Os voy a contar un paseo por mi barrio, en el que hay unas cuantas cosas que no varían mucho de un día para otro, ni siquiera de un año para otro.
Hay que ir esquivando grandes boñigas de vaca y otros seres, saltando charcos que vaya usted de donde salen si hace semanas que no llueve (y no, nunca pregunto acerca de ello), evitando resbalar con miles de plásticos que tuvieron diferentes utilidades y ahora sólo tienen la de enguarrar, saltar a gente sentada, gente tumbada, gente muerta… Bueno esto último no pero habéis flipado ¿no?. Algunos realmente lo parecen, pero a la tercera moto que les pasa por encima se mueven un poco (aunque no se quejan).
Si tienes suerte, a ti te van esquivando coches, motos, bicis, vacas… Con los perros hay regateo, te esquivas mutuamente. Los monos te esquivan a veces si llevas un palo, los esquivas tú, si puedes, si llevas fruta o comida u os ignoráis mutuamente si ni una cosa ni la otra.
Al pasear, respirar es necesario, casi obligatorio diría yo, pero no siempre conveniente. Depende de la zona que atravieses. Hay zonas que seguro olerán a mierda (lo siento, busqué sinónimos pero es lo más descriptivo y real) y otras maravillosas con aromas de flores o inciensos. Cada inspiración, y cambia en centímetros de calle, puede ser un maravilloso placer o una maravillosa arcada. Y lo malo son la sorpresas, quiero decir cuando te confías, respiras profundamente y te equivocas. Entonces te quieres morir (también busqué sinónimos, pero es que de verdad prefieres la muerte, ni susto ni nada). ¿Sabes el olor que desprende un cadáver en putrefacción cuando está situado en un vertedero próximo al lugar donde descargan las cloacas de los mataderos de Wisconsin? ¿Sí lo sabes? Joder, ¿dónde vives?. En fin esto debe ser parecido.
Y, como no te lo esperas, resulta que todo el prana (os recuerdo que esto es Planeta India el que no entienda los términos debe repasar historias anteriores o ir a guguel) o energía vital acumulada durante años de meditación fermenta en tu interior y explotas. Sí, yo lo he visto. Algún guiri explotando por la calle y yo pensando ¿para qué respiras ahí?. Si siguiera por aquí la narración, os podría contar como he desarrollado el proceso de fotosíntesis para pasear sin tener que respirar oxígeno durante horas en este Planeta. Pero, como decían en la Historia Interminable, esa es otra historia que ya será contada en otro momento.
Lo que es tremendamente variado es la gente con la que te cruzas. Peregrinos de los más diversos lugares vistiendo unos trajes no típicos (¿qué será eso de típicos...?) sino únicos, porque son los que tienen. Grupos numerosos donde todos los hombres visten igual, así como las mujeres. Provenientes del Punjab, Rajasthan, Gujarat…
Y sadhus, hombres santos errantes, cubiertos algunos exclusivamente de cenizas, los Naga Babas, otros de rojo, de naranja, de negro, con tridentes, con espadas, con bastones, caras pintadas con símbolos extraños, escudillas como única posesión… Y todos con miradas que atraviesan que sientes como leen el más recóndito de tus pensamientos… Y saludas: Hari Om Baba, y devuelven el saludo con una sonrisa, o te ignoran arrogantes porque eres uno de esos que has comido la vaca…
Y también hay tiendas, miles que venden lo mismo. Y una tienda nueva que abre para también ofrecerlo, por si con las otras no había bastante. Desordenadas, revueltas, sucias, sin fondo… E intentas dar unos consejos para cambiar algo a algún amigo y te mira como diciendo “esto lleva miles de años siendo así, ¿me vas a enseñar el rollo del marketing tú ahora?. Es cierto, miles de años siendo así, sólo cambian los productos que se venden, pero todo lo demás continúa igual.
También está el zapatero, que trabaja en el suelo y por el que ha pasado todo lo que ha cubierto mis pies alguna vez en la India. Me puso suelas de botas de montaña en unos zuecos, me cose cada agujerito que ve en mi calzado (por favor, esto no lo cierres que tengo que meter el pie por algún lado…). Limpia, pule y da esplendor, hasta cambiar de color lo que antes era… ¿qué más da como era? Ahora está bien.
El limpiorejas profesional, siempre con gorro de lana rojo aunque haga 45º, algodones sobre sus orejas y un maletín con las herramientas. Es su uniforme. Te ofrece un chequeo gratuito por si tienes dudas. Lo que va sacando con su metálico punzón lo va untando convenientemente en la muñeca de su otra mano, como mostrando lo necesaria que era su intervención. Supongo que el resultado lo comercializará para hacer velas, debido a los múltiples apagones de los que gozamos por estos lares.
Te tomas un zumo de caña de azúcar sin mirar el vaso, mejor con un poquito de sal negra porque, aunque realmente huele a huevos podridos, adereza perfectamente zumos, frutas y comidas variadas. Y compras frutas, ¿serán buenas, no? Igual que decimos en España. Y él frutero responde, igual que en España, no, son muy malas cómpreselas mejor al de al lado… Pero suelen ser buenas y algunas raras, con sabores raros. Y alguna está hasta buena. Esto último es broma, todas suelen estarlo,
Empieza a llover y salen de no sé donde un montón de vendedores de paraguas y de capas de plástico. Éstas últimas son capaces de romperse con solo mirarlas fijamente. Estos personajes creo que son capaces de provocar la lluvia con algún tipo de brujería, si no, no es posible que aparezcan de la nada a la segunda gota.
Como en mi pueblo sólo hay un puente peatonal (aquí las motos son peatones) que comunica las dos partes en las que está dividido por el río Ganges, el día que hay bull fighting se colapsa. Porque aquí es de verdad que los toros se pelean (la fiesta española se llama así en inglés y es mentira, casi siempre es más bull killing) y, como se está fresco, a veces lo hacen en el centro del puente. Entonces quedamos aislados, porque como Murphy acostumbra a decir: “en caso de pelea de toros siempre necesitas ir al otro lado de la ciudad”. Al final suelen firmar tablas y todo vuelve a la normalidad.
También puede suceder que uno de esos toros o una vaca sagrada decida poner a prueba ese torero que todo españolito lleva dentro y saca de ti un arte por chicuelinas que tú mismo no te conocías. Bueno o saca eso o saca el intestino delgado. Sí, yo lo he visto y he pensado, ¿dónde va ese tío sin intestino delgado? Haber esquivado a la vaca. Pero era inglés, si le hubiera atacado un zorro otro gallo cantaría (salvo que le hubieran arrancado la cabeza desde un caballo después de colgarlo boca abajo, claro. Al gallo, no al inglés).
Bueno, como he dicho al principio, esto es un simple paseo por mi barrio, ¿te imaginas recorrer la India?
Risikesh. Diciembre 2011
Bienvenidos a las historias del nómada.
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
Siempre me ha gustado escribir historias y que otros las lean. También contarlas, escucharlas, leerlas, vivirlas... Historias para reír, para pensar, quizás para llorar... Historias al fin y al cabo de las que están hechas nuestras vidas.
Me pareció buena idea aprovechar este lugar para lanzar al viento algunas de las que he vivido, en cualquiera de los dos mundos, el real o el imaginario (igual de real, porque ambos pueden considerarse también imaginarios).
Bonita sensación la del que arroja una botella al mar con un mensaje, que no sabe donde irá y quien llegará a leerlo.
Aquí va mi botella, quizás alguna vez hasta sepa donde llegó...
jueves, 29 de diciembre de 2011
domingo, 18 de diciembre de 2011
Namasté desde el Planeta India
El significado de Namasté es muy bonito, es algo así como que la divinidad que hay en mí se inclina o saluda a la divinidad que hay en ti. Es decir, ya se parte de que dentro de cada uno de nosotros está la divinidad. Se utiliza como saludo en toda la India y, en la zona donde vivo, siempre se acompaña colocando juntas las palmas de las manos a la altura del pecho o llevando la mano derecha al corazón.
Probablemente para entender esta historia habría que leer la anterior escrita hace ya tanto tiempo… (mis disculpas por ello, a los lectores más fieles)
Ya estoy por este Planeta, desde hace un par de semanas. No sabía como me sentiría hasta que no llegué aquí y confirmé la sensación inicial que tuve en España. Nada más llegar me pregunté ¿estoy triste?, casi daba por hecho que tenía que estarlo… Pero no, no hay tristeza, realmente hay mucha alegría por dentro. Evidentemente las cosas han cambiado en el ashram y todavía hay muchas que deben colocarse, sobre todo para los indios que viven en él.
En la habitación donde vivía Maharajji es donde le han enterrado y ahora ahí está el Mahasamadhi, un monumento en mármol que recuerda donde el maestro descansa en eterna meditación. A los hindúes tradicionalmente se les quema en una pira funeraria y, en esta zona, siempre lo hacen a orillas del Ganges, donde terminan descansando sus cenizas. En cambio, a los grandes maestros, no se les quema, o bien se pone su cuerpo directamente hundido en el río, sujeto con piedras o se les entierra, como se ha hecho en este caso.
Con respecto a mis aprendizajes, como alguna vez he comentado, se producían de forma diferente a los mensajes hablados, así que eso no ha cambiado, incluso se han reforzado. Llegan en forma de meditación, sueños, conversaciones con otras personas, mensajes de otros maestros, repentinos entendimientos… Y es tu intuición la que te indica que eso es para ti, así que sonríes y das las gracias (aunque a veces son verdaderos puñetazos al ego…). Y sí, ya se que no se entiende muy bien, pero de eso se trata, de dejar de tratar de entenderlo todo y de aprender más allá de la razón. Eso es lo que intento hacer comprender desde este blog, con el coaching, los talleres, etc.
Sí que he notado un desapego bastante grande por el lugar. Aunque tengo muchos amigos por aquí, el principal apego era por mi maestro y eso ha quedado también liberado (más aprendizajes...). Así que veremos como evoluciona esta temporada y también en qué se convierten las siguientes.
Fuera del ashram la vida sigue bastante igual. Casi siempre hay más tiendas, más restaurantes, más profes de yoga… pero lo básico, la gente, la forma de estar y de vivir, los ritos y tradiciones, eso no cambia. En realidad muchas veces tengo la sensación de que la vida no cambia, es como la rueda que le ponemos al hamster para que se haga la ilusión de que corre por los campos. Es una sensación habitual al venir aquí, pero más todavía al regresar a mi otra casa, donde la única diferencia que realmente aprecio es que los niños están más altos. Un eterno día de la marmota…
Aquí, como siempre desde hace miles de años, los peregrinos siguen viniendo desde aldeas recónditas del país para bañarse en las aguas del sagrado río, en el mismo lugar donde millones de santos lo han hecho.
Temprano por la mañana, cruzando el puente que comunica la orilla de mi casa con la orilla de mi ashram, congelado, pese a estar envuelto en dos mantas, los veo dentro del agua recitando sus mantras…
Om Namah Shivaya!!
Rishikesh. Diciembre 2011
Probablemente para entender esta historia habría que leer la anterior escrita hace ya tanto tiempo… (mis disculpas por ello, a los lectores más fieles)
Ya estoy por este Planeta, desde hace un par de semanas. No sabía como me sentiría hasta que no llegué aquí y confirmé la sensación inicial que tuve en España. Nada más llegar me pregunté ¿estoy triste?, casi daba por hecho que tenía que estarlo… Pero no, no hay tristeza, realmente hay mucha alegría por dentro. Evidentemente las cosas han cambiado en el ashram y todavía hay muchas que deben colocarse, sobre todo para los indios que viven en él.
En la habitación donde vivía Maharajji es donde le han enterrado y ahora ahí está el Mahasamadhi, un monumento en mármol que recuerda donde el maestro descansa en eterna meditación. A los hindúes tradicionalmente se les quema en una pira funeraria y, en esta zona, siempre lo hacen a orillas del Ganges, donde terminan descansando sus cenizas. En cambio, a los grandes maestros, no se les quema, o bien se pone su cuerpo directamente hundido en el río, sujeto con piedras o se les entierra, como se ha hecho en este caso.
Con respecto a mis aprendizajes, como alguna vez he comentado, se producían de forma diferente a los mensajes hablados, así que eso no ha cambiado, incluso se han reforzado. Llegan en forma de meditación, sueños, conversaciones con otras personas, mensajes de otros maestros, repentinos entendimientos… Y es tu intuición la que te indica que eso es para ti, así que sonríes y das las gracias (aunque a veces son verdaderos puñetazos al ego…). Y sí, ya se que no se entiende muy bien, pero de eso se trata, de dejar de tratar de entenderlo todo y de aprender más allá de la razón. Eso es lo que intento hacer comprender desde este blog, con el coaching, los talleres, etc.
Sí que he notado un desapego bastante grande por el lugar. Aunque tengo muchos amigos por aquí, el principal apego era por mi maestro y eso ha quedado también liberado (más aprendizajes...). Así que veremos como evoluciona esta temporada y también en qué se convierten las siguientes.
Fuera del ashram la vida sigue bastante igual. Casi siempre hay más tiendas, más restaurantes, más profes de yoga… pero lo básico, la gente, la forma de estar y de vivir, los ritos y tradiciones, eso no cambia. En realidad muchas veces tengo la sensación de que la vida no cambia, es como la rueda que le ponemos al hamster para que se haga la ilusión de que corre por los campos. Es una sensación habitual al venir aquí, pero más todavía al regresar a mi otra casa, donde la única diferencia que realmente aprecio es que los niños están más altos. Un eterno día de la marmota…
Aquí, como siempre desde hace miles de años, los peregrinos siguen viniendo desde aldeas recónditas del país para bañarse en las aguas del sagrado río, en el mismo lugar donde millones de santos lo han hecho.
Temprano por la mañana, cruzando el puente que comunica la orilla de mi casa con la orilla de mi ashram, congelado, pese a estar envuelto en dos mantas, los veo dentro del agua recitando sus mantras…
Om Namah Shivaya!!
Rishikesh. Diciembre 2011
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Se ha puesto el sol
Titulo esta historia de la misma forma que el precioso email con el que me llegó la noticia. El 23 de octubre por la mañana, nuestro maestro Sri Hans Raj Maharajji murió en su ashram de Risikesh. O como se dice en la India, dejó su cuerpo. Y se dice así porque allí se comprende, se sabe, que el maestro no es el cuerpo. Como muchas veces él nos dijo “estoy en tu corazón”.
Maharajji, como todos le conocíamos, es la principal razón por la que pasamos varios meses al año en la India. Fue en diciembre del 2004 cuando llegamos a ese pequeño pueblo, Laxmanjhula, unos pocos kilómetros río Ganges arriba, de Risikesh. No sabíamos lo que era un ashram, ni un maestro y, además, no nos interesaba lo más mínimo. Tampoco conocíamos nada sobre la espiritualidad y habíamos huido, como tantos otros, de la religión, de todas las religiones.
Y cuatro días después de pisar por allí por primera vez teníamos un maestro, nuevos nombres y… nueva vida.
No soy capaz de explicar con la razón lo que sucedió porque tampoco lo entiendo con ella. Los que me conocéis o leéis de vez en cuando este blog, ya sabéis que en realidad no me importa mucho esto de la razón.
Lo describiría como un encuentro con lo más profundo de mi mismo, una explosión de amor, de felicidad, de paz… Pero una explosión que se produce y que se queda. En palabras de mi maestro “una apertura del corazón”. Eso, que se produjo por dentro, pronto empezó a tener su reflejo fuera. Nada forzado, nada triste, nada doloroso. Cambio de casa, cambio de trabajo, cambio de amigos, cambio de forma de ver la vida, cambio de… Muchos cambios. Y todos en la misma dirección, la de tener cada vez más paz y también la posibilidad de compartirla.
Nunca había escrito en el blog nada de esto, pero ahora conocéis el origen de todo, hasta de las historias del “Planeta India”. En breve estaremos allí de nuevo y no sé como me encontraré, ni siquiera si seguirá siendo el lugar donde pasar parte del año. Tampoco sé que nuevos cambios traerá a mi vida esta situación. Pero no tengo ninguna duda de que lo que venga es lo que tiene que venir, por lo tanto siempre estará bien.
Y la noticia trajo un nuevo aprendizaje. La comprobación de que la tristeza es algo mental, externo, como las lágrimas que se esfuerzan por salir. Por dentro sigue habiendo paz. La misma paz que descubrí en diciembre del 2004.
San Agustín del Guadalix. Noviembre 2011
Maharajji, como todos le conocíamos, es la principal razón por la que pasamos varios meses al año en la India. Fue en diciembre del 2004 cuando llegamos a ese pequeño pueblo, Laxmanjhula, unos pocos kilómetros río Ganges arriba, de Risikesh. No sabíamos lo que era un ashram, ni un maestro y, además, no nos interesaba lo más mínimo. Tampoco conocíamos nada sobre la espiritualidad y habíamos huido, como tantos otros, de la religión, de todas las religiones.
Y cuatro días después de pisar por allí por primera vez teníamos un maestro, nuevos nombres y… nueva vida.
No soy capaz de explicar con la razón lo que sucedió porque tampoco lo entiendo con ella. Los que me conocéis o leéis de vez en cuando este blog, ya sabéis que en realidad no me importa mucho esto de la razón.
Lo describiría como un encuentro con lo más profundo de mi mismo, una explosión de amor, de felicidad, de paz… Pero una explosión que se produce y que se queda. En palabras de mi maestro “una apertura del corazón”. Eso, que se produjo por dentro, pronto empezó a tener su reflejo fuera. Nada forzado, nada triste, nada doloroso. Cambio de casa, cambio de trabajo, cambio de amigos, cambio de forma de ver la vida, cambio de… Muchos cambios. Y todos en la misma dirección, la de tener cada vez más paz y también la posibilidad de compartirla.
Nunca había escrito en el blog nada de esto, pero ahora conocéis el origen de todo, hasta de las historias del “Planeta India”. En breve estaremos allí de nuevo y no sé como me encontraré, ni siquiera si seguirá siendo el lugar donde pasar parte del año. Tampoco sé que nuevos cambios traerá a mi vida esta situación. Pero no tengo ninguna duda de que lo que venga es lo que tiene que venir, por lo tanto siempre estará bien.
Y la noticia trajo un nuevo aprendizaje. La comprobación de que la tristeza es algo mental, externo, como las lágrimas que se esfuerzan por salir. Por dentro sigue habiendo paz. La misma paz que descubrí en diciembre del 2004.
San Agustín del Guadalix. Noviembre 2011
jueves, 20 de octubre de 2011
9 (2ª parte)
Pregunté por él muchas veces, casi se convirtió en una obsesión encontrarle. Y, pese a que todo el mundo le conocía y a casi todo el mundo había impactado alguna vez, entre los comerciantes de la zona, nadie podía darme ninguna pista sobre su paradero.
Por otro lado, intenté hacer una recopilación de los escritos que había ido entregando, pero no conseguí ni uno. Curiosamente todos le habían considerado un simple vagabundo cuando se les acercó y, después de recibir su papel, pasaban a idealizarlo. Esos trozos de literatura se convertían en algo casi sagrado, se les dotaba de un poder extraordinario y, por supuesto, se consideraban totalmente intransferibles.
En la India se dice que cuando existe una flor lo suficientemente poderosa, todos los insectos acuden a ella, sin necesidad por su parte de hacer grandes esfuerzos. Así explican la veneración que reciben algunos personajes que por su aspecto o forma de vida parecen o son simples vagabundos, pero a los que miles de personas acuden simplemente para captar su atención unos instantes.
Parecía que 9 había bebido de esa misma esencia… Y yo le buscaba como los buscadores que viajan detrás de la verdad, de la felicidad, de cualquier dios de los miles reales o inventados, detrás de cada una de las cosas que las personas necesitamos, como zanahorias atadas a palos, para seguir avanzando, para tirar hacia delante…
No me daba cuenta que en esta vida, quizás una de los millones que nos tocan vivir, las cosas suceden cuando uno menos las espera, quizás cuando uno ya desespera de que sucedan. Todo pasa en el momento que tiene que pasar… Por cierto esa era una sensación que yo tenía cada vez más clara y era algo que me hacía darle vueltas y vueltas. ¿Todo era fruto de la casualidad? Todo lo que sucedía cuando tenía que suceder ¿era simplemente el azar?. Los escritos de este vagabundo que yo me empeñaba en encontrar, ¿acertaban con lo que el destinatario necesitaba, igual que si de una ruleta se tratara, pero con muchos más números, con infinitos números…?
Encontré la respuesta en la servilleta que 9 me había entregado el día que le conocí, yo era de los que ya eran capaces de creer en cualquier cosa, aunque no le encontrara explicación. Las casualidades no existen, o al menos no si se repiten un número determinado de veces. Todo sucede como y cuando tiene que suceder, aunque eso implique creer en una fuerza, en una energía, que lo controle todo, o en millones. Está claro que eso hace pensar, que hace darle vueltas, que hace dudar… Y como dijo alguien una vez, a esa duda llámale dios…
Llegó el día en el que nos encontramos de nuevo, mientras hablaba con una amiga en la barra de un bar. Alguien dejó un escrito delante de mí, sin que me diera cuenta. Cuando lo vi, no siquiera lo miré, me puse a buscar frenéticamente al autor, pensando si sería él y si habría vuelto a perderlo. Estaba sentado al fondo, me miraba y sonreía, me hizo un simple gesto con la mano para que me tranquilizara y leyera su mensaje.
Y ese mensaje ya lo conocéis. Está publicado en este mismo blog, hace un año más o menos: "El Contador de Historias".
Acababa de decirme quien era.
San Sebastián de los Reyes. También allá por el 2004...
Por otro lado, intenté hacer una recopilación de los escritos que había ido entregando, pero no conseguí ni uno. Curiosamente todos le habían considerado un simple vagabundo cuando se les acercó y, después de recibir su papel, pasaban a idealizarlo. Esos trozos de literatura se convertían en algo casi sagrado, se les dotaba de un poder extraordinario y, por supuesto, se consideraban totalmente intransferibles.
En la India se dice que cuando existe una flor lo suficientemente poderosa, todos los insectos acuden a ella, sin necesidad por su parte de hacer grandes esfuerzos. Así explican la veneración que reciben algunos personajes que por su aspecto o forma de vida parecen o son simples vagabundos, pero a los que miles de personas acuden simplemente para captar su atención unos instantes.
