorantes…
Dejé que se desahogara y volví a preguntar: ¿me vas a decir quién eres y a qué has venido o vas a seguir insultándome mucho más rato?
- Ya te he dicho que soy un Pekepo, gran ignorante. Los Pekepos nos remontamos mucho más allá de los humanos. Estamos en la tierra desde mucho tiempo antes, bien es cierto que nuestro impacto sobre ella es prácticamente nulo, lo que no pueden decir otros… Los Pekepos, según cuentan nuestros libros más antiguos, estamos emparentados con los duendes. Hay quien dice, incluso, que somos un tipo de duende. Opinión de la que difiero, porque según mis propias averiguaciones…
- Espera, espera. Tampoco me cuentes todo desde los Adán y Eva duendes… Pasemos a la segunda pregunta: ¿a qué has venido delante de mis narices?
- Como te estaba diciendo, gran ignorante (empezaba a cargarme su prepotencia, para ser tan pequeñajo…), soy un Pekepo. Esto es, un Pequeño Poeta. Y he venido a ayudarte, aunque me tiente largarme por donde he venido. Por cierto, ¿te he explicado de donde vengo? Es muy interesante porque existe una puerta entre dimensiones que…
- Vale, vale. Corta el rollo, pequeñazo (palabra que me surgió de repente, mezcla de pequeño y peñazo). ¿A qué vas a ayudarme, si puede saberse?
- A escribir, aprendiz, a escribir. Voy a ayudarte a escribir. Soy un pequeño poeta y tú siempre has peleado con la poesía. Afortunadamente, habitualmente gana ella y no llegas a escribirla. Así que empezaremos por ahí y quizás continuemos con otras cosas. Porque tienes tanto por aprender…
¿A escribir poesía? Esto ya empezaba a sonarme bien. Es cierto que me gusta mucho escribir y que nunca lo había conseguido con la poesía. Lo que pensaba, me sonaba muy cursi antes de escribirlo, aunque lo sentía como bonito cuando lo leía escrito por otros. Quizás el pequeñazo este pudiera realmente ayudarme. Total, no tenía nada que perder con aguantarle un rato más y, en cualquier caso, llevaba una hora mareando el bolígrafo…
- ¿Tú sabes poesía?
- ¿No te he dicho que soy un Pekepo? Los Pekepo no sabemos poesía, somos poesía. La encontramos donde nadie la ve, porque la poesía es mucho más de lo que vosotros, ignorantes, creéis… La poesía está en todos los sitios, personas, cosas… Es la esencia de todo. Sólo hay que saber descubrirla para poder disfrutarla… Sin poesía no habría vida. La poesía…
- ¡Entendido! ¿Y has venido a ayudarme? ¿A ser un Pekepo?
- ¿Un Pekepo? ¿Podrás vivir 500 años, que es lo que te costaría llegar a serlo, si te aplicas profundamente?. No aprendiz, voy a intentar irte convirtiendo en poeta, muy poco a poco. Quizás, con el tiempo, vayas entendiendo lo que es la poesía, seas capaz de irla observando en los diferentes lugares y de extraerla tú mismo. Hasta ese momento, sólo escucha y aprende y, sobre todo, aprovecha bien tu oportunidad.
- De acuerdo, comprendido. Sólo una pregunta más, para la que te ruego una respuesta concreta. ¿Por qué vas a ayudarme?
- Muy sencillo, aprendiz, muy sencillo. Porque tú me has inventado.
Risikesh. Agosto 2008
Él gritó indignado: ¿Un gnomo? ¿Un elfo? ¡¡Soy un Pekepo!!.
Yo, divertido y avergonzado, sólo me atreví a decir: Yo que sabía… Y eso de un Pekepo ¿qué es?.
Esta vez, su mirada pasó de rabiosa a perdonavidas... ¿No sabes lo que es un Pekepo? Pero ¿tú cuantos años tienes? ¿has estudiado algo en tu vida? ¿cómo puedes no saberlo? Es increíble… Y todavía hay humanos que se creen el centro de la creación… Panda de ignorantes…
Dejé que se desahogara y volví a preguntar: ¿me vas a decir quién eres y a qué has venido o vas a seguir insultándome mucho más rato?
- Ya te he dicho que soy un Pekepo, gran ignorante. Los Pekepos nos remontamos mucho más allá de los humanos. Estamos en la tierra desde mucho tiempo antes, bien es cierto que nuestro impacto sobre ella es prácticamente nulo, lo que no pueden decir otros… Los Pekepos, según cuentan nuestros libros más antiguos, estamos emparentados con los duendes. Hay quien dice, incluso, que somos un tipo de duende. Opinión de la que difiero, porque según mis propias averiguaciones…
- Espera, espera. Tampoco me cuentes todo desde los Adán y Eva duendes… Pasemos a la segunda pregunta: ¿a qué has venido delante de mis narices?