Parecía que 9 había bebido de esa misma esencia… Y yo le buscaba como los buscadores que viajan detrás de la verdad, de la felicidad, de cualquier dios de los miles reales o inventados, detrás de cada una de las cosas que las personas necesitamos, como zanahorias atadas a palos, para seguir avanzando, para tirar hacia delante…
No me daba cuenta que en esta vida, quizás una de los millones que nos tocan vivir, las cosas suceden cuando uno menos las espera, quizás cuando uno ya desespera de que sucedan. Todo pasa en el momento que tiene que pasar… Por cierto esa era una sensación que yo tenía cada vez más clara y era algo que me hacía darle vueltas y vueltas. ¿Todo era fruto de la casualidad? Todo lo que sucedía cuando tenía que suceder ¿era simplemente el azar?. Los escritos de este vagabundo que yo me empeñaba en encontrar, ¿acertaban con lo que el destinatario necesitaba, igual que si de una ruleta se tratara, pero con muchos más números, con infinitos números…?
Encontré la respuesta en la servilleta que 9 me había entregado el día que le conocí, yo era de los que ya eran capaces de creer en cualquier cosa, aunque no le encontrara explicación. Las casualidades no existen, o al menos no si se repiten un número determinado de veces. Todo sucede como y cuando tiene que suceder, aunque eso implique creer en una fuerza, en una energía, que lo controle todo, o en millones. Está claro que eso hace pensar, que hace darle vueltas, que hace dudar… Y como dijo alguien una vez, a esa duda llámale dios…
Llegó el día en el que nos encontramos de nuevo, mientras hablaba con una amiga en la barra de un bar. Alguien dejó un escrito delante de mí, sin que me diera cuenta. Cuando lo vi, no siquiera lo miré, me puse a buscar frenéticamente al autor, pensando si sería él y si habría vuelto a perderlo. Estaba sentado al fondo, me miraba y sonreía, me hizo un simple gesto con la mano para que me tranquilizara y leyera su mensaje.
Y ese mensaje ya lo conocéis. Está publicado en este mismo blog, hace un año más o menos: "El Contador de Historias".
Acababa de decirme quien era.
San Sebastián de los Reyes. También allá por el 2004...
domingo, 2 de octubre de 2011
9
Se llamaba 9, o al menos se hacía llamar así desde que había emprendido su nueva vida, y era un vagabundo.
Nadie conocía su vida previa a ser “contador de historias”. Probablemente ni él mismo recordaba bien que antes tuvo una vida de las consideradas normales, trabajo con horarios, familia, casa, novia...
Ahora a lo que se dedicaba era a hacer más felices a los demás, aunque pocos se daban cuenta. Era un moderno renunciante, parecido, quizás sin habérselo planteado, a los sadhus de la India.
En un momento consideró que había acabado un ciclo de su existencia y empezó a viajar por el mundo, como siempre decía “por el camino de la sabiduría...”. Antes había viajado bastante, por trabajo, por vacaciones... Pero decidió viajar como hay que hacerlo, sin tiempo, sin prisa y, sobre todo, sin destino.
Yo le conocí en la taberna que regentaban mis hermanas, en pleno centro de Madrid. Se llamaba, o le llamaban, 9 y siempre firmaba sus escritos con ese número.
Sus escritos... en realidad eso era 9, sus escritos. Ya fueran poesías, cuentos para niños, letras de canciones, historias de amor o desamor, leyendas fantásticas, hechos reales o inventados, viajes y más viajes.
Era lo que daba sentido a su vida, sus historias, como él las llamaba. Y desgraciada o afortunadamente, era lo que empezaba a dar sentido a la mía también.
Rectifiquemos pues, el principio de la historia:
Se llamaba 9, o al menos se hacía llamar así desde que había emprendido su nueva vida, y era un escritor.
Cada vez que se establecía en un sitio, pronto la gente le conocía y le apreciaba porque se dedicaba a hacer regalos... trozos de papel con alguna de sus “historias”. Quizás fueran sólo unas frases que improvisaba en el momento y escribía en cualquier papel, o una larga historia con gran moraleja incluida. Siempre acertaba con lo que necesitabas leer. Era capaz de interpretar como nadie las emociones y los sentimientos de sus interlocutores y sus escritos eran recibidos como bálsamos para la depresión, como fuentes de alegría o como dardos precisos en la conciencia del receptor.
No lo hacía sólo con los conocidos, que tenía pocos, había decidido ayudar a la gente y aunque a veces era confundido con algún indigente, cualquiera que leyera un papel suyo, se daba cuenta de que 9 era alguien especial.
Cuando le vi la primera vez, no le presté atención, es decir, hice lo que siempre hacemos cuando estando con amigos alguien nos interrumpe, sea para vendernos rosas, Cds, o... contarnos historias. Curiosos personajes los que te sorprenden con retazos de arte escritos o pintados en pedazos mugrientos de papel...
Sólo me miró a los ojos, me sonrió y me entrego un pequeño trozo de servilleta de papel escrito. Se marchó antes de darme tiempo a decirle que no quería nada, que no tenía suelto, que no sabía leer...
“Creo que sólo hay dos posibilidades, o se está en el lado de los que sólo se creen lo que ven, lo que puede explicarse científica o racionalmente, o se está abierto a creer cosas que no tienen ninguna lógica ni ninguna explicación.
Dentro de la segunda posibilidad se nos abren muchas puertas, porque ya todo es posible. Aquí están todas las religiones, que exigen un ejercicio de fe, de creer lo imposible, sean milagros, resurrecciones, reencarnaciones....
Pero también están todas las cosas que denominamos fantasía, superstición, invención, magia, brujería, etc.
Si se ha dado este paso, el que va desde el estricto racionalismo hasta la apertura de la mente, ya todo debería ser posible...”
9
Sólo eso y tanto como eso. Probablemente en cualquier otro momento de mi vida hubiera arrugado el papel y lo hubiera tirado, o quizás guardado como tantas cosas que guardo por no tirar nada escrito con cabeza, pero justo ahora...
Encontré escrito lo que yo pensaba. Así de claro. Llevaba muchos años dándome cuenta de algo y no me había parado a pensarlo, a razonarlo. Este tío que no me conocía de nada, me tiraba encima de la mesa de un bar, el resumen de mis pensamientos, algo que me daría que pensar, sufrir y escribir mucho tiempo a partir de ese momento.
Ese era 9, así le conocí y ese fue el principio de nuestra relación.
San Sebastián de los Reyes. Allá por el 2004…
Nadie conocía su vida previa a ser “contador de historias”. Probablemente ni él mismo recordaba bien que antes tuvo una vida de las consideradas normales, trabajo con horarios, familia, casa, novia...
Ahora a lo que se dedicaba era a hacer más felices a los demás, aunque pocos se daban cuenta. Era un moderno renunciante, parecido, quizás sin habérselo planteado, a los sadhus de la India.
En un momento consideró que había acabado un ciclo de su existencia y empezó a viajar por el mundo, como siempre decía “por el camino de la sabiduría...”. Antes había viajado bastante, por trabajo, por vacaciones... Pero decidió viajar como hay que hacerlo, sin tiempo, sin prisa y, sobre todo, sin destino.
Yo le conocí en la taberna que regentaban mis hermanas, en pleno centro de Madrid. Se llamaba, o le llamaban, 9 y siempre firmaba sus escritos con ese número.
Sus escritos... en realidad eso era 9, sus escritos. Ya fueran poesías, cuentos para niños, letras de canciones, historias de amor o desamor, leyendas fantásticas, hechos reales o inventados, viajes y más viajes.
Era lo que daba sentido a su vida, sus historias, como él las llamaba. Y desgraciada o afortunadamente, era lo que empezaba a dar sentido a la mía también.
Rectifiquemos pues, el principio de la historia:
Se llamaba 9, o al menos se hacía llamar así desde que había emprendido su nueva vida, y era un escritor.
Cada vez que se establecía en un sitio, pronto la gente le conocía y le apreciaba porque se dedicaba a hacer regalos... trozos de papel con alguna de sus “historias”. Quizás fueran sólo unas frases que improvisaba en el momento y escribía en cualquier papel, o una larga historia con gran moraleja incluida. Siempre acertaba con lo que necesitabas leer. Era capaz de interpretar como nadie las emociones y los sentimientos de sus interlocutores y sus escritos eran recibidos como bálsamos para la depresión, como fuentes de alegría o como dardos precisos en la conciencia del receptor.
No lo hacía sólo con los conocidos, que tenía pocos, había decidido ayudar a la gente y aunque a veces era confundido con algún indigente, cualquiera que leyera un papel suyo, se daba cuenta de que 9 era alguien especial.
Cuando le vi la primera vez, no le presté atención, es decir, hice lo que siempre hacemos cuando estando con amigos alguien nos interrumpe, sea para vendernos rosas, Cds, o... contarnos historias. Curiosos personajes los que te sorprenden con retazos de arte escritos o pintados en pedazos mugrientos de papel...
Sólo me miró a los ojos, me sonrió y me entrego un pequeño trozo de servilleta de papel escrito. Se marchó antes de darme tiempo a decirle que no quería nada, que no tenía suelto, que no sabía leer...
“Creo que sólo hay dos posibilidades, o se está en el lado de los que sólo se creen lo que ven, lo que puede explicarse científica o racionalmente, o se está abierto a creer cosas que no tienen ninguna lógica ni ninguna explicación.
Dentro de la segunda posibilidad se nos abren muchas puertas, porque ya todo es posible. Aquí están todas las religiones, que exigen un ejercicio de fe, de creer lo imposible, sean milagros, resurrecciones, reencarnaciones....
Pero también están todas las cosas que denominamos fantasía, superstición, invención, magia, brujería, etc.
Si se ha dado este paso, el que va desde el estricto racionalismo hasta la apertura de la mente, ya todo debería ser posible...”
9
Sólo eso y tanto como eso. Probablemente en cualquier otro momento de mi vida hubiera arrugado el papel y lo hubiera tirado, o quizás guardado como tantas cosas que guardo por no tirar nada escrito con cabeza, pero justo ahora...
Encontré escrito lo que yo pensaba. Así de claro. Llevaba muchos años dándome cuenta de algo y no me había parado a pensarlo, a razonarlo. Este tío que no me conocía de nada, me tiraba encima de la mesa de un bar, el resumen de mis pensamientos, algo que me daría que pensar, sufrir y escribir mucho tiempo a partir de ese momento.
Ese era 9, así le conocí y ese fue el principio de nuestra relación.
San Sebastián de los Reyes. Allá por el 2004…
jueves, 15 de septiembre de 2011
Confesiones
Voy a aprovechar esta historia después del parón que he tenido en el blog para hacer algunas confesiones. Primero quiero disculparme por haber ralentizado la dinámica que llevaba de ir publicando casi semanalmente. Ha sido por... qué más da, las excusas son excusas y no cambian lo que ya ha sucedido.
Hay momentos que me bloqueo al escribir y no sé por donde tirar. A veces salen historias divertidas y otras veces siento la necesidad de contar cosas algo más profundas, quizás incluso útiles para alguien. En ocasiones simplemente escribo lo que me va saliendo, como ahora…
Varias personas me animan a escribir un libro, lo que creo que es y quizás sea siempre mi asignatura pendiente. Bueno, una de ellas, seguro que tengo un montón aunque no se me ocurran (para lo del niño, se me pasó la paella entera).
Empecé con el blog, para obligarme a escribir con continuidad y a lo mejor desde ahí… Un libro, ¿os imagináis tener un libro escrito?. No un libro digital, uno en papel, encuadernado, con su tacto, con su olor… Poder cogerlo y que pese… Y si encima ya sirviera para algo…
Un libro contando las “Aventuras y pensamientos de un aprendiz de Nómada” o las conversaciones con Pekepo, o la vida de “9” un personaje que todavía no conocéis y que te ayuda a cambiar la vida simplemente con sus trozos de papel escritos, o buceando en el “Planeta India” o ayudando a conectar con la Paz interior, o escribir la historia donde un viejo sadhu me ayudó a montar una empresa, o plasmar las nuevas ideas que siguen viniendo… Un libro…
Lo confieso… ¡no sé por donde agarrarlo! No sé si debe tener un tono profundo, educativo o sólo ser divertido. No sé si utilizar sesudos aprendizajes indios o simplemente divertidas anécdotas de viajes… No sé si se puede mezclar todo. No sé si un libro que te hace reír lo puedes tomar en serio como para extraer algún conocimiento de él. En realidad, ni siquiera sé si me atrevo a agarrarlo, a agarrar esa responsabilidad…
Un libro…
San Agustín del Guadalix. Septiembre 2011
Hay momentos que me bloqueo al escribir y no sé por donde tirar. A veces salen historias divertidas y otras veces siento la necesidad de contar cosas algo más profundas, quizás incluso útiles para alguien. En ocasiones simplemente escribo lo que me va saliendo, como ahora…
Varias personas me animan a escribir un libro, lo que creo que es y quizás sea siempre mi asignatura pendiente. Bueno, una de ellas, seguro que tengo un montón aunque no se me ocurran (para lo del niño, se me pasó la paella entera).
Empecé con el blog, para obligarme a escribir con continuidad y a lo mejor desde ahí… Un libro, ¿os imagináis tener un libro escrito?. No un libro digital, uno en papel, encuadernado, con su tacto, con su olor… Poder cogerlo y que pese… Y si encima ya sirviera para algo…
Un libro contando las “Aventuras y pensamientos de un aprendiz de Nómada” o las conversaciones con Pekepo, o la vida de “9” un personaje que todavía no conocéis y que te ayuda a cambiar la vida simplemente con sus trozos de papel escritos, o buceando en el “Planeta India” o ayudando a conectar con la Paz interior, o escribir la historia donde un viejo sadhu me ayudó a montar una empresa, o plasmar las nuevas ideas que siguen viniendo… Un libro…
Lo confieso… ¡no sé por donde agarrarlo! No sé si debe tener un tono profundo, educativo o sólo ser divertido. No sé si utilizar sesudos aprendizajes indios o simplemente divertidas anécdotas de viajes… No sé si se puede mezclar todo. No sé si un libro que te hace reír lo puedes tomar en serio como para extraer algún conocimiento de él. En realidad, ni siquiera sé si me atrevo a agarrarlo, a agarrar esa responsabilidad…
Un libro…
San Agustín del Guadalix. Septiembre 2011
miércoles, 10 de agosto de 2011
Diálogos con Pekepo IV
Mi experiencia en el bosque fue un regalo que Pekepo me hizo para que comprendiera, pero todavía no era mi momento de “crear mundos” y no sé si alguna vez lo será. Como bien se encarga de recordarme el pequeñazo:
- ¿¿Poeta?? Tú sigues siendo un aprendiz, así que escribe y escribe. Pero recuerda, hazlo con el corazón.
Y lo malo de haber visto aquello es que nunca vuelves a ser el de antes. De repente, has descubierto que lo que entiendes por realidad no existe, que todo es inventado. Que las mentes de todos los hombres que no saben que existe la poesía, generan continuamente un mundo del que nadie está especialmente orgulloso.
¿Y qué puedes hacer? Cuantas más vueltas le das, más en la mente estás… ¿Y Pekepo? Pekepo se ríe de lo difícil que hacemos nuestra propia vida.
Sólo me dice que escriba y escriba, como si fuera fácil hacerlo ahora… Insiste en que para mí la conexión con el corazón es a través de escribir historias, igual que para otros es la música, la pintura, la danza… Cada uno debe encontrar su camino para conectar con la poesía.
Y para escribir, hay que mirar, oler, tocar, escuchar, degustar, sentir, reír, llorar… De repente, se produce un momento de ¿inspiración? ¿magia? ¿poesía?. Las palabras brotan y se colocan, transmiten paz, serenidad.
Recuerdas como el frío siempre llega cuando los petirrojos empiezan a cantar en los jardines y te das cuenta que es porque traen el invierno enganchado en sus alas. Hasta que llegan las golondrinas con el tiempo inicialmente templado y luego tórrido. Escuchas las discusiones entre flores y espinas en el rosal, unas que quieren ofrecerse como símbolo de amor y las otras empeñadas en protegerlas, aunque con ello sólo consigan que se mustien tristes y solas. Comprendes que el azar sólo es una bonita palabra que perdió el significado en el momento que eres consciente de su inexistencia, como dijo san Agustín sobre la humildad, que la pierdes justo en el momento que crees que la has alcanzado. Y tantas otras cosas que no existen, pero alrededor de las cuales se crean mundos y guerras.
Quizás podría empezar a traer Pekepos a este mundo, para que cada humano tuviera uno cerca. Era tan alucinante lo que había cambiado mi vida desde que en ella apareció el pequeñazo…
- ¿Aparecí, aprendiz? Yo no aparecí. Ni aparezco ni desaparezco. ¿Todavía no has entendido que siempre estoy, que siempre he estado?
Es verdad, tenía razón. Lo que sucedió simplemente es que yo aprendí a mirar. Y seguía aprendiendo cosas, de hecho, mi experiencia de creación de un mundo nuevo fue parte de mi aprendizaje. No era sencillo hacerlo, sólo cuando Pekepo usaba su poder, o lo que fuera que tenía, yo lograba ver claramente con los ojos cerrados.
- Sí podrías traer muchos Pekepos, pero ¿de qué serviría? Continuarían sin verlos. Ya que si pudieran verlos no les haría falta tu ayuda, ellos también habrían aprendido.
- Pero, tiene que haber algo que yo pueda hacer. Ahora que sé que vivimos como dormidos, tengo que ayudar a despertar a los demás. ¿Qué puedo hacer?
- Escribe la historia de Pekepo, aprendiz, quizás eso ayude.
El siguiente paso a creer lo que no comprende la razón es colaborar con la fantasía, inventarse personajes y hacerlos vivir.
Risikesh. Febrero 2011
- ¿¿Poeta?? Tú sigues siendo un aprendiz, así que escribe y escribe. Pero recuerda, hazlo con el corazón.
Y lo malo de haber visto aquello es que nunca vuelves a ser el de antes. De repente, has descubierto que lo que entiendes por realidad no existe, que todo es inventado. Que las mentes de todos los hombres que no saben que existe la poesía, generan continuamente un mundo del que nadie está especialmente orgulloso.
¿Y qué puedes hacer? Cuantas más vueltas le das, más en la mente estás… ¿Y Pekepo? Pekepo se ríe de lo difícil que hacemos nuestra propia vida.
Sólo me dice que escriba y escriba, como si fuera fácil hacerlo ahora… Insiste en que para mí la conexión con el corazón es a través de escribir historias, igual que para otros es la música, la pintura, la danza… Cada uno debe encontrar su camino para conectar con la poesía.
Y para escribir, hay que mirar, oler, tocar, escuchar, degustar, sentir, reír, llorar… De repente, se produce un momento de ¿inspiración? ¿magia? ¿poesía?. Las palabras brotan y se colocan, transmiten paz, serenidad.
Recuerdas como el frío siempre llega cuando los petirrojos empiezan a cantar en los jardines y te das cuenta que es porque traen el invierno enganchado en sus alas. Hasta que llegan las golondrinas con el tiempo inicialmente templado y luego tórrido. Escuchas las discusiones entre flores y espinas en el rosal, unas que quieren ofrecerse como símbolo de amor y las otras empeñadas en protegerlas, aunque con ello sólo consigan que se mustien tristes y solas. Comprendes que el azar sólo es una bonita palabra que perdió el significado en el momento que eres consciente de su inexistencia, como dijo san Agustín sobre la humildad, que la pierdes justo en el momento que crees que la has alcanzado. Y tantas otras cosas que no existen, pero alrededor de las cuales se crean mundos y guerras.
Quizás podría empezar a traer Pekepos a este mundo, para que cada humano tuviera uno cerca. Era tan alucinante lo que había cambiado mi vida desde que en ella apareció el pequeñazo…
- ¿Aparecí, aprendiz? Yo no aparecí. Ni aparezco ni desaparezco. ¿Todavía no has entendido que siempre estoy, que siempre he estado?
Es verdad, tenía razón. Lo que sucedió simplemente es que yo aprendí a mirar. Y seguía aprendiendo cosas, de hecho, mi experiencia de creación de un mundo nuevo fue parte de mi aprendizaje. No era sencillo hacerlo, sólo cuando Pekepo usaba su poder, o lo que fuera que tenía, yo lograba ver claramente con los ojos cerrados.
- Sí podrías traer muchos Pekepos, pero ¿de qué serviría? Continuarían sin verlos. Ya que si pudieran verlos no les haría falta tu ayuda, ellos también habrían aprendido.
- Pero, tiene que haber algo que yo pueda hacer. Ahora que sé que vivimos como dormidos, tengo que ayudar a despertar a los demás. ¿Qué puedo hacer?
- Escribe la historia de Pekepo, aprendiz, quizás eso ayude.
El siguiente paso a creer lo que no comprende la razón es colaborar con la fantasía, inventarse personajes y hacerlos vivir.
Risikesh. Febrero 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
Más meditación
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hijo, soy hermano, soy novio, soy biólogo, soy coach, soy…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hijo, soy hermano, soy novio, soy biól…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hijo, soy hermano, soy…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hij…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy galle…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy esp…
Yo soy un hombre, soy blan…
Yo soy un homb …
Yo soy …
Yo …
Y…
…
.
ESTO ES MEDITAR
Oviedo. Julio 2011
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hijo, soy hermano, soy novio, soy biól…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hijo, soy hermano, soy…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy gallego, soy hij…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy español, soy galle…
Yo soy un hombre, soy blanco, soy esp…
Yo soy un hombre, soy blan…
Yo soy un homb …
Yo soy …
Yo …
Y…
…
.
ESTO ES MEDITAR
Oviedo. Julio 2011
martes, 21 de junio de 2011
Sólo pintando
Le comunicaron que podía marcharse, pero pidió quedarse. Ensimismado en su obra, pintaba y sólo pintaba. Le dijeron que era libre, que su encarcelamiento había sido un error y que lo lamentaban. Pero él decidió permanecer en su celda. Estaba pintando. Ante la insistencia en que no debía estar allí, sólo dijo que dejaran abierta la puerta, que ya saldría cuando terminara.
Tres años de cárcel por un delito que no había cometido. Hizo todo lo que pudo por demostrar su inocencia y cuando no pudo hacer más, aceptó la nueva situación. Decidió aprender a pintar y ahora estaba con su primer cuadro. Sólo pintaba.
Terminó de pintar dos meses después, se giró hacia la verja que le separaba de la libertad y salió. Sin mirar atrás, sin ni siquiera echar un vistazo general a la obra que recién terminaba. Se había acabado el momento de pintar y no había apego al resultado.
Ahora tocaba seguir viviendo.
San Agustín del Guadalix. Junio 2011
Tres años de cárcel por un delito que no había cometido. Hizo todo lo que pudo por demostrar su inocencia y cuando no pudo hacer más, aceptó la nueva situación. Decidió aprender a pintar y ahora estaba con su primer cuadro. Sólo pintaba.
Terminó de pintar dos meses después, se giró hacia la verja que le separaba de la libertad y salió. Sin mirar atrás, sin ni siquiera echar un vistazo general a la obra que recién terminaba. Se había acabado el momento de pintar y no había apego al resultado.
Ahora tocaba seguir viviendo.
San Agustín del Guadalix. Junio 2011
miércoles, 8 de junio de 2011
La primera, no la treinta y tantas…
Perdón que entre así, de repente, pero es que ha habido un error. Un grave error diría yo. Y es que yo tenía que ser la primera. Tengo la clase y la categoría suficiente para haber inaugurado este blog. Podía ser humorística, sentimental, en prosa o poesía, letra de canción, manifiesto de protesta, larga o corta, de colores… Podía ser cualquier historia, porque era la primera.
Ahora estoy aquí, en medio de no se cuantas y no sé ni de qué ser, ni a qué dedicarme… Como primera que era, estaba preparada para decirles:
Esto va a ser un blog de historias, de todo tipo, no hay argumento predefinido, ni conexión entre unas y otras, lo único que las une es que serán paridas por el mismo cerebro. Paridas en el sentido de traídas desde donde estuvieran hasta donde están, esto es, aquí. Sobre mí recae la responsabilidad de que usted siga leyendo.
Debo ser una historia lo suficientemente interesante para que cuando sea leída invite a continuar, debo conseguir captar su atención de tal forma que no me deje a medias y se pierda las otras. Por otro lado tampoco debo ser la mejor del blog, ya que entonces sería un típico caso de ir “de más a menos”, lo que nunca ha sido bien visto en blogs, libros, películas u obras de teatro.
Desde la humildad de ser sólo unas letras sobre papel, le invito a continuar leyendo. Sólo le pido que si no le interesa lo escrito, por favor, no pare aquí, siga un poquito más, porque, una, pese a ser sólo una historia, es la primera y nunca podría considerarme así si no lee usted la segunda.
Pero no me han dejado serlo, se me han colado unas cuantas por delante…
Claro que... soy la primera de las siguientes… Y la última de las anteriores. Soy un prólogo y un epitafio. Puedo cerrar el ciclo pasado e inaugurar el nuevo… Soy una primera y una última. ¡Es mejor que ser sólo la primera!
Señoras y señores, como última historia de las que han leído ustedes hasta ahora, me alegro de que hayan llegado hasta aquí y entiendo, que si me están leyendo, es que no en todo me he equivocado. Espero que se hayan reído un poco y se hayan emocionado otro poco, quizás que algo hayan aprendido, que lo hayan comentado con sus amigos, incluso me gustaría ser lectura obligada de fin de semana o de ratito en la oficina…
Y les animo, como primera de las próximas, a seguir leyendo todo lo que vendrá y, como última de las anteriores, a volver a leerlas, que quizás hayan quedado cositas sin descubrir…
San Agustín del Guadalix. Junio 2011
Ahora estoy aquí, en medio de no se cuantas y no sé ni de qué ser, ni a qué dedicarme… Como primera que era, estaba preparada para decirles:
Esto va a ser un blog de historias, de todo tipo, no hay argumento predefinido, ni conexión entre unas y otras, lo único que las une es que serán paridas por el mismo cerebro. Paridas en el sentido de traídas desde donde estuvieran hasta donde están, esto es, aquí. Sobre mí recae la responsabilidad de que usted siga leyendo.
Debo ser una historia lo suficientemente interesante para que cuando sea leída invite a continuar, debo conseguir captar su atención de tal forma que no me deje a medias y se pierda las otras. Por otro lado tampoco debo ser la mejor del blog, ya que entonces sería un típico caso de ir “de más a menos”, lo que nunca ha sido bien visto en blogs, libros, películas u obras de teatro.
Desde la humildad de ser sólo unas letras sobre papel, le invito a continuar leyendo. Sólo le pido que si no le interesa lo escrito, por favor, no pare aquí, siga un poquito más, porque, una, pese a ser sólo una historia, es la primera y nunca podría considerarme así si no lee usted la segunda.
Pero no me han dejado serlo, se me han colado unas cuantas por delante…
Claro que... soy la primera de las siguientes… Y la última de las anteriores. Soy un prólogo y un epitafio. Puedo cerrar el ciclo pasado e inaugurar el nuevo… Soy una primera y una última. ¡Es mejor que ser sólo la primera!
Señoras y señores, como última historia de las que han leído ustedes hasta ahora, me alegro de que hayan llegado hasta aquí y entiendo, que si me están leyendo, es que no en todo me he equivocado. Espero que se hayan reído un poco y se hayan emocionado otro poco, quizás que algo hayan aprendido, que lo hayan comentado con sus amigos, incluso me gustaría ser lectura obligada de fin de semana o de ratito en la oficina…
Y les animo, como primera de las próximas, a seguir leyendo todo lo que vendrá y, como última de las anteriores, a volver a leerlas, que quizás hayan quedado cositas sin descubrir…
San Agustín del Guadalix. Junio 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
No existe el mundo
Realmente no creo que exista algo que podamos llamar “el mundo”. Creo que existen tantos mundos como personas. Que no existe el mundo real, que sólo existen mundos inventados. Y que cada uno de nosotros, consciente o inconscientemente, ha inventado el suyo y vive en él. Unos cómodamente y otros sintiéndose mal, incluso fatal.
Este mundo inventado empezó a crearse antes de que naciéramos y de esa parte, evidentemente, no somos responsables. De nuestros padres, del lugar donde nacimos, donde nos criamos, de nuestras experiencias de niños… todo sucedía sin nuestro consentimiento y empezaba a modelar ese lugar en el que ahora nos encontramos instalados. Luego, al crecer, han seguido sucediendo cosas, dentro y fuera de nosotros, que han continuado y continúan modificándolo. Ahora ya de muchas de estas cosas sí que somos responsables y, aunque de algunas otras no, siempre lo somos de lo que hagamos con todo lo que nos sucede.
Un mundo de creencias, algunas limitantes y otras que me sostienen, de emociones de todo tipo, de pensamientos cambiantes, de prejuicios y de juicios… Un mundo que considero real, pero que es completamente diferente al de otra persona que vive a mi lado y que creo, desde mi mundo, que ve y experimenta lo mismo que yo. Un mundo que, mañana, cuando una de esas grandes creencias se caiga o varíe mi emoción, también será completamente distinto al de hoy.
Por lo tanto un mundo irreal, modificable, transformable, que podría, al menos intentar, diseñar a mi favor en lugar de en mi contra. Porque si soy capaz de crearme un mundo horrible, de desolación o de tristeza, de rodearme de una muralla o hundirme en un pozo, también soy capaz de inventar un mundo donde la muralla no exista o, al menos, no esté a mi alrededor. O un mundo en el que yo sea el que decide lo que hacer con mi vida, o donde el amor prevalezca sobre el resto de cosas, independientemente de los mundos de los otros que son eso, mundos de otros, otros mundos...
Tengo que ser consciente de mi absoluta responsabilidad en la creación de mi mundo. Tengo que darme cuenta de que tengo un grandísimo poder y que sólo yo puedo disponer de él. Tengo que reconocerlo y utilizarlo. Y, a partir de aquí, ocurre la magia y todo se transforma. Magia en cuanto a irracional, magia en cuanto a que puede ocurrir en un brevísimo tiempo. Magia, al fin y al cabo, porque soy capaz de inventarme un mundo y vivir en él.
En realidad, es lo que he hecho hasta ahora, pero al no darme cuenta, no he participado conscientemente en el diseño.
Y cuando cambio mi mundo, cambian todos los mundos, porque todos están relacionados entre sí. Porque hasta lo que parece imposible que se modifique, hasta las cosas que considero, desde mi mundo, más horribles, sólo con mirarlas de otra forma, sólo con sentirlas de otra forma, ya son diferentes.
Porque pese a no existir, pese a ser inventados, mejor estar viviendo un sueño maravilloso que una espantosa pesadilla.
En la India se dice, y seguro que muchos estáis de acuerdo, que lo que pasa en el exterior es un fiel reflejo de lo que pasa en nuestro interior. Por eso creo que el trabajo para que cambien las cosas es un trabajo más hacia dentro que hacia fuera. La única posibilidad de cambiar lo que habitualmente llamamos “el mundo”, es cambiarnos nosotros mismos.
Y también tenemos la posibilidad de asomarnos al lugar donde no existen los mundos inventados. Sólo tenemos que meditar.
San Agustín del Guadalix. Mayo 2011
Este mundo inventado empezó a crearse antes de que naciéramos y de esa parte, evidentemente, no somos responsables. De nuestros padres, del lugar donde nacimos, donde nos criamos, de nuestras experiencias de niños… todo sucedía sin nuestro consentimiento y empezaba a modelar ese lugar en el que ahora nos encontramos instalados. Luego, al crecer, han seguido sucediendo cosas, dentro y fuera de nosotros, que han continuado y continúan modificándolo. Ahora ya de muchas de estas cosas sí que somos responsables y, aunque de algunas otras no, siempre lo somos de lo que hagamos con todo lo que nos sucede.
Un mundo de creencias, algunas limitantes y otras que me sostienen, de emociones de todo tipo, de pensamientos cambiantes, de prejuicios y de juicios… Un mundo que considero real, pero que es completamente diferente al de otra persona que vive a mi lado y que creo, desde mi mundo, que ve y experimenta lo mismo que yo. Un mundo que, mañana, cuando una de esas grandes creencias se caiga o varíe mi emoción, también será completamente distinto al de hoy.
Por lo tanto un mundo irreal, modificable, transformable, que podría, al menos intentar, diseñar a mi favor en lugar de en mi contra. Porque si soy capaz de crearme un mundo horrible, de desolación o de tristeza, de rodearme de una muralla o hundirme en un pozo, también soy capaz de inventar un mundo donde la muralla no exista o, al menos, no esté a mi alrededor. O un mundo en el que yo sea el que decide lo que hacer con mi vida, o donde el amor prevalezca sobre el resto de cosas, independientemente de los mundos de los otros que son eso, mundos de otros, otros mundos...
Tengo que ser consciente de mi absoluta responsabilidad en la creación de mi mundo. Tengo que darme cuenta de que tengo un grandísimo poder y que sólo yo puedo disponer de él. Tengo que reconocerlo y utilizarlo. Y, a partir de aquí, ocurre la magia y todo se transforma. Magia en cuanto a irracional, magia en cuanto a que puede ocurrir en un brevísimo tiempo. Magia, al fin y al cabo, porque soy capaz de inventarme un mundo y vivir en él.
En realidad, es lo que he hecho hasta ahora, pero al no darme cuenta, no he participado conscientemente en el diseño.
Y cuando cambio mi mundo, cambian todos los mundos, porque todos están relacionados entre sí. Porque hasta lo que parece imposible que se modifique, hasta las cosas que considero, desde mi mundo, más horribles, sólo con mirarlas de otra forma, sólo con sentirlas de otra forma, ya son diferentes.
Porque pese a no existir, pese a ser inventados, mejor estar viviendo un sueño maravilloso que una espantosa pesadilla.
En la India se dice, y seguro que muchos estáis de acuerdo, que lo que pasa en el exterior es un fiel reflejo de lo que pasa en nuestro interior. Por eso creo que el trabajo para que cambien las cosas es un trabajo más hacia dentro que hacia fuera. La única posibilidad de cambiar lo que habitualmente llamamos “el mundo”, es cambiarnos nosotros mismos.
Y también tenemos la posibilidad de asomarnos al lugar donde no existen los mundos inventados. Sólo tenemos que meditar.
San Agustín del Guadalix. Mayo 2011
viernes, 13 de mayo de 2011
Coaching Ji
No es mi intención añadirle un nuevo apellido a la palabra Coaching y colaborar en que termine convirtiéndose en algo como el marketing, con cientos de ellos. Ya hay unos cuantos Coaching diferentes.
“Ji” es un sufijo que los indios ponen a todo lo que respetan, es decir es un símbolo de respeto. Como mis ideas sobre el Coaching han ido forjándose principalmente en la India y además lo respeto profundamente, por eso el nombre Coaching Ji.
¿Y por qué en la India? Porque es un universo distinto. Porque te reta diariamente a cambiar el observador que estás siendo y a ensanchar la mente. Porque en ocasiones te ayuda a trascender a la mente, que es el verdadero cambio de observador, cuando éste se funde con lo observado. Porque la India nos pone delante de nuestras narices que nuestra visión del mundo no es la única, ni siquiera la mayoritaria. Porque la palabra obvio desaparece del vocabulario…
Decidí ser coach al leer una de las miles de definiciones que hay sobre el Coaching: “el coach es el que te ayuda a encontrar tu camino…” Estoy plenamente de acuerdo en que nuestra función es ayudar, pero el camino es del ayudado. A partir de aquí entran las consideraciones sobre en qué consiste la ayuda y qué significa “camino”.
Creo que hay una gran distinción dentro del coaching, casi de las primeras, que es sobre el tipo de coaching. Es decir, después de haberlo definido de una manera tan general, pero tan clara, determinar para qué lo utilizamos.
Y es la distinción: “coaching al ser” frente a “coaching al hacer”. La diferencia, desde mi punto de vista, es que desde el primero conseguimos, o ayudamos a conseguir, cambios más profundos, incluso transformaciones, mientras que desde el segundo lo que tratamos es de cambiar actitudes, la forma de hacer las cosas lo que, quizás con el tiempo, también pueda generar transformaciones definitivas.
Creo que mayoritariamente se hace coaching al hacer, incluso creyendo hacerlo al ser. Porque creo también que sólo es posible hacer coaching al ser desde el ser y que estar ahí, en el ser, no es sencillo.
Porque ¿quién sabe realmente lo que es el ser? Primero hay que averiguarlo en uno mismo, para así poder entenderlo en el otro y, desde ahí, hacer coaching. Desde el propio ser y desde el entendimiento del ser del otro.
Considerando que los maestros indios, actuales y pasados, consideran la mejor forma de meditación buscar la respuesta a la pregunta ¿quién soy yo?, parece interesante el ejercicio de averiguarlo.
Una vez que se conoce, o al menos se atisba, la respuesta, se comprende también uno de los postulados de nuestro coaching, el que dice que el coachee es perfecto, que está completo. Es decir, se entiende que el ser del coachee es perfecto. Pero no sólo el suyo, todos los seres lo son, todos somos perfectos, es decir, los coaches también lo somos. Por lo tanto, la conclusión es que se realiza coaching desde la perfección a la perfección… Pero, en la perfección ¿quién o qué precisa coaching? ¿para conseguir qué?
Entonces, ¿es realmente posible el coaching al ser? ¿el ser puede cambiar o es inmutable? Para responder, volvemos a la poderosa pregunta del inicio, ¿qué es el ser? O lo que es lo mismo, puesto que donde realmente puedo mirar para entender es en mí, ¿quién soy yo?
Para poder realizar el coaching al ser, una posibilidad sería consensuar una respuesta a esa pregunta. Y digo consensuar puesto que sería diferente para cada uno de nosotros. El problema es que todas las respuestas, incluyendo una que pusiera de acuerdo a los grandes genios de la humanidad, serían falsas, siempre que la vía para llegar a ellas sea la mente (la razón, el intelecto). Esta es mucho más pequeña que el SER, es algo que no puede abarcarlo, por lo que nunca podría servir para definirlo (como también se dice en la India, ¿cómo meter todo el agua del mar en un cubo?...)
Aunque podríamos hablar de otro ser más pequeño, que si ha sido creado por la mente, es decir que si que cabe dentro de un cubo, pero lo dejo para otro debate. Y lo dejo porque este ser es irreal, es inventado, no existe él mismo. Es lo que llamamos ego y en coaching hablamos siempre, con la extraña palabra “egoless”, de aparcarlo, de dejarlo a un lado, que no moleste. Aunque ¿quién es capaz de desenvolverse sin esta invención? ¿quién puede interactuar con otros sin que el ego intervenga?. Realmente, para tratar a este pequeño ser, lo que nos es útil es el “coaching al hacer”, porque es el ego el que continuamente se preocupa de hacer, hacer para tener más, hacer para competir, hacer para aparentar, hasta hacer para salvar a la humanidad…
Para mí este es un coaching “de superficie”, no puede ser transformador en cuanto a que no profundiza. Da igual cambiar actitudes si el coachee no ha llegado a sentirse en su perfección, en realidad es ir cambiando el color de la habitación, dando más capas y capas de pintura. Cuando una me deja de gustar, pinto encima y así una y otra vez. Pero las paredes son de oro…
Yo creo que la única vía para conocer el SER, es decir, para saber quien soy yo, es la experiencia propia. Ir más allá de la razón, de los sentidos, de las emociones y ver lo que hay, lo que contiene todo eso y mucho más. No vale lo que leamos, lo que nos cuenten, no vale la fe... ya lo decía Buda, que de estas cosas algo sabía.
Y una vez que recorres ese camino, cuando ya conoces esa perfección tuya, la del coach y la del coachee, ya estás listo para ayudar a que otro llegue también allí, a conocer la suya.
¿Y puede cambiar ese SER? No, en cuanto a que, como hemos dicho y es una de las bases de nuestra ciencia o arte, ya es perfecto. ¿Para qué cambiar lo perfecto? ¿En qué lo queremos transformar? Por lo tanto, y siempre desde mi punto de vista, el “coaching al SER” no debe pretender cambiar nada del coachee, sino conseguir que él descubra su Ser, es decir, lo ponga al descubierto. Ayudarle a quitar esas capas con las que lo lleva cubriendo años y años y que continuamente está considerando, por lo tanto juzgando, como buenas y malas.
Esto puede considerarse mágico o milagroso, en cuanto a que escapa a la razón. No se entiende que es lo que sucede para que alguien pueda cambiar tan completamente. Incluso esa magia altera también su entorno, todas las cosas se van colocando… Y es porque aparece la aceptación, esa aceptación que no puede forzarse. ¿Cómo puede alguien obligarme a aceptar las horribles cosas que me pasan? ¿Cómo voy a obligarme yo mismo a hacerlo? Sólo comprendiendo, desde ese SER que he descubierto, que no son horribles ni maravillosas, que simplemente son, entonces puedo llegar a aceptarlas.
Y la labor del coach continúa. Una vez que hemos ayudado a descubrir, hay que ayudar a creer en ello, porque es posible que se lleve mucho tiempo en ese estado como dormido. El estado natural ha dejado de ser el de paz y cuando nos reencontramos con ella nos parece que no es posible, que pronto todo se torcerá de nuevo.
El coach, también desde su SER, desde su perfección, está para espejar al coachee. Para que el coachee se mire en su espejo y se vea como lo que es, como lo que nunca dejo de ser aunque quizás olvidó o nunca se dio cuenta.
Lo difícil es que el espejo, para reflejar la perfección, debe ser lo más inmaculado posible. ¿Cómo espejar con un espejo sucio? ¿Cómo ayudar a recordar la perfección si nosotros olvidamos la nuestra? Entonces, ¿qué debemos hacer para ser mejores coaches?
En realidad, ¿qué debemos hacer para ser coaches de verdad?
Risikesh. Febrero 2009
“Ji” es un sufijo que los indios ponen a todo lo que respetan, es decir es un símbolo de respeto. Como mis ideas sobre el Coaching han ido forjándose principalmente en la India y además lo respeto profundamente, por eso el nombre Coaching Ji.
¿Y por qué en la India? Porque es un universo distinto. Porque te reta diariamente a cambiar el observador que estás siendo y a ensanchar la mente. Porque en ocasiones te ayuda a trascender a la mente, que es el verdadero cambio de observador, cuando éste se funde con lo observado. Porque la India nos pone delante de nuestras narices que nuestra visión del mundo no es la única, ni siquiera la mayoritaria. Porque la palabra obvio desaparece del vocabulario…
Decidí ser coach al leer una de las miles de definiciones que hay sobre el Coaching: “el coach es el que te ayuda a encontrar tu camino…” Estoy plenamente de acuerdo en que nuestra función es ayudar, pero el camino es del ayudado. A partir de aquí entran las consideraciones sobre en qué consiste la ayuda y qué significa “camino”.
Creo que hay una gran distinción dentro del coaching, casi de las primeras, que es sobre el tipo de coaching. Es decir, después de haberlo definido de una manera tan general, pero tan clara, determinar para qué lo utilizamos.
Y es la distinción: “coaching al ser” frente a “coaching al hacer”. La diferencia, desde mi punto de vista, es que desde el primero conseguimos, o ayudamos a conseguir, cambios más profundos, incluso transformaciones, mientras que desde el segundo lo que tratamos es de cambiar actitudes, la forma de hacer las cosas lo que, quizás con el tiempo, también pueda generar transformaciones definitivas.
Creo que mayoritariamente se hace coaching al hacer, incluso creyendo hacerlo al ser. Porque creo también que sólo es posible hacer coaching al ser desde el ser y que estar ahí, en el ser, no es sencillo.
Porque ¿quién sabe realmente lo que es el ser? Primero hay que averiguarlo en uno mismo, para así poder entenderlo en el otro y, desde ahí, hacer coaching. Desde el propio ser y desde el entendimiento del ser del otro.
Considerando que los maestros indios, actuales y pasados, consideran la mejor forma de meditación buscar la respuesta a la pregunta ¿quién soy yo?, parece interesante el ejercicio de averiguarlo.
Una vez que se conoce, o al menos se atisba, la respuesta, se comprende también uno de los postulados de nuestro coaching, el que dice que el coachee es perfecto, que está completo. Es decir, se entiende que el ser del coachee es perfecto. Pero no sólo el suyo, todos los seres lo son, todos somos perfectos, es decir, los coaches también lo somos. Por lo tanto, la conclusión es que se realiza coaching desde la perfección a la perfección… Pero, en la perfección ¿quién o qué precisa coaching? ¿para conseguir qué?
Entonces, ¿es realmente posible el coaching al ser? ¿el ser puede cambiar o es inmutable? Para responder, volvemos a la poderosa pregunta del inicio, ¿qué es el ser? O lo que es lo mismo, puesto que donde realmente puedo mirar para entender es en mí, ¿quién soy yo?
Para poder realizar el coaching al ser, una posibilidad sería consensuar una respuesta a esa pregunta. Y digo consensuar puesto que sería diferente para cada uno de nosotros. El problema es que todas las respuestas, incluyendo una que pusiera de acuerdo a los grandes genios de la humanidad, serían falsas, siempre que la vía para llegar a ellas sea la mente (la razón, el intelecto). Esta es mucho más pequeña que el SER, es algo que no puede abarcarlo, por lo que nunca podría servir para definirlo (como también se dice en la India, ¿cómo meter todo el agua del mar en un cubo?...)