- Como te estaba diciendo, gran ignorante (empezaba a cargarme su prepotencia, para ser tan pequeñajo…), soy un Pekepo. Esto es, un Pequeño Poeta. Y he venido a ayudarte, aunque me tiente largarme por donde he venido. Por cierto, ¿te he explicado de donde vengo? Es muy interesante porque existe una puerta entre dimensiones que…
- Vale, vale. Corta el rollo, pequeñazo (palabra que me surgió de repente, mezcla de pequeño y peñazo). ¿A qué vas a ayudarme, si puede saberse?
- A escribir, aprendiz, a escribir. Voy a ayudarte a escribir. Soy un pequeño poeta y tú siempre has peleado con la poesía. Afortunadamente, habitualmente gana ella y no llegas a escribirla. Así que empezaremos por ahí y quizás continuemos con otras cosas. Porque tienes tanto por aprender…
¿A escribir poesía? Esto ya empezaba a sonarme bien. Es cierto que me gusta mucho escribir y que nunca lo había conseguido con la poesía. Lo que pensaba, me sonaba muy cursi antes de escribirlo, aunque lo sentía como bonito cuando lo leía escrito por otros. Quizás el pequeñazo este pudiera realmente ayudarme. Total, no tenía nada que perder con aguantarle un rato más y, en cualquier caso, llevaba una hora mareando el bolígrafo…
- ¿Tú sabes poesía?
- ¿No te he dicho que soy un Pekepo? Los Pekepo no sabemos poesía, somos poesía. La encontramos donde nadie la ve, porque la poesía es mucho más de lo que vosotros, ignorantes, creéis… La poesía está en todos los sitios, personas, cosas… Es la esencia de todo. Sólo hay que saber descubrirla para poder disfrutarla… Sin poesía no habría vida. La poesía…
- ¡Entendido! ¿Y has venido a ayudarme? ¿A ser un Pekepo?
- ¿Un Pekepo? ¿Podrás vivir 500 años, que es lo que te costaría llegar a serlo, si te aplicas profundamente?. No aprendiz, voy a intentar irte convirtiendo en poeta, muy poco a poco. Quizás, con el tiempo, vayas entendiendo lo que es la poesía, seas capaz de irla observando en los diferentes lugares y de extraerla tú mismo. Hasta ese momento, sólo escucha y aprende y, sobre todo, aprovecha bien tu oportunidad.
- De acuerdo, comprendido. Sólo una pregunta más, para la que te ruego una respuesta concreta. ¿Por qué vas a ayudarme?
- Muy sencillo, aprendiz, muy sencillo. Porque tú me has inventado.
Risikesh. Agosto 2008
A tigres y en chancletas
Ayer fui “a tigres”. Hay quien va a setas, pero yo fui a tigres. La diferencia principal es que el que va a setas, tiene el objetivo de comer setas y el que va a tigres, de que no le coman los tigres.
La expedición empezó a fraguarse durante una comida. Ahí me dijeron que había un sitio donde en ocasiones se veía algún tigre, que si quería ir. Eso es como el clásico “no hay huevos”, nadie puede negarse.
Dos tíos en un vespino indio, en chancletas y con un paraguas (rosa, para más señas) por si la cosa se ponía fea (y llovía…).
Hay momentos que uno se plantea realmente si se ha dejado el cerebro en casa o, al menos, las instrucciones de cómo utilizarlo. Uno de esos momentos fue cuando me encontraba de paquete en un cutrescuter por una carretera en medio de la selva y completamente de noche.
No se veía absolutamente nada, la luz de la moto era como encender un mechero delante del faro… La verdad es que, pudiendo ser el último, era un momento bastante divertido. Si lo analizamos desde el punto de vista de un imparcial observador y desde un lugar seguro, no desde el de una posible merienda.
Decidí analizar mis posibilidades:
Si salía un tigre en cuesta arriba, sería complicado porque la velocidad punta que podríamos alcanzar sería superada sin problema por la abuelita del felino. Si era cuesta abajo, probablemente nos mataríamos antes de que nos alcanzara el tigre, en esa carretera mojada y llena de piedras y agujeros. Aunque, en este caso, si al tigre lo que le gustara fuera cazar, nos libraríamos de sus garras, algo que sería un pobre consuelo para nuestros cadáveres.
Por otro lado, yo era una presa bastante más apetitosa para cualquier predador que mi compañero, un flacucho profesor de yoga. Mi única ventaja era que se había operado hace poco de la pierna y quizás, si lograba golpearle justo en la rodilla en el momento del ataque, antes de salir corriendo, podría salvarme. Eso si sólo salía un tigre, claro. Si salía toda la familia “Tigretón”, quizás no mereciera la pena ni pegarle.
Me habían asegurado que no había ningún problema, puesto que los tigres sólo atacaban a los humanos si tenían mucho hambre (ellos, no los humanos). La seguridad de la explicación sigo sin entenderla, porque nadie me garantizó que hubiera quien se dedicara a diario a alimentarlos por aquella zona.
Además, según los indios, parece ser que sólo atacan a aquellas personas que guardan violencia en su interior… Y yo no podía quitarme de la cabeza mi estrategia de patear al conductor de aquella bala plateada…
La tranquilidad definitiva me vino cuando mi compañero de aventura me dijo que nunca había oído de ningún muerto por ataque de tigres por allí. Aunque sí varios casos por los elefantes…
Finalmente no tuvimos éxito, o quizás sí, porque un día después estoy escribiendo esta historia y sigo teniendo el mismo número de brazos y de piernas.
Si que me pareció en algún momento, escuchar rugidos como carcajadas… Quizás de alguien que se planteaba como su cena podía hacer tanto ruido si iba tan despacito. Un tigre con sentido del humor no podía acabar con aquella imagen, debía dejar que el resto de animales de la selva también la disfrutara…
Quedamos en repetir la experiencia otro día y algo más tarde por la noche, algo que parece ser que aumenta mucho las posibilidades… De nuevo otro: “No hay huevos”…
CONTINUARÁ (ESPERO…)
Risikesh. Septiembre 2007
La expedición empezó a fraguarse durante una comida. Ahí me dijeron que había un sitio donde en ocasiones se veía algún tigre, que si quería ir. Eso es como el clásico “no hay huevos”, nadie puede negarse.
Dos tíos en un vespino indio, en chancletas y con un paraguas (rosa, para más señas) por si la cosa se ponía fea (y llovía…).
Hay momentos que uno se plantea realmente si se ha dejado el cerebro en casa o, al menos, las instrucciones de cómo utilizarlo. Uno de esos momentos fue cuando me encontraba de paquete en un cutrescuter por una carretera en medio de la selva y completamente de noche.
No se veía absolutamente nada, la luz de la moto era como encender un mechero delante del faro… La verdad es que, pudiendo ser el último, era un momento bastante divertido. Si lo analizamos desde el punto de vista de un imparcial observador y desde un lugar seguro, no desde el de una posible merienda.
Decidí analizar mis posibilidades:
Si salía un tigre en cuesta arriba, sería complicado porque la velocidad punta que podríamos alcanzar sería superada sin problema por la abuelita del felino. Si era cuesta abajo, probablemente nos mataríamos antes de que nos alcanzara el tigre, en esa carretera mojada y llena de piedras y agujeros. Aunque, en este caso, si al tigre lo que le gustara fuera cazar, nos libraríamos de sus garras, algo que sería un pobre consuelo para nuestros cadáveres.
Por otro lado, yo era una presa bastante más apetitosa para cualquier predador que mi compañero, un flacucho profesor de yoga. Mi única ventaja era que se había operado hace poco de la pierna y quizás, si lograba golpearle justo en la rodilla en el momento del ataque, antes de salir corriendo, podría salvarme. Eso si sólo salía un tigre, claro. Si salía toda la familia “Tigretón”, quizás no mereciera la pena ni pegarle.
Me habían asegurado que no había ningún problema, puesto que los tigres sólo atacaban a los humanos si tenían mucho hambre (ellos, no los humanos). La seguridad de la explicación sigo sin entenderla, porque nadie me garantizó que hubiera quien se dedicara a diario a alimentarlos por aquella zona.
Además, según los indios, parece ser que sólo atacan a aquellas personas que guardan violencia en su interior… Y yo no podía quitarme de la cabeza mi estrategia de patear al conductor de aquella bala plateada…
La tranquilidad definitiva me vino cuando mi compañero de aventura me dijo que nunca había oído de ningún muerto por ataque de tigres por allí. Aunque sí varios casos por los elefantes…
Finalmente no tuvimos éxito, o quizás sí, porque un día después estoy escribiendo esta historia y sigo teniendo el mismo número de brazos y de piernas.
Si que me pareció en algún momento, escuchar rugidos como carcajadas… Quizás de alguien que se planteaba como su cena podía hacer tanto ruido si iba tan despacito. Un tigre con sentido del humor no podía acabar con aquella imagen, debía dejar que el resto de animales de la selva también la disfrutara…
Quedamos en repetir la experiencia otro día y algo más tarde por la noche, algo que parece ser que aumenta mucho las posibilidades… De nuevo otro: “No hay huevos”…
CONTINUARÁ (ESPERO…)
Risikesh. Septiembre 2007
viernes, 29 de octubre de 2010
Historias
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reir, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde llegará y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
San Agustín del Guadalix. Octubre 2010
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reir, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde llegará y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
San Agustín del Guadalix. Octubre 2010
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