Aunque podríamos hablar de otro ser más pequeño, que si ha sido creado por la mente, es decir que si que cabe dentro de un cubo, pero lo dejo para otro debate. Y lo dejo porque este ser es irreal, es inventado, no existe él mismo. Es lo que llamamos ego y en coaching hablamos siempre, con la extraña palabra “egoless”, de aparcarlo, de dejarlo a un lado, que no moleste. Aunque ¿quién es capaz de desenvolverse sin esta invención? ¿quién puede interactuar con otros sin que el ego intervenga?. Realmente, para tratar a este pequeño ser, lo que nos es útil es el “coaching al hacer”, porque es el ego el que continuamente se preocupa de hacer, hacer para tener más, hacer para competir, hacer para aparentar, hasta hacer para salvar a la humanidad…
Para mí este es un coaching “de superficie”, no puede ser transformador en cuanto a que no profundiza. Da igual cambiar actitudes si el coachee no ha llegado a sentirse en su perfección, en realidad es ir cambiando el color de la habitación, dando más capas y capas de pintura. Cuando una me deja de gustar, pinto encima y así una y otra vez. Pero las paredes son de oro…
Yo creo que la única vía para conocer el SER, es decir, para saber quien soy yo, es la experiencia propia. Ir más allá de la razón, de los sentidos, de las emociones y ver lo que hay, lo que contiene todo eso y mucho más. No vale lo que leamos, lo que nos cuenten, no vale la fe... ya lo decía Buda, que de estas cosas algo sabía.
Y una vez que recorres ese camino, cuando ya conoces esa perfección tuya, la del coach y la del coachee, ya estás listo para ayudar a que otro llegue también allí, a conocer la suya.
¿Y puede cambiar ese SER? No, en cuanto a que, como hemos dicho y es una de las bases de nuestra ciencia o arte, ya es perfecto. ¿Para qué cambiar lo perfecto? ¿En qué lo queremos transformar? Por lo tanto, y siempre desde mi punto de vista, el “coaching al SER” no debe pretender cambiar nada del coachee, sino conseguir que él descubra su Ser, es decir, lo ponga al descubierto. Ayudarle a quitar esas capas con las que lo lleva cubriendo años y años y que continuamente está considerando, por lo tanto juzgando, como buenas y malas.
Esto puede considerarse mágico o milagroso, en cuanto a que escapa a la razón. No se entiende que es lo que sucede para que alguien pueda cambiar tan completamente. Incluso esa magia altera también su entorno, todas las cosas se van colocando… Y es porque aparece la aceptación, esa aceptación que no puede forzarse. ¿Cómo puede alguien obligarme a aceptar las horribles cosas que me pasan? ¿Cómo voy a obligarme yo mismo a hacerlo? Sólo comprendiendo, desde ese SER que he descubierto, que no son horribles ni maravillosas, que simplemente son, entonces puedo llegar a aceptarlas.
Y la labor del coach continúa. Una vez que hemos ayudado a descubrir, hay que ayudar a creer en ello, porque es posible que se lleve mucho tiempo en ese estado como dormido. El estado natural ha dejado de ser el de paz y cuando nos reencontramos con ella nos parece que no es posible, que pronto todo se torcerá de nuevo.
El coach, también desde su SER, desde su perfección, está para espejar al coachee. Para que el coachee se mire en su espejo y se vea como lo que es, como lo que nunca dejo de ser aunque quizás olvidó o nunca se dio cuenta.
Lo difícil es que el espejo, para reflejar la perfección, debe ser lo más inmaculado posible. ¿Cómo espejar con un espejo sucio? ¿Cómo ayudar a recordar la perfección si nosotros olvidamos la nuestra? Entonces, ¿qué debemos hacer para ser mejores coaches?
En realidad, ¿qué debemos hacer para ser coaches de verdad?
Risikesh. Febrero 2009
martes, 19 de abril de 2011
Conecta con tu Paz interior
Esta es una historia diferente, porque es para comunicaros algo. Con muchos de vosotros, que realmente no sé cuantos ni quienes sois, el único modo de contactar es por aquí y, como creo que a algunas y algunos os puede resultar interesante, aprovecho este canal.
Voy a empezar a hacer unos talleres que llamo, en principio, “Conecta con tu Paz interior”. El título explica claramente de qué se trata.
Parto de una premisa, todos tenemos paz en nuestro interior. En realidad es Paz, con mayúscula, porque no es nuestra, es compartida por todos.
Esa Paz la hemos ido recubriendo toda nuestra vida, consciente o inconscientemente, de un montón de capas. Experiencias, pensamientos, emociones, situaciones que hemos considerado buenas o malas… Además de toda la carga heredada que traemos, por haber nacido en una determinada familia, lugar, etc.
De hecho hay maestros indios que cuestionan totalmente “el libre albedrío”. Realmente ¿Qué libertad de elección tenemos si estamos totalmente condicionados desde nuestra genética hasta la sociedad en la que nos hemos ido desarrollando?
Y son esas capas las que nos impiden la conexión con nuestra Paz, por eso hemos olvidado lo que realmente somos.
Desde mi punto de vista sólo conectando con esa Paz interior, que recibe multitud de nombres diferentes, nos salimos de esa rueda que ahora nos parece obligatorio seguir y empezamos a guiarnos por la voz de la intuición, que en la India dicen que es la voz del Maestro en tu interior.
Lo que pretendo con este taller es abrir una ventanita que atraviese esas capas y te permita asomarte a lo que realmente eres. Y a partir de aquí, es cosa tuya…
Utilizo tanto mis aprendizajes en la India como herramientas como el coaching, que cuestiona creencias, opiniones, prejuicios… y la meditación.
Si te interesa, contáctame en: arey@elnomada.es
San Agustín del Guadalix. Abril 2011
Voy a empezar a hacer unos talleres que llamo, en principio, “Conecta con tu Paz interior”. El título explica claramente de qué se trata.
Parto de una premisa, todos tenemos paz en nuestro interior. En realidad es Paz, con mayúscula, porque no es nuestra, es compartida por todos.
Esa Paz la hemos ido recubriendo toda nuestra vida, consciente o inconscientemente, de un montón de capas. Experiencias, pensamientos, emociones, situaciones que hemos considerado buenas o malas… Además de toda la carga heredada que traemos, por haber nacido en una determinada familia, lugar, etc.
De hecho hay maestros indios que cuestionan totalmente “el libre albedrío”. Realmente ¿Qué libertad de elección tenemos si estamos totalmente condicionados desde nuestra genética hasta la sociedad en la que nos hemos ido desarrollando?
Y son esas capas las que nos impiden la conexión con nuestra Paz, por eso hemos olvidado lo que realmente somos.
Desde mi punto de vista sólo conectando con esa Paz interior, que recibe multitud de nombres diferentes, nos salimos de esa rueda que ahora nos parece obligatorio seguir y empezamos a guiarnos por la voz de la intuición, que en la India dicen que es la voz del Maestro en tu interior.
Lo que pretendo con este taller es abrir una ventanita que atraviese esas capas y te permita asomarte a lo que realmente eres. Y a partir de aquí, es cosa tuya…
Utilizo tanto mis aprendizajes en la India como herramientas como el coaching, que cuestiona creencias, opiniones, prejuicios… y la meditación.
Si te interesa, contáctame en: arey@elnomada.es
San Agustín del Guadalix. Abril 2011
sábado, 9 de abril de 2011
El rinconcito de un minuto
Necesito que me regales un poco de tu espacio y un poco de tu tiempo, sólo el rinconcito de un minuto… Sólo el espacio en el que quepa esta frase, sólo el tiempo que tardas en leerla.
Porque esta puede ser la más bella historia jamás leída, pero eso depende de ti, porque leer depende del lector, escribir cualquiera puede haberlo hecho... Hay tantas cosas que dependen de nosotros, sólo de nosotros y nos empeñamos en negarlo…
Ya he ocupado el espacio que te pedía y ya ha pasado el tiempo que necesitaba. Ahora decide si aceptas esta responsabilidad. Porque de ti depende la belleza de la historia, como tantas veces depende de ti la belleza de las cosas que te rodean y te empeñas en no ver. Quizás sólo sea cuestión de aprender a mirar…
Si te he convencido y continuas leyendo, seguimos con la historia.
Esta puede leerse de dos formas, con los ojos o con el corazón. Si la lees con los ojos puede gustarte o no, te parecerá bonita o sólo una historia más. Pero si lo haces con el corazón, este se abrirá un poquito y eso es algo que te aseguro que a todos nos viene muy bien.
Porque hay historias, personas, situaciones…. que nos abren el corazón. El corazón que está situado en el lado derecho, el que pertenece al mundo que se ve mejor con los ojos cerrados, que no es lo mismo que el que se ve dormido…
Analiza las cosas que te pasan y me darás la razón. Quizás tú lo llames de otra forma y no lo relaciones con ese corazón mágico del que te hablo, pero esos momentos especiales todos los vivimos y sentimos. Y nos revuelven por dentro porque son… tan buenos.
Y está escrita en la India, ¿qué mejor lugar que este país donde existe un buen montón de palabras para llamar al amor y en cambio, con una sola, dicen ayer y mañana? Que lección sobre lo realmente importante, el amor y el ahora…
Sólo es la historia de un buscador, que eligió la India para encontrar. Y encontró lo que buscaba, mirando una vaca, pelando una naranja y observando un palo que se llevaba la corriente…
Mirando la vaca, aprendió paciencia, ternura, tranquilidad, paz…
Pelando la naranja se dio cuenta de que nunca se había fijado en un detalle tan nimio como es el pelar una fruta y disfrutó haciéndolo.
Y el palo llevado por la corriente le enseñó como vivir. El palo puede empeñarse en parar toda esa agua y sufrir por no conseguirlo o ser un importante palo que ayuda al río a llegar al mar…
En realidad lo que encontró fue una forma de buscar diferente. Aprendió que en las cosas más sencillas está la verdad. Al fin, comprendió que todo es fácil.
Si has leído con los ojos, podrás pensar que sólo es una tonta historia que además invita a conformarse con lo que tenemos, pero si has leído con el corazón, habrás comprendido bien, porque has leído en el mismo lenguaje en el que fue escrita.
Risikesh. Diciembre 2006
Porque esta puede ser la más bella historia jamás leída, pero eso depende de ti, porque leer depende del lector, escribir cualquiera puede haberlo hecho... Hay tantas cosas que dependen de nosotros, sólo de nosotros y nos empeñamos en negarlo…
Ya he ocupado el espacio que te pedía y ya ha pasado el tiempo que necesitaba. Ahora decide si aceptas esta responsabilidad. Porque de ti depende la belleza de la historia, como tantas veces depende de ti la belleza de las cosas que te rodean y te empeñas en no ver. Quizás sólo sea cuestión de aprender a mirar…
Si te he convencido y continuas leyendo, seguimos con la historia.
Esta puede leerse de dos formas, con los ojos o con el corazón. Si la lees con los ojos puede gustarte o no, te parecerá bonita o sólo una historia más. Pero si lo haces con el corazón, este se abrirá un poquito y eso es algo que te aseguro que a todos nos viene muy bien.
Porque hay historias, personas, situaciones…. que nos abren el corazón. El corazón que está situado en el lado derecho, el que pertenece al mundo que se ve mejor con los ojos cerrados, que no es lo mismo que el que se ve dormido…
Analiza las cosas que te pasan y me darás la razón. Quizás tú lo llames de otra forma y no lo relaciones con ese corazón mágico del que te hablo, pero esos momentos especiales todos los vivimos y sentimos. Y nos revuelven por dentro porque son… tan buenos.
Y está escrita en la India, ¿qué mejor lugar que este país donde existe un buen montón de palabras para llamar al amor y en cambio, con una sola, dicen ayer y mañana? Que lección sobre lo realmente importante, el amor y el ahora…
Sólo es la historia de un buscador, que eligió la India para encontrar. Y encontró lo que buscaba, mirando una vaca, pelando una naranja y observando un palo que se llevaba la corriente…
Mirando la vaca, aprendió paciencia, ternura, tranquilidad, paz…
Pelando la naranja se dio cuenta de que nunca se había fijado en un detalle tan nimio como es el pelar una fruta y disfrutó haciéndolo.
Y el palo llevado por la corriente le enseñó como vivir. El palo puede empeñarse en parar toda esa agua y sufrir por no conseguirlo o ser un importante palo que ayuda al río a llegar al mar…
En realidad lo que encontró fue una forma de buscar diferente. Aprendió que en las cosas más sencillas está la verdad. Al fin, comprendió que todo es fácil.
Si has leído con los ojos, podrás pensar que sólo es una tonta historia que además invita a conformarse con lo que tenemos, pero si has leído con el corazón, habrás comprendido bien, porque has leído en el mismo lenguaje en el que fue escrita.
Risikesh. Diciembre 2006
sábado, 2 de abril de 2011
Un vaso de arcilla
Imaginemos un vaso lleno de agua y con un poco de arena en el fondo. Si movemos el vaso, la arena prácticamente no se mueve, aunque el agua lo hace violentamente. Si vamos, poco a poco, añadiendo arena, le vamos robando espacio al agua. Cuanta más arena echemos, menos turbulencia podemos causar en el interior del vaso, aunque lo continuemos moviendo. Cada vez podremos influir en una menor parte de él, porque sólo la parte del agua es sensible a las perturbaciones. Llegará un momento en que el vaso estará completamente lleno de arena y ya no quedará agua. Esa arena mojada solidificará en arcilla y permanecerá inmutable. Sólo ha podido suceder, cuando ya no queda ni gota de agua, entonces puede secar la arena y convertirse en un sólido bloque.
Si el vaso somos nosotros, el agua serían todas aquellas cosas que nos rodean, que nos parecen importantes, y que continuamente nos mantienen en tensión (positiva o negativa). La arena es el conocimiento que se obtiene siguiendo el camino interior. Avanzando en este camino, se va dejando menos espacio a la preocupación por las cosas cotidianas. La arena, lo sólido, va ganando terreno y afianzando el vaso, afianzándonos a nosotros.
Si continuamos reduciendo el espacio que dejamos para las preocupaciones (para el agua…), este se hará tan pequeño que, suceda lo que suceda, nos inquietará muy poco. Y cuando ya no quede ni un poquito de líquido, ya nada podrá afectarnos. Y me refiero, incluso, a la enfermedad, a la muerte… absolutamente a todo.
Esto no significa que seguir este camino deba suponer una ruptura con el mundo que nos rodea, significa, simplemente, verlo de otra forma, desde otro prisma. Desde la absoluta tranquilidad.
El camino interior… aquel en el que vamos poniendo arena, poco a poco o a paladas, en nuestro vaso, de tal forma que cada vez menos cosas podrán llegar a influirnos.
Quizás eso sea la iluminación, completar un vaso de arcilla…
Risikesh. Julio 2005
Si el vaso somos nosotros, el agua serían todas aquellas cosas que nos rodean, que nos parecen importantes, y que continuamente nos mantienen en tensión (positiva o negativa). La arena es el conocimiento que se obtiene siguiendo el camino interior. Avanzando en este camino, se va dejando menos espacio a la preocupación por las cosas cotidianas. La arena, lo sólido, va ganando terreno y afianzando el vaso, afianzándonos a nosotros.
Si continuamos reduciendo el espacio que dejamos para las preocupaciones (para el agua…), este se hará tan pequeño que, suceda lo que suceda, nos inquietará muy poco. Y cuando ya no quede ni un poquito de líquido, ya nada podrá afectarnos. Y me refiero, incluso, a la enfermedad, a la muerte… absolutamente a todo.
Esto no significa que seguir este camino deba suponer una ruptura con el mundo que nos rodea, significa, simplemente, verlo de otra forma, desde otro prisma. Desde la absoluta tranquilidad.
El camino interior… aquel en el que vamos poniendo arena, poco a poco o a paladas, en nuestro vaso, de tal forma que cada vez menos cosas podrán llegar a influirnos.
Quizás eso sea la iluminación, completar un vaso de arcilla…
Risikesh. Julio 2005
jueves, 24 de marzo de 2011
A tigres y en chancletas IV
O quizás debería llamarse, “No hay huevos IV”…
“Determinar el tamaño de un animal al escuchar su rugido no es complicado, no depende del volumen del mismo, sino de la cantidad de órganos que te paraliza. Cuando hasta el páncreas, o algún otro que tampoco se sabe para que sirve, queda absolutamente petrificado, está claro que nos encontramos ante una fiera de proporciones considerables”
Estaba leyendo precisamente este artículo del National Geographic, cuando llamaron a la puerta de mi habitación.
Era Ram, el “mensajero de la muerte”… Venía a buscarme para que regresáramos a la selva esa noche. Yo flipaba… Pero ¿él no se había cagado conmigo la última vez?. Hicimos un pacto de caballeros, coño, pero yo seguía dando un bote cada vez que alguien me tosía cerca…
Además, nada más regresar a España después de la última aventura, hice una visita al Parque de Cabárceno, en Cantabria. Y allí tuve la oportunidad de comprobar de cerca un par de cosas, el tamaño real de un tigre de bengala y el tamaño aproximado de mi cerebro.
Ram me insistió que ahora la moto era buena, que no había peligro… Y yo… Accedí. ¿Por qué? Sigo haciéndome preguntas… ¿Qué hubiera pasado si Ram se hubiera ido solo? ¿Y si no hubiéramos ido? ¿Para qué sirve hacer la carrera de biología? ¿Y visitar el parque de Cabárceno? ¿Y si hubiera usado el clásico: si no es por no ir, pero ir pa ná…?
En fin, cogí mi paraguas rosa, mis chancletas y dirigí sonriendo la quizás última mirada a lo que estaba escribiendo, el “Tratado del No Hay Huevos”. A lo mejor cascaba, pero yo tenía razón, el no hay huevos es infalible háyese uno donde se haye y haya vivido las experiencias que haya vivido… Así que allí íbamos de nuevo, a tigres y en chancletas.
Recordemos, velocidad del tigre atacando 120 km/h. Velocidad de nuestra moto “buena”, la misma. Pero dejándola caer desde lo alto de un barranco. ¡La moto era la misma!, pero… ¡había puesto una pegatina de Ganesh! Es el dios con cabeza de elefante (ver Wikipedia), de la buena fortuna. Por eso la moto ahora era buena…
Con el nuevo Ganesh y sin violencia en nuestro interior, no habría problema. Los antiguos lectores comprenderán que para mí esa segunda parte siempre era complicada. Al inicio de cada viaje, yo siempre quería matar a Ram y luego se me iba pasando porque tenía muchas otras cosas de las que preocuparme. Así que, en función del momento de la expedición en que nos encontráramos al tigre, yo estaría más o menos a salvo. Realmente no quería ver un tigre y además, cuanto antes, peor.
No, casualmente no habían arreglado los baches y socabones de la carretera, también coincidió que Ram no había cambiado la luz del scutre, las cuestas seguían siendo muy pronunciadas y nuestra velocidad punta no era punta, era la puntita nada más. Afortunadamente, se puso a diluviar.
Cuando en la India llueve, cambia hasta la flora y la fauna… Se empiezan a ver algas y chanquetes, sustituyendo a monos y árboles. El paraguas rosa lo puse en ebay para cambiarlo por aletas y tubo… Nos mojamos hasta los órganos internos, los que se paralizan con los rugidos. El agua rebotaba en el suelo y te mojaba otra vez al subir, la hija puta.
Joder, que chupa de agua.
Para el que piense que podíamos parar la moto y meternos debajo de un árbol, le recuerdo que estábamos en la selva, no en el merendero del pueblo de su madre… Y en la selva hay bichos que comen a las personas (aunque tengas a Ganesh pegado en la moto).
Pero lo de parar la moto si lo hicimos, más bien ella tomó la decisión una vez más por nosotros. La junta de la trócola, me pareció entender a Ram.
Eso sí, teníamos la absoluta seguridad de no ser devorados por ningún tigre, porque estos estarían donde coño quiera que se metan los tigres, calentitos y viendo la tele... Sólo nos quedaban dos posibilidades, esperar la muerte por inanición o empezar a andar camino a casa. Decidí la segunda, y digo decidí, porque creo que a Ram le valía cualquiera de las dos.
¿Tiramos pa queli Ram?
Now?
No, el año que viene, no te jode. Sí, now, paqué esperar.
Oquei.
(Lamento no haber traducido esta conversación al español por si alguien no lo entiende, pero creo que queda mucho mejor en el idioma original).
Así que para queli tiramos (queli es casa, esto sí lo traduzco).
Ni cinco minutos llevábamos de agradable caminata cuando, de repente, escuchamos un espectacular ruido que se nos echaba encima ¿Quién osaba turbar nuestro placentero paseo, con el agua por las rodillas y a treinta y cuatro grados bajo cero?
Pues era un camión, que en la India tienen la curiosa costumbre de ir sin luces por la noche y hablamos de noches más negras que el sobaco de un grillo… Realmente fue una agradable sorpresa, una vez que comprobamos que no estábamos muertos. Ganesh (o Neptuno) nos mandaba transporte.
El camionero, entre risas ahogadas después de que Ram le explicó lo que nos había sucedido, aceptó llevarnos hasta la ciudad.
Y nos contó que, un poco más arriba de donde nos encontró, un espectacular ejemplar de tigre se había cruzado por delante de su camión…
Risikesh. Noviembre 2010
“Determinar el tamaño de un animal al escuchar su rugido no es complicado, no depende del volumen del mismo, sino de la cantidad de órganos que te paraliza. Cuando hasta el páncreas, o algún otro que tampoco se sabe para que sirve, queda absolutamente petrificado, está claro que nos encontramos ante una fiera de proporciones considerables”
Estaba leyendo precisamente este artículo del National Geographic, cuando llamaron a la puerta de mi habitación.
Era Ram, el “mensajero de la muerte”… Venía a buscarme para que regresáramos a la selva esa noche. Yo flipaba… Pero ¿él no se había cagado conmigo la última vez?. Hicimos un pacto de caballeros, coño, pero yo seguía dando un bote cada vez que alguien me tosía cerca…
Además, nada más regresar a España después de la última aventura, hice una visita al Parque de Cabárceno, en Cantabria. Y allí tuve la oportunidad de comprobar de cerca un par de cosas, el tamaño real de un tigre de bengala y el tamaño aproximado de mi cerebro.
Ram me insistió que ahora la moto era buena, que no había peligro… Y yo… Accedí. ¿Por qué? Sigo haciéndome preguntas… ¿Qué hubiera pasado si Ram se hubiera ido solo? ¿Y si no hubiéramos ido? ¿Para qué sirve hacer la carrera de biología? ¿Y visitar el parque de Cabárceno? ¿Y si hubiera usado el clásico: si no es por no ir, pero ir pa ná…?
En fin, cogí mi paraguas rosa, mis chancletas y dirigí sonriendo la quizás última mirada a lo que estaba escribiendo, el “Tratado del No Hay Huevos”. A lo mejor cascaba, pero yo tenía razón, el no hay huevos es infalible háyese uno donde se haye y haya vivido las experiencias que haya vivido… Así que allí íbamos de nuevo, a tigres y en chancletas.
Recordemos, velocidad del tigre atacando 120 km/h. Velocidad de nuestra moto “buena”, la misma. Pero dejándola caer desde lo alto de un barranco. ¡La moto era la misma!, pero… ¡había puesto una pegatina de Ganesh! Es el dios con cabeza de elefante (ver Wikipedia), de la buena fortuna. Por eso la moto ahora era buena…
Con el nuevo Ganesh y sin violencia en nuestro interior, no habría problema. Los antiguos lectores comprenderán que para mí esa segunda parte siempre era complicada. Al inicio de cada viaje, yo siempre quería matar a Ram y luego se me iba pasando porque tenía muchas otras cosas de las que preocuparme. Así que, en función del momento de la expedición en que nos encontráramos al tigre, yo estaría más o menos a salvo. Realmente no quería ver un tigre y además, cuanto antes, peor.
No, casualmente no habían arreglado los baches y socabones de la carretera, también coincidió que Ram no había cambiado la luz del scutre, las cuestas seguían siendo muy pronunciadas y nuestra velocidad punta no era punta, era la puntita nada más. Afortunadamente, se puso a diluviar.
Cuando en la India llueve, cambia hasta la flora y la fauna… Se empiezan a ver algas y chanquetes, sustituyendo a monos y árboles. El paraguas rosa lo puse en ebay para cambiarlo por aletas y tubo… Nos mojamos hasta los órganos internos, los que se paralizan con los rugidos. El agua rebotaba en el suelo y te mojaba otra vez al subir, la hija puta.
Joder, que chupa de agua.
Para el que piense que podíamos parar la moto y meternos debajo de un árbol, le recuerdo que estábamos en la selva, no en el merendero del pueblo de su madre… Y en la selva hay bichos que comen a las personas (aunque tengas a Ganesh pegado en la moto).
Pero lo de parar la moto si lo hicimos, más bien ella tomó la decisión una vez más por nosotros. La junta de la trócola, me pareció entender a Ram.
Eso sí, teníamos la absoluta seguridad de no ser devorados por ningún tigre, porque estos estarían donde coño quiera que se metan los tigres, calentitos y viendo la tele... Sólo nos quedaban dos posibilidades, esperar la muerte por inanición o empezar a andar camino a casa. Decidí la segunda, y digo decidí, porque creo que a Ram le valía cualquiera de las dos.
¿Tiramos pa queli Ram?
Now?
No, el año que viene, no te jode. Sí, now, paqué esperar.
Oquei.
(Lamento no haber traducido esta conversación al español por si alguien no lo entiende, pero creo que queda mucho mejor en el idioma original).
Así que para queli tiramos (queli es casa, esto sí lo traduzco).
Ni cinco minutos llevábamos de agradable caminata cuando, de repente, escuchamos un espectacular ruido que se nos echaba encima ¿Quién osaba turbar nuestro placentero paseo, con el agua por las rodillas y a treinta y cuatro grados bajo cero?
Pues era un camión, que en la India tienen la curiosa costumbre de ir sin luces por la noche y hablamos de noches más negras que el sobaco de un grillo… Realmente fue una agradable sorpresa, una vez que comprobamos que no estábamos muertos. Ganesh (o Neptuno) nos mandaba transporte.
El camionero, entre risas ahogadas después de que Ram le explicó lo que nos había sucedido, aceptó llevarnos hasta la ciudad.
Y nos contó que, un poco más arriba de donde nos encontró, un espectacular ejemplar de tigre se había cruzado por delante de su camión…
Risikesh. Noviembre 2010
viernes, 18 de marzo de 2011
La casa de huéspedes de la diosa Ganga (Planeta India)
Se quedaba una en el tintero digital...
Parece el título de una película o de una canción, pero es el alojamiento al que me trasladé desde el ya mundialmente famoso Hari Om. En Dev Ganga Guest House es donde me llevo alojando los últimos años, aunque me incorporé tarde porque estaban de boda y los dueños andaban liados. Al final sí que la boda fue pequeña pero equivoqué la cifra, fue una fiesta para mil invitados y al día siguiente para cuatrocientos… No quiero ni imaginarme la tarta.
Aunque me han invitado a unas cuantas bodas en la India, a veces el novio, a veces la familia y a veces sin conocer ni al tato, estos que me acogen habitualmente no lo han hecho. Supongo que porque no cabría, no te jode… Así que sí, les guardo rencor. Sólo se me pasará si el primer hijo que tengan es niña, que aquí da mucha rabia. Y, por supuesto, unos días después me dijeron: Pero… ¿cómo no viniste a la boda?
En otra ocasión, cuando murió el padre del dueño de esta casa, estuve en la cremación y me lo agradecieron mucho. La morbosa realidad es que yo iba a la playa y me encontré la chusca (hoguera, para los no castizos). Donde a veces me iba a bañar en el sagrado río Ganges, también queman a los muertos. Lo descubrí ese día. En España en la orilla de los ríos se hacen barbacoas y esto… huele igual. Evidentemente sigo bañándome, pero miro donde piso.
Mi habitación es bastante pequeña, pero el balcón sobre el Ganges lo compensa. Además hay agua caliente casi todos los días y suplen los apagones habituales con un generador que nos ilumina (a eso se viene a la India ¿no?). La verdad es que en esta zona no hay hoteles de lujo, el lujo suele estar relacionado con las condiciones higiénicas del lugar. Creo que entre todos los hoteles de Risikesh si que llegarían a una estrella, en la clasificación habitual (si no entran en el examen los baños, claro). Te peleas un poco para que te cambién las sábanas, a veces te dan toallas y las mantas habitualmente se sujetan de pié. Al estar en la India se les habrá pegado el fakirismo de las cuerdas. Lo de las sábanas es muy curioso, nunca entienden para qué quieres dos. Mil veces he cambiado las sábanas y las mil me traen de entrada, una. Y cualquiera que viera las mantas por un lado y el colchón por el otro, entendería la cuestión… Creo que el mito de la Sábana Santa empezó aquí, yo he visto a Jesucristo en un montón de ellas. Y a Buda, a Mahoma y a un tío de Cuenca…
Esta casa ha cambiado mucho desde la última vez. El “chico para todo” que tienen es el único que debe ser eficiente en todo el país y lo tenemos para nosotros. No se le puede hablar porque siempre va con el pinganillo del móvil en la oreja, pero más o menos nos entendemos. Seguro que un día me traerá dos sábanas. También limpia la habitación, creo.
Aquí queda siempre un baúl lleno de ropa india, con el calentador, los zuecos, un paraguas que da pena pero que no cala, una taza, un platito, unas pinzas y otras cosas que en España serían para reciclar (en el contenedor) pero que aquí son tesoritos que te hacen la vida más fácil. El pasear todo eso por aeropuertos del mundo, no tiene mucho sentido, aunque en el de Londres sería divertido… Salvo que tengas hemorroides.
Tengo justo debajo de la habitación un cibercafé desde el que ilustro al mundo con este blog (no a todo, claro) y enfrente un restaurante que me surte de sopas en las frías noches de invierno. ¿Qué más se puede pedir? Ahhh si, que me paguen por ello.
Aquí vivo, feliz en la casa de huéspedes de la diosa Ganga.
Risikesh. Febrero 2011
Parece el título de una película o de una canción, pero es el alojamiento al que me trasladé desde el ya mundialmente famoso Hari Om. En Dev Ganga Guest House es donde me llevo alojando los últimos años, aunque me incorporé tarde porque estaban de boda y los dueños andaban liados. Al final sí que la boda fue pequeña pero equivoqué la cifra, fue una fiesta para mil invitados y al día siguiente para cuatrocientos… No quiero ni imaginarme la tarta.
Aunque me han invitado a unas cuantas bodas en la India, a veces el novio, a veces la familia y a veces sin conocer ni al tato, estos que me acogen habitualmente no lo han hecho. Supongo que porque no cabría, no te jode… Así que sí, les guardo rencor. Sólo se me pasará si el primer hijo que tengan es niña, que aquí da mucha rabia. Y, por supuesto, unos días después me dijeron: Pero… ¿cómo no viniste a la boda?
En otra ocasión, cuando murió el padre del dueño de esta casa, estuve en la cremación y me lo agradecieron mucho. La morbosa realidad es que yo iba a la playa y me encontré la chusca (hoguera, para los no castizos). Donde a veces me iba a bañar en el sagrado río Ganges, también queman a los muertos. Lo descubrí ese día. En España en la orilla de los ríos se hacen barbacoas y esto… huele igual. Evidentemente sigo bañándome, pero miro donde piso.
Mi habitación es bastante pequeña, pero el balcón sobre el Ganges lo compensa. Además hay agua caliente casi todos los días y suplen los apagones habituales con un generador que nos ilumina (a eso se viene a la India ¿no?). La verdad es que en esta zona no hay hoteles de lujo, el lujo suele estar relacionado con las condiciones higiénicas del lugar. Creo que entre todos los hoteles de Risikesh si que llegarían a una estrella, en la clasificación habitual (si no entran en el examen los baños, claro). Te peleas un poco para que te cambién las sábanas, a veces te dan toallas y las mantas habitualmente se sujetan de pié. Al estar en la India se les habrá pegado el fakirismo de las cuerdas. Lo de las sábanas es muy curioso, nunca entienden para qué quieres dos. Mil veces he cambiado las sábanas y las mil me traen de entrada, una. Y cualquiera que viera las mantas por un lado y el colchón por el otro, entendería la cuestión… Creo que el mito de la Sábana Santa empezó aquí, yo he visto a Jesucristo en un montón de ellas. Y a Buda, a Mahoma y a un tío de Cuenca…
Esta casa ha cambiado mucho desde la última vez. El “chico para todo” que tienen es el único que debe ser eficiente en todo el país y lo tenemos para nosotros. No se le puede hablar porque siempre va con el pinganillo del móvil en la oreja, pero más o menos nos entendemos. Seguro que un día me traerá dos sábanas. También limpia la habitación, creo.
Aquí queda siempre un baúl lleno de ropa india, con el calentador, los zuecos, un paraguas que da pena pero que no cala, una taza, un platito, unas pinzas y otras cosas que en España serían para reciclar (en el contenedor) pero que aquí son tesoritos que te hacen la vida más fácil. El pasear todo eso por aeropuertos del mundo, no tiene mucho sentido, aunque en el de Londres sería divertido… Salvo que tengas hemorroides.
Tengo justo debajo de la habitación un cibercafé desde el que ilustro al mundo con este blog (no a todo, claro) y enfrente un restaurante que me surte de sopas en las frías noches de invierno. ¿Qué más se puede pedir? Ahhh si, que me paguen por ello.
Aquí vivo, feliz en la casa de huéspedes de la diosa Ganga.
Risikesh. Febrero 2011
martes, 8 de marzo de 2011
MEDITACIÓN II
Con la Meditación comienzas a escuchar la voz de la intuición, esa que sólo se asomaba de vez en cuando y que en la India dicen que es la voz del Maestro en tu interior. Aprendes a seguirla y a anteponerla a la cabeza. Empieza a primar el corazón sobre el cerebro. Pero no el corazón entendido como las pasiones, las emociones… No, el corazón de la sabiduría interior. El que todos tenemos dentro y hemos recubierto de miles de capas negativas y positivas, en la eterna e inexistente dualidad entre lo bueno y lo malo.
Y comprendes que nada es casual. Nunca lo ha sido, pero ahora empiezas a darte cuenta. No es casual que yo ahora mismo esté escribiendo esta historia y tampoco lo es que tú ahora mismo la estés leyendo, siendo dos ahora mismo diferentes.
Tampoco lo es que justo sonrias cuando lees que nada es casual. Lo pensaste tantas veces… Pero nada es nada, también las cosas horribles que nos pasan y pasan a nuestro alrededor tienen un sentido, pasan por algo, aunque no acertemos a comprenderlo ahora. Aunque nunca lo hagamos.
Hay tantas cosas incomprensibles para la razón que cuando comienzas a entenderlo, le vas quitando protagonismo. No entiende casi nada e intenta explicarlo todo. Incluso, cuando algo sucede que se le escapa, intenta convencerte de que no ha sucedido…
Cuando a veces escucho sobre los indios o sobre otra gente de lugares diferentes al nuestro, que son felices “porque no conocen otra cosa”, siempre pienso lo mismo. Que pena, el que no conoces otra cosa eres tú… Creemos que tenemos libertad de elección y ellos no. Pero, desde que nacemos, ya venimos condicionados, primero genéticamente y luego socialmente. Vemos, creemos, actuamos como estamos obligados a hacerlo por nuestros condicionamientos. ¿Es esto libertad?
Libertad es poder salir de todos esos condicionamientos heredados y sociales. Libertad es salir de ahí, es no tener apegos, no tener deseos, no tener ataduras…
Libertad es meditar.
Risikesh. Marzo 2011
Y comprendes que nada es casual. Nunca lo ha sido, pero ahora empiezas a darte cuenta. No es casual que yo ahora mismo esté escribiendo esta historia y tampoco lo es que tú ahora mismo la estés leyendo, siendo dos ahora mismo diferentes.
Tampoco lo es que justo sonrias cuando lees que nada es casual. Lo pensaste tantas veces… Pero nada es nada, también las cosas horribles que nos pasan y pasan a nuestro alrededor tienen un sentido, pasan por algo, aunque no acertemos a comprenderlo ahora. Aunque nunca lo hagamos.
Hay tantas cosas incomprensibles para la razón que cuando comienzas a entenderlo, le vas quitando protagonismo. No entiende casi nada e intenta explicarlo todo. Incluso, cuando algo sucede que se le escapa, intenta convencerte de que no ha sucedido…
Cuando a veces escucho sobre los indios o sobre otra gente de lugares diferentes al nuestro, que son felices “porque no conocen otra cosa”, siempre pienso lo mismo. Que pena, el que no conoces otra cosa eres tú… Creemos que tenemos libertad de elección y ellos no. Pero, desde que nacemos, ya venimos condicionados, primero genéticamente y luego socialmente. Vemos, creemos, actuamos como estamos obligados a hacerlo por nuestros condicionamientos. ¿Es esto libertad?
Libertad es poder salir de todos esos condicionamientos heredados y sociales. Libertad es salir de ahí, es no tener apegos, no tener deseos, no tener ataduras…
Libertad es meditar.
Risikesh. Marzo 2011
jueves, 3 de marzo de 2011
MEDITACIÓN
Hoy es Maha Sivaratri en la India. En realidad es en todo el mundo, pero sólo aquí lo saben. La luna nueva de febrero-marzo, la noche de Siva y uno de los momentos más propicios para meditar. La luna, al igual que a las mareas, afecta a nuestra mente, a nuestros pensamientos, emociones, etc. por lo que los mejores momentos para la meditación son cuando está oculta. Cada mes tiene su Sivaratri, esa luna nueva en la que Siva baja a la tierra, pero esta es la más importante del año. Se canta a Siva en todos los lugares y se peregrina a todos sus templos. Lo que más se escucha por las calles es su mantra: “Om Namah Sivah”.
Así que aprovecho este día para escribir un poco sobre la meditación, no tanto como concepto genérico, dado que hay muchos libros sobre ello, sino lo que para mí supone.
Hay alguna definición que me gusta especialmente, como esa que dice que si nuestra cabeza es una habitación con todos los cajones y armarios desordenados, la ropa en el suelo, etc. y, al rato, la vemos totalmente ordenada, con todo perfectamente colocado, la meditación es lo que ha sucedido entre medias. Por eso no comparto “el no tener tiempo para meditar”, puesto que la meditación puede hacer que tu tiempo se estire, en realidad ¿qué es el tiempo?...
Para mí la meditación consiste en situarse en el momento presente, en el tiempo y en el espacio. En realidad puede meditarse en cualquier situación, estemos haciendo lo que estemos haciendo, como el pintor, el bailarín, la cantante, la escritora, el cocinero…, que pierde la noción del tiempo y sólo está haciendo eso. Cien por cien metido en su tarea, el resto del universo desaparece… Y hablo de esas disciplinas más creativas porque ahí parece más sencillo que suceda, pues la propia belleza de lo que estamos haciendo nos atrapa, pero también vale para el albañil, el fontanero, la enfermera, etc. Pero como a esto no estamos acostumbrados en nuestra vida diaria, a prescindir de ese pasado que murió y de ese futuro que no existe, es por lo que nos sentamos a meditar.
Y entonces nuestra cabeza se llena de pensamientos y nos peleamos con ellos… ¡tengo que tener la mente en blanco! Y elimino a la fuerza un pensamiento y viene otro o el mismo a lo bestia y sigo luchando… Y acuden a la batalla hasta cosas de cuando era pequeño... La mente no se deja, si es una pelea, ella gana. Está acostumbrada. ¿Esto es lo que me habían dicho que relaja la meditación? Me levanto mosqueado, ¡esto no es para mí!.
Si os fijais, nuestra cabeza siempre está pensando en cosas que pasaron o que debieron haber pasado y de ahí salta a lo que tengo que hacer o no hacer. Del futuro al pasado y del pasado al futuro, un continuo partido de tenis, con la pelota de lado a lado y sin dejarla suspendida encima justo de la red. Aquí y ahora.
La meditación no es lucha, es rendición. Rendirnos a la vida. Aceptar todo lo que sucede sin juzgarlo. Lo que ayer consideré malísimo hoy veo que no lo fue tanto, lo que para aquel es bueno, a mí me parece horroroso. Etiquetas y etiquetas, todo bueno o malo. La meditación es no juzgar, sólo aceptar lo que la vida nos trae. Aunque no entendamos lo que nos pase, da igual, nunca entenderemos todo. Sólo hay que dar gracias a la vida (como la canción).
Cuando me siento a meditar, me rindo de entrada. No busco nada, no espero nada, que suceda lo que tenga que suceder. No medito con ningún objetivo, no pretendo nada, sólo medito. Un pensamiento viene, no lucho con él, lo observo y lo dejo marchar. Pero tampoco me voy con él, es decir, no me enredo en él y lo desarrollo y dejo que me leve a otro y a otro. Lo miro y dejo que pase. Me gusta la analogía con mirar al cielo, ver una nube que pasa y luego viene otra, y otra… hola nube, adiós nube. Y en un momento, hoy o mañana, deja de haber nubes y ya estás meditando. Eres el cielo.
Pero la siguiente vez exige una nueva rendición y empiezas a conocerte mejor. Cuando te cuesta menos meditar, cuando más… Lo que va sucediendo por dentro y por fuera. Las capas que van emergiendo de emociones, pensamientos, frustraciones, alegrías… todo se va quemando en ese fuego meditativo. Y a veces lloras y a veces ríes. Te sientes fatal o te encuentras en el paraíso. Y no quieres salir de ese paraíso y ese deseo te saca inmediatamente de él. Abres los ojos y te duelen las piernas, el culo y la espalda, pero ya lo viste, ya lo sentiste, ya sabes que existe y está dentro de ti…
Fue en un viaje hace ya unos cuantos años en Varanasi, donde un día se abrió una ventanita por la que me asomé por simple espíritu aventurero, porque me encantaba viajar. Una ventanita en mi interior donde un profesor, en una oscura habitación de las entrañas de la ciudad, me animó a mirar. Ahí descubrí el viaje más increíble que podía realizar y no tenía que salir ni de mi casa para empezar a explorar. Y ya prácticamente no viajo por el mundo, no me hace falta lo que antes era imprescindible en mi vida.
Aquí, a Risikesh, a la que dicen es la capital mundial del yoga y la meditación porque desde hace miles de años, sabios, sadhus, maestros y aprendices meditan en cuevas a las orillas del Ganges, vengo varios meses al año para eso, para meditar. Porque aquí me puedo dedicar a eso plenamente, sin distracciones, porque me rodeo de gente que viene a lo mismo que yo, porque casi todo me acompaña en mi viaje y, sobre todo, porque aquí está mi maestro. Pero eso es otra historia.
Con la meditación se consiguen un par de cosas interesantes, además de los listados de beneficios fisiológicos y psicológicos que pueden encontrarse en los libros. Desde un punto de vista material, conseguimos poner a descansar la mente, utilizarla sólo cuando nos hace falta. Como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, estará mucho más fresca si no la usamos las 24 horas, como hacemos normalmente. Y, por otro lado, si paramos la mente un momentito, podemos ver lo que hay detrás… Podemos empezar a descubrir lo que no somos y a base de descubrir lo que no somos, llegaremos a darnos cuenta de lo que realmente somos. Eso que no puede explicarse, que sólo puede experimentar uno mismo. Porque, ¿cómo explicar algo tan grande cuando nuestras mentes son tan pequeñas? Como dicen aquí, ¿cómo meter todo el agua del mar dentro de un cubo?
Para terminar os cuento lo que a mí me aporta la meditación. Creo que una palabra lo resume todo: PAZ. Paz, para mi sinónimo de alegría, de felicidad, de serenidad, de templanza, de amor, de no miedo… Paz que me acompaña donde voy, a aunque a veces brille y a veces se esconda, siempre está conmigo. Paz que comparto y lo haría aunque no quisiera, porque se expande como el olor de las flores. Paz que captan rápido los más sensibles y a regañadientes los más escépticos, porque no se medita para uno, se medita para todos.
Sólo en la India existen los sadhus, hombres principalmente y algunas mujeres, que visten como mendigos y vagan de lugar en lugar. Los verdaderos son venerados como lo que son, como maestros. La gente los alimenta porque son conscientes de que su trabajo es para todos, porque trabajan espiritualmente por toda la humanidad.
Y los profundos cambios interiores pronto se reflejan en el exterior. En mi caso la vida fue cambiando poco a poco, sin brusquedades. Ahora paso varios meses al año en la India, también cambió mi alimentación, mi profesión, mi casa, nuevos amigos llegan, algunos quedan en el camino, otros regresan, cambiaron mis prioridades, mis deseos…
Y, tanto por dentro como por fuera, cada vez hay más silencio.
Risikesh. Marzo 2011
Así que aprovecho este día para escribir un poco sobre la meditación, no tanto como concepto genérico, dado que hay muchos libros sobre ello, sino lo que para mí supone.
Hay alguna definición que me gusta especialmente, como esa que dice que si nuestra cabeza es una habitación con todos los cajones y armarios desordenados, la ropa en el suelo, etc. y, al rato, la vemos totalmente ordenada, con todo perfectamente colocado, la meditación es lo que ha sucedido entre medias. Por eso no comparto “el no tener tiempo para meditar”, puesto que la meditación puede hacer que tu tiempo se estire, en realidad ¿qué es el tiempo?...
Para mí la meditación consiste en situarse en el momento presente, en el tiempo y en el espacio. En realidad puede meditarse en cualquier situación, estemos haciendo lo que estemos haciendo, como el pintor, el bailarín, la cantante, la escritora, el cocinero…, que pierde la noción del tiempo y sólo está haciendo eso. Cien por cien metido en su tarea, el resto del universo desaparece… Y hablo de esas disciplinas más creativas porque ahí parece más sencillo que suceda, pues la propia belleza de lo que estamos haciendo nos atrapa, pero también vale para el albañil, el fontanero, la enfermera, etc. Pero como a esto no estamos acostumbrados en nuestra vida diaria, a prescindir de ese pasado que murió y de ese futuro que no existe, es por lo que nos sentamos a meditar.
Y entonces nuestra cabeza se llena de pensamientos y nos peleamos con ellos… ¡tengo que tener la mente en blanco! Y elimino a la fuerza un pensamiento y viene otro o el mismo a lo bestia y sigo luchando… Y acuden a la batalla hasta cosas de cuando era pequeño... La mente no se deja, si es una pelea, ella gana. Está acostumbrada. ¿Esto es lo que me habían dicho que relaja la meditación? Me levanto mosqueado, ¡esto no es para mí!.
Si os fijais, nuestra cabeza siempre está pensando en cosas que pasaron o que debieron haber pasado y de ahí salta a lo que tengo que hacer o no hacer. Del futuro al pasado y del pasado al futuro, un continuo partido de tenis, con la pelota de lado a lado y sin dejarla suspendida encima justo de la red. Aquí y ahora.
La meditación no es lucha, es rendición. Rendirnos a la vida. Aceptar todo lo que sucede sin juzgarlo. Lo que ayer consideré malísimo hoy veo que no lo fue tanto, lo que para aquel es bueno, a mí me parece horroroso. Etiquetas y etiquetas, todo bueno o malo. La meditación es no juzgar, sólo aceptar lo que la vida nos trae. Aunque no entendamos lo que nos pase, da igual, nunca entenderemos todo. Sólo hay que dar gracias a la vida (como la canción).
Cuando me siento a meditar, me rindo de entrada. No busco nada, no espero nada, que suceda lo que tenga que suceder. No medito con ningún objetivo, no pretendo nada, sólo medito. Un pensamiento viene, no lucho con él, lo observo y lo dejo marchar. Pero tampoco me voy con él, es decir, no me enredo en él y lo desarrollo y dejo que me leve a otro y a otro. Lo miro y dejo que pase. Me gusta la analogía con mirar al cielo, ver una nube que pasa y luego viene otra, y otra… hola nube, adiós nube. Y en un momento, hoy o mañana, deja de haber nubes y ya estás meditando. Eres el cielo.
Pero la siguiente vez exige una nueva rendición y empiezas a conocerte mejor. Cuando te cuesta menos meditar, cuando más… Lo que va sucediendo por dentro y por fuera. Las capas que van emergiendo de emociones, pensamientos, frustraciones, alegrías… todo se va quemando en ese fuego meditativo. Y a veces lloras y a veces ríes. Te sientes fatal o te encuentras en el paraíso. Y no quieres salir de ese paraíso y ese deseo te saca inmediatamente de él. Abres los ojos y te duelen las piernas, el culo y la espalda, pero ya lo viste, ya lo sentiste, ya sabes que existe y está dentro de ti…
Fue en un viaje hace ya unos cuantos años en Varanasi, donde un día se abrió una ventanita por la que me asomé por simple espíritu aventurero, porque me encantaba viajar. Una ventanita en mi interior donde un profesor, en una oscura habitación de las entrañas de la ciudad, me animó a mirar. Ahí descubrí el viaje más increíble que podía realizar y no tenía que salir ni de mi casa para empezar a explorar. Y ya prácticamente no viajo por el mundo, no me hace falta lo que antes era imprescindible en mi vida.
Aquí, a Risikesh, a la que dicen es la capital mundial del yoga y la meditación porque desde hace miles de años, sabios, sadhus, maestros y aprendices meditan en cuevas a las orillas del Ganges, vengo varios meses al año para eso, para meditar. Porque aquí me puedo dedicar a eso plenamente, sin distracciones, porque me rodeo de gente que viene a lo mismo que yo, porque casi todo me acompaña en mi viaje y, sobre todo, porque aquí está mi maestro. Pero eso es otra historia.
Con la meditación se consiguen un par de cosas interesantes, además de los listados de beneficios fisiológicos y psicológicos que pueden encontrarse en los libros. Desde un punto de vista material, conseguimos poner a descansar la mente, utilizarla sólo cuando nos hace falta. Como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, estará mucho más fresca si no la usamos las 24 horas, como hacemos normalmente. Y, por otro lado, si paramos la mente un momentito, podemos ver lo que hay detrás… Podemos empezar a descubrir lo que no somos y a base de descubrir lo que no somos, llegaremos a darnos cuenta de lo que realmente somos. Eso que no puede explicarse, que sólo puede experimentar uno mismo. Porque, ¿cómo explicar algo tan grande cuando nuestras mentes son tan pequeñas? Como dicen aquí, ¿cómo meter todo el agua del mar dentro de un cubo?
Para terminar os cuento lo que a mí me aporta la meditación. Creo que una palabra lo resume todo: PAZ. Paz, para mi sinónimo de alegría, de felicidad, de serenidad, de templanza, de amor, de no miedo… Paz que me acompaña donde voy, a aunque a veces brille y a veces se esconda, siempre está conmigo. Paz que comparto y lo haría aunque no quisiera, porque se expande como el olor de las flores. Paz que captan rápido los más sensibles y a regañadientes los más escépticos, porque no se medita para uno, se medita para todos.
Sólo en la India existen los sadhus, hombres principalmente y algunas mujeres, que visten como mendigos y vagan de lugar en lugar. Los verdaderos son venerados como lo que son, como maestros. La gente los alimenta porque son conscientes de que su trabajo es para todos, porque trabajan espiritualmente por toda la humanidad.
Y los profundos cambios interiores pronto se reflejan en el exterior. En mi caso la vida fue cambiando poco a poco, sin brusquedades. Ahora paso varios meses al año en la India, también cambió mi alimentación, mi profesión, mi casa, nuevos amigos llegan, algunos quedan en el camino, otros regresan, cambiaron mis prioridades, mis deseos…
Y, tanto por dentro como por fuera, cada vez hay más silencio.
Risikesh. Marzo 2011
jueves, 24 de febrero de 2011
Una sencilla historia (Planeta India)
Ahora estoy sentado en la terracita de mi habitación, justo encima del Ganges, viendo pescar a los cormoranes y como lo intenta un águila pescadora. El frío se va marchando y, aunque todo el mundo deseaba hace un mes que lo hiciera, ahora preferimos que aguante un poco con nosotros, ya que lo que viene detrás es mucho peor. Empezará el calor que en pocos días se hará sofocante, será el momento de hacer las maletas de nuevo y regresar a casa, a la otra casa.
Mi día comienza a eso de las 6 y media porque todavía hace fresco para madrugar más y, después de una ducha y un desayuno, me siento a meditar (o a intentarlo). Desde las 8 hasta la 1, más o menos. La meditación es al aire libre y se hace con mantas por encima (y forro y gorro y guantes…). A la 1 tocan la campana en el ashram y es la hora de comer. Pasamos todos al comedor, este si que cerrado, y comemos sentados en el suelo, con la mano. La comida, salvo algún día especial, siempre es la misma, verduras, lentejas, arroz y unos panes indios sin levadura que se llaman chapatis. Se mezcla todo con el arroz, haciendo bolas, si no comer con la mano sería imposible. A la vez, al aire libre, se da de comer a un montón de sadhus y mendigos. Esto se hace en las tres comidas del día y es un espectáculo ver los personajes que vienen. Los hay con tridentes, collares, escudillas de distintos tipos, las ropas de diferentes colores, jóvenes y viejos… Una vez, mientras lavaba mi plato, un hombre al lado lavaba su bolsa de plástico… Un continuo aprendizaje.
Luego, un rato de descanso para la tertulia, la lectura, un baño en el río, escribir para el blog, etc. hasta las 4,30 h que empieza el yoga en otro ashram. El yoga que hago es Hatha (el yoga físico), con pranayama (ejercicios de respiración) y relajación. A las 6 y media, de nuevo a meditar hasta las 9. La cena la evito en el ashram porque el picante con una vez al día es más que suficiente. Y a dormir prontito que mañana se empieza de nuevo.
Evidentemente, el culo se te queda totalmente plano, porque entre meditaciones, las comidas y el yoga, se pasa pegado al suelo unas 8 ó 9 horas diarias. Las piernas se rebelan y no quieren andar, en la espalda identificas cada vértebra por lo que te duele… en fin, que para el espíritu va todo esto muy bien, pero el cuerpo queda bastante machacado.
Mi casa no es tal, es una habitación de unos 12 m2 en la que habitualmente vivimos dos personas. Con un calentador como único lujo y, casi siempre, agua caliente. La ropa que uso es comprada en la India muy barata, que se lava y se vuelve a usar una y mil veces. Eso sí, complementada con un forro polar español. De calzado, chancletas o zuecos, porque te los quitas mil veces al día. Si hace frío, unas u otros con calcetines. Y mantas, claro.
Y así pasa un día y una semana y un mes y otro… Aquí el tiempo transcurre de manera diferente, realmente no sé si más rápido o más lento. Se viven los días más intensamente. Aunque la vida es más rutinaria que la que llevo en España, cualquier cosa puede pasar. Una conversación, un encuentro, una intuición… y cambias cualquier plan que hubieras hecho previamente. Así que no se hacen planes y ya está. El tiempo ha pasado volando, ahora que termina la temporada y, por otra parte, parece que pasé años aquí…
Al regresar a España siempre tengo la sensación de necesitar vacaciones, en el sentido de descanso (sobre todo para el culo y la espalda…), de poder elegir lo que comer entre una amplia gama de opciones, de pasear por un campo limpio, de que no me piten todas las motos del mundo, de que no haya gente en todos lados… Así que también es agradable regresar.
Pero, la verdad, es que aquí se aprende mucho. De uno mismo, con la meditación sobre la que quizás me extienda otro día, pero también de la poca necesidad real de cosas materiales. Lo que en occidente te parece una chorrada aquí te parece un lujazo que valoras y disfrutas. Te adaptas a todo perfectamente y no echas de menos nada. Vives cada día, cada momento con lo que este trae y ya está. Aprendes que muchas, casi todas, las complicaciones son creadas por nosotros mismos. Que en realidad todo es mucho más fácil.
Una vida sencilla, una sencilla historia.
Risikesh. Febrero 2011
Mi día comienza a eso de las 6 y media porque todavía hace fresco para madrugar más y, después de una ducha y un desayuno, me siento a meditar (o a intentarlo). Desde las 8 hasta la 1, más o menos. La meditación es al aire libre y se hace con mantas por encima (y forro y gorro y guantes…). A la 1 tocan la campana en el ashram y es la hora de comer. Pasamos todos al comedor, este si que cerrado, y comemos sentados en el suelo, con la mano. La comida, salvo algún día especial, siempre es la misma, verduras, lentejas, arroz y unos panes indios sin levadura que se llaman chapatis. Se mezcla todo con el arroz, haciendo bolas, si no comer con la mano sería imposible. A la vez, al aire libre, se da de comer a un montón de sadhus y mendigos. Esto se hace en las tres comidas del día y es un espectáculo ver los personajes que vienen. Los hay con tridentes, collares, escudillas de distintos tipos, las ropas de diferentes colores, jóvenes y viejos… Una vez, mientras lavaba mi plato, un hombre al lado lavaba su bolsa de plástico… Un continuo aprendizaje.
Luego, un rato de descanso para la tertulia, la lectura, un baño en el río, escribir para el blog, etc. hasta las 4,30 h que empieza el yoga en otro ashram. El yoga que hago es Hatha (el yoga físico), con pranayama (ejercicios de respiración) y relajación. A las 6 y media, de nuevo a meditar hasta las 9. La cena la evito en el ashram porque el picante con una vez al día es más que suficiente. Y a dormir prontito que mañana se empieza de nuevo.
Evidentemente, el culo se te queda totalmente plano, porque entre meditaciones, las comidas y el yoga, se pasa pegado al suelo unas 8 ó 9 horas diarias. Las piernas se rebelan y no quieren andar, en la espalda identificas cada vértebra por lo que te duele… en fin, que para el espíritu va todo esto muy bien, pero el cuerpo queda bastante machacado.
Mi casa no es tal, es una habitación de unos 12 m2 en la que habitualmente vivimos dos personas. Con un calentador como único lujo y, casi siempre, agua caliente. La ropa que uso es comprada en la India muy barata, que se lava y se vuelve a usar una y mil veces. Eso sí, complementada con un forro polar español. De calzado, chancletas o zuecos, porque te los quitas mil veces al día. Si hace frío, unas u otros con calcetines. Y mantas, claro.
Y así pasa un día y una semana y un mes y otro… Aquí el tiempo transcurre de manera diferente, realmente no sé si más rápido o más lento. Se viven los días más intensamente. Aunque la vida es más rutinaria que la que llevo en España, cualquier cosa puede pasar. Una conversación, un encuentro, una intuición… y cambias cualquier plan que hubieras hecho previamente. Así que no se hacen planes y ya está. El tiempo ha pasado volando, ahora que termina la temporada y, por otra parte, parece que pasé años aquí…
Al regresar a España siempre tengo la sensación de necesitar vacaciones, en el sentido de descanso (sobre todo para el culo y la espalda…), de poder elegir lo que comer entre una amplia gama de opciones, de pasear por un campo limpio, de que no me piten todas las motos del mundo, de que no haya gente en todos lados… Así que también es agradable regresar.
Pero, la verdad, es que aquí se aprende mucho. De uno mismo, con la meditación sobre la que quizás me extienda otro día, pero también de la poca necesidad real de cosas materiales. Lo que en occidente te parece una chorrada aquí te parece un lujazo que valoras y disfrutas. Te adaptas a todo perfectamente y no echas de menos nada. Vives cada día, cada momento con lo que este trae y ya está. Aprendes que muchas, casi todas, las complicaciones son creadas por nosotros mismos. Que en realidad todo es mucho más fácil.
Una vida sencilla, una sencilla historia.
Risikesh. Febrero 2011
domingo, 13 de febrero de 2011
Y vuelta a volver… (Planeta India)
Pues ya he vuelto a volver… Para llegar, 26 horas justas, repartidas entre coches, aviones y paseos por el duty free. Esta vez vine vía Dubai (ponlo en el mapa…). Me ahorré el que me sodomizaran en Londres con un detector intracolónico de nueva generación. Así que, por el mismo precio, no tuve que pagar con mi cuerpo. Lo bueno de viajar tan seguido es que recoges el jet lag a mitad de camino, ahora tengo sueño pero no sé si es sueño español o indio, así que cuando duermo no sé con qué soñar.
Por aquí me preguntan que donde he estado estos días y cuando digo que en España, me miran como si fuera jilipollas (yo, no el que me mira). Así que es mejor decir que he tenido malaria, tifus o cualquier otra porquería, que la gente lo entiende más y cree que tu enfermedad tiene cura. Porque la de ir y venir continuamente, parece que no la tiene.
Lo más entretenido, como siempre, fue el tramo en coche entre Delhi y Risikesh. Unas siete horitas y media en las que te juegas la vida cada diez minutos.
En la India se utilizan mucho los mantras para la meditación. Hay uno que suelo utilizar en estos viajes, porque aunque quiera evitarlo viene continuamente a mi cabeza (esta es la magia de los mantras). El mío de estas ocasiones concretamente es: “Pocas hostias hay…” No sé si es con h o sin h, pero es que como lo traduzco directamente del sanscrito, me pierdo. Pocas hostias hay. Con la cantidad de “uyuyuyuyuys” por minuto que se producen, parece mentira que haya alguien vivo en todo el país, tanto ser humano como ser animal.
Los coches no tienen retrovisores, claro, porque se apura cada resquicio espectacularmente. No solo en los atascos, donde no se puede dejar medio metro entre vehículos porque siempre cabe otro, también en marcha, independientemente de la velocidad que todos lleven.
Yo suelo pedir como transporte un Ambassador, un viejo coche inglés que antes era el más numeroso en la India. Ahora la mayoría lo ha sustituido por coches pequeños japoneses. Mi elección es debida no sólo a la distinción que evidentemente me caracteriza, sino a su posicionamiento en la Escala Vital Carrereril. Esta escala, a partir de ahora EVC, cuyo peldaño inferior es la gallina, tiene un montón de posiciones intermedias. Los camiones cargados se disputan la posición de privilegio con los autobuses también cargados, por lo que yo recomiendo utilizarlos, ambos, lo menos posible. Hay quienes, como peatones y bicicletas, reconocen su situación, por lo que se apartan siempre que se dan cuenta. Las gallinas tienen más cerebro que las bicicletas, pero no suelen ir acompañadas, por lo que, si se salvan, es por instinto, no por reconocimiento de su lugar en el escalafón. Los gatos están más arriba, porque el instinto felino prevalece sobre el instinto gallino. Los perros se salvan más, porque de instinto creo que no andan mejor que los gatos, pero abollan más los coches… Y así podría seguir eternamente, pero me lo evito a mi mismo y a vosotros.
El problema viene en las posiciones “quiero y no puedo”, que es donde se producen los duelos. Claro que sólo es un problema si vas dentro de uno de los contendientes, por lo que siempre intento evitarlo. El Ambassador se haya discretamente colocado por encima de la mayoría de los turismos, creo que por tamaño y quizás también por algo de respeto a su señorío, y por debajo de los grandes todoterrenos, jóvenes ambiciosos que no respetan nada… En esa situación no es del todo incómodo desplazarse, pero el mantra sigo recitándolo todo el rato.
Estos viajes permiten seguir aprendiendo. Por ejemplo, si hay algo característico de la India, que creo que no debe encontrarse en otro planeta, es la situación que se produce en los pasos a nivel. Cuando uno se cierra porque va a pasar un tren, lo primero que sucede es que las motos siguen pasando por debajo (y motos cargadas con 4 y hasta 5 personas más perro)) en complicadas posiciones y apurando al límite. Luego los coches, buses, rickshaws, motos que llegaron tarde, el carrito de la fruta, la carreta con los bueyes, etc. se colocan a lo largo de toda la barrera, por supuesto ocupando ambos carriles. Cuando se abre el paso, el pollo es espectacular porque hay dos ejércitos enfrentados y pitando a tope. Siempre imagino verlo desde arriba, pensando que la mejor solución es echar alquitrán y volver a empezar… Al final, lleva su tiempo, pero todo se desmadeja y cada uno sigue por su lugar (recordemos, lo del lugar es algo relativo y tiene que ver tanto con el espacio disponible como con la posición dentro de la EVC). Evidentemente, en la siguiente barrera cerrada vuelve a pasar exactamente lo mismo. Yo he llegado a pensar que lo hacen de cachondeo…
Por aquí cerca acaba de autoincluirse en la EVC un elefante y parece que pugna por el primer puesto porque se ha cargado ya a tres personas, así que cortan la carretera por las noches. Curiosamente es cerquita de las historias de “A Tigres y en Chancletas”, así que espero que no me llegue un tremendo e ineludible “No Hay Huevos” para ir a ver elefantes asesinos…
Risikesh. Febrero 2011.
Por aquí me preguntan que donde he estado estos días y cuando digo que en España, me miran como si fuera jilipollas (yo, no el que me mira). Así que es mejor decir que he tenido malaria, tifus o cualquier otra porquería, que la gente lo entiende más y cree que tu enfermedad tiene cura. Porque la de ir y venir continuamente, parece que no la tiene.
Lo más entretenido, como siempre, fue el tramo en coche entre Delhi y Risikesh. Unas siete horitas y media en las que te juegas la vida cada diez minutos.
En la India se utilizan mucho los mantras para la meditación. Hay uno que suelo utilizar en estos viajes, porque aunque quiera evitarlo viene continuamente a mi cabeza (esta es la magia de los mantras). El mío de estas ocasiones concretamente es: “Pocas hostias hay…” No sé si es con h o sin h, pero es que como lo traduzco directamente del sanscrito, me pierdo. Pocas hostias hay. Con la cantidad de “uyuyuyuyuys” por minuto que se producen, parece mentira que haya alguien vivo en todo el país, tanto ser humano como ser animal.
Los coches no tienen retrovisores, claro, porque se apura cada resquicio espectacularmente. No solo en los atascos, donde no se puede dejar medio metro entre vehículos porque siempre cabe otro, también en marcha, independientemente de la velocidad que todos lleven.
Yo suelo pedir como transporte un Ambassador, un viejo coche inglés que antes era el más numeroso en la India. Ahora la mayoría lo ha sustituido por coches pequeños japoneses. Mi elección es debida no sólo a la distinción que evidentemente me caracteriza, sino a su posicionamiento en la Escala Vital Carrereril. Esta escala, a partir de ahora EVC, cuyo peldaño inferior es la gallina, tiene un montón de posiciones intermedias. Los camiones cargados se disputan la posición de privilegio con los autobuses también cargados, por lo que yo recomiendo utilizarlos, ambos, lo menos posible. Hay quienes, como peatones y bicicletas, reconocen su situación, por lo que se apartan siempre que se dan cuenta. Las gallinas tienen más cerebro que las bicicletas, pero no suelen ir acompañadas, por lo que, si se salvan, es por instinto, no por reconocimiento de su lugar en el escalafón. Los gatos están más arriba, porque el instinto felino prevalece sobre el instinto gallino. Los perros se salvan más, porque de instinto creo que no andan mejor que los gatos, pero abollan más los coches… Y así podría seguir eternamente, pero me lo evito a mi mismo y a vosotros.
El problema viene en las posiciones “quiero y no puedo”, que es donde se producen los duelos. Claro que sólo es un problema si vas dentro de uno de los contendientes, por lo que siempre intento evitarlo. El Ambassador se haya discretamente colocado por encima de la mayoría de los turismos, creo que por tamaño y quizás también por algo de respeto a su señorío, y por debajo de los grandes todoterrenos, jóvenes ambiciosos que no respetan nada… En esa situación no es del todo incómodo desplazarse, pero el mantra sigo recitándolo todo el rato.
Estos viajes permiten seguir aprendiendo. Por ejemplo, si hay algo característico de la India, que creo que no debe encontrarse en otro planeta, es la situación que se produce en los pasos a nivel. Cuando uno se cierra porque va a pasar un tren, lo primero que sucede es que las motos siguen pasando por debajo (y motos cargadas con 4 y hasta 5 personas más perro)) en complicadas posiciones y apurando al límite. Luego los coches, buses, rickshaws, motos que llegaron tarde, el carrito de la fruta, la carreta con los bueyes, etc. se colocan a lo largo de toda la barrera, por supuesto ocupando ambos carriles. Cuando se abre el paso, el pollo es espectacular porque hay dos ejércitos enfrentados y pitando a tope. Siempre imagino verlo desde arriba, pensando que la mejor solución es echar alquitrán y volver a empezar… Al final, lleva su tiempo, pero todo se desmadeja y cada uno sigue por su lugar (recordemos, lo del lugar es algo relativo y tiene que ver tanto con el espacio disponible como con la posición dentro de la EVC). Evidentemente, en la siguiente barrera cerrada vuelve a pasar exactamente lo mismo. Yo he llegado a pensar que lo hacen de cachondeo…
Por aquí cerca acaba de autoincluirse en la EVC un elefante y parece que pugna por el primer puesto porque se ha cargado ya a tres personas, así que cortan la carretera por las noches. Curiosamente es cerquita de las historias de “A Tigres y en Chancletas”, así que espero que no me llegue un tremendo e ineludible “No Hay Huevos” para ir a ver elefantes asesinos…
Risikesh. Febrero 2011.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Así empezó todo (Planeta India)
Dicen que la India es el único lugar donde todavía no se ha roto el cordón espiritual, ese que nos une con todo y con todos. El que te permite llegar a la Paz.
Ya hace unos cuantos años que yo me enredé en él y en ese momento, sin todavía saberlo, escribí una historia. Así que hoy pongo en el blog otra historia india, pero esta es especial, porque es la primera.
LLEGADA A VARANASI
Después de discutir con varios taxistas, siendo ya noche cerrada, conseguimos que nos lleven al Scindia Hotel, recomendado por un amigo por su espléndida ubicación para lo que nosotros necesitábamos, que no era más que estar en medio de todo. Empieza la aventura, el hotel al que nos llevaron se llamaba igual, pero no era.
En muchos lugares de la India, que entre miles de cosas buenas tiene también el engaño al turista como prioridad en muchísima gente, sucede que, aprovechando la buena fama que un determinado lugar tiene entre los viajeros, surgen varios con idéntico nombre. Muchas veces por cansancio, por no discutir, por temor al entorno que ya se encargan los timadores de hacerlo hostil, por lo que sea, la gente traga y, al menos una noche, una comida o alguna compra, cae.
Nosotros decidimos que aunque fuera lo último que hiciéramos, después de horas de viaje, de discusiones y de gritos, llegaríamos al maldito hotel.
Mochilas al hombro en medio de la ciudad más caótica e interesante del mundo, un rickshaw se ofrece a acompañarnos al verdadero destino. Nos subimos en el triciclo hasta la entrada del laberinto, allí paramos y nos indica que hay que seguir andando. Después de la noche que llevábamos ya no creíamos a nadie, pero pocas opciones había.
Empezamos a seguirle por las callejuelas del viejo Benarés. Todo un mercado, iluminado por bombillas y candiles, olores totalmente desconocidos, algunos embriagantes, otros pestilentes, miles de personas por las estrechas calles. Ambiente en el que nuestro improvisado guía se movía como pez en el agua, parando aquí, preguntando allá y nosotros siguiéndole como podíamos, bloqueados por la marabunta de gente y aturdidos por el ambiente que nos rodeaba.
De repente, unas campanillas empezaron a escucharse acompañadas de unos cánticos y observamos algo que flotaba sobre la multitud. Envuelto en telas de colores chillones, desplazándose a una velocidad imposible para el lugar en el que nos encontrábamos, un cuerpo era transportado por sus familiares, que se abrían paso con canciones, gritos y tintineos. El caos se convirtió en magia, con la visión del cadáver que volaba por encima de los todavía no muertos.
Era transportado hacia Manikarnica, el ghat crematorio, el lugar más sagrado a orillas del más sagrado de todos los ríos. Donde el fuego libra a los hombres del eterno ciclo de las reencarnaciones y los envía directamente a la fusión con Brahma, garantizada por morir en la ciudad de la luz.
Continuamos nuestra ruta, que había comenzado simplemente siendo una necesidad de hotel y se estaba convirtiendo en un claro empujón en nuestro continuo camino en busca del aprendizaje. El laberinto y sus candiles ya eran de cuento de hadas, no estábamos en la realidad, nos habíamos adentrado en fantasía… Seguíamos andando pero el tiempo no transcurría, estábamos drogados de emoción. El impacto que fuimos buscando a la India se produjo allí al final del viaje, en el viejo Varanasi, la ciudad de la luz y de los muertos.
Llegamos al Ganges, el lugar al que más de mil millones de personas quieren llegar. Allí estaba, iluminado por unos faroles blancos y con una bruma que lo envolvía. Un grupo de hombres se bañaba y hacía sus abluciones, aprovechando su inmensa fortuna, la de ser ciudadanos de Varanasi, la ciudad de Shiva. La ciudad que permite a los que mueran en ella, salirse de la rueda y no tener que reencarnarse más.
Por fin, el hotel. Aunque quizás ya hubiera dado igual dormir en la calle. Todavía una sorpresa más, desde el balcón de la habitación se divisaba el ghat Manikarnika, donde todos los días del año y todas las horas del día, se reducen cuerpos a cenizas, en piras funerarias.
Hogueras y humo, fantasmas envueltos en telas moviéndose entre los cuerpos que se están quemando, los más intocables de todos los hombres vigilan el adiós definitivo a la penúltima vida.
La visión es eterna, en su significado real porque siempre se ha hecho y siempre se hará, y porque permanecerá grabada en nosotros, probablemente también en nuestras siguientes vidas.
Ya sólo podía hacer una cosa, aquello que tantísimos millones de personas desean hacer y harían si estuvieran en mi lugar. Vencer los escrúpulos y remilgos occidentales y sumergirme en el Ganges, el río más sagrado y más contaminado, el que da vida a millones de personas y alberga los cadáveres de otros millones.
En homenaje a los que no pueden hacerlo y pidiendo el deseo de que lo consigan, entré en el río y realicé tres simbólicas abluciones que, con distinto lenguaje de las que se realizan todos los amaneceres y atardeceres, buscaban lo mismo... encontrar la paz espiritual.
Varanasi. Agosto 1999
Ya hace unos cuantos años que yo me enredé en él y en ese momento, sin todavía saberlo, escribí una historia. Así que hoy pongo en el blog otra historia india, pero esta es especial, porque es la primera.
LLEGADA A VARANASI
Después de discutir con varios taxistas, siendo ya noche cerrada, conseguimos que nos lleven al Scindia Hotel, recomendado por un amigo por su espléndida ubicación para lo que nosotros necesitábamos, que no era más que estar en medio de todo. Empieza la aventura, el hotel al que nos llevaron se llamaba igual, pero no era.
En muchos lugares de la India, que entre miles de cosas buenas tiene también el engaño al turista como prioridad en muchísima gente, sucede que, aprovechando la buena fama que un determinado lugar tiene entre los viajeros, surgen varios con idéntico nombre. Muchas veces por cansancio, por no discutir, por temor al entorno que ya se encargan los timadores de hacerlo hostil, por lo que sea, la gente traga y, al menos una noche, una comida o alguna compra, cae.
Nosotros decidimos que aunque fuera lo último que hiciéramos, después de horas de viaje, de discusiones y de gritos, llegaríamos al maldito hotel.
Mochilas al hombro en medio de la ciudad más caótica e interesante del mundo, un rickshaw se ofrece a acompañarnos al verdadero destino. Nos subimos en el triciclo hasta la entrada del laberinto, allí paramos y nos indica que hay que seguir andando. Después de la noche que llevábamos ya no creíamos a nadie, pero pocas opciones había.
Empezamos a seguirle por las callejuelas del viejo Benarés. Todo un mercado, iluminado por bombillas y candiles, olores totalmente desconocidos, algunos embriagantes, otros pestilentes, miles de personas por las estrechas calles. Ambiente en el que nuestro improvisado guía se movía como pez en el agua, parando aquí, preguntando allá y nosotros siguiéndole como podíamos, bloqueados por la marabunta de gente y aturdidos por el ambiente que nos rodeaba.
De repente, unas campanillas empezaron a escucharse acompañadas de unos cánticos y observamos algo que flotaba sobre la multitud. Envuelto en telas de colores chillones, desplazándose a una velocidad imposible para el lugar en el que nos encontrábamos, un cuerpo era transportado por sus familiares, que se abrían paso con canciones, gritos y tintineos. El caos se convirtió en magia, con la visión del cadáver que volaba por encima de los todavía no muertos.
Era transportado hacia Manikarnica, el ghat crematorio, el lugar más sagrado a orillas del más sagrado de todos los ríos. Donde el fuego libra a los hombres del eterno ciclo de las reencarnaciones y los envía directamente a la fusión con Brahma, garantizada por morir en la ciudad de la luz.
Continuamos nuestra ruta, que había comenzado simplemente siendo una necesidad de hotel y se estaba convirtiendo en un claro empujón en nuestro continuo camino en busca del aprendizaje. El laberinto y sus candiles ya eran de cuento de hadas, no estábamos en la realidad, nos habíamos adentrado en fantasía… Seguíamos andando pero el tiempo no transcurría, estábamos drogados de emoción. El impacto que fuimos buscando a la India se produjo allí al final del viaje, en el viejo Varanasi, la ciudad de la luz y de los muertos.
Llegamos al Ganges, el lugar al que más de mil millones de personas quieren llegar. Allí estaba, iluminado por unos faroles blancos y con una bruma que lo envolvía. Un grupo de hombres se bañaba y hacía sus abluciones, aprovechando su inmensa fortuna, la de ser ciudadanos de Varanasi, la ciudad de Shiva. La ciudad que permite a los que mueran en ella, salirse de la rueda y no tener que reencarnarse más.
Por fin, el hotel. Aunque quizás ya hubiera dado igual dormir en la calle. Todavía una sorpresa más, desde el balcón de la habitación se divisaba el ghat Manikarnika, donde todos los días del año y todas las horas del día, se reducen cuerpos a cenizas, en piras funerarias.
Hogueras y humo, fantasmas envueltos en telas moviéndose entre los cuerpos que se están quemando, los más intocables de todos los hombres vigilan el adiós definitivo a la penúltima vida.
La visión es eterna, en su significado real porque siempre se ha hecho y siempre se hará, y porque permanecerá grabada en nosotros, probablemente también en nuestras siguientes vidas.
Ya sólo podía hacer una cosa, aquello que tantísimos millones de personas desean hacer y harían si estuvieran en mi lugar. Vencer los escrúpulos y remilgos occidentales y sumergirme en el Ganges, el río más sagrado y más contaminado, el que da vida a millones de personas y alberga los cadáveres de otros millones.
En homenaje a los que no pueden hacerlo y pidiendo el deseo de que lo consigan, entré en el río y realicé tres simbólicas abluciones que, con distinto lenguaje de las que se realizan todos los amaneceres y atardeceres, buscaban lo mismo... encontrar la paz espiritual.
Varanasi. Agosto 1999
sábado, 29 de enero de 2011
Morriña y una mierda
Ayer paseaba por el campo y cuando empecé a ver cagadas de vaca me dio una morriña… Es cierto que estas eran mucho más lustrosas que las indias, al igual que sus propietarias (mejor, expropietarias, ahora pertenecen al universo y, en mayor medida, al que las pise). En la India suelen estar mucho más desparramadas con la ayuda de bicis, chancletas, motos, etc. Además como la alimentación es algo diferente, el producto final también lo es. Las vacas indias que habitan en las ciudades no saben lo que es la hierba, creo que si la vieran quizás les daría asco tan limpita. Ellas comen de todo lo que no se mueve (porque se escapa) y puedes ver como arrancan los carteles recién pegados a las paredes y los tragan sin hacer distinciones entre políticos o publicitarios.
Bueno, que he decidido que vuelvo a cambar de planeta y lo he hecho contemplando una mierda. No es poético, no es espiritual, no es bonito, es… una mierda. Pero que le vamos a hacer, así surgen las cosas y las siguientes historias volverán a ser desde allí.
Tengo que reconocerlo, estoy completamente enamorado de la India. Quizás los habituales seguidores de Planeta India (los tres) tengan dudas al respecto, por todo lo que escribo, pero es precisamente por todo eso.
Vaaaaaale, también hay más cosas que seguiré contando.
¡Namaste!
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Bueno, que he decidido que vuelvo a cambar de planeta y lo he hecho contemplando una mierda. No es poético, no es espiritual, no es bonito, es… una mierda. Pero que le vamos a hacer, así surgen las cosas y las siguientes historias volverán a ser desde allí.
Tengo que reconocerlo, estoy completamente enamorado de la India. Quizás los habituales seguidores de Planeta India (los tres) tengan dudas al respecto, por todo lo que escribo, pero es precisamente por todo eso.
Vaaaaaale, también hay más cosas que seguiré contando.
¡Namaste!
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
lunes, 24 de enero de 2011
Cambio de Planeta
Después de un cómodo viaje que incluyó 8 horas de taxi y 12 de avión divididas en dos vuelos con espera intermedia e interminable en Londres por las nieblas europeas, cambié de planeta. Atrás quedó el Planeta India.
Fui y vine por Londres por la vulgaridad esa del dinero del billete, pero es el aeropuerto más antipático del mundo. Coges trenes, autobuses, andas kilómetros… Yo creo que lo que sobra es el avión, porque si todo eso lo pusieran en línea recta, llegabas a casa. Y luego están los controles, es más cómodo que te detengan por terrorista que pasar todos los controles de seguridad que hay aquí. La gente se resigna en la cola de tal manera que 100 metros antes ya ves a algunos andando en calcetines. También hay quien, por no tirarlo, es capaz de beberse 3 litros de Coca Cola o echarse un bote entero de colonia.
¿Puede sacar el ordenador de la mochila? ¿puede ponerlo en una bandeja aparte? ¿puede sacarlo de la funda? ¿puede abrirlo? ¿puede retirar el protector?. Joder, ¿tú no tienes manos? Si te gusta tanto el ordenador, te compras uno (Torrente dixit).
En Delhi también pasé un rato entretenido entre policias. Llegó un tío con un regalo envuelto para su pequeña sobrina que vive en Wisconsin (esto es una licencia mía, realmente no sé para quien era) y se lo hicieron desempaquetar. Era una muñeca de las que andan y hablan. Le hicieron poner las pilas y, mientras unos cuantos, tanto de paisano como de uniforme nos descojonábamos, un poli serio perseguía a la muñeca por la mesa con un detector de metales, mientras esta chillaba en no se que idioma…
El aeropuerto de Delhi lo han remodelado ya al menos 4 veces desde que empecé a ir a la India. De los rickshaws en la puerta peleando por clientes se ha pasado a uno megamoderno que no se puede distinguir de cualquier otro del mundo. Se ha perdido el encanto, pero supongo que para que a mí me encante no van a dejar de hacer. Ahora te puedes comprar las mismas cosas de marca que en cualquier otro Duty free y con las mismas ventajas que en los otros, es decir al doble de precio que en la calle.
En fin, que ya estoy aquí. Llegué a casa a las 2 de la mañana, abrí la puerta esperando encontrar el calor del hogar y… estaba fuera. El calor del hogar, me refiero. Hacía más frío dentro de mi casa que fuera donde sólo había cuatro bajo cero. Pensé ¿me meto en la cama directamente o me quito la mochila?.
Ahora ya han pasado unos días y estoy empezando a acostumbrarme al cambio de planeta. Es cuioso ir andando por la calle y poder ir en línea recta. Para el que no entienda lo que digo, que se lea la historia anterior. Joder, que limpio está todo.
Siempre he pensado que el principal peligro de ir mucho a la India es morir atropellado, nunca recuerdo a que lado de la calle tengo que mirar para cruzar. Es por que allí van al revés lo coches ¿o es aquí?. ¿Lo veis? No me acuerdo. Ah, y al revés me refiero en carriles distintos, no marcha atrás, ni con las ruedas para arriba. Es que sé que hay gente que utiliza el blog como guía de viajes y no quiero confundir.
Bueno, ya seguiré escribiendo de las diferencias entre planetas, si es que encuentro alguna más.
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
Fui y vine por Londres por la vulgaridad esa del dinero del billete, pero es el aeropuerto más antipático del mundo. Coges trenes, autobuses, andas kilómetros… Yo creo que lo que sobra es el avión, porque si todo eso lo pusieran en línea recta, llegabas a casa. Y luego están los controles, es más cómodo que te detengan por terrorista que pasar todos los controles de seguridad que hay aquí. La gente se resigna en la cola de tal manera que 100 metros antes ya ves a algunos andando en calcetines. También hay quien, por no tirarlo, es capaz de beberse 3 litros de Coca Cola o echarse un bote entero de colonia.
¿Puede sacar el ordenador de la mochila? ¿puede ponerlo en una bandeja aparte? ¿puede sacarlo de la funda? ¿puede abrirlo? ¿puede retirar el protector?. Joder, ¿tú no tienes manos? Si te gusta tanto el ordenador, te compras uno (Torrente dixit).
En Delhi también pasé un rato entretenido entre policias. Llegó un tío con un regalo envuelto para su pequeña sobrina que vive en Wisconsin (esto es una licencia mía, realmente no sé para quien era) y se lo hicieron desempaquetar. Era una muñeca de las que andan y hablan. Le hicieron poner las pilas y, mientras unos cuantos, tanto de paisano como de uniforme nos descojonábamos, un poli serio perseguía a la muñeca por la mesa con un detector de metales, mientras esta chillaba en no se que idioma…
El aeropuerto de Delhi lo han remodelado ya al menos 4 veces desde que empecé a ir a la India. De los rickshaws en la puerta peleando por clientes se ha pasado a uno megamoderno que no se puede distinguir de cualquier otro del mundo. Se ha perdido el encanto, pero supongo que para que a mí me encante no van a dejar de hacer. Ahora te puedes comprar las mismas cosas de marca que en cualquier otro Duty free y con las mismas ventajas que en los otros, es decir al doble de precio que en la calle.
En fin, que ya estoy aquí. Llegué a casa a las 2 de la mañana, abrí la puerta esperando encontrar el calor del hogar y… estaba fuera. El calor del hogar, me refiero. Hacía más frío dentro de mi casa que fuera donde sólo había cuatro bajo cero. Pensé ¿me meto en la cama directamente o me quito la mochila?.
Ahora ya han pasado unos días y estoy empezando a acostumbrarme al cambio de planeta. Es cuioso ir andando por la calle y poder ir en línea recta. Para el que no entienda lo que digo, que se lea la historia anterior. Joder, que limpio está todo.
Siempre he pensado que el principal peligro de ir mucho a la India es morir atropellado, nunca recuerdo a que lado de la calle tengo que mirar para cruzar. Es por que allí van al revés lo coches ¿o es aquí?. ¿Lo veis? No me acuerdo. Ah, y al revés me refiero en carriles distintos, no marcha atrás, ni con las ruedas para arriba. Es que sé que hay gente que utiliza el blog como guía de viajes y no quiero confundir.
Bueno, ya seguiré escribiendo de las diferencias entre planetas, si es que encuentro alguna más.
San Agustín del Guadalix. Enero 2011
sábado, 15 de enero de 2011
Una asquerosa historia (Planeta India)
Sí, has leído bien, no todas las historias van a ser bellas y poéticas, esta es asquerosa. Y lo es porque trata de cosas asquerosas. Porque, aunque os parezca mentira, en el Planeta India también hay cosas que dan asco… Os contaré algunas de ellas.
En este planeta, cuando vas a un restaurante hay dos cosas que jamás debes hacer. La primera es, por muy lujoso que sea el restaurante, nunca vayas a la cocina. Es posible que no vuelvas a comer, no ahí, tampoco en tu casa. De la cocina habitualmente, y dios sabe como, sale suculenta comida. Entonces ¿para qué estropearte el banquete? Come y ya está, no entres en el lado oscuro. Creerás que los secuaces de Darth Vader, con sartenes, te han atrapado, pero sólo es que te quedaste pegado... Entonces, noooooo, no mires al suelo, salvo que estudiaras entomología y quieras refrescar conocimientos. Sólo sonríe a los cocineros y huye de allí. Hazlo sin mirar las decenas de cacerolas cuya centenaria sustancia adereza cada plato. Y no estreches su mano, no quieras verla.
Y la segunda es que por muy necesitado que estés, ni te acerques al baño. Háztelo encima, me agradecerás el consejo. Un baño de restaurante indio es, probablemente, de las cosas más asquerosas que han sido creadas por dios. Y digo por dios porque es imposible que el ser humano alcance tamaña perfección en la asquerosidad. No entraré en detalles en cuanto a la visión que puede y suele apreciarse, creo que vuestra imaginación os llevará cerca, nunca a la realidad. Pero a eso que habéis pensado, ponedle colores… Cuando entras, siempre empiezas a llorar y no es de pena, ni siquiera de asco. Es por el aroma a orina milenaria, muy, muy reconcentrada. Como trocear quinientas cebollas a la vez… A mis amigos novatos siempre les digo, entrad rápido que acaban de desinfectar… Porque es como bañarte en amoniaco. Yo creo que los baños los instalan ya sucios, si no, no es posible.
También en los restaurantes ocurre algo muy curioso. Se vale eructar. Sí, como suena, la gente se pega unos espectaculares eructos y no pasa nada. No es que sea de buena educación, es que tampoco es de mala. Se da libertad a los gases para que fluyan por donde les parezca. No se les condiciona ni obliga a hacer nada, es la democracia gaseosa. Y, claro, ¿qué hace un españolito en una situación así? Evidentemente, se pega uno lo más grande que puede, a ver que pasa. Y no pasa nada,,, Nadie mira, ni comenta. Así que, no tiene ni puta gracia. No he probado a decir supercalifragilisticoespialidoso, como cuando era joven, quizás así alguien tuerza la cabeza.
Y todos os estareis preguntando, pero, ¿esa democracia gaseosa no será también para…? Pues efectivamente. India es la democracia más grande del mundo y también para esto. Lo diré claro, para que no quede ninguna duda: También los pedos son libres. Y con ellos te vas encontrando en los lugares más insólitos, en el templo, en los mismos restaurantes de antes, si tienes mucha, mucha suerte, en tu propia cara mientras estás sentado meditando… Y con esto no he probado yo, pero es que forzar eructos sí que sé.
Uno de los mejores pedos de los que he gozado fue en una clase de yoga, pero esta vez el protagonista no fue un indio, sino una agraciada señorita israelí. Detrás de ella, estábamos un amigo y yo que hicimos el resto de la clase con la misma cara que el centurión de “La vida de Brian” (toque para cinéfilos). Me acuerdo y me sigue haciendo gracia, soy así de simple. En cualquier caso, vine a la India para eso (para simplificar mi vida, no para comerme pedos judíos).
Volviendo a los restaurantes, os comento una anécdota de hace unos días. En las calles de la India hay una curiosa profesión, la de limpiador de orejas. Van con un maletín, un gorro de lana rojo y algodones sobre las orejas, así se les reconoce. Pues estando yo comiendo tranquilamente, el dueño del restaurante se sentó en la mesa de enfrente y llamó a uno de estos sanitarios. Mientras disfrutaba de mis lentejas, podía observar como le introducían en los oídos una especie de alambre y, el resultado de la excavación, el cirujano se lo untaba directamente en su mano… En España cenas con espectáculos flamencos y aquí puedes deleitarte con este otro tipo.
Tenemos otra preciosa asquerosidad, los escupitajos, gargajos, lapos, gapos, salivazos… En la India se escupe tanto como en los partidos de fútbol (al menos los que ponen en la tele). Se escupe saliva normal, saliva más sus correspondientes mocos o, en el mejor de los casos, se escucha esa preparación de lapo a varios kilómetros. Alguien empieza a recorrer absorviendo su más profundo yo, acompañando la búsqueda de cualquier cosa escupible con los ruidos más desagradables y tú sólo piensas: por favor que lo suelte ya, va a terminar escupiendo el pancreas… (guiño a antiguos lectores). Y, para qué ocultarlo, deseando que lo haga contra el viento. ¡Y allá va ese pollo de corral!
Una variación escupitájica es la de los escupitajos rojos de paan. Hay ciudades coloreadas por esta maravillosa aportación de la India milenaria a la sociedad actual. El paan manual está hecho con unas hojas de betel y dentro van un montón de cositas, anís, ralladuras de coco, cal, nuez de areca... Eso te lo metes en la boca y produces tal cantidad de saliva que escupes o te ahogas (y normalmente la decisión está clara) Desde hace ya años lo venden también por todos lados en sobrecitos y se va perdiendo la tradición en la que cada barrio tenía su hacedor de paan, con sus fórmulas familiares.
Como ya había probado el manual alguna vez (pidiéndolo dulce), un día compré un sobrecito sin saber que mierda ponía en el envase. Y, efectivamente, la mierda que ponía me la comí porque iba dentro. En fin, tanto los unos como los otros, se escupen continuamente. Es divertido, y repugnante, que los que lo llevan en la boca te hablan normalmente. Si por normal se entiende con el labio de abajo hacia fuera y la cabeza inclinada hacia atrás… Sí, habéis acertado, te descojonas independientemente de lo que te hablen.
Los gapos indios, sobre todo aquellos del tipo C), los de rebuscarse en el interior, tienen vida propia. Se van moviendo por el suelo buscando ponerse debajo de tus zapatos, que, recordemos, aquí son chanclas.
El suelo… el suelo indio. Tenemos mierdas de: vacas, monos, perros, gatos, caballos, burros, camellos, elefantes (eso es bañarse, no pisar) y, las mejores, las humanas. Aquí no se reconocen muy bien, porque no tienen un kleenex al lado, pero son igual de desagradables que en otros lugares del mundo. En la India hay más, porque hay más culos y menos váteres. Así que cuando pisas una mierda de vaca, lo agradeces (aunque mejor no te plantees lo que habrá comido esa vaca)
Otra bonita posibilidad es meter la pata dentro de uno de los canales de alcantarillado que aquí, para aromatizar la ciudad, van al descubierto. Yo ya tengo avisado que, si en alguna ocasión me sucede, corten mi pierna a la altura de la ingle. Claro que, ahora que lo pienso, a la segunda me tendrán que cortar también los huevos… Quizás cambie la regla.
Y, para terminar hablando de todo esto, hago un llamamiento a todos los guiris que creen que como están en la India no hace falta que se laven ellos ni su ropa. Esa información que recibieron es falsa, repito es falsa. Tanto los indios como al otro tipo de extranjeros que estamos por aquí nos da asco.
Últimas noticias: el dueño de un restaurante me ha asegurado hoy, 9 de diciembre, que el baño estará limpio antes de Navidad.
Risikesh. Diciembre 2010
En este planeta, cuando vas a un restaurante hay dos cosas que jamás debes hacer. La primera es, por muy lujoso que sea el restaurante, nunca vayas a la cocina. Es posible que no vuelvas a comer, no ahí, tampoco en tu casa. De la cocina habitualmente, y dios sabe como, sale suculenta comida. Entonces ¿para qué estropearte el banquete? Come y ya está, no entres en el lado oscuro. Creerás que los secuaces de Darth Vader, con sartenes, te han atrapado, pero sólo es que te quedaste pegado... Entonces, noooooo, no mires al suelo, salvo que estudiaras entomología y quieras refrescar conocimientos. Sólo sonríe a los cocineros y huye de allí. Hazlo sin mirar las decenas de cacerolas cuya centenaria sustancia adereza cada plato. Y no estreches su mano, no quieras verla.
Y la segunda es que por muy necesitado que estés, ni te acerques al baño. Háztelo encima, me agradecerás el consejo. Un baño de restaurante indio es, probablemente, de las cosas más asquerosas que han sido creadas por dios. Y digo por dios porque es imposible que el ser humano alcance tamaña perfección en la asquerosidad. No entraré en detalles en cuanto a la visión que puede y suele apreciarse, creo que vuestra imaginación os llevará cerca, nunca a la realidad. Pero a eso que habéis pensado, ponedle colores… Cuando entras, siempre empiezas a llorar y no es de pena, ni siquiera de asco. Es por el aroma a orina milenaria, muy, muy reconcentrada. Como trocear quinientas cebollas a la vez… A mis amigos novatos siempre les digo, entrad rápido que acaban de desinfectar… Porque es como bañarte en amoniaco. Yo creo que los baños los instalan ya sucios, si no, no es posible.
También en los restaurantes ocurre algo muy curioso. Se vale eructar. Sí, como suena, la gente se pega unos espectaculares eructos y no pasa nada. No es que sea de buena educación, es que tampoco es de mala. Se da libertad a los gases para que fluyan por donde les parezca. No se les condiciona ni obliga a hacer nada, es la democracia gaseosa. Y, claro, ¿qué hace un españolito en una situación así? Evidentemente, se pega uno lo más grande que puede, a ver que pasa. Y no pasa nada,,, Nadie mira, ni comenta. Así que, no tiene ni puta gracia. No he probado a decir supercalifragilisticoespialidoso, como cuando era joven, quizás así alguien tuerza la cabeza.
Y todos os estareis preguntando, pero, ¿esa democracia gaseosa no será también para…? Pues efectivamente. India es la democracia más grande del mundo y también para esto. Lo diré claro, para que no quede ninguna duda: También los pedos son libres. Y con ellos te vas encontrando en los lugares más insólitos, en el templo, en los mismos restaurantes de antes, si tienes mucha, mucha suerte, en tu propia cara mientras estás sentado meditando… Y con esto no he probado yo, pero es que forzar eructos sí que sé.
Uno de los mejores pedos de los que he gozado fue en una clase de yoga, pero esta vez el protagonista no fue un indio, sino una agraciada señorita israelí. Detrás de ella, estábamos un amigo y yo que hicimos el resto de la clase con la misma cara que el centurión de “La vida de Brian” (toque para cinéfilos). Me acuerdo y me sigue haciendo gracia, soy así de simple. En cualquier caso, vine a la India para eso (para simplificar mi vida, no para comerme pedos judíos).
Volviendo a los restaurantes, os comento una anécdota de hace unos días. En las calles de la India hay una curiosa profesión, la de limpiador de orejas. Van con un maletín, un gorro de lana rojo y algodones sobre las orejas, así se les reconoce. Pues estando yo comiendo tranquilamente, el dueño del restaurante se sentó en la mesa de enfrente y llamó a uno de estos sanitarios. Mientras disfrutaba de mis lentejas, podía observar como le introducían en los oídos una especie de alambre y, el resultado de la excavación, el cirujano se lo untaba directamente en su mano… En España cenas con espectáculos flamencos y aquí puedes deleitarte con este otro tipo.
Tenemos otra preciosa asquerosidad, los escupitajos, gargajos, lapos, gapos, salivazos… En la India se escupe tanto como en los partidos de fútbol (al menos los que ponen en la tele). Se escupe saliva normal, saliva más sus correspondientes mocos o, en el mejor de los casos, se escucha esa preparación de lapo a varios kilómetros. Alguien empieza a recorrer absorviendo su más profundo yo, acompañando la búsqueda de cualquier cosa escupible con los ruidos más desagradables y tú sólo piensas: por favor que lo suelte ya, va a terminar escupiendo el pancreas… (guiño a antiguos lectores). Y, para qué ocultarlo, deseando que lo haga contra el viento. ¡Y allá va ese pollo de corral!
Una variación escupitájica es la de los escupitajos rojos de paan. Hay ciudades coloreadas por esta maravillosa aportación de la India milenaria a la sociedad actual. El paan manual está hecho con unas hojas de betel y dentro van un montón de cositas, anís, ralladuras de coco, cal, nuez de areca... Eso te lo metes en la boca y produces tal cantidad de saliva que escupes o te ahogas (y normalmente la decisión está clara) Desde hace ya años lo venden también por todos lados en sobrecitos y se va perdiendo la tradición en la que cada barrio tenía su hacedor de paan, con sus fórmulas familiares.
Como ya había probado el manual alguna vez (pidiéndolo dulce), un día compré un sobrecito sin saber que mierda ponía en el envase. Y, efectivamente, la mierda que ponía me la comí porque iba dentro. En fin, tanto los unos como los otros, se escupen continuamente. Es divertido, y repugnante, que los que lo llevan en la boca te hablan normalmente. Si por normal se entiende con el labio de abajo hacia fuera y la cabeza inclinada hacia atrás… Sí, habéis acertado, te descojonas independientemente de lo que te hablen.
Los gapos indios, sobre todo aquellos del tipo C), los de rebuscarse en el interior, tienen vida propia. Se van moviendo por el suelo buscando ponerse debajo de tus zapatos, que, recordemos, aquí son chanclas.
El suelo… el suelo indio. Tenemos mierdas de: vacas, monos, perros, gatos, caballos, burros, camellos, elefantes (eso es bañarse, no pisar) y, las mejores, las humanas. Aquí no se reconocen muy bien, porque no tienen un kleenex al lado, pero son igual de desagradables que en otros lugares del mundo. En la India hay más, porque hay más culos y menos váteres. Así que cuando pisas una mierda de vaca, lo agradeces (aunque mejor no te plantees lo que habrá comido esa vaca)
Otra bonita posibilidad es meter la pata dentro de uno de los canales de alcantarillado que aquí, para aromatizar la ciudad, van al descubierto. Yo ya tengo avisado que, si en alguna ocasión me sucede, corten mi pierna a la altura de la ingle. Claro que, ahora que lo pienso, a la segunda me tendrán que cortar también los huevos… Quizás cambie la regla.
Y, para terminar hablando de todo esto, hago un llamamiento a todos los guiris que creen que como están en la India no hace falta que se laven ellos ni su ropa. Esa información que recibieron es falsa, repito es falsa. Tanto los indios como al otro tipo de extranjeros que estamos por aquí nos da asco.
Últimas noticias: el dueño de un restaurante me ha asegurado hoy, 9 de diciembre, que el baño estará limpio antes de Navidad.
Risikesh. Diciembre 2010
miércoles, 5 de enero de 2011
La Boda (Planeta India)
Las 11 en punto, la hora señalada y… ni el tato. Ni el tato, ni el cura que debía casar a los también ausentes novios.
Me invitaron, por primera vez, a una boda cristiana en la India. Era en una Iglesia Metodista. Y no, no tenía ni idea de lo que era una iglesia metodista, pero ahora tampoco. Toda la misa fue en hindi, así que me enteré de lo mismo que cuando iba a clase de Biostadística.
Sí que vi alguna diferencia con nuestras clásicas bodas, por ejemplo que había 4 curas en lugar de uno (no sé si por el metodismo o por los 1200 millones de indios) y que llega tarde todo dios. A las once y cuarto llegó una señora, a y media llegó un grupito y el novio apareció a las doce y diez. La novia, a la una, con dos horas puntuales de retraso.
Pero nadie se sorprendía ni preocupaba, claro. Estábamos en una iglesia, pero prevalecía el Planeta India. Yo llamé al novio pensando que me había equivocado de día o de lugar… Y me dijo que es que iban un poco tarde… Todos.
Una vez que empezamos me di cuenta de un interesante detalle, el único que iba vestido con el traje indio clásico, el kurta, era el único guiri de la ceremonia, o sea mi menda. El resto, de traje y corbata. La novia de blanco inmaculado (el color, ella no lo sé). ¿Qué si iba guapa? No lo sé. Nunca he sabido si las novias van guapas, a mí me parece que todas van iguales. Hay para algunas cosas que ya sé que no tengo criterio. Nunca elijo lámparas, ni manteles, por ejemplo. Y con las novias me pasa lo mismo. ¿Qué si era guapa? No. Para eso si tengo criterio.
El resto de la boda si que fue igual que las españolas, en el convite había cinco veces más personas que en la iglesia. Y yo creo que al guiri del kurta le hicieron tantas fotos como a los novios (él también iba de traje y corbata, el cabrón).
En las celebraciones de las bodas indias prevalece la cantidad sobre la calidad. Se invita a muchísimas personas (400 invitados es un número normalito, tirando a pequeño) y, aunque la comida suele ser muy buena, la puesta en escena es del tipo “a maricón el último”. Se pone un gran buffet con diferentes platos (digo diferentes entre sí, porque en todas las bodas son los mismos) y se da la salida. El pueblo indio es muy paciente casi siempre, pero no para comer. En ese momento tienes dos opciones, o esperas que pase la primera horda y te arriesgas a que se acabe el papeo o te unes al mogollón y que sea lo que Shiva quiera.
En esta boda, al igual que en la mayoría que se celebran por aquí, los novios sólo se habían visto un par de veces antes de la ceremonia. Es lo que llaman “matrimonio arreglado”, frente al “matrimonio por amor”. Las familias se ponen de acuerdo y los chicos se casan. Aquí se dice que en Occidente primero llega el amor y luego la boda y en la India primero llega la boda y luego el amor. En realidad está relacionado con la importancia que se da en uno y otro sitio a la pareja frente a la familia. Aquí la relación de pareja no es la más importante.
En todas las bodas que he estado, todos se divierten menos los novios. No he visto una sola foto de boda india (y he visto unas cuantas) con los novios sonriendo. Ella se va a vivir a casa de la familia de él (con los suegros, los hermanos y las hermanas que no se hayan casado) y a él se le acaba la libertad que hasta ahora tenía. ¿Quién va a sonreir?
En las celebraciones se monta un pollo espectacular. El novio pasea a caballo blanco, yegua en realidad, con un montón de músicos tocando con volumen ensordecedor y con una calidad también ensordecedora. Además hay unos cuya profesión no sé como explican a los amigos. Me dedico a llevar un farol encima de la cabeza y pasear con él por el pueblo ¿y tú? Yo tiro de un carro con un megagenerador para dar luz a los capullos que lleváis los faroles…
Tampoco faltan, como en toda boda que se precie, el grupo de borrachos bailando como locos. Todo esto en movimiento por las calles de la ciudad o pueblo. Los trajes de los invitados parece que son los de su padre, que le saca cuatro tallas y trabaja en un circo... Las mujeres en cambio van muy elegantes con sus saris y sus joyas.
Como las bodas se celebran en la temporada que los astrólogos consideran auspiciosa, hay momentos que hay miles de bodas a la vez. En el mismo pueblo te puedes encontrar con un montón de procesiones, con su tío serio montado en yegua, sus portafaroles, el del generador y los invitados vestidos de gaby y fofó.
En mi boda metodista no hubo estas cosas, sí que hubo señoras preguntándome que a qué iglesia iba yo y diciéndome que Jesús era “superpower”, un encargado del banquete que se dio cuenta, equivocadamente, de quien era el único que le podía dar propina (no porque tuviera cara de rico, creo que más por cara de pringado) y le faltó meterme la cucharita en la boca… Me recordaba al de “La boda del monzón” así que no podía parar de reirme cuando se acercaba. (El que no haya visto la peli que se vaya a verla y luego siga leyendo). Y también hubo una “ceremonia de la tarta” cuya duración fue acorde con la espera inicial. Así que cuando llegó la comida, el asalto habitual se convirtió en un duelo a muerte, pero yo tenía a mi solícito encargado que peleaba por mí… Después de mis 20 rupias de propina y ver como las miraba, decidí no pedir nada más, porque el escupitajo en el café de camarero descontento creo que es internacional.
Risikesh. Diciembre 2010
Me invitaron, por primera vez, a una boda cristiana en la India. Era en una Iglesia Metodista. Y no, no tenía ni idea de lo que era una iglesia metodista, pero ahora tampoco. Toda la misa fue en hindi, así que me enteré de lo mismo que cuando iba a clase de Biostadística.
Sí que vi alguna diferencia con nuestras clásicas bodas, por ejemplo que había 4 curas en lugar de uno (no sé si por el metodismo o por los 1200 millones de indios) y que llega tarde todo dios. A las once y cuarto llegó una señora, a y media llegó un grupito y el novio apareció a las doce y diez. La novia, a la una, con dos horas puntuales de retraso.
Pero nadie se sorprendía ni preocupaba, claro. Estábamos en una iglesia, pero prevalecía el Planeta India. Yo llamé al novio pensando que me había equivocado de día o de lugar… Y me dijo que es que iban un poco tarde… Todos.
Una vez que empezamos me di cuenta de un interesante detalle, el único que iba vestido con el traje indio clásico, el kurta, era el único guiri de la ceremonia, o sea mi menda. El resto, de traje y corbata. La novia de blanco inmaculado (el color, ella no lo sé). ¿Qué si iba guapa? No lo sé. Nunca he sabido si las novias van guapas, a mí me parece que todas van iguales. Hay para algunas cosas que ya sé que no tengo criterio. Nunca elijo lámparas, ni manteles, por ejemplo. Y con las novias me pasa lo mismo. ¿Qué si era guapa? No. Para eso si tengo criterio.
El resto de la boda si que fue igual que las españolas, en el convite había cinco veces más personas que en la iglesia. Y yo creo que al guiri del kurta le hicieron tantas fotos como a los novios (él también iba de traje y corbata, el cabrón).
En las celebraciones de las bodas indias prevalece la cantidad sobre la calidad. Se invita a muchísimas personas (400 invitados es un número normalito, tirando a pequeño) y, aunque la comida suele ser muy buena, la puesta en escena es del tipo “a maricón el último”. Se pone un gran buffet con diferentes platos (digo diferentes entre sí, porque en todas las bodas son los mismos) y se da la salida. El pueblo indio es muy paciente casi siempre, pero no para comer. En ese momento tienes dos opciones, o esperas que pase la primera horda y te arriesgas a que se acabe el papeo o te unes al mogollón y que sea lo que Shiva quiera.
En esta boda, al igual que en la mayoría que se celebran por aquí, los novios sólo se habían visto un par de veces antes de la ceremonia. Es lo que llaman “matrimonio arreglado”, frente al “matrimonio por amor”. Las familias se ponen de acuerdo y los chicos se casan. Aquí se dice que en Occidente primero llega el amor y luego la boda y en la India primero llega la boda y luego el amor. En realidad está relacionado con la importancia que se da en uno y otro sitio a la pareja frente a la familia. Aquí la relación de pareja no es la más importante.
En todas las bodas que he estado, todos se divierten menos los novios. No he visto una sola foto de boda india (y he visto unas cuantas) con los novios sonriendo. Ella se va a vivir a casa de la familia de él (con los suegros, los hermanos y las hermanas que no se hayan casado) y a él se le acaba la libertad que hasta ahora tenía. ¿Quién va a sonreir?
En las celebraciones se monta un pollo espectacular. El novio pasea a caballo blanco, yegua en realidad, con un montón de músicos tocando con volumen ensordecedor y con una calidad también ensordecedora. Además hay unos cuya profesión no sé como explican a los amigos. Me dedico a llevar un farol encima de la cabeza y pasear con él por el pueblo ¿y tú? Yo tiro de un carro con un megagenerador para dar luz a los capullos que lleváis los faroles…
Tampoco faltan, como en toda boda que se precie, el grupo de borrachos bailando como locos. Todo esto en movimiento por las calles de la ciudad o pueblo. Los trajes de los invitados parece que son los de su padre, que le saca cuatro tallas y trabaja en un circo... Las mujeres en cambio van muy elegantes con sus saris y sus joyas.
Como las bodas se celebran en la temporada que los astrólogos consideran auspiciosa, hay momentos que hay miles de bodas a la vez. En el mismo pueblo te puedes encontrar con un montón de procesiones, con su tío serio montado en yegua, sus portafaroles, el del generador y los invitados vestidos de gaby y fofó.
En mi boda metodista no hubo estas cosas, sí que hubo señoras preguntándome que a qué iglesia iba yo y diciéndome que Jesús era “superpower”, un encargado del banquete que se dio cuenta, equivocadamente, de quien era el único que le podía dar propina (no porque tuviera cara de rico, creo que más por cara de pringado) y le faltó meterme la cucharita en la boca… Me recordaba al de “La boda del monzón” así que no podía parar de reirme cuando se acercaba. (El que no haya visto la peli que se vaya a verla y luego siga leyendo). Y también hubo una “ceremonia de la tarta” cuya duración fue acorde con la espera inicial. Así que cuando llegó la comida, el asalto habitual se convirtió en un duelo a muerte, pero yo tenía a mi solícito encargado que peleaba por mí… Después de mis 20 rupias de propina y ver como las miraba, decidí no pedir nada más, porque el escupitajo en el café de camarero descontento creo que es internacional.
Risikesh. Diciembre 2010
